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lunes, 25 de diciembre de 2017

Jair Domínguez: Segui vora el foc


Idioma original: Catalán  
Año de publicación: 2014
Valoración: Se deja leer (siendo muy tolerante)

 La portada de Segui vora el foc da vergüenza ajena. Lo siento, pero es así. Estuve a punto de no leer la novela sólo por esto. Yo no conocía al autor, ni me sonaba el título de la obra. Lo único que tenía frente a mí era esta horterada. Y las primeras impresiones tienen mucho peso. La portada no es seria. Ni siquiera deliberadamente ridícula. Por favor, ¡si tiene la tipografía, los colores y la maquetación propias de un pakaging de muffins destinado a una target muy hipster!

 Cuánta cursiva, diréis. No os enfadéis. Parece que hablar así es de cronistas posmodernos. En Segui vora el foc se explota mucho este recurso. Emo y selfie son sólo dos de las muchas palabras en cursiva que aparecen en este libro.

 Perdón, ya me he tomado las tilas. Prosigo. Intentaré controlarme; ya está bien de tanto despotricar. A estas alturas de la reseña, parece que la novela no me haya gustado nada. Y debo decir que, aunque no me ha parecido espectacular, tiene un aspecto positivo a destacar. La historia es algo anárquica y no está pulida ni en tono ni en ritmo, su protagonista apenas evoluciona, y, no obstante, el libro tiene frases interesantes. No brillantes, pero sí perspicaces. El libro, de hecho, es un cajón de sastre (o a veces un "cajón desastre") donde Jair Domínguez volcó todas estas frases y las interconectó como buenamente pudo. Es decir, el libro es una excusa, vale, pero si fingimos que no nos hemos percatado de lo endeble que es su razón de ser, puede funcionar a su manera. 

  Quedémonos con las frases, que son, cuanto menos, interesantes. Abordan temas como la corrupción institucional de las editoriales o la decadencia de la narrativa (¡qué ironía!). También señala el triunfo que la mediocridad ha logrado gracias a internet. La falta de moral en el sujeto contemporáneo. O la sociedad del cansancio, aunque expuesta desde una perspectiva muy distinta a la ya vaticinada por autores como Byung-Chul Han o Michele Serra. 

 El problema es que Jair Domínguez no denuncia críticamente estos aspectos de nuestro presente. Parece, más bien, señalarlos en un patético intento de ceñirse a un determinado modelo de literatura, un modelo irreverente y ácido. Ya sabéis, en plan Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk. Bueno, en los momentos en que ambos autores están en más baja forma. Ah, no olvidemos el aderezo a lo Hunter S. Thompson. Puro postureo, vamos. 

 Espontaneidad agradecida, pero sin contener mínimamente. Escándalo barato, (mal)entendido como fin, no como medio. ¿Absurdo y experimental a lo David Lynch, como pregonan algunos? ¡Ni de coña! ¡Ni de forma intencional ni sin querer! Pero las frases... Les falta honestidad y mala leche, y sin embargo las frases no están tan mal. Tenemos aquí a uno de esos escritores con la osadía de un acróbata a los que les falta la técnica necesaria para mantenerse en la cuerda. Jair Domínguez acaba por precipitarse al vacío. Al menos grita durante su caída, eso tengo que reconocérselo. Y las piruetas previas a la caída, aunque ahora sabemos que eran una fanfarronada, también han tenido su qué. 

4 comentarios:

  1. A veces pienso que sois muy suaves en ULAD. Sabéis encontrar buenos aspectos en libros que parecen mal escritos a conciencia, como éste.

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  2. Hola, Lucas.

    Como yo soy el responsable de esta entrada, hablaré por mí. Quizás el espíritu navideño que impera en estas fechas me ha vuelto algo blando... Fuera bromas, el caso es que me parece un mal libro, como tú apuntas. Pero creí ver en él algún aspecto positivo. Era más involuntario que intencionado, más inercial al "postureo" de imitar cierto tipo de literatura que derivado de firmes convicciones de un estilo, pero...

    Gracias por leer nuestro blog y comentar la entrada, por cierto.

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  3. Vaya racha de reseñas de autores desconocidos o "coleguis" que lleváis. Voy a dejar de leeros un rato que ésto no me está aportando gran cosa

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  4. Un chulito el señor Oriol; un Tongoy carente de gracia.

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