Título original: Szpital przemienienia
Año de publicación: 1948
Valoración: Recomendable
A pesar de las irregularidades
de su obra, recomiendo visitar a Lem de vez en cuando. Por la humanidad que
transmiten sus novelas –comparable a alguien como Zweig, nada menos– por sus
incursiones en el conocimiento científico, por la solidez de sus argumentos y
por la sencillez y claridad con que narra. Esta es su primera novela escrita,
que no publicada por culpa del clima político de entonces. Y es que, además de
terminarla en fechas tan convulsas como 1948, está ambientada en los inicios de
la invasión nazi, cuando los polacos estaban empezando a comprender qué les
estaba ocurriendo. Una obra temprana en la que el autor ya demuestra su talento.
Es cierto que más adelante manejará las herramientas con mayor seguridad, pero el
resultado, más que correcto, adelanta las obsesiones y escenarios que luego
pondrá en marcha tomando la ciencia ficción como excusa. Atmósfera cerrada en las
que cada personalidad y las relaciones que tienen lugar entre ellas se perfilan
con tanta claridad como en un experimento de laboratorio, un exterior
amenazante y desconocido que produce curiosidad y temor a partes iguales, y las
conclusiones psico-sociológicas que podemos extraer de todo ello. A mí me ha
hecho pensar que si hubiese leído las otras novelas a la luz de esta hubiese
encontrado en ellas lo mismo que aquí. Simplificando mucho, claro, las SS
serían el mundo extraterrestre y los tripulantes de la nave espacial, la
Polonia invadida. En cualquier caso, no cabe duda de que, con el tiempo, Lem encontró
la fórmula ideal para unir sus inquietudes sociales y científicas a la vez que
camuflaba sus críticas con una envoltura aparentemente frívola.
Algo debía rondarle por la
mente al joven Stanislaw cuando, ya en las primeras páginas, el amigo del
protagonista intenta convencerle de que ingrese como médico en el psiquiátrico donde
él trabaja con argumentos tan pintorescos que “en vez de un sanatorio, pareció estar pintándole a su colega una
especie de observatorio extraterrestre…”. Uno de los capítulos se titula Lazos en el espacio, las descripciones
presentan un paisaje bello pero frío e irreal, como el producto de una
alucinación, los personajes, en cierto modo, se comportan como autómatas o “como actores de una comedia en la que ya
todo estaba decidido de antemano” y es que, palabras textuales, todos en el
hospital estaban locos, médicos incluidos. Tampoco sus personajes posteriores parecen
muy cuerdos pues ¿hay mayor locura que lanzarse al espacio, y más en aquella
época?
Aunque narrada en tercera
persona, solo la mirada de Stefan nos va descubriendo el mundo peculiar que le
rodea. Puede que el individuo más interesante –por enigmático y por mantener
con el protagonista los diálogos más sugerentes– sea el poeta Sekulowski, un
escritor conocido y reconocido que, a primera vista, reposa en el hospital por
voluntad propia, pero aunque Stefan lo tome como un oráculo, nunca estaremos
seguros del todo de que no se trate de un loco más, un loco ilustre que
disfruta de ciertos privilegios. Suele hablar sentando cátedra, sus opiniones son
bastante excéntricas y su comportamiento no muy ortodoxo, para acabarlo de
rematar, su conducta final corrobora esta tesis. Pero su rol va más allá: sirve
de recipiente a los balbuceantes pensamientos (quienes somos, de qué estamos
hechos, qué nos depara el futuro, en qué consiste el oficio de escritor, es
suficiente con tener talento para alcanzar el triunfo etc.) de un oponente en
proceso de formación. A través de él conoceremos de verdad a un Stefan que, probablemente,
funcione como alter ego del propio novelista.
Tras muchos capítulos de vida
contemplativa y diálogos plagados de teoría que de alguna forma recuerdan a La montaña mágica, el exterior se
introduce tras aquellos muros aparentemente impermeables y los acontecimientos
se precipitan. La fisonomía de las ciudades ha cambiado, la autoridad es otra,
la crueldad e insensibilidad de los invasores está fielmente descrita y las
reacciones que desencadena en los miembros del equipo –contagio inminente
incluido (se insinúa, incluso, el asunto de la selección de los más válidos)– acabarán
de retratarlos. Es entonces cuando la intriga cobra protagonismo y la pasiva
serenidad de la trama cede paso a una acción sin objetivo definido que, como en
las argumentos especulativos del autor, puede acabar de mil maneras.
Fue la primera novela que leí de Lem y me encantó. Como bien apuntas, quizás lo más estimulante que tiene son esos diálogos cargados de filosofía entre Stefan y Sekulowski. Es verdad que peca de ser algo lenta, pero creo que la calidad de la prosa y las reflexiones que desarrolla el polaco compensan y mucho este punto. También hay que reconocerle su valentía a la hora de hablar de un tema tan candente y espinoso en ese momento. Probablemente no sea su mejor obra, pero es un inicio como escritor que muchos querrían para sí.
ResponderEliminarMe sigue sorprendiendo ULAD. La semana pasada Asimov, ahora Lem. Un autor del que leí más de media docena de obras (Solaris, Ciberiada, Diarios de las estrellas, La investigación, La fiebre del heno, entre otras) hace unos treinta años. Pequeños libros de Editorial Bruguera, que aún están en mi biblioteca.
ResponderEliminarUn autor extraordinario, que como pocos supo combinar ciencia y prosa exquisita. Desconocía este título, por lo que intentaré conseguirlo y leerlo.
Gracias por una excelente reseña!
Tendemos a imaginar los países de la Europa del este bajo el dominio soviético como sociedades planas y grises, pero Lem y Szymborska, que vivieron y escribieron allí (Polonia) en esa época, demuestran que también era posible y publicable bastante buena literatura.
ResponderEliminarHola Lucas. Esa lentitud es consustancial a Lem, creo. Para construir unos diálogos tan trascendentales y oponer personalidades tan diversas necesita tiempo y lugares reposados. Por eso el psiquiátrico y sus naves espaciales posteriores me parecen casi lo mismo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Puma. Si te gusta Lem, lo disfrutarás casi seguro.
Yo creo, Sandra, que las sociedades pobres pueden desarrollar una cultura tan floreciente o más que las ricas. Hasta la falta de libertad de expresión puede hacer surgir la chispa, incluso sirve de acicate a veces.
Me ha gustado. Una novela intrigante. La supuesta lentitud le sienta bien. Lo mismo le ocurre a "La montaña mágica", a la cual, como bien dices, se le parece por momentos: Sekulowski y Settembrini desarrollan papeles similares en ambas novelas.
ResponderEliminarPues me alegro, Pablo, porque no es una novela que vaya a gustar a todos, y creo que hice bien en mencionar La montaña mágica, porque así los lectores saben a qué atenerse.
ResponderEliminarAunque esta es claramente inferior y cuentan historias diferentes, hay tantas coincidencias entre ellas que no puede ser casualidad.
No conocía al autor y únicamente he leído este que reseñas. Me ha parecido precisamente lo que es, la primera novela de un joven escritor. Dejando aparte las numerosas faltas de ortografía que contiene el texto, lo que me sorprende en una edición de Impedimenta, la novela me ha dejado bastante frío. Tiene un hilo argumental endeble, vacíos temporales y materiales propios de un escritor en ciernes. Para mí, una novela totalmente prescindible, a no ser que tenga su interés una vez leídas sus novelas posteriores. Tampoco acabo de entender el motivo de la censura de la misma por un régimen comunista. No sé, venía de leer Amor y basura de su coetáneo checo Klima y la diferencia en calidad literaria me ha parecido abismal. Salud.
ResponderEliminarHola Toni. Lem era un maestro en recrear ambientes y en plantear cuestiones éticas. Si, es una primera novela, pero no de un escritor a secas sino con el "gran" delante. Aunque puede que a ti el Lem maduro tampoco te entusiasme.
ResponderEliminarEsta novela tiene una gran carga simbólica y hay que leer sus alusiones entre líneas. Los nazis no eran una amenaza baladí y toda la tensión y miedo se percibe como una carga eléctrica. Tanto es así, que otro totalitarismo se sintió incómodo con ella. Si fuese tan banal no le habrían prestado atención.
Saludos