Título original: Siamesisk
Traducción: Øyvind Fossan y Cristina Gómez-Baggethun
Año de publicación: 1997
Valoración: bastante recomendable
Los que me hayáis ido siguiendo en ULAD desde hace un tiempo, sabréis que tengo cierta debilidad por la literatura nórdica y es comprensible pues en ella encontramos no únicamente a grandes autores recientes como Karl Ove Knausgård (vale... me gusta provocar un poco) y Frode Tiller, sino también a clásicos como Hamsun, Ibsen o Strindberg. Pero siempre quedan grandes autores escondidos, menos conocidos, pero que por casualidad o acierto, aparecen de golpe en el mercado literario. Este es un claro ejemplo de ello, pues descubrí a Sæterbakken el año pasado con su «A través de la noche» y supuso mi calificación directa de mejor libro del año. Y ahora, Mármara Ediciones se ha lanzado con la edición de un nuevo libro del autor, y esto siempre es motivo de celebración.
El argumento de esta novela es breve, brevísimo. Tenemos a Edwin y Erna, matrimonio de avanzada edad que vive de manera bastante aislada del mundo exterior. Él, ciego y aquejado de una enfermedad que le tiene postrado en una mecedora; ella, con una grave deficiencia auditiva. Solo se tienen el uno al otro y poco más, y aun así, casi ni eso, porque lo que Sæterbakken nos cuenta es la historia de esta pareja de ancianos, una relación desgastada tras años de relación, y en los que la salud (especialmente la de él, tras su pérdida de visión) influye de manera directa, y provoca que aumente el deterioro en el afecto entre ellos, erosiona su vida conjunta y mina la relación; una relación forjada a través de los años, pero en la que el paso del tiempo hace mella, pesa, desgasta y carcome.
Así, y aunque centrando la novela en sus dos protagonistas, la narración se decanta especialmente hacia Edwin; en él el tiempo avanza de manera inexorable y deteriora irremediablemente su salud, y con ello también su manera de ser, pues su carácter se va agriando con el paso del tiempo; su salud se empobrece y las horas sentado en su mecedora le aburren hasta el hastío; y su ceguera no ayuda, pues cada vez se muestra más desconfiado hacia su mujer, por no cuidarle lo suficiente, por dejarlo apartado en la negritud de su ceguera, en la solitud de su oscuridad; tal es así que llega a afirmar que «me molesta su ausencia tanto como su presencia». Así, cada uno vive el paso del tiempo de manera diferente, siendo para él algo únicamente inevitable, afirmando que «para ella son días divididos en horas y horas divididas en minutos, pero para mí no es más que una apestosa oscuridad.» o también sentenciando que «mi futuro es la oscuridad». Así, la oscuridad no únicamente viene dada por su condición física sino también anímica y mental, una oscuridad de la que no puede salir ni tan siquiera saber su final, pues ha perdido consciencia de toda noción del tiempo. Sin ver los días pasar, sin tener otras distracciones que las propias ocupaciones mentales, las tinieblas se ciernen sobre él esperando que llegue, inexorablemente, la noche definitiva. La soledad que experimenta el protagonista encerrado en su ceguera es tal que llega a desear una enfermedad grave para que se acuerden de él, hablen de él, se preocupen por él; tal es la desesperación y el aburrimiento que desea enfermar gravemente para así apartar los nimios pensamientos que ocupan su mente y con ello poder reemplazarlos por algo más grave, más profundo. Así, el tono del libro arrastra al protagonista hacia la decadencia humana, hasta los límites de la desesperación, hacia la decrepitud más intensa que lo conduzca de manera inexorable por el camino del hartazgo hasta el destino final.
Estructuralmente, la narración es un acierto, pues alterna la narración entre los dos protagonistas y nos permite ver, de esta manera, ambos puntos de vista. También el autor acierta en la extensión, pues el argumento es muy simple en cuanto a los hechos, sobre lo que sucede, y el número de páginas que el autor le dedica es suficiente para meternos en la historia sin que se haga cuesta arriba o monótona. Sæterbakken sabe calibrar perfectamente el ritmo, evitando caer en redundancias o pesadez lectora por reiteración de situaciones.
Estilísticamente, el libro sorprende, pues, aunque ya conocíamos la calidad de la prosa del autor por su anterior obra «A través de la noche», en este caso el estilo es bastante diferente. El autor sostiene durante todo el relato un estilo seco, de tono desconfiado, duro, pesimista, que recuerda en gran parte a Strindberg (autor publicado por la misma editorial), pero también a Hamsun, por la manera de tratar las relaciones humanas, por la solitud que desprende y por la incomprensión profesada. Así, el autor desprende mucha agonía en este relato, pues no únicamente la ceguera aísla a Edwin, sino también la desconfianza hacia su mujer, que le aparta de cualquier mundo exterior; la animadversión hacia ella crece a medida que pasa el tiempo, llegando incluso a dudar sobre si finge la sordera porque la favorece, y le permite hacer ver que no oye lo que no le interesa oír, pero a la vez, reconoce que es atenta con él, «¿Qué haría yo sin ella? Siento la necesidad de agradecérselo, pero sé que nunca seré capaz de hacerlo…». En esta extraña, pero constante dualidad afectiva, el autor se mueve perfectamente retratando un matrimonio que llega al límite como pareja, pero también a nivel individual.
Así, en esta novela, el autor nos habla de la soledad, y de cómo el paso del tiempo va haciendo mella en un matrimonio que, sin apenas diversiones o sin poder salir de casa, engulle cualquier atisbo de cariño hasta convertir las personas en alguien extraño, como si la persona que tienen enfrente fuera alguien totalmente diferente, ajeno a su pasado, ajeno a los sentimientos que les despertaron tiempo atrás. La pareja se convierte en una carga, y la rutina se impone a la voluntad o al deseo. Con esta idea Edwin afirma que «estando casado con una mujer te conviertes en un mentiroso, te sientes obligado a mentir constantemente. Si no lo hicieras, la convivencia sería imposible».
Con esta novela, Sæterbakken nos hace partícipes de la decadencia humana, como seres individuales, pero también en las relaciones, arrastrándonos a un viaje vital en el que no hay salida posible, no hay una luz al final del túnel, únicamente hay un negro abismo que nos tienta y nos absorbe hasta acabar con cualquier motivo que nos empuje a desear seguir un día más. El libro retrata de manera dura y directa el paso del tiempo y el deterioro en la salud, propia y de pareja, arrastrando el alma de un ser hacia su propia devastación, aborreciendo su vida y su cuerpo, dando vía libre a una espiral de autodestrucción que le lleva a desear la muerte y pensar en ella, en todas las maneras posibles, hasta llegar a considerar una victoria el fin de la vida.
También de Sæterbakken en ULAD: A través de la noche
El argumento de esta novela es breve, brevísimo. Tenemos a Edwin y Erna, matrimonio de avanzada edad que vive de manera bastante aislada del mundo exterior. Él, ciego y aquejado de una enfermedad que le tiene postrado en una mecedora; ella, con una grave deficiencia auditiva. Solo se tienen el uno al otro y poco más, y aun así, casi ni eso, porque lo que Sæterbakken nos cuenta es la historia de esta pareja de ancianos, una relación desgastada tras años de relación, y en los que la salud (especialmente la de él, tras su pérdida de visión) influye de manera directa, y provoca que aumente el deterioro en el afecto entre ellos, erosiona su vida conjunta y mina la relación; una relación forjada a través de los años, pero en la que el paso del tiempo hace mella, pesa, desgasta y carcome.
Así, y aunque centrando la novela en sus dos protagonistas, la narración se decanta especialmente hacia Edwin; en él el tiempo avanza de manera inexorable y deteriora irremediablemente su salud, y con ello también su manera de ser, pues su carácter se va agriando con el paso del tiempo; su salud se empobrece y las horas sentado en su mecedora le aburren hasta el hastío; y su ceguera no ayuda, pues cada vez se muestra más desconfiado hacia su mujer, por no cuidarle lo suficiente, por dejarlo apartado en la negritud de su ceguera, en la solitud de su oscuridad; tal es así que llega a afirmar que «me molesta su ausencia tanto como su presencia». Así, cada uno vive el paso del tiempo de manera diferente, siendo para él algo únicamente inevitable, afirmando que «para ella son días divididos en horas y horas divididas en minutos, pero para mí no es más que una apestosa oscuridad.» o también sentenciando que «mi futuro es la oscuridad». Así, la oscuridad no únicamente viene dada por su condición física sino también anímica y mental, una oscuridad de la que no puede salir ni tan siquiera saber su final, pues ha perdido consciencia de toda noción del tiempo. Sin ver los días pasar, sin tener otras distracciones que las propias ocupaciones mentales, las tinieblas se ciernen sobre él esperando que llegue, inexorablemente, la noche definitiva. La soledad que experimenta el protagonista encerrado en su ceguera es tal que llega a desear una enfermedad grave para que se acuerden de él, hablen de él, se preocupen por él; tal es la desesperación y el aburrimiento que desea enfermar gravemente para así apartar los nimios pensamientos que ocupan su mente y con ello poder reemplazarlos por algo más grave, más profundo. Así, el tono del libro arrastra al protagonista hacia la decadencia humana, hasta los límites de la desesperación, hacia la decrepitud más intensa que lo conduzca de manera inexorable por el camino del hartazgo hasta el destino final.
Estructuralmente, la narración es un acierto, pues alterna la narración entre los dos protagonistas y nos permite ver, de esta manera, ambos puntos de vista. También el autor acierta en la extensión, pues el argumento es muy simple en cuanto a los hechos, sobre lo que sucede, y el número de páginas que el autor le dedica es suficiente para meternos en la historia sin que se haga cuesta arriba o monótona. Sæterbakken sabe calibrar perfectamente el ritmo, evitando caer en redundancias o pesadez lectora por reiteración de situaciones.
Estilísticamente, el libro sorprende, pues, aunque ya conocíamos la calidad de la prosa del autor por su anterior obra «A través de la noche», en este caso el estilo es bastante diferente. El autor sostiene durante todo el relato un estilo seco, de tono desconfiado, duro, pesimista, que recuerda en gran parte a Strindberg (autor publicado por la misma editorial), pero también a Hamsun, por la manera de tratar las relaciones humanas, por la solitud que desprende y por la incomprensión profesada. Así, el autor desprende mucha agonía en este relato, pues no únicamente la ceguera aísla a Edwin, sino también la desconfianza hacia su mujer, que le aparta de cualquier mundo exterior; la animadversión hacia ella crece a medida que pasa el tiempo, llegando incluso a dudar sobre si finge la sordera porque la favorece, y le permite hacer ver que no oye lo que no le interesa oír, pero a la vez, reconoce que es atenta con él, «¿Qué haría yo sin ella? Siento la necesidad de agradecérselo, pero sé que nunca seré capaz de hacerlo…». En esta extraña, pero constante dualidad afectiva, el autor se mueve perfectamente retratando un matrimonio que llega al límite como pareja, pero también a nivel individual.
Así, en esta novela, el autor nos habla de la soledad, y de cómo el paso del tiempo va haciendo mella en un matrimonio que, sin apenas diversiones o sin poder salir de casa, engulle cualquier atisbo de cariño hasta convertir las personas en alguien extraño, como si la persona que tienen enfrente fuera alguien totalmente diferente, ajeno a su pasado, ajeno a los sentimientos que les despertaron tiempo atrás. La pareja se convierte en una carga, y la rutina se impone a la voluntad o al deseo. Con esta idea Edwin afirma que «estando casado con una mujer te conviertes en un mentiroso, te sientes obligado a mentir constantemente. Si no lo hicieras, la convivencia sería imposible».
Con esta novela, Sæterbakken nos hace partícipes de la decadencia humana, como seres individuales, pero también en las relaciones, arrastrándonos a un viaje vital en el que no hay salida posible, no hay una luz al final del túnel, únicamente hay un negro abismo que nos tienta y nos absorbe hasta acabar con cualquier motivo que nos empuje a desear seguir un día más. El libro retrata de manera dura y directa el paso del tiempo y el deterioro en la salud, propia y de pareja, arrastrando el alma de un ser hacia su propia devastación, aborreciendo su vida y su cuerpo, dando vía libre a una espiral de autodestrucción que le lleva a desear la muerte y pensar en ella, en todas las maneras posibles, hasta llegar a considerar una victoria el fin de la vida.
También de Sæterbakken en ULAD: A través de la noche
Solo decirte que en las navidades pasadas pedí A través de la noche y fue por tu reseña. Aún no lo he leído pero es porque los años cada vez pasan más rápido (seguro que ya te lo habían dicho). La lectura de este libro dependerá de lo que pase con el otro.
ResponderEliminarSobre los nórdicos, alguien me dijo que leyera a Arto Paasilinna, "que tenía su punto" ¿le conoces?
El viernes lo tuve en las manos y no me decidí; después de tu comentario seguramente me animaré. Llevo una temporada con los nórdicos no solo en series de televisión y cada vez me gustan más.
ResponderEliminarHola, Diego, Carlos, iré por orden.
ResponderEliminarDiego, muchas gracias por la confianza mostrada, espero que finalmente te animes a leer «A través de la noche» porque es un librazo. También te diré que en cuanto estilo no tiene nada que ver con este, de hecho hasta parece que no se trate del mismo autor, con lo que puede que te guste un libro y el otro no, aunque a mí me han gustado ambos. Si te decides a leer a este autor, me gustará conocer tu opinión.
Carlos, gracias también por valorar mi opinión. Para mí los nórdicos son muy interesantes (también en series de TV), pues creo que saben hablar de ciertos aspectos de los seres humanos mejor que nadie, aunque acostumbran a utilizar un estilo seco para mostrar su visión algo pesimista sobre la condición humana. Pero me gustan bastante, en general.
Gracias a ambos por comentar la reseña, y aprovecho para recomendar también aquí el blog de Carlos (avilabacaicoa.blogspot.com) , muy interesante y al que sigo asiduamente.
Saludos
Marc
Dime que la traducción de Saeterbakken es "saltimbanqui", por favor...😅
ResponderEliminarHola, Juan.
ResponderEliminarPues desconozco el idioma noruego, aunque, por la musicalidad del apellido, bien podría ser.
;-)
Saludos, compañero.
Marc
Yo compré "A través de la noche" debido a tu reseña y me encantó, de hecho la semana pasada compré este "Siamés", y ahora leyendo tus impresiones me dan más ganas de empezarlo cuanto antes.
ResponderEliminarSaludos
Hola, Juan Carlos. Me alegro que te gustara «A través de la noche», gracias por la confianza mostrada.
ResponderEliminarCelebro que te hayas decidido por leer también «Siamés», muy distinto pero también muy interesante.
Gracias por comentar la entrada y por leernos.
Saludos
Marc
Acabo de terminar A través de la noche y ya quiero leer más libros de este escritorazo. Y en cierto modo me alegra que su estilo en este libro sea diferente como dices, descubrir más de él. Ha sido un hallazgo. Gracias por la reseña!
ResponderEliminarHola, Irati. Muchas gracias por tus palabras. Celebro que te gustará «A través de la noche» (un librazo que nunca dejaré de recomendar) y espero que también disfrutes (dentro de lo que el argumento te permita), de este libro. Si te animas a leerlo, ya nos contarás qué te parece ;-)
ResponderEliminarSaludos
Marc