Año de publicación:
1956
Valoración: Muy recomendable
Valoración: Muy recomendable
Despista
un poco manejar una edición reciente de este título. ¿Un volumen de relatos con
formato infantil? ¿Cuentos para adultos cuyos protagonistas son niños? ¿Portadas
que indican un concepto y su contrario? En realidad, es prosa poética en estado
puro. No existe acción ni progresión de la trama: se trata de escenas
estáticas, meros cuadros que muestran trozos de una realidad repulsiva o grotesca
mediante un lenguaje y una cadencia bellísimos. Por eso, más que un conjunto de
micro relatos, lo considero un poemario muy particular, repleto de simbolismo e
imágenes sugerentes, aunque no exento de crudeza avivada por la identidad de
sus protagonistas.
La niña
Ana María lo miraba todo con extrañeza, no sabía si ella era la rara o lo eran
los otros. Perseguida por preguntas para
las que no encontraba respuesta e inquieta por su diferencia con el resto tuvo
que buscar un escondite y refugiarse en él de por vida. El lugar que encontró
es la escritura, naturalmente, y el tamiz que filtra y transforma todo nació en
su etapa infantil e indica el proceso que la condujo hasta ella misma.
Puede que
la combinación de opuestos sea el recurso fundamental de esta obra. Simplicidad
de lenguaje y concepto reflejan el claroscuro de un mundo siniestro contemplado
con los ojos de la infancia, los pensamientos más inocentes se ahogan en esa
brutalidad ambiental. No son tontos los niños sino absurdo su entorno, pues cualquier
lógica no contaminada, al estrellarse contra la evidencia, precisa de interpretaciones
enrevesadas que la orienten.
No sé
quién es más tonto, si el niño que cree poder ser amigo del demonio o los
adultos que le inculcan esas ideas. Y ¿qué decir del que se para ante un
escaparate repleto de dulces que nadie consume mientras él los contempla
hambriento a través del cristal? ¿o ese hijo jorobado de un cómico de quien su
padre se avergüenza y mantiene escondido? La faceta más onírica de la autora aparece
también de vez en cuando. Hay un niño que es diferente a todos porque es una
imagen de escayola; otro que se interna en el mar para rodearse de belleza por
primera vez en su vida; o el mudo, ignorado entre tantos hermanos, que se puede
confundir con un muñeco, o serlo incluso, pues en esas condiciones casi da lo
mismo.
Hay
algunos especialmente dolorosos, como el de la niña que no estaba en ninguna
parte porque hacía mucho que había dejado de serlo. O ese hijo de cazador, cuyo
destino terrible se manifiesta con un siniestro encanto:
“El niño cazó todas las estrellas de la noche, las alondras blancas, las liebres azules, las palomas verdes, las hojas doradas y el viento puntiagudo. Cazó el miedo, el frío y la oscuridad. Cuando le bajaron en la aurora, la madre vio que al rocío de la madrugada vuelto rojo como vino, salpicaba las rodillas blancas del tonto niño cazador.”
De la misma autora: Fiesta al Noroeste, Olvidado rey Gudú, Primera memoria, La torre vigía, Olvidado rey Gudú (contrarreseña)
Hola, bueno queria deciros que me estoy inciando en esto de los blogs de lectura y me gustaria que me siguierais y que comentarais haber que os parece ya que todavia no se si es de vuestro agrado. Aqui os dejo un link, muchas gracias.
ResponderEliminarhttp://bajolalluviadelibros.blogspot.com.es/?m=0
Adoro a Ana María Matute, su interior y cómo lo transmitia, sea en cuentos, en novelas o en la lista de la compra...
ResponderEliminarUn abrazo
No sé, no sé, Paula. A ver si tienes suerte.
ResponderEliminarClaro que eres tú quien tiene que atraerla. ¿Cómo? Escogiendo lecturas interesantes, cuidando el estilo y poniendo mucha, mucha atención a la ortografía. Doy por supuesto que no te falta criterio literario.
Y hasta respirando, Ana, ¡jejeje!
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