Título original: 1793
Año de publicación: 2017
Traducción: Ebba Segerberg (del sueco al inglés) y Patricia Antón de Vez (del inglés al castellano)
Valoración: recomendable, aunque no para todo el mundo
Es de justicia reconocerlo: Niklas Natt och Dag -Nicolás Noche y Día- es el escritor con, probablemente, el apellido más molón del panorama literario mundial (excepción hecha del canadiense Christian Guay-Poliquin, como es obvio); se trata además, de una apellido del más rancio abolengo de la nobleza sueca, desde que alguno de sus antepasados despiojaba al rey Olaf o lo que fuera... Pero, vamos, que lo mismo nos daría si se apellidase Petersson o Martinsson (es decir, Pérez o Martínez); lo que nos debe importar es si el amigo Niklas es un buen escritor y, vaya, por lo que se puede juzgar a partir de ésta su primera novela, hay que decir que sí lo es.
1793 es una novela policíaca, pero no de ésas que siguen las estela de Mankell, Larsson (Stieg), la otra Larsson (Assa), etc. y que tanto éxito han tenido en los últimos tiempos, sino una novela policíaca de corte histórico, ambientada en Estocolmo en el año ¿alguien lo adivina? ¡Sí, premio para la dama o el caballero: 1793! Un año se diría que de lo más entretenido en Suecia, cuando aún resonaban, por un lado, los disparos que acabaron con la vida del rey (no muy querido) Gustavo Adolfo no sé cuantos y, por otro, los ecos de los desmanes jacobinos en Francia -éstos resuenan bastante, porque lo del rancio abolengo y demás se tiene que notar, tetes...-; en fin, en ese jubiloso contexto aparece un cadáver horriblemente mutilado en un laguito apestoso de uno de los barrios pobres de la ciudad y aunque no parece haber gran interés en esclarecer el crimen, el guardia municipal que lo ha encontrado y un abogado tísico famoso por la rectitud de su comportamiento y raciocinio se ponen a investigar hasta encontrar al culpable... en varios sentidos, contrarreloj, como mandan los cánones.
La verdad es que esta pareja detectivesca, Mickel Cardell -el guardia y, se me olvidaba decir que veterano de guerra manco- y el Cecil Winge -el abogado en las últimas a causa de la tisis- son lo mejor de la novela, por diversos motivos; entre otros que, aunque pueda parecerlo, no reproducen el esquema Holmes-Watson, como se puede pensar en principio. Lo mismo ocurre con el resto de personajes, más o menos secundarios, que aparecen el la trama -una trama, por cierto, bastante peculiar, pues consta de cuatro capítulos, dos de ellos sendas analepsis que no parecen tener siempre relación con el hilo principal de la narración, aunque sí-: en mi opinión, el trazado de esos personajes, más o menos creíbles -en verdad, no siempre-, pero, en cualquier caso, peculiares y hasta imborrables, es el punto fuerte de Nattoc... de Niklas. En cuanto a la ambientación, hay que suponer que está todo lo cuidada que parece (que levanten la mano los expertos en la Historia sueca del siglo XVIII), aunque quizás haya una excesiva obsesión por mostrar lo dura, cutre, sucia y corrompida que era la capital de Suecia en aquel momento (como todas entonces, supongo), lejos de la imagen de telefilm alemán de sobremesa que podemos tener ahora. A decir verdad, la truculencia llega a todos los detalles de la historia; no es una novela para espíritus ni estómagos delicados, aviso... De todas formas, parece que el bueno de Niklas se basó en gran medida en las canciones del trovador sueco de aquella época Michael Bellman, que ya hablaba de la vida del pueblo llano, la degeneración de las costumbres y esas cosas tan entretenidas.
Lo más flojo, creo yo, es el entramado policiaco-detectivesco, que no sé si llegará a satisfacer a los lectores más exigentes del género; digamos que la cosa se queda en una mezcla algo deslavazada de El perfume y la película Se7en, y hasta aquí puedo leer... No obstante, resulta una buena excusa para recorrer los rincones más inesperados del Estocolmo de fines del XVIII, desde los barrios populares, tabernas y cafés a cárceles y hospitales, de los burdeles más exquisitos a las timbas de juego y los cementerios, pasando por los secretos del la Casa Indebetouska, donde estaba la jefatura de la policía. Y sobre todo, para conocer a unos personajes marcados por la tragedia y la muerte, a los que Niklas Natt etc. sabe dar peso, vida y dignidad con la maestría de un experto marionetista; esperemos que no perdiera ese toque en su siguiente novel, 1794 y tampoco lo haga en la que está por llegar. ¿Alguien adivina cómo se va a titular?
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