Año de publicación: 1919
Valoración: Imprescindible
Estamos en una aldea remota de Galicia, hace aproximadamente un siglo. Olvidémonos de los tópicos de brumas y meigas. Aquí sólo hay miseria, mujeres vestidas de negro, gañanes y trileros. Una mendiga arrastra un carretón llevando en él a su hijo deforme, un enano hidrocéfalo al que exhibe de feria en feria. Esta mujer, que apenas aparece unos instantes al principio de la obra, sintetiza en sí misma todo el panorama que a continuación vamos a tener ante nuestros ojos. La madre muere en plena calle y el engendro (así lo llaman, sin piedad pero sin desprecio, es una descripción meramente objetiva) queda huérfano. Pero en ese mundo degradado, lejos de ser una carga, es una estimable fuente de ingresos de la que todos quieren sacar partido.
De esta forma surge la disputa entre sus tías, que se presenta mediante unos breves flashes y una trama sumamente simple, aunque suficiente para asistir a todo un desfile de personajes bárbaros, abyectos, avariciosos, impulsados por las pasiones más primarias, personajes que no parecen llegar al nivel de humanos, o que quizá, por los mismos motivos, resultan brutalmente humanos. Al margen de que técnicamente 'Divinas palabras' se sitúe o no dentro del ámbito del esperpento, es innegable que todos ellos muestran rasgos esperpénticos, empezando por sus propios nombres o motes, son figuras torsionadas hasta el extremo en lo físico o en lo moral, sujetos que incomodan al lector y provocan repulsión. Con todo, ese subtítulo de ‘Tragicomedia de aldea’ lo pone Valle con un punto de negro sarcasmo, porque encontramos muy poco de comedia y sí alguna de las imágenes más espantosas que podemos encontrar en un libro.
A pesar de la grotesca caracterización de los personajes, 'Divinas palabras' tiene menos que ver con ‘Luces de bohemia’ que con las ‘Comedias bárbaras’, con las que comparte ambientación y visión del mundo rural. Como habitualmente ocurre con Valle, la obra se encuentra en realidad flotando entre géneros literarios: se muestra formalmente como una obra dramática, pero su desarrollo temporal y argumental (incluso la profusión de escenarios exteriores) se aproximan más a la novela. Pero todavía hay más. Los diálogos, cortantes y casi siempre brevísimos, crean un ritmo seguramente más musical que poético que, pese al desarrollo objetivo de la trama, nos sitúan muy lejos del realismo.
Con todos estos elementos, es de suponer la gran dificultad de adaptar la obra a la escena, pese a que, si no estoy equivocado, es la más representada de Valle. Pero, oiga ¿cómo recrear sobre el escenario ese ambiente fantasmagórico? ¿Cómo recrear animales, que actúan a veces de forma determinante? Y, sobre todo, ¿cómo trasladar a lo físico la maestría de las acotaciones que encabezan cada escena, toda una joya literaria cada una de ellas?
'Divinas palabras' admite desde luego distintas lecturas, más o menos simbólicas: el bien contra el mal, una metáfora de España, cristianismo vs. paganismo, la espiritualidad frente al goce por la vida. Pero personalmente, como lector, me quedo con las sensaciones que transmite, el terror ante sujetos abominables, el ambiente opresivo de la miseria, el recelo hacia el punzante coro de secundarios que jalean la acción y multiplican sus hitos, como en los clásicos griegos. Es un libro que no se devora, requiere leerlo muy despacio, admirando cómo cada palabra está en su lugar exacto, cómo ese viejo gallego maneja el lenguaje con la naturalidad de un genio, necesitando sólo un trazo para convocar la belleza, el desasosiego, el estupor, la crudeza de las escenas.
No, este libro sí que no se lo pueden perder.
Tu h tus clásicos! Estupenda reseña!!!
ResponderEliminarUna auténtica maravilla. Como casi todo Valle.Además de la excelente Luces de Bohemia, yo disfuté muchísimo con Tirano Banderas. Obra que hay que leer despacio y disfrutando cada párrafo.
ResponderEliminarPor algo son clásicos, porque siguen provocando terremotos decenas de años o hasta siglos más tarde. Cosa que por cierto no ocurrirá con muchos a los que hoy prestamos tanta atención.
ResponderEliminarPues, amigo Jose Angel, en ULAD tenemos la reseña de las tres obras que mencionas. Para mi, Valle está en lo más alto de lo más selecto de lo más sublime.
Muchas gracias a los dos por los comentarios.
Hace muchos años que la vi representada, tantos que ya no sé si fue en Basauri,en Barakaldo o en Bilbao.Lo qué sí recuerdo es el desasosiego que me produjo. Entonces me hice la promesa de leerla y no la cumplí. Igual ha llegado el momento. Gracias, Carlos, por tu estupenda reseña.
ResponderEliminarYo también creo recordar haberla visto, aunque tampoco puedo asegurarlo del todo. Una versión muy célebre fue la de Nuria Espert, aunque tengo dudas de que la representación en teatro llegue a resultar tan turbadora como el texto leído. Así que anímate Ardilla, no te arrepentirás (y nos lo cuentas, please).
ResponderEliminarComo siempre, encantados de contar con tu opinión.
No sé por qué no suelo leer teatro, pero esta claro que esa es una carencia que debo subsanar y esta obra (con esta magnífica reseña) es un buen motivo. Ya me he hecho con ella.
ResponderEliminarBesos.
Pues que lo disfrutes (que seguro que sí) y aquí quedamos esperando tu opinión.
ResponderEliminarUn saludo, Sol.
Gracias a esta reseña he recordado que tenía esta obra pendiente. Mis inicios lectores, y buena parte de mi vida, han sido en los clásicos españoles, y Valle es uno de mis grandes referentes.Pero a pesar de todo ello, soy una malísima lectora de teatro, me cuesta mucho.
ResponderEliminarPara subsanar estas carencias hoy mismo he comprado esta obra. En breve os diré qué me ha parecido. Por cierto, Luces de bohemia me fascinó en su momento y la he leído muchas veces
Un saludo
El asunto de Divinas palabras es el poder que las "divinas palabras", los latines de las liturgias, han ejercido durante siglos sobre los personajes sencillos, ignorantes, incultos y temerosos que, en este caso son bribones y míseros
ResponderEliminarque pululan por los caminos y las ferias de una aldea gallega.
Preciosos, como dices, Carlos, los párrafos de texto con que el autor introduce cada escena.Inmejorable la imágen de esa Juana la Reina,una sombra que se dobla para morir en una cuneta porque la tierra la llama; las canillas de cera asomando bajo los refajos. Y escenas llenas de belleza como la de Mari-Gaila levantada, como una pieza de caza, de su fornicación en los cañaverales por los mozalbetes y los perros. Y también preciosa la escena en que su marido, cornudo, borrachín y calzonazos, la acoge y la asila cuando ella, desnuda y exhibida, pone sus pies sobre las losas sepulcrales del atrio de la iglesia románica y recita las divinas palabras.
Un saludo.
Lupita, me alegro haber avivado esa chispa antigua, y esperamos tus impresiones sobre el libro.
ResponderEliminarCon lo que nos ha contado Beatriz casi sobraba la reseña: con esas pinceladas tan certeras me ha despertado la emoción de cuando leí esas escenas, que son realmente inolvidables.
Jope, con lectores así da gusto traer libros sobre los que hablar. Muchas gracias a las dos por vuestra colaboración.
Hola de nuevo. No he terminado el libro, obligándome a leerlo despacio como lo estoy haciendo, pero igual os comento. Qué más decir..Me cuesta leer teatro, no es mi género, es algo ligado a los gustos personales, y leo rápido, defecto personal también. Obviado esto, me he reencontrado con un gran clásico, con el Valle de la palabra exacta, de la caricatura social, el retrato de una sociedad que ya no existe en sus formas, pero que en el fondo sigue siendo igual.
ResponderEliminarEstoy disfrutando como una enana, encontrándome con esas formas verbales antiguas, el léxico arcaico, rural. Es coger el libro y acordarme de eso que es la felicidad total para mí: esconderse en un rincón con un libro como hacía mi adorada Jo March y olvidarse de todo por un rato.
Saludos
Gracias Lupita. Al final, las reseñas son como una excusa para que todos puedan dejar sus puntos de vista. Así es como se enriquece el blog y, sobre todo, cada uno de nosotros como lectores.
ResponderEliminarUn abrazo!