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jueves, 21 de marzo de 2024

Eva Baltasar: Ocaso y fascinación

Idioma original: catalán
Título original: Ocàs i fascinació
Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, para Random House
Año de publicación: 2024
Valoración: muy recomendable


Con Eva Baltasar me sucedía como a veces ocurre con los autores noveles, que tras una o dos muy buenas obras (en este caso «Permafrost» y «Boulder») vino una tercera que en lugar de confirmar la trayectoria, la interrumpían abruptamente. Y luego claro, viene la cuarta obra y con ella la eterna duda: ¿recobrará la calidad que la catapultó al estrellato o seguirá en declive? El resultado puede ser determinante para muchos lectores que no están dispuestos a dar muchas oportunidades después de una decepción, y menos aún con la enorme oferta existente. Por suerte, Eva Baltasar sí ha vuelto a mostrar su gran nivel y además con un ligero cambio de registro.

La autora, narrando siempre en primera persona y, como es habitual en ella, centrando el relato en un solo personaje principal, nos pone en situación y nos presenta a la protagonista, una mujer de veintisiete años que se dedica a la limpieza de hogares y que nos recuerda su pasado más próximo cuando de golpe, en un momento de violento desahucio fue expulsada a golpes de la habitación donde vivía. Una desocupación cargada de violencia; una violencia silenciosa, que la llevó a darse cuenta de que «la violencia muda es la más sádica». Trabajaba cuidando niños en una ludoteca, con un sueldo muy bajo y sin un techo bajo el que dormir cuando, con la expulsión, el miedo hizo acto de presencia, de manera despiadada, feroz, casi paralizante, que sintió profundamente en su interior pues «el miedo se había derramado dentro, una lámpara descomunal dispuesta a ocuparlo todo con sus contornos de muerte y un olor incontestable». Y la realidad, que es implacable y despiadada, la empuja a buscar una solución, aunque sea temporal pero que sea inminente y la apremia a reaccionar rápidamente porque «la esperanza no está en las creencias, sino que nace con las decisiones».

Con esta escena inicial, Eva Baltasar nos descubre una protagonista que nos relata las dificultades de encontrarse de golpe sin un lugar donde vivir y con poco dinero, viviendo en la calle e intentando adaptarse a una situación que le causa incomodidad por las condiciones degradantes como ser humano con las que debe pasar el día a día. Así, en un acto de clara denuncia, la autora exhibe de manera descarnada la precariedad de una sociedad que expulsa a los jóvenes de los trabajos, que los echa de las casas e incluso de los pisos compartidos, que los empuja a la mediocridad de la vida y al mínimo refugio de las zonas de paso que toman forma de restaurantes de comida barata, estaciones de trenes y espacios deshabitados que coexisten entre horas productivas y ociosas, alternado la vida de quien está ocupado trabajando y de quien trabaja para encontrar una ocupación; una ocupación en términos laborales, pero también de vivienda, porque en los márgenes de la sociedad, existe un gran mundo de precariedad que malvive entre caridad y supervivencia en una ciudad que en lugar de acogerlos los expele porque «la ciudad es sanguinaria; fabrica solitarios y los obliga a convivir». La autora lo sabe y es consciente de ello tras vivir ella misma en estas condiciones durante un tiempo de su post adolescencia. Y nuestra protagonista se adapta, se amolda aunque sin encajar, ajustando la vida, estirando el dinero mientras le encogen el trabajo, cuestionándose como ha llegado a este punto y «¿en qué momento la habitación dejó de tener ventana? ¿Y en qué momento el trabajo perdió media jornada?». Así que cambia de registro y encuentra trabajos de mujer de la limpieza que le abren nuevos mundos y le permiten vivir otras vidas en las que sueña «en un mundo de silencio, sin caras, con casas vacías que puedo habitar por horas a cambio de limpiarlas. Vivo en una habitación miserable en un caserón viejo con la calefacción estropeada. Pero solo duermo ahí, de manera que es como si no viviera en él».

Estructurado en dos partes, nos encontramos un relato que se rompe en su segunda parte, que la violencia a duras penas contenida en la primera parte explota y explosiona y con ello también estalla el talento de la autora que, se aleja en parte del argumento para dejar volar su talento; una segunda parte donde las metáforas se suceden, donde la alegoría brilla de manera espléndida, donde cada frase es un acierto y una lanza, donde la realidad sacude con reflexiones certeras donde la protagonista deja ir su sentir, entre ganas de lucha y desespero al criticar la precariedad pero también soñando con lo posible cuando reconoce que «a veces cojo el fajo de billetes y es como tener en las manos un pequeño mundo de cosas necesarias». De esta manera, si bien la primera mitad (que claramente va de menos a más) se centra en la crítica hacia una sociedad consumista y en la que la profundidad argumental se agranda a medida que uno avanza en la lectura y se van añadiendo capas de reflexión y redondez argumentativa e incluso estilística, es en la segunda mitad donde todo se desata, donde la voz siempre vigorosa, firme pero a la vez metafórica de Eva Baltasar brilla y despunta asomando a través de sus frases metafóricas entre las rendijas de una trama intensa y desmoralizadora. Baltasar ofrece lo mejor cuando cree suficientemente en sus personajes hasta el punto de que consigue desatarlos y que exploten, que vivan y actúen, que chillen y se reivindiquen en los mundos siempre complicados y adversos en los que sus vidas se envuelven y desenvuelven.

Dice la protagonista que «mi casa es el lugar, el último refugio. Pero una casa cerrada es sospechosa». Celebremos pues, que sus personajes y su talento hayan vuelto a salir a la superficie para, desde allí, inundarnos de brillantez poética, aunque sea para mostrar el resplandor de las sociedades injustas.

También de Eva Baltasar en ULAD: PermafrostBoulder, Mamut

2 comentarios:

  1. Hola,

    Mi primera novela de Eva Baltasar. Ya tenía ganas

    De acuerdo totalmente en que se notan orígenes poesía en su escritura.
    No hay ni un gramo de grasa en toda la novela. Igual se pasa y un pelín de contexto o historia del personaje principal ayudaría.
    De acuerdo también en que la primera parte va de menos a más. Me ha encantado la segunda parte del "Ocaso", me parece fascinante el mundo que crea la protagonista en las casas donde limpia. Por cierto, el poco humor que pone en la novela, le sale perfecto. Humildemente le pediría que no lo dosifique tanto.
    Nunca volveré a mirar a personal de limpieza igual.

    La segunda parte me ha desconcertado. No entendía muy bien que estaba pasando y no he llegado a disfrutar de toda la simbología que transmite esta segunda parte.

    Bueno, contento y agradecido de descubrir escritora de este nivel en catalán.

    Un saludo Marc

    Gerónimo

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  2. Estoy totalmente de acuerdo con Gerónimo. Solo disiento en la cuestión del humor: es suficiente con el sarcasmo que muestra la autora. Y en cuanto al final, la verdad es que me ha hecho sentir estúpida. No he entendido absolutamente nada de esa metáfora sobre María y su “involución”. He llegado a la conclusión de que solo puede querer significar que la protagonista llega a un punto de desquicio o trastorno sin retorno, causado por las condiciones en las que se ve obligada a vivir. Pero vamos, por pensar algo que pueda tener algún significado mínimamente lógico, porque lo cierto es que no he entendido absolutamente nada. Me fastidia porque el estilo y las ideas de Baltasar me parecen fascinantes pero de vez en cuando, en mi opinión, lleva los temas a puntos en los que el lector común dudo mucho que pueda discernir qué rayos está pretendiendo expresar realmente la autora.

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