Idioma original: español
Año de publicación: 2021
Valoración: inflamado
En algún jardín peor me habré metido, pero he de reconocer que no es nada sencillo reseñar libros como este, cuando ya el mero hecho de prestarle atención y leerlo pueda parecer, pero no lo es, una toma de posición respecto a cierta polémica que parece eternizarse. Pues Venezuela es una de las palabras que, cansinamente, y al lado de Irán o Corea del Norte, acostumbran a blandir los políticos de derechas a la hora de criticar los planteamientos, el ideario, o las decisiones de los contrincantes de izquierdas. Una peligrosa banalización siempre producto de la generalización, pero efectiva a la hora de polarizar cualquier discurso, que, no hace falta pasearse por Twitter para comprobarlo, es el juego favorito de los debates actuales en todo medio.
Leonardo Padrón es una voz muy respetada del panorama literario venezolano. Un panorama, voy a quejarme, que no es tan conocido ni divulgado como el de sus países vecinos. No lo planteo como una queja amarga sino como una realidad. Tiempos feroces recoge un buen puñado de artículos publicados con diversos desarrollos pero con un fin común: la crítica feroz, como el titulo indica, hacia la realidad venezolana, realidad determinada lógicamente por las políticas aplicadas por Hugo Chávez y su inmediato sucesos Nicolás Maduro. Una crítica que toma diversos caminos pero siempre es velada y contundente, expuesta de forma tan vehemente y documentada (rara vez se eluden nombre y circunstancias concretas, cuando se trata de levantar testimonios) que su lectura, aún con el estilo dinámico, algo inflamado, pero de lectura ágil, acaba obrando en el lector neutro (así me definiría) cierta sensación de agobio u hostigamiento. Pues Padrón centra sus relatos en los perfiles de personas dañadas, perseguidas o represaliadas por el régimen., continua con la denuncia de hechos objetivos que centran su prisma, el deterioro de la seguridad en las calles, el empobrecimiento, la inflación galopante, la censura de los medios de comunicación no afines, y se escora en algún momento, compréndase mi término, hacia la soflama, apelando no en pocas ocasiones a una eventual organización unitaria de las fuerzas opositoras, como lo haría algún escritorzuelo de algunos medios cuando usa su columna para reivindicar sus creencias.
Lo cual no significa que no hablemos de una buena lectura. Pero que es imposible leer sin sentirse o conmovido por lo que describe o escéptico hacia su carga ideológica. Tras su lectura uno tiende a pensar que Venezuela es otro ejemplo más del poder corruptor del poder cuando este se ejerce de forma absoluta y descontrolada. Pero echaría de menos un texto que contrapesara esa sensación y que no fuera un artefacto propagandístico. La realidad es la del enorme número de venezolanos que han abandonado su país a la búsqueda de unas circunstancias más estables para sus existencias. Pero la realidad es, también, la de un país en el que aún se producen consultas electorales de las que salen elegidos quienes lo gobiernan. Incapaz de comulgar totalmente con alguna de las dos salidas de este laberinto, me gustaría eso, contrastar con obras que tomen la otra perspectiva.
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