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domingo, 4 de julio de 2021

Oliver Sacks: Gratitud

Idioma original: inglés

Título original: Gratitude

Año de publicación: 2015

Valoración: Está bien


A veces me pregunto si no hemos pasado del conformismo extremo a una permanente insatisfacción. No saber disfrutar de lo que tenemos es cómo no tenerlo y no agradecer lo que se nos brinda –que no es poco si sabemos reconocerlo– no perjudica al dador sino al que recibe, que no lo puede disfrutar porque ni se ha enterado de que lo tiene o de que lo ha recibido gracias a la suerte y no por sus propios méritos. Cuando empezábamos a transitar por esta extraña fase socio-sanitaria, alguien comentó “éramos felices y no nos dábamos cuenta” y es la pura verdad: sería bueno no esperar a perder nuestras ventajas para valorarlas y disfrutarlas como merecen. Esta es, expresado a mi modo, la gran lección que recibimos del autor de este librito. Muy corto, sí. He tardado menos en leerlo que en acabar algunos artículos de prensa. Excesivamente didáctico quizá: el género estuvo tan de moda en un pasado remoto que se agotó hace ya varios siglos. Pero cuando alguien ha vivido larga e intensamente y se encuentra, en plenas facultades, a punto de marcharse de este mundo, cuando las recomendaciones realmente esenciales que desea hacer a quienes nos quedamos se pueden resumir en siete decenas de páginas, abultadas todo lo posible con ilustraciones y espacios, no está mal escuchar lo que nos tiene que decir.

Imagino a Oliver Sacks (1933-2015) como un hombre vitalista, para quien el trabajo es disfrute y cuya historia alterna con toda naturalidad la fortuna y la tragedia. Sus padres eran médicos (y en su familia encontramos varios miembros destacados), pero cuando tenía seis años estalló la Segunda Guerra, que le obligó a separarse de ellos y durante la cual sufrió mil penalidades. Fue un neurólogo vocacional, ejerció la medicina con pasión y describió sus experiencias en varias de sus obras –Despertares inspiró la conocida película protagonizada por Robert de Niro–, padeció alguna limitación física y problemas de salud que amortiguó a fuerza de ejercicio, fue adicto a las anfetaminas durante algún tiempo, confesaba una timidez patológica, su homosexualidad le supuso el rechazo de su ortodoxa familia judía y el consiguiente alejamiento de dichas creencias, se creía incapaz de mantener una relación, pero esta llegó al fin –muy tarde y cuando menos lo esperaba– y le acompañó hasta el último momento.

Gratitud está compuesta de cuatro breves ensayos, independientes pero complementarios entre sí, cuyo objeto es agradecer todo lo que ha recibido desde siempre. Hasta el tumor le parece un regalo pues, a pesar de la premura del pronóstico, solo seis meses de vida por delante, el primer aviso se había producido con diez años de antelación, lo que considera una larga prórroga. Cercano ya a los ochenta, sigue amando la vida. Recién recibida la mala noticia, aún lleno de vitalidad y deseos de aprovechar el tiempo, confiesa: “No voy a fingir que no estoy asustado. Pero mi sentimiento predominante es de gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado, he pensado y escrito”. En la sección Mi tabla periódica, contempla sus edades vitales desde una curiosa perspectiva, como una broma, a medio camino entre lo literario y lo esotérico, mezclando su interés por la física con las características de los elementos de dicha tabla. A los once años era sodio, a los setenta y nueve, oro, y será mercurio a los ochenta. Valora la libertad de esa etapa y la amplia perspectiva que supone haber presenciado tantos sucesos históricos. Recordando algunas anécdotas, siente que le ha quedado mucho por hacer pero está preparado para irse, solo desea dejar algún recuerdo a través de sus libros. Le gustaría llegar a los ochenta y tres –la posición del bismuto– aunque comprende que no será posible (“Siento debilidad por el bismuto, un modesto metal de color gris, a menudo desdeñado e ignorado incluso por los amantes de los metales”). Por el momento, se dispone a viajar, escribir, estrechar algunos lazos y despedirse de los amigos que le quedan.

Lecciones sencillas y llenas de sensatez que casi nunca tenemos en cuenta: aceptar lo inevitable y agradecer lo recibido sin olvidarse de ser rebelde cada vez que sea posible. Pero lo habitual es hacerlo al revés.

Me descubro pensando en el sabbat, el día de descanso, el séptimo día de la semana y quizá también el séptimo día de la propia vida, cuando tienes la sensación de que tu obra está terminada y de que, con la conciencia tranquila, puedes descansar”.

Traducción: Damià Alou


También de Oliver Sacks: Un antropólogo en Marte, Musicofilia, En movimiento. Una vida,

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