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viernes, 9 de mayo de 2014

Haruki Murakami: Los años de peregrinación del chico sin color

 Idioma original: japonés
 Título original: Shikisai o motanai Tazaki Tsukuru to, kare no   junrei no toshi
 Fecha de publicación: 2013
 Valoración: Recomendable

 Tsukuru es un muchacho nipón de veinte primaveras más bien especialito (es muy muy tímido y adora sentarse en las estaciones de ferrocarril a observar lo bien construidas que están, no diré más…). Pero tiene la suerte de contar con una pequeña cuadrilla mixta donde se siente querido y comprendido. Dicho ente grupal está formado por el típico amigo cachas, entusiasta y bueno para los deportes que es capaz de levantarle a uno la moral aunque el Apocalipsis esté a la vuelta de la esquina; el típico amigo intelectual, todo seso y raciocinio, que tenemos la esperanza de que se acuerde de nosotros cuando se convierta en una celebrity por idear una exitosa aplicación informática o cierta fuente de energía inocua para el medioambiente; la típica amiga preciosa y perfecta que levanta pasiones silenciosas a su alrededor y que encima es tímida, humilde y gentil y no se cree lo guapa que es, y la típica amiga colega-inseparable-de-la-guapa, vamos, la Desi de Verano azul o la goonie Martha Plimpton, que compensa el ser eclipsada continuamente por su siamesa a base de simpatía e ingenio a raudales.

Lo único que diferencia a Tsukuro de sus apigos es que su nombre completo no tiene ninguna connotación colorística (sus amigos llevan el rojo, el azul, el blanco y el negro respectivamente en sus nombres), y la única nota extraña de su agradable pandilla la constituye el hecho de que en ella no se haya formado ninguna parejita ni se dé ninguna clase de conflicto de intereses romántico, motivos principales por los que las cuadrillas mixtas se acaban yendo al garete, que el tío Ian sabe muy bien de lo que habla…

 Y la vida de Tsukuro discurre felizmente hasta que de la noche a la mañana, sus amigos le retiran la palabra. Le dicen que no quieren ni volver a verle ni volver a hablar con él, y Tsukuro se queda compuesto y sin colegas. Y como el chaval es, recordemos, tímido y muy especial, no insiste mucho para averiguar el motivo de que algo así suceda (sus súper amigos se resisten a darle una explicación desde el primer momento), coge una depresión de aupa, adelgaza no sé cuántos kilos e incluso fantasea con el suicidio (apunte: estudia en una universidad situada en una ciudad diferente, mientras que su ex grupo se queda en su ciudad natal). Pero gracias a un nuevo y pasajero colega revive y sobrevive, y sólo dieciséis años después, siendo un profesional de éxito (¡diseña estaciones de ferrocarril!) de vida amorosa penosa, decide dejarse ayudar por su última conquista, una mujer que parece merecer la pena, a localizar a sus amigos de juventud y preguntarles qué carajó pasó en su momento.

 Y éste es el argumento del último libro de Murakami, que como he puesto bastante más arriba me parece recomendable, sobre todo para los lectores que se inician en su lectura (no entraré en discusiones "nobelíticas" ni sobre si el autor se repite más que el ajo: mis compañeros de ULAD lo hacen mejor que yo). Si opino esto es gracias a la intriga planteada al principio de la historia y, aunque parezca increíble, a cómo Murakami logra que uno se crea que el prota permite que le expulsen sin explicaciones y de forma abrupta del único reducto de esperanza y deleite de su vida. Su prosa sencilla e intimista pero seca y cortante en muchas ocasiones, y la composición de la rara avis de Tsukuro, el amante de las estaciones de tren, obran el milagro. Luego, todo hay que decirlo, hay ciertas estridencias argumentales que ensucian la valoración final pero que más o menos van en consonancia con las presentaciones de los personajes iniciales.

 Es muy difícil explicar esto que acabo de afirmar sin incurrir en spoilers, pero digamos que los amigos de Tsukuro del presente, con treinta y pico años y trabajos variopintos, en mi opinión deberían reaccionar de forma más “apasionada” cuando el chaval al que jorobaron la vida no hace ni veinte años reaparece como un fantasma. Y también, echo de menos más datos sobre un personaje esencial, que Murakami se hubiera mojado un poquito más, sólo un poquito, para desentrañar qué diablos de vida llevaba el personaje femenino objeto último de todo el desbarajuste y por qué acabó cómo acabó. Sin explicar, sólo insinuar. Pero de verdad que lo echo en falta.

 Y nada más, que me parece un libro corto y sencillo de leer pero con más wasabi de lo que parece (perdón por la figurita culinario-nipona, pero es que le va ni que pintado). Sean felices y conserven a sus amistades (a no ser que a uno/a le roben, le traicionen o le birlen al/la respectivo/a, por supuesto).

PD: el título hace referencia a una pieza musical de Liszt que tocaba muy bien la chica guapa, consumada pianista.

6 comentarios:

  1. Gracias por la reseña!! Lo voy a poner en mi lista para que sea una de mis proximas adquisiciones!! El otro dia lo tuve en al mano pero no lo compre porque ya habia comprado otros cuatro libros!! La proxima vez voy a ir por el directamente!!!
    Saludos

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  2. ¡Muy buena reseña!
    De Murakami leí "De qué hablo cuando hablo de correr" y aunque siempre quiero leer algo más de él, nunca me decido.
    Ahora ya sé cual será el próximo libro de él que lea ;)

    Saludos.

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  3. Muy interesante la reseña,sera uno de los libros que lea próximamente.
    Gracias por la información

    Ivette Paz Jimenez
    N5A
    Redes II

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  4. Muy interesante la reseña,sera uno de los libros que lea próximamente.
    Gracias por la información

    Ivette Paz Jimenez
    N5A
    Redes II

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  5. Bastante de acuerdo con la reseña y valoración. Aunque hay pasajeros que chirrían, en cuanto a la ausencia de alguna información o un final que no parece tal, no lo veo como algo negativo porque nos permite echarle imaginación y rellenar esos huecos. Es cierto que el autor se repite, pero no deja de ser original y de enganchar. ¡Estos nipones!, será una cuestión cultural ...

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