Título original: Morte d´Arthur
Traducción: Francisco Torres Oliver
Año de publicación: 1485
Valoración: Entre Recomendable y Está bien
Supongo que queda poca gente en este mundo a la que no le suene el rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, la reina Ginebra, Lanzarote, Tristán o Perceval, Morgana y, por supuesto, Merlín. Bien, pues todos estos personajes –y muchos, pero muchos más- son los protagonistas de este gran tocho escrito por sir Thomas Malory, recopilando, traduciendo y dando forma a diversos cuentos de origen francés, trasladados al norte del Canal por algún proceso que desconocemos. La huella francesa es permanente en el relato, aunque en conjunto la historia de Arturo ha quedado como una muestra de literatura épica indisolublemente asociada con el mundo británico.
Es obvio que el libro es muy largo, y no siempre coherente, de forma que vamos transitando por distintos estadios según vamos avanzando:
Bloque I.
Principia la historia del rey Arturo justo donde empezó, de cómo fue concebido y luego educado, hasta convertirse en rey y alcanzar gran gloria
Por intercesión de la magia de Merlín, el rey Uther Pendragon yace con su amada Igraine y engendra en ella a Arturo, que será de inmediato entregado al mago. Todavía mancebo, es coronado rey al ser el único capaz de extraer la espada Excalibur de una roca. Tras duras batallas, conseguirá reducir a sus oponentes y doblegará al emperador Lucius conquistando la mismísima Roma (aunque esto lo cuenta Malory con bastante poquita convicción). Casi todo esto es sobradamente conocido y por tanto resulta entretenido refrescar, en su fuente original, los recuerdos de películas y algún que otro libro ya vistos o leídos.
Bloque II.
Cómo van apareciendo diversos (y muy numerosos) caballeros, y de sus grandes hechos de armas, y cómo rescataron doncellas y repararon agravios o provocaron otros.
Arturo y su corte pasan a un segundo plano, y la escena se llena de caballeros que deambulan en busca de aventuras: hijos de reyes asesinados que buscan venganza, caballeros que se apostan en puentes y caminos buscando pelea, damas secuestradas y liberadas, cabezas que ruedan, y muchas, muchísimas justas a base de lanzazo y lucha de espadas. Conocemos al vengativo Gawain, al valeroso Lamorak, al tornadizo Palomides, o al traicionero y rencoroso rey Marco, por citar algunos.
Lanzarote y Tristán protagonizan varios de los Libros, aunque de forma intermitente. El primero de ellos –una especie de Supermán medieval- es, curiosamente, objeto de varias de las pocas escenas con sesgo cómico, y Tristán aglutina la subtrama más sólida de esta parte del texto. La prosa de Malory es escueta y ágil, carece de adornos, lo que le da ritmo a la narración. Pero aún así se hace bastante pesado digerir tantísimos personajes, la mayoría de los cuales no tiene recorrido, al tratarse en realidad de relatos independientes que han sido ensamblados con mayor o menor fortuna.
Bloque III.
De cómo partieron los caballeros en la demanda del Santo Grial, y de las aventuras que acontecieron, y cómo encontraron hombres buenos que les guiaron.
El relato recupera por un momento el epicentro de la Tabla Redonda, para pasar a su inmediata dispersión, una vez que Galahad ha ocupado la Silla Peligrosa. Con la aparición de este nuevo elegido, la narración adquiere una tonalidad moralista y se llena de referencias cristianas, imágenes oníricas y metáforas que contrastan con el realismo anterior. Las anteriores aventuras mundanas, con sus dosis de honor, barbarie y cierto sentido humorístico, ceden ante episodios de cariz piadoso y una insólita fijación con la virginidad, todo lo cual nos sumerge en una etapa de confusión y, por qué no decirlo, de cierto sopor.
Bloque IV.
De la disolución de la Tabla Redonda, la partida de sir Lanzarote, y de muchas terribles aventuras que ocurrieron hasta el final del reinado de Arturo.
La conocida relación entre Lanzarote y la reina Ginebra termina por desencadenar la catástrofe, y aquí se recupera plenamente el pulso del relato, que durante muchas páginas se ha visto enfangado por aventuras de poco interés y el extraño cambio de tono del bloque anterior. La narración recobra el vigor que sólo tuvo al principio, y se abre al dramático colapso del reinado y la extinción de casi todos sus héroes.
Epílogo.
De lo mucho que nos hemos aburrido durante cientos de páginas, y de cómo, no obstante, es un libro que conviene conocer.
En principio, llama la atención cómo de un texto de alrededor de mil páginas casi todo el mundo conoce justo el principio y el final, es decir, la llegada de Arturo al trono y su muerte por traición –con algunas dosis de infidelidades e incestos por el camino. Pero leyendo el tocho completo se entiende bien: como he intentado explicar, esos dos pequeños fragmentos componen la única parte de la historia con un recorrido lineal, y efectivamente es un relato vistoso y atractivo. El resto, la gran mayoría del texto, es un inmenso ladrillo de justas y torneos, todos iguales, que sería muy interesante para la época (aunque propiamente los libros de caballerías son anteriores al de Malory), pero actualmente entiendo que aburren a las ovejas.
Sí, podríamos hablar sobre el enfoque de conceptos como el honor, la verdad o la lealtad, cabría profundizar un tanto sobre la personalidad de algunos personajes (no tan idénticos como en principio parecen), o ponderar alguna trama secundaria con algo de peso. Pero en todo caso sí se debería destacar el estilo directo y eficaz de Malory que, salvo en un par de pinceladas, desiste voluntariamente del papel de autor y se limita a trasladar sin florituras viejas historias, lo que hace bastante digerible el libro dentro de lo que cabe. Tarea la del autor que tampoco era sencilla, como demuestra lo que en mi opinión es el fracaso de todo un Steinbeck cuando se decidió a reescribirlo.
En todo caso, un libro irregular, con algunas luces y bastantes sombras, que sin embargo considero recomendable conocer. Aunque sea como fondo de armario.
Yo guardo buen recuerdo de la versión de Steinbeck. Sin ser una temática que me llame normalmente la atención, el hecho de que fuera escrita por este gran autor me invitó a acercarme a ella, y acabé disfrutándola mucho, hasta el punto que me dio pena que la dejara inconclusa. Desde luego, creo que la obra original de Malory me resultaría mucho más tediosa.
ResponderEliminarPues no sé qué decirte, Javier. A mi la 'versión' de Steinbeck no me gustó nada, se limitaba a una transcripción moderna sin aportar nada más. O es al menos la sensación que tengo, porque la leí hace muchísimo tiempo. El libro de Malory -aunque en realidad es también una versión-traducción- al menos tiene cierta frescura.
ResponderEliminarGracias por tu opinión y un saludo.
Primero lo primero. Felicitaciones, Carlos, por emprender esta aventura de leer el tocho original de Malory! Aún siendo un fanático arturiano, jamás pude hacerlo. Me quedé con la versión de Steimbeck, en inglés, que aún está en mi biblioteca, hace más de 30 años. Y con la para mí mejor versión fílmica, Excalibur, de John Boorman.
ResponderEliminarLeeré alguna vez esta obra? Probablemente no, pero de todas maneras ha sido un placer leer esta reseña.
La película de Boorman me parece buenísima, y en mi opinión más que suficiente para quien quiera ilustrarse sobre el rey Arturo y sus nobles caballeros.
ResponderEliminarGracias una vez más por tu aportación, Puma.