Título original: 午後の曳航 - Gogo no eiko
Fecha de publicación: 1963
Valoración: Muy recomendable
De los grandes maestros de la narrativa japonesa del siglo XX (Yukio Mishima y Yasunari Kawabata fundamentalmente) puede aprenderse mucho, muchísimo, no sólo sobre la vida en aquel país, que también, sino sobre todo de lo que puede hacerse con palabras, con las palabras justas, con un estilo conciso, exacto, pero que no renuncia a ser descriptivo y poético. Confesiones de una máscara, El rumor del oleaje o La perla y otros relatos (de Mishima); Lo bello y lo triste, La casa de las bellas durmientes, El rumor de la montaña (de Kawabata) son todas obras que merece la pena leer, y que se disfrutan de principio a fin.
El marino que perdió la gracia del mar es una novela corta en torno a tres personajes principales: Fusako, una joven viuda de Yokohama; su hijo Noboru, de trece años, que mantiene con ella una relación obsesiva y posesiva, y Ryuji, el marino del título, que renuncia a sus sueños y a su libertad de marinero al enamorarse de Fusako. Así, la historia se desarrolla a partir de la relación de Fusako y Ryuji, pero también a partir de las reacciones del joven Noboru, miembro de una banda de adolescentes rebeldes, y cuyos sentimientos hacia Ryuji son confusos y violentos: admiración, celos, desprecio, odio...
Esta es una novela cruel, contada con precisión, sin tremendismos ni sensacionalismos. El brutal desenlace -no, no voy a destriparlo- no podía estar narrado de manera más sutil, y la descripción de los personajes principales -sobre todo, Noburu y Ryuji- es magistral, quirúrgica. Otras novelas del mismo autor, o de Kawabata, dejan más resquicios a la esperanza o a la absolución de los personajes: esta es terriblemente implacable.
También de Mishima en ULAD: Después del banquete, El rumor del oleaje, El sol y el acero, Los años verdes, El pabellón de oro, El Templo del Alba, Nieve de primavera, Sed de amor
Hasta ahora ha sido muy primera y única lectura de Mishima. Me ha gustado pero no me ha acabado de convencer; sin embargo, ojo a la paradoja, estoy deseando volver a leer a Mishima, tiene algo magnético. Algo parecido me pasó en su día con Oé, un no sé pero...engancha.
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