Año de de publicación: 2008
Traducción: José Aníbal Campos
Valoración: Casi imprenscindible
Dos metáforas constituyen el capítulo inicial y final de esta mastodóntica obra de poco más de 1000 páginas con la que el profesor alemán Karl Schlögel dibuja un panóptico del Moscú y la Unión Soviética en el tristemente célebre año de 1937. No son decisiones casuales, obviamente.
La primera, la elección de un análisis de El maestro y Margarita de Bulgakov (nota mental nº1: tengo que releerla y reseñarla) como apertura de la obra, resulta de la estructura que posteriormente adoptará Terror y utopía, de ese vuelo con el que Bulgakov y Schlögel tratan de aprehender la totalidad de la vida moscovita pasados veinte años del triunfo de la Revolución. Pero no solo eso porque, al igual que ocurre en la novela, en Terror y utopía lo insólito ya no es extraordinario.
La segunda, la elección del gigantesco Palacio de los Soviets de Boris Iofán que debía construirse sobre los restos de la demolida Catedral del Cristo Redentor y que finalmente resultó inacabado (en parte por la invasión alemana), sirve como perfecta metáfora del destino de la URSS.
Entre medias, como ya digo, treinta y ocho capítulos que recorren casi todos los ámbitos de la vida de un año que ha pasado a la Historia por los Procesos de Moscú, pero que encierra aspectos que quizá han quedado olvidados o infravalorados a la luz de las terribles purgas y matanzas que asolaron al país en esos años (y anteriores y posteriores, ojo) y de las que los 3 Procesos de Moscú son solo un porcentaje ínfimo. Porque Moscú en 1937 no se agota en lo político.
Habla así Schlögel de un país y un momento histórico que quizá hayan sido simplificados en años posteriores, pero que esconden una complejidad que hace de Moscú y de 1937 un lugar y un tiempo tan terrible como fascinante, al menos para mí. De esta forma, conocemos un país que constituye un inmenso laboratorio social, que se encuentra inmerso en una serie de cambios demográficos debidos a la colectivización forzosa y a la industrialización, que resulta una sociedad de arenas movedizas que un Partido debilitado por purgas y nepotismos parece incapaz de controlar, pero también un país que juega con la modernidad en lo artístico / cultural, que avanza como pocos lugares lo habrán hecho en tan breve espacio de tiempo.
Moscú en 1937 es un lugar y un tiempo de síntesis y de homogeneización pero también de crisis, de permanente estado de excepción, con un poder debilitado en sus cimientos, con un orden social en equilibrio precario, etc. Cambios y coyunturas que provocan ese nuevo orden social del que el Censo de 1937 (de cara a las elecciones de diciembre) se hace eco, del que el Plan General de Reconstrucción de Moscú (1935) es reflejo, y que supone un cambio de paradigma en todos los ámbitos: económico, cultural, artístico, laboral, político, o incluso físico, etc. Nada escapa a este nuevo país que se construye, a esta nueva identidad que desde las altas instancias se intenta crear, y para ello sirven el arte, los nuevos medios de masas, la propaganda, los desfiles los descubrimientos geográficos, etc y, sobre todo, la violencia política. Porque nada mejor que un enemigo más o menos imaginario contra el que "unir fuerzas".
Todo esto es lo que muestra Schlögel en este monumental Terror y utopía. Para ello se sirve de archivos y publicaciones de la época, de actas, de estudios posteriores, de testimonios de extranjeros (destacan los de Lion Feuchtwanger y el embajador estadounidense Joseph Davies) o de nacionales como Yelena Bulgakova.
Si con algo me tuviera que quedar de Terror y utopía, además de con el mérito del autor en hacer que una lectura de unas 1000 páginas (y de un tema tan denso) sea relativamente amena, es con esa visión global que va más allá de reduccionismos y que hace que el libro funcione tanto como ensayo sociopolítico, reportaje cultural o novela de terror (considerando "la parte de los crímenes" de 2666 como novela de terror). Moscú en 1937 es, al mismo tiempo, laboratorio social, campo de reclutamiento y vanguardia de corrientes artísticas y culturales, pero casi nada de esto es algo aislado. Moscú en 1937 no se agota en lo político pero lo político "infecta" casi todos los campos.
En el lado menos positivo, tengo la impresión de que Schlögel deja fuera el culto a la personalidad de Stalin. Se cita, aparece por ahí, pero quisiera saber cómo se forja, cuáles son los mecanismos que llevan a un pueblo a una ceguera tal que permita atrocidades semejantes es algo que merecería más espacio en el texto. Digo yo.
En cualquier caso, creo que Terror y utopía es un texto imprescindible para cualquier interesado en la materia, un hilo del que tirar hacia otras lecturas que profundicen o completen (Bulgakov, Platonov, Robert Conquest, Feuchtwanger, Bujarin, Ordzhonikidze, cine o arquitectura soviético, la construcción del canal Volga-Moscova, literatura concentracionaria, etc) lo ya apuntado en el texto. Tarea hay por delante.
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