Título original: The Fifty Year Sword
Año de publicación: 2005
Traducción: Javier Calvo
Valoración: decepcionante
El objeto, otra vez. ¿Habrán tenido alguna vez los de Alpha Decay, o los de Pálido Fuego, aquella famosa edición limitada que hicieron los Pet Shop Boys de su disco Very? Naranja, casi liso, y con una especie de puntitos. Un packaging muy impactante, todo un gancho para el fetichista. La posesión del objeto como una finalidad. Completamente legítimo, por eso, que eso sea un argumento. Para la compra, contra la piratería, vamos, si apuramos, hasta para convertir la lectura en una experiencia pluri-disciplinar, multi-sensorial, extra-literaria, lo que sea. Pues claro: y, como La casa de hojas, la presencia visual de La espada de los cincuenta años es impecable, atractiva a más no poder. Uno disfruta de la textura del granulado de su portada, enseña a los amigos la curiosa disposición de su texto -solo en hojas pares- y se solaza en solitario de la joya que tiene entre las manos. Esos gráficos, esas hojas en blanco, esas hojas en negro, ese despliegue gráfico que uno piensa que tiene sentido en función del contenido del libro. Mmm, el olor del libro nuevo, de la tinta fresca de sus ilustraciones que, wow, son reproducciones de los bordados, sí, bordados, que una limitadísima edición inicial del libro presentaba. Madre mía, ¿encontraré alguna en Ebay? Vamos, eso sí es una inversión, vamos, eso, en un tiempo, la de pasta.
Stop.
Porque los libros también hay que leerlos. Y esa experiencia debería ser la primordial. Sí, empleemos infecto lenguaje empresarial para decir que el core-business de un libro ha de ser disfrutar con su lectura. O sufrir. O ser perturbados. ¿Y cual de estos efectos nos depara leer La espada de los cincuenta años? A mí: indiferencia, desorientación y, al final, un persistente cabreo. Persistente con que mi voluntad de coherencia me impida responder a la amable cesión del libro por parte de Alpha Decay con un pronunciamiento más complaciente. Persistente, porque hasta el más insignificante complemento visual o escrito de todos los que acompañaban La casa de hojas tenía más sustancia que estas engañosas 270 páginas (solo la mitad con texto, muchas de ellas con apenas unas frases, la gran mayoría con un texto en formato poesía visual: media hora de lectura). Poco persistente, lo que sucede aquí: al lado del suntuoso derroche de tramas de La casa de hojas, de la cual este libro acaba siendo la mejor propaganda, como una especie de perverso antagonista, la historia aquí es una especie de fábula estirada e incomprensible; el mérito de extraer para el texto de la solapa algo con un mínimo de atisbo de coherencia es algo muy notable. Yo lo intento, para que no se diga. Una chica de nombre muy raro queda al cargo de cinco huérfanos de nombres muy raros (¿serán anagramas?) y convoca a un cuentacuentos que les explica una serie de cosas a los niños que les incitan a abrir unas cajas o no sé qué y pasa algo con una espada que está como predestinada (¿como las varitas de Harry Potter?) y a lo mejor hay una moraleja o un mensaje oculto o esas claves tan raritas de poner comillas de colorines significan que hay una lectura alternativa o algún código que lo desencripta todo y le otorga, no sé, un sentido.
Mientras, no negaré que tocar el libro, sostenerlo en las manos, observar su cuidadosa maquetación, hasta especular con cómo de fascinante podría ser su historia, es de lo más gratificante. Igual ese es su valor: esquivar la tentación de leerlo y especular acerca de lo que contiene. Pero a mí no me sirve, y dudo que a otros sí.
Mientras, no negaré que tocar el libro, sostenerlo en las manos, observar su cuidadosa maquetación, hasta especular con cómo de fascinante podría ser su historia, es de lo más gratificante. Igual ese es su valor: esquivar la tentación de leerlo y especular acerca de lo que contiene. Pero a mí no me sirve, y dudo que a otros sí.
No creo que la intención del autor fuera realizar una segunda casa de hojas, si no más bien un divertimento para una edición limitada. Pero la avidez editorial es otra cosa; repetir el pepinazo era la intención, pero esta vez salió un pepino.
ResponderEliminarLo tuve entre mis manos en una librería de estas macro hace poquito (librería que por cierto está provocando un debate interesante ahora mismo en un foro de Jot down). Después de ojearlo/hojearlo lo dejé en su sitio y me llevé otro. No me arrepiento.
Saludos
Me llama la atención aún no haber visto ninguna reseña de Alejandro Dolina en esta excelente página.
ResponderEliminarYo creo que la opinión sobre el libro es la que describo, no veo necesidad de más ensañamiento. Aunque puede que el naranja sea un excelente tono para combinar con mobiliario de segundas residencias. Je.
ResponderEliminarNo conozco a Dolina, voy a ver qué ha hecho este caballero.
Saludos y gracias.
En serio no han reseñado nada del Negro Dolina??? El libro del fantasma y las Crónicas del Ángel Gris son dos buenas maneras de empezar.
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