Título original: Cavalcarem tota la nit
Traducción: Carlos Mayor
Año de publicación: 2020
Valoración: recomendable
Los caminos que uno puede emprender para llegar a publicar un primer libro de narrativa son múltiples. Hay casos en que ese acercamiento se produce desde la poesía (ya hemos visto recientemente los casos de Irene Solà o Xavier Mas Craviotto, para escoger autores de similar procedencia), pero hay otros que llegan desde el no menos imprescindible (y a veces infravalorado) mundo de la traducción. Este es el caso de Carlota Gurt, que tras años de experiencia en ese campo e incluso acercándose a artes relacionadas como el teatro haciendo de productora de La Fura dels Baus, se ha lanzado definitivamente a escribir su primer libro como autora. Y se trata de una recopilación de relatos cortos, independientes, aunque relacionados temáticamente.
El título del libro hace referencia al poema «La canción del amor y la muerte del corneta Christoph Rilke» donde empieza diciendo «cabalgar, cabalgar, cabalgar, todo el día, toda la noche, todo el día» y es toda una declaración de intenciones, pues como indica en la contracubierta, «cabalgar toda la noche es avanzar en la oscuridad hacia unas fronteras que parecen inalcanzables, pero que no siempre lo son». Así la autora habla de cabalgar toda la noche como una necesidad, casi un apremio, de aventurarse sin fallecer a las sombras que habitan dentro de nosotros y el mundo que nos rodea, sin que el miedo nos paralice, sin que nos detenga, y seguir cabalgando entre la oscuridad buscando una salida, o al menos una luz, que nos siga empujando, como un señuelo, hasta conseguir salir de esa noche siempre presente y atenazadora.
Estructurado en doce cuentos más un epílogo, este recopilatorio narra diferentes situaciones cotidianas, donde los personajes a menudo se sienten inseguros, en ocasiones sobrepasados por la realidad que los envuelve, por sus vidas anodinas y sin un horizonte claro, en ocasiones como personas individuales, pero a menudo con historias que giran en torno a la pareja. El estilo de Carlota Gurt es mordaz, con un humor agrio y ciertas dosis de mala leche, con un tono oscuro como la noche por la cual cabalga sobre las palabras, guiándonos hacia un lugar oscuro del que no estamos muy seguros de querer entrar, pero que su atrayente voz nos empuja a ello de manera irresistible.
Como en todo libro de relatos, y más en este caso al no ser pocos, las historias narradas son diversas, y no tiene sentido en esta reseña entrar en cada una de ellas, pero sí destacaré las que más me han gustado. Ya para empezar, el primer relato, «Las compuertas», donde la autora narra una historia de deseos e inseguridades, de la fina línea que separa la convicción de la suposición, y el paso siempre difícil de dar para pasar de un estado seguro a un territorio por conocer. Las compuertas del título, la separación entre estados, entre personas, pero también entre sentimientos propios, aquello que las separa o que las une con tan solo la voluntad o la posibilidad de hacerlo y que enlaza perfectamente con el segundo relato («La bóveda que los cubría») en el que narra la indecisión de una pareja que encuentra la entrada de un túnel y hay diferencia de opiniones sobre si entrar o no, por miedo a los desconocido, por no estar suficientemente preparados... clara metáfora del mundo de la pareja.
También el mundo de la pareja, o de las relaciones sentimentales, es tratado en otro gran relato como «El verano eterno» en el que narra la relación entre una chica y su vecino, que flirtean constantemente en un vaivén de quiero/no quiero, porque el deseo existe pero difícilmente es tan intenso en la realidad como en el pensamiento, o también en «La tierra no me acuna», en el que explica la obsesión de una chica con el mar, con cruzar lagos, en hacer todas las travesías, excepto las que conlleven un compromiso o todo aquello que suponga un reto que no implique echar raíces ni suponer ataduras. Y el agua, a menudo presente en gran parte de los cuentos, como metáfora también de un lugar en el que uno puede sentir cierta tranquilidad pero que a la vez puede suponer un riesgo, una amenaza.
Dejo para el final, dos de sus mejores cuentos, «Segundos hechos a nuestra medida», en el que un hombre debe llevar un pastel a su mujer, pero es incapaz, cada vez le pesa más. El cuento es una clara alegoría del desgaste de una relación, al principio ideal e ilusión ante pero que el paso del tiempo diluye y desvanece sin tan siquiera la posibilidad que reconozca en ella aquello que hubo años atrás. Y, finalmente, el más diferente de todos, el más impactante, el más visceral, el gran cuento que es «Bestias carnívoras», ambientado en los casos de violaciones grupales, en clara referencia a La Manada, y donde expone cómo se siente la víctima, como lo vive, como nadie es consciente de aquello que han provocado incluso en ella misma. Destaco este cuento por su calidad, pero también como demostración de que, a través de un humor ácido, punzante y negro, y sin entrar en detalles, se puede denunciar con bastante (pero justificada) mala leche, la mentalidad de algunas bestias que también viven entre nosotros. El cuento que ha escrito es una manera muy gráfica de decir que ya basta.
Cabe decir que el estilo de Gurt es directo, a pesar de las habituales metáforas que contienen sus cuentos, pero que no dejan lugar a dudas sobre qué pretende contar la autora. Porque lo que pretende contar, es los diferentes relatos, está envuelto de cierto fatalismo, de finales que solo son una continuación de otros finales ya pasados; la autora carga los relatos de una sensación de decadencia y desaliento, no falta de futuro, aunque tampoco los viste de nostalgia. Sus relatos nos invitan a pensar hacia dónde vamos, sin asegurar que otros posibles pasados nos hubieran llevado a mejores presentes. Y habla en ellos de la soledad, la que se encuentra dentro de uno mismo, independientemente de si se encuentra en compañía o sin ella.
Lo mejor del libro es el estilo de la autora, atrevido, valiente, con cuentos en gran mayoría sin principio ni final, como si la autora echara una breve, pero acertada mirada a vidas ajenas que no dejan de ser similares a las nuestras o de gente a quien podríamos conocer. Hay mucho mensaje contenido en los cuentos y, a pesar de su tono agridulce (más agrio que dulce) la sensación que uno tiene terminada la lectura es que la autora sabe exponer perfectamente las deficiencias y carencias de las personas que, faltas de afecto o de ambición, transitan por la vida sin pretender demasiado, quizá tan solo soñar pensando que podría ser mejor, pero sin dar ese paso necesario por no acabar estando convencido del todo.
Los cuentos narrados dejan entrever un sentimiento de desencaje respecto al mundo, de inconformidad respecto al mundo en el que vivimos, a la propia vida. Como si los personajes intentaran encontrar su lugar en el mundo, encajar en una vida que, como los cuentos, parece como si hubieran sido encajadas en ella por accidente. Así los cuentos empiezan y acaban como si captáramos un instante de sus vidas, y la sensación que tiene uno al leer el libro es que a sus personajes les ocurre bastante lo mismo: se encuentran y narran su situación personal como si no tuvieran un pasado que les hubiera llevado a ahí. Y aquí está uno de los puntos fuertes del libro, Carlota Gurt no necesita construir un pasado en torno a ellos para narrar lo que pretende. Y es un gran mérito porque lo que pretende, no es precisamente poco.
El título del libro hace referencia al poema «La canción del amor y la muerte del corneta Christoph Rilke» donde empieza diciendo «cabalgar, cabalgar, cabalgar, todo el día, toda la noche, todo el día» y es toda una declaración de intenciones, pues como indica en la contracubierta, «cabalgar toda la noche es avanzar en la oscuridad hacia unas fronteras que parecen inalcanzables, pero que no siempre lo son». Así la autora habla de cabalgar toda la noche como una necesidad, casi un apremio, de aventurarse sin fallecer a las sombras que habitan dentro de nosotros y el mundo que nos rodea, sin que el miedo nos paralice, sin que nos detenga, y seguir cabalgando entre la oscuridad buscando una salida, o al menos una luz, que nos siga empujando, como un señuelo, hasta conseguir salir de esa noche siempre presente y atenazadora.
Estructurado en doce cuentos más un epílogo, este recopilatorio narra diferentes situaciones cotidianas, donde los personajes a menudo se sienten inseguros, en ocasiones sobrepasados por la realidad que los envuelve, por sus vidas anodinas y sin un horizonte claro, en ocasiones como personas individuales, pero a menudo con historias que giran en torno a la pareja. El estilo de Carlota Gurt es mordaz, con un humor agrio y ciertas dosis de mala leche, con un tono oscuro como la noche por la cual cabalga sobre las palabras, guiándonos hacia un lugar oscuro del que no estamos muy seguros de querer entrar, pero que su atrayente voz nos empuja a ello de manera irresistible.
Como en todo libro de relatos, y más en este caso al no ser pocos, las historias narradas son diversas, y no tiene sentido en esta reseña entrar en cada una de ellas, pero sí destacaré las que más me han gustado. Ya para empezar, el primer relato, «Las compuertas», donde la autora narra una historia de deseos e inseguridades, de la fina línea que separa la convicción de la suposición, y el paso siempre difícil de dar para pasar de un estado seguro a un territorio por conocer. Las compuertas del título, la separación entre estados, entre personas, pero también entre sentimientos propios, aquello que las separa o que las une con tan solo la voluntad o la posibilidad de hacerlo y que enlaza perfectamente con el segundo relato («La bóveda que los cubría») en el que narra la indecisión de una pareja que encuentra la entrada de un túnel y hay diferencia de opiniones sobre si entrar o no, por miedo a los desconocido, por no estar suficientemente preparados... clara metáfora del mundo de la pareja.
También el mundo de la pareja, o de las relaciones sentimentales, es tratado en otro gran relato como «El verano eterno» en el que narra la relación entre una chica y su vecino, que flirtean constantemente en un vaivén de quiero/no quiero, porque el deseo existe pero difícilmente es tan intenso en la realidad como en el pensamiento, o también en «La tierra no me acuna», en el que explica la obsesión de una chica con el mar, con cruzar lagos, en hacer todas las travesías, excepto las que conlleven un compromiso o todo aquello que suponga un reto que no implique echar raíces ni suponer ataduras. Y el agua, a menudo presente en gran parte de los cuentos, como metáfora también de un lugar en el que uno puede sentir cierta tranquilidad pero que a la vez puede suponer un riesgo, una amenaza.
Dejo para el final, dos de sus mejores cuentos, «Segundos hechos a nuestra medida», en el que un hombre debe llevar un pastel a su mujer, pero es incapaz, cada vez le pesa más. El cuento es una clara alegoría del desgaste de una relación, al principio ideal e ilusión ante pero que el paso del tiempo diluye y desvanece sin tan siquiera la posibilidad que reconozca en ella aquello que hubo años atrás. Y, finalmente, el más diferente de todos, el más impactante, el más visceral, el gran cuento que es «Bestias carnívoras», ambientado en los casos de violaciones grupales, en clara referencia a La Manada, y donde expone cómo se siente la víctima, como lo vive, como nadie es consciente de aquello que han provocado incluso en ella misma. Destaco este cuento por su calidad, pero también como demostración de que, a través de un humor ácido, punzante y negro, y sin entrar en detalles, se puede denunciar con bastante (pero justificada) mala leche, la mentalidad de algunas bestias que también viven entre nosotros. El cuento que ha escrito es una manera muy gráfica de decir que ya basta.
Cabe decir que el estilo de Gurt es directo, a pesar de las habituales metáforas que contienen sus cuentos, pero que no dejan lugar a dudas sobre qué pretende contar la autora. Porque lo que pretende contar, es los diferentes relatos, está envuelto de cierto fatalismo, de finales que solo son una continuación de otros finales ya pasados; la autora carga los relatos de una sensación de decadencia y desaliento, no falta de futuro, aunque tampoco los viste de nostalgia. Sus relatos nos invitan a pensar hacia dónde vamos, sin asegurar que otros posibles pasados nos hubieran llevado a mejores presentes. Y habla en ellos de la soledad, la que se encuentra dentro de uno mismo, independientemente de si se encuentra en compañía o sin ella.
Lo mejor del libro es el estilo de la autora, atrevido, valiente, con cuentos en gran mayoría sin principio ni final, como si la autora echara una breve, pero acertada mirada a vidas ajenas que no dejan de ser similares a las nuestras o de gente a quien podríamos conocer. Hay mucho mensaje contenido en los cuentos y, a pesar de su tono agridulce (más agrio que dulce) la sensación que uno tiene terminada la lectura es que la autora sabe exponer perfectamente las deficiencias y carencias de las personas que, faltas de afecto o de ambición, transitan por la vida sin pretender demasiado, quizá tan solo soñar pensando que podría ser mejor, pero sin dar ese paso necesario por no acabar estando convencido del todo.
Los cuentos narrados dejan entrever un sentimiento de desencaje respecto al mundo, de inconformidad respecto al mundo en el que vivimos, a la propia vida. Como si los personajes intentaran encontrar su lugar en el mundo, encajar en una vida que, como los cuentos, parece como si hubieran sido encajadas en ella por accidente. Así los cuentos empiezan y acaban como si captáramos un instante de sus vidas, y la sensación que tiene uno al leer el libro es que a sus personajes les ocurre bastante lo mismo: se encuentran y narran su situación personal como si no tuvieran un pasado que les hubiera llevado a ahí. Y aquí está uno de los puntos fuertes del libro, Carlota Gurt no necesita construir un pasado en torno a ellos para narrar lo que pretende. Y es un gran mérito porque lo que pretende, no es precisamente poco.
También de Carlota Gurt en ULAD: Sola, Biografía del fuego
Me ha gustado mucho la reseña y la temática de la novela.
ResponderEliminarCreo que hay una errata.
"para pasar de un estado seguro aún territorio por conocer"
Saludos y gracias por vuestro trabajo.
Muchas gracias, Miguel, por tu comentario y por hacerme ver la errata.
ResponderEliminarYa está corregida.
Muchas gracias popor el aviso, por leernos y comentar. Y si te animas a leer el libro, ¡ya nos contarás qué te parece!
Saludos
Marc
Reseña estupenda. Marc.. Kempes 19
ResponderEliminarMuchas gracias, Kempes 19.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por tus comentarios.
Marc