Idioma original: español
Año de publicación: 1972
Al grano. Esta es una obra
maestra de la literatura de todos los tiempos, podemos situarla, nada menos,
entre las cinco primeras en lengua española. Aún así, muchos
no querrán ni olerla, porque su lectura no es nada fácil, sí, pero también en
sentido literal, ya que tanto novela como autor están siendo injustamente
olvidados y –aunque creo que Alianza lo ha reeditado este año– quizá sea más
fácil encontrarlo en la rancia atmósfera de las librerías de viejo que en las flamantes
ediciones de hoy mismo. Aún hay una tercera razón y es el desconocimiento: no
puede valorarse, ni a favor ni en contra, lo que no se sabe que existe. Y aquí
estoy yo, con ganas de dar a conocer, a pesar de lo reducido del espacio, lo
esencial de forma, contenido y posibles motivaciones de La saga fuga de J. B. Con ese propósito la he releído –y ya dije
que ante un panorama de lecturas tan inmenso prefiero elegir lo que no conozco–
y he disfrutado tanto o más que la primera vez, he vuelto a maravillarme con
fondo y forma y a renovar mi admiración por su autor, tanto por la genialidad que
manifiesta como por su valentía en aquellos tiempos heroicos. Esto de la
valentía creo que no se ha destacado lo suficiente, porque Torrente Ballester
(1910-1999) pasa por haber sido un hombre tibio de ideas, apreciación que no
puede ser más injusta. Otra cosa es lo que aparentase –recuérdese que era
gallego–, pero cualquiera con dedo y medio de frente advertirá la enorme carga
crítica que contiene esta novela. Lo bueno es que la censura de la época, no
solo era corta de mollera, además había leído más bien poco, y desde luego nada
comparable a este monumento a la erudición, a este alarde de fantasía que se
alía con la realidad para denunciar lo que le da la gana sin que ningún profesional
de la tijera consiguiese desenrollar tamaña madeja, embarullados como estaban
por la torrencial prosa de Torrente. Como no encontraron justificación para
prohibirla y aprobándola le adjudicarían un valor inexistente para ellos,
decidieron aplicar el silencio administrativo. El motivo que alegaron: “de todos los disparates que el lector que
suscribe ha leído en este mundo, este es el peor. Totalmente imposible de
entender, la acción pasa en un pueblo imaginario etc.”. A pesar del tiempo
transcurrido, permítanme que me ría.
Lo primero que debemos saber
es que don Gonzalo fue un auténtico animal literario (gran lector, escritor
prolífico, articulista y académico de la lengua), tampoco es desdeñable su
tarea de docente. Su biografía no está por debajo de su currículum, pero vamos
con la novela que el tiempo apremia y hay mucha tela que cortar en esas 816 páginas.
Lo que vamos a leer es un
brillantísimo ejercicio metaliterario en el que la ficción reflexiona sobre sí
misma, se retuerce y llega a realizar toda clase de acrobacias. Ni siquiera la
poesía o el vocabulario se libran de esa afición por lo lúdico concretada en
varias composiciones, que parodian el poema, para las que utiliza un lenguaje
inventando que se adivina contundente. La acción se sitúa en un supuesto pueblo
gallego llamado Castroforte del Baralla que la crítica suele identificar con
Pontevedra. Un pueblo con fuertes sentimientos nacionalistas; con el cuerpo incorrupto
e iluminado de una tal santa Lilaila (¿les recuerda esto a algo?) que llegó
navegando en una barca y fue bendecido por un obispo; con una estirpe de
próceres que se remonta a tiempos remotos, vinculados, no por parentesco, sino
porque sus nombres coinciden en las iniciales J. B. (no sé si la retranca
gallega del autor iría en esa dirección, pero a mí siempre me ha recordado a
una marca de wisky); con cierta tendencia a levitar, amparado por la niebla,
cada vez que sus habitantes se enfrascan en una preocupación común; con unas
lampreas de carne muy apreciada debido a que devoran ipso facto toda materia
orgánica que vaya a parar al río; con unos caballeros de la Tabla Redonda que
emulan –no a los originales– sino a sus propios antecesores castrofortinos, y cuya
misión consiste en contrarrestar a las fuerzas vivas centralistas (o godas, que
viene a ser igual); con dudas intermitentes sobre su propia existencia, nunca
confirmada del todo en los documentos oficiales.
En una obra tan satírica y
divertida, que respira anticlericalismo, aboga por la libertad de las
costumbres y critica todo lo criticable -rencillas locales incluidas– lo primero
que llamará su atención es que el coctel de realidad y fantasía está presente
de principio a fin. Tampoco hay continuidad cronológica, incluso los personajes
pueden transmigrar de un cuerpo a otro, es decir, se salta todas las reglas de
la lógica y gran parte de las que rigen la literatura canónica. Dicho esto, no
esperen encontrar un caos: todo está sabiamente calculado, el autor ha sabido
compensar su heterodoxia con un férreo control de la trama, se apoya en
tradiciones muy antiguas y en modelos reconocibles. La Galicia mítica está aquí
muy presente, el propio autor reconoció en más de una ocasión el influjo de la
narrativa oral gallega. Se pueden rastrear también otras influencias: el
realismo mágico es lo primero que se nos ocurre, aunque él nunca admitió el
menor parentesco con esta corriente. Yo diría que en este caso la magia procede
del mito y sirve para interpretar la realidad, pero esta, de algún modo,
triunfa porque el escritor apuesta por el racionalismo: lo maravilloso es
meramente simbólico y hasta el fundamentalista cura del lugar acaba abandonando
sus creencias. Se perciben también rasgos surrealistas, cervantinos e
inspirados en la mejor narrativa de la lengua española.
La saga fuga de J. B. podría clasificarse como novela coral a pesar de que tiene un
protagonista claro: José Bastida, el último Jota Be a pesar de sus dos
contemporáneos. Un hombre afable y sabio, pero feo, extremadamente pobre y
acusado de subversivo por la justicia. Debido a su mera existencia, pero
también a la evolución que experimenta con el tiempo, su creador –por muy
jocoso que se muestre – no puede ocultar que era un sentimental. Es un hecho:
cerraremos el libro amando a José. Nos da igual que el desenlace sea tan convencional
como es porque, lejos de desentonar con el resto, lo completa, demostrando que
en una obra de ficción, todo, hasta la mayor de las locuras, acaba encajando
siempre que se tenga la suficiente habilidad.
Claro que para apreciar todo esto hay que esforzarse un poco, pero garantizo que merece la pena. La prosa es exacta y clara, arcaica solo cuando se ubica en el pasado, su manejo brillante, los diálogos, rápidos y concisos, recuerdan a autores que llegaron después y triunfaron. Pero se salta reglas que tenemos más que asimiladas, como prescindir casi por completo del punto y aparte. Esta práctica, junto al uso tan poco convencional de los recursos, supone, no voy a negarlo, una dificultad añadida. Aunque garantizo que se supera: quien logre ir más allá de las primeras páginas acabará asimilando sus esquemas y la comprensión estará garantizada. Eso sí, no intenten acordarse de todos los nombres ni situar a los personajes desde el primer momento, poco a poco irán familiarizándose con ellos, si no se acuerdan de alguno lo identificarán por el contexto, y si no fuera así no se agobien repasando lo leído: no hay que superar ningún examen, lo único que hace falta es disfrutar.
Claro que para apreciar todo esto hay que esforzarse un poco, pero garantizo que merece la pena. La prosa es exacta y clara, arcaica solo cuando se ubica en el pasado, su manejo brillante, los diálogos, rápidos y concisos, recuerdan a autores que llegaron después y triunfaron. Pero se salta reglas que tenemos más que asimiladas, como prescindir casi por completo del punto y aparte. Esta práctica, junto al uso tan poco convencional de los recursos, supone, no voy a negarlo, una dificultad añadida. Aunque garantizo que se supera: quien logre ir más allá de las primeras páginas acabará asimilando sus esquemas y la comprensión estará garantizada. Eso sí, no intenten acordarse de todos los nombres ni situar a los personajes desde el primer momento, poco a poco irán familiarizándose con ellos, si no se acuerdan de alguno lo identificarán por el contexto, y si no fuera así no se agobien repasando lo leído: no hay que superar ningún examen, lo único que hace falta es disfrutar.
La leí hace un montón de años y recuerdo que me fascinó. Aún no había olvidado el nombre de aquella quinta ciudad gallega que aparece y desaparece, levita y se desconoce. He pensado muchas veces en releerla y seguro que terminaré haciéndolo.
ResponderEliminarCreo yo también que Torrente Ballester es un autor injustamente olvidado. He leído once novelas suyas y son muy buenas. La trilogía de "Los gozos y las sombras", en la que se basó la famosa serie, es maravillosa. También quiero releerla
Y no, "La saga/fuga de J.B." no es fácil de leer, pero la satisfacción compensa con creces.
Un abrazo.
Genial la reseña, y el libro, pues eso, un Imprescindible como un castillo. De esos que nos hicieron sudar, que no se olvidan y que merecen una relectura.
ResponderEliminarSaludos.
Esta reseña me pilla leyendo "Los gozos y las sombras" que Alfaguara ha recuperado en una bella edición con motivo de los veinte años desde la muerte del autor. Hacía tiempo que no me encontraba con unas páginas tan bien construidas, unos personajes tan claramente definidos y una trama tan envolvente.
ResponderEliminarVerdaderamente olvidado, Torrente Ballester suena a viejuno para muchos jóvenes y es una pena. Gracias por la reseña y me la apunto para cuando termine lo que tengo entre manos.
Qué gran alegría para estos lunes tan poco queridos. El mítico tochoweeks. A ver qué selección de libros habéis hecho.
ResponderEliminarMe han motivado. Creo que hoy empiezo a leer a Torrente Ballester.
Buena semana
Desde mi punto de vista, la mejor novela española de todos los tiempos. Insuperable. Léanla por favor!
ResponderEliminarPues habrá que leerlo. Uno nunca valora lo suficiente a los de su tierra.
ResponderEliminarHola, Montuenga y demás uladianos:
ResponderEliminarTengo este libro pendiente hace muchos años, y la reseña me lo ha recordado. Es cierto que a Torrente Ballester se le asocia con lo rancio y lo viejuno, ese señor mayor de gafas de culo de botella que colaboró con la dictadura, y que escribía de cosas anticuadas y aburridas. Lo curioso es que ya era así hace 20 años, cuando murió, y no recuerdo si durante un tiempo, debido precisamente a su muerte, se hizo una reedición de sus obras. Fue al poco tiempo de haber muerto, precisamente, cuando una señora totalmente encantadora, que llevaba un centro de caritas donde yo era voluntaria, empezó a hablar de libros conmigo, al descubrir que me apasionaba leer. Entonces me dijo: "mi hermana ha estado casada muchos años con un escritor, igual te suena, no sé.." Y yo esperando que me hablara de un aficionado (debido a su comentario),escuché boquiabierta que ese hombre era Gonzalo Torrente Ballester. Como yo estaba terminando la carrera de filología entonces, y le tenía en los altares, no podía dar crédito. ¿Cómo que si me sonaba? Como dice Montuenga en la reseña era un animal literario, y un excelso escritor. Claro que para ella había sido su familiar durante 40 años, y tenía la sensación de que nadie se acordaba de él como escritor. Me dio muchísima pena. Por cierto, la cuñada de mi amiga tuvo con él siete hijos, pero es que tenía también 4 hijos de su primera mujer. Ahí es nada, once hijos.
En fin, después del rollo, digo que yo también tengo que saldar esa deuda, y habrá que aprovechar el verano, cuando se acaben las lecturas obligatorias que tanto disuaden de la posibilidad de abarcar un tocho semejante. Y es que, a pesar de la devoción que siento por él, he leído pocos de sus libros.
Gracias por la reseña.
Buenas: me he quedado pasmado por el comentario de Lupita de que este escritor apoyó a la dictadura. Cómo dude de la exactitud de lo dicho lo verifique en wikipedia. Sólo escribo este comentario para decir que me extraña que Montuenga se haya saltado este dato para nada menor (por lo menos para mí) al momento de escribir la reseña.
ResponderEliminarGracias Lupita.
Saludos
Pues fíjate que Torrente que nunca había oído que fuese colaborador de la dictadura. Como curiosidad, me gustaría saber hasta qué punto y, en cualquier caso, me trae sin cuidado. Hubo autores que simpatizaron con los nazis, que apoyaron abiertamente el colaboracionismo o que exaltaron a Stalin en su etapa más dura. Si vamos a mirar todos los carnets y revisar todos los curriculums, vamos buenos.
ResponderEliminarCon todo respeto Carlos a mí no me da lo mismo. Sí Borges apoyo todas las dictaduras habidas y por haber eso no significa que no lo vaya a leer pero sí puedo juzgar o entender su obra con una mirada más exacta y abarcadora (ver ese cuento espantoso llamado “La fiesta del Monstruo”). Que Celine haya colaborado con los nazis a mí no me parece un dato irrelevante. En fin, en esta ocasión no estamos de acuerdo.
ResponderEliminarSaludos
Vaya, en qué jardín me he metido sin darme cuenta. Me he explicado muy mal; quería decir, que en una visión simplista, Torrente Ballester se asocia a la dictadura y a todo lo que huele a fascista, pero fue un hombre muy poco vinculado a la política. No fue al frente por miope y se quedó en Burgos, donde había una intensa vida intelectual. Allí coincidió con el grupo de Dionisio Ridruejo, muy falangista él, y por ello se le ha asociado a veces con la falange. Bueno, se hizo falangista, más por salvar el culo que por convencimiento.
ResponderEliminarFue un gran crítico literario y teatral, tan profundo en su dialéctica que, por incomprendido, se le asociaba al comunismo de alguna manera ( él decía “ de la cáscara amarga”) y tuvo un par de obras censuradas.
Ante todo fue galleguista, simpatizante del anarquismo y del socialismo cristiano, y gran amante del teatro y las letras.
Más no sé decir, esto es lo que yo recuerdo de leer y estudiar sobre él. No estuvo al servicio del franquismo, y tampoco fue muy activo políticamente, por lo que no parece que hablar de una u otra ideología afín a él tenga gran relevancia.
Respecto al tema de las filiaciones ideológicas, opino como Carlos;, es interesante como dato, pero no debería opacar la calidad literaria de los autores.
Saludos
El mundo sería un lugar muy oscuro si todos por salvar nuestro pellejo nos hiciéramos falangistas.
ResponderEliminarPor mi parte, agradezco los datos que nos indica Lupita en relación a Torrente. Y creo, amigo Gabriel, que seguir con el tema desluce injustamente la magnífica reseña sobre un libro excepcional. Lo digo afectuosamente, claro está.
ResponderEliminarSaludos.
Hola a todos. Muchas gracias por el interés que ha generado la reseña. Casi me alegro de no haber podido contestar hasta ahora porque así tengo una visión de conjunto de las impresiones que ha suscitado.
ResponderEliminarHola Rosa. Me alegra coincidir tanto con alguien. Yo no los he contado y quizá no llegue a once, pero he leído bastantes de los suyos, también relato y un curioso libro sobre su propio proceso de escritura que me gustaría reseñar algún día. Pero tengo que releerlo antes porque de aquello hace mucho. "Los gozos y las sombras" no lo leí, pero como tengo previsto releer una novela, además del mencionado, lo dejaría para otro miembro del equipo. Si él quiere, por supuesto.
Hola Carlos. Gracias por los elogios. Intenté que te encargaras tú y lo hubieras hecho de maravilla, pero ya que no lo hiciste, ¿qué tal "Los gozos" para dentro de un tiempo, además de alguno más que puede que tengas en mente? El amigo T. B. se lo merece.
A Antonio Gornú solo alabarle el buen gusto y resaltar mis esfuerzos porque se le conozca y mis intentos porque el blog añada unas cuantas reseñas suyas en un tiempo prudencial.
A Javier Ventura, Pablo GP y el anónimo, muchas gracias por el apoyo, me ha encantado que estéis ahí y os hagáis notar.
Hola Lupita, guapa. Pues sí, debo admitir que has entrado en un jardín, pero no te preocupes ¿quién no ha entrado alguna vez en uno? Son tan atrayentes. Yo, la verdad, quizá porque vivo encima de uno bastante grande y estoy acostumbrada a rodearlo, suelo apartarme de ellos de manera automática, en realidad es mi subconsciente quien lo hace. Fíjate que yo hablo de ello en la reseña ("... pasa por haber sido un hombre tibio de ideas..."), pero mis palabras están dirigidas a quien conoce la gran complejidad del asunto, de forma que quienes, por edad o lugar de residencia, necesiten grandes explicaciones no se confundan tomando algunas afirmaciones en sentido literal. También hablo de la gran carga crítica de la novela y de su valentía al escribirla, por ejemplo, pero -como ya sabes- es difícil hacerse a la idea de lo que fueron aquellos años para quienes no los vivieron, directamente o a través de su familia. Pero mira, ahora que estoy con el tema, me alegro, porque así aclaro algunas cosas a quienes me han leído pensando lo mismo que Gabriel y se han callado.
ResponderEliminarSIGUE LEYENDO QUE HAY MÁS :)
Hola Gabriel. Me alegra que con tu intervención me des la oportunidad de seguir recordando a don Gonzalo, para ensalzarle literariamente o para defender su figura humana. Verás, en toda vida inciden multitud de factores y se me acumulan las ideas, pero intentaré sintetizar.
ResponderEliminarT. B. era un hombre de ideas conservadoras, pero este es un hecho irrelevante ¿quién de los nacidos en 1910 no lo era? Muy pocos. Claro que eso del conservadurismo hay que matizarlo. En su juventud había militado en un partido nacionalistta gallego, luego le enseñaron las tumbas de alguno de sus colegas. Quien diga que en esas circunstancias manifestaría a las claras lo que piensa se está mintiendo a sí mismo. Era conservador, pero no comulgaba con el centralismo franquista. Era católico etc. pero tenía una inteligencia descomunal. Y una persona tan inteligente como él no puede por menos que amar la libertad. Deberías leer la novela, se te escaparán muchos detalles (como el de los "godos" -supongo- yo precisamente, formo parte de ellos por el lugar donde he nacido, pero me da igual que me llame así). también vas a comprender otros muchos. La novela, como insinúo en la reseña, es un ataque furibundo a la dictadura y a la censura, una defensa de la libertad y de los valores locales, una burla en toda regla al régimen en un año (1972) que el régimen se había ablandado un poco por la vejez del tirano y por la presión internacional pero poco después, si mal no recuerdo, hubo un famoso proceso con ejecuciones a disidentes sin ninguna piedad. O sea, de libertad nada, hasta bastante después del 75.
Me alegro también que hayas comparado a T. B. con Borges porque tienen muchas cosas en común. Los dos tienen una estatura literaria similar, los dos tenían el sentido de la vista muy, muy averiado (don Gonzalo veía pero a duras penas, y eso lo arrastraba desde joven), y los dos fueron tipos estudiosos, que querían estar tranquilos con sus inquietudes culturales y lo que menos deseaban era meterse en política. Mientras no se sea agresivo, la gente es muy libre de no mojarse si no quiere hacerlo. Desde luego, tu comparación con el colaboracionismo de Celine me parece profundamente INJUSTO.
Como digo, este señor tenía un grave hándicap físico, no sé si hacía igual con sus libros pero me consta que grababa muchas de las notas que tomaba antes de ponerse a escribirlos. Hablando claro, estaba casi ciego. Además, quería dedicarse a ocupaciones tan poco inocuas como la literatura y la enseñanza. En esas circunstancias, nadie en su sano juicio haría una crítica explícita, porque no iba a estudiar microorganismos ni a trazar planos, como profesor iba a estar en contacto con los jóvenes y podía influir en mucha gente a través de su escritura. Se jugaba el pan (con el agravante de un defecto físico que lo hacía aún más vulnerable) y muy probablemente se hubiera jugado la vida. El general no se andaba con remilgos: tiro al cogote y santas pascuas. Así que optó por integrarse en la vida intelectual y académica de su tiempo como un camaleón, y en aquella época todo miembro reputado de la sociedad era de falange o similares. Era un asunto de mero encaje social, los que hicieron barrabasadas fueron los de la guerra o los matones de más tarde. Aunque sus ideas estén en las antípodas de las mías, pienso que hizo bien. Lo que nos hubiéramos perdido si, de un modo u otro, le silencian.
Fíjate que su idea de combatir el puritanismo de aquel tiempo era, entre otras cosas, reunir unos cuantos personajes de la novela para realizar actividades en grupo con jovencitas desprevenidas (creo que se me entiende). Eso, en aquel tiempo podía ser divertido para algunos, a mí me repugna, pero leo la novela en su contexto, acepto que era un machista de libro nacido en 1910 (no más que algunos de nuestros contemporáneos) y no le crucifico por eso.
Saludos cordiales
SI ADVIERTO QUE SE ME HA QUEDADO ALGO EN EL TINTERO, VOLVERÉ :)
Ya he vuelto, sabía que se me olvidaba algo. Yo entiendo esta novela como una forma de sacarse la espina después de un silencio de tantos años. En La Saga Fuga (también en otras pero no tanto ni tan claro ni tan virulento) dijo lo que de verdad pensaba, se metió con todo y con todos los que quiso, y sin ninguna consecuencia, porque conocía muy bien la escasa talla intelectual y cultural de los que hubieran querido hacerle frente. Debió pensar "les voy a poner a caldo y no se van a enterar de nada". Y, efectivamente, es lo que pasó.
ResponderEliminarHola Montuenga, gracias por tomarte el trabajo de responder con tanto detalle. Lo valoro mucho. En este pequeño intercambio que se ha dado sobrevuelan temas como la importancia de la postura política de los intelectuales y la relevancia que tienen como referentes sociales. Pero no se si es el momento y el lugar para dar el debate.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte.
Del autor leí hace mucho "Filomeno, a mi pesar" y recuerdo que lo dusfruté mucho. Tu reseña invita a volver al autor, sin duda uno de los grandes autores españoles del pasado siglo. En cuanto al posicionamiento político/social del autor, cierto que puede tener su importancia literaria o de elección para alguien, pero el tema tan complejo y polémico que este no sería el lugar. De todos modos Montuenga, tu opinión al respecto ha quedado perfectamente explicada y coincide totalmente con mi postura en estos casos.
ResponderEliminarEso pretendía, Toni V. Gracias por el apoyo. Me encanta que hayas (hayáis) puesto a este gran escritor en la lista de lecturas posibles y que entre todos lo estemos recordando.
ResponderEliminarHola de nuevo, Montuenga:
ResponderEliminarNo había visto tu respuesta hasta hoy, y te digo que tanto tú como los demás reseñistas tenéis mucha paciencia y mano izquierda con nosotros. No sé cómo acabé escribiendo eso, cuando sólo quería decir que hay escritores que se han olvidado por razones totalmente ajenas a su talento literario.
Gracias por contestar tan amablemente, y por recordarnos a Torrente y a esta gran obra.
Saludos
Lupita, te considero una amiga. Del blog en general y mía en particular, así que un abrazo y gracias por estar ahí.
ResponderEliminarUn autor infravalorado, entre otras cosas porque novelas como esta no son de fácil lectura, sino más bien lo contrario. Y también porque este señor acabó de profesor de instituto en una ciudad de provincias, tenía 8 hijos que alimentar (a poca responsabilidad que tengas, ya tienes poco margen para aventuras en la vida), unas gafas de culo de vaso tirando a anacrónicas, iba a misa y se paseaba por la Plaza Mayor de Salamanca del brazo de su señora (víví allí hasta mis 27 años y aquello era una estampa habitual). Obviamente, mola más leer un libro que habla de lluvias de mariposas, y cosas así, sobre todo si además te paseas por el mundo surfeando la ola ideológica del momento. Pero el tiempo (que para la literatura va a un ritmo distinto de las modas) pone a cada uno en su lugar.
ResponderEliminarOjalá sea así, Daniel. De momento, no parece que esté sucediendo pero no perdamos la esperanza.
ResponderEliminarGracias por la reseña. Y me corrijo: no fueron ocho sino once hijos…
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