Título original: 鍵
Traducción: Ana Megumi Pias Suzuki
Año de publicación: 1956
Valoración: Recomendable (imprescindible para amantes de la literatura erótica o puritanos que necesiten expandir sus horizontes)
Menudo novelón, La llave de Junichirō Tanizaki. Encasillable dentro de la maltratada literatura erótica, es, en vez de la típica ficción pensada para que la leamos con una sola mano, una dignísima muestra de que cualquier género se puede poner al servicio de los temas universales y las indagaciones en torno al ser humano.
¿De qué trata? Una pareja japonesa que lleva veinte años casada no se entiende en la cama. Él es un profesor, diez años mayor que su esposa, miope y de complexión débil, que pese a todo tiene un nivel muy alto de libido. Ella es una mujer lujuriosa y exigente, anquilosada sin embargo por una educación tradicional, una cultura machista y un acentuado rechazo hacia el físico de su marido.
Ambos escribirán un diario enfocado en lo sexual, en el que plasmarán sus diferencias e intereses. Ambos dejarán patente, con el secreto deseo de que el otro se asome a sus pensamientos, sus deslices accidentales o premeditados, sus sospechas y sus racionalizaciones. Ambos se embarcarán, pues, en un juego perverso tan voluptuoso como autodestructivo, plagado de fetichismos (podofilia, voyeurismo, exhibicionismo, candaulismo...), celos, dudas y supuestas infidelidades. Ambos involucrarán, cada uno a su manera, al pretendiente de su hija e incluso a esta última en sus turbios tejemanejes.
Muchas son las virtudes de La llave: la estructura, hasta cierto punto epistolar, de la novela; el tratamiento estilístico del conjunto, sobrio y elegante pero sumamente expresivo; la profundidad psicológica de sus protagonistas y de sus interacciones; los temas que baraja; el simbolismo de determinadas escenas; su capacidad para condensar el erotismo japonés; el reflejo que hace de las dinámicas interpersonales de los habitantes del país nipón.
A mi juicio, La llave no es una novela perfecta. Yo le achacaría un par de defectillos menores: que podría haber explotado más algunos fetiches, que hay personajes secundarios que apenas aportan nada a la trama y que el ritmo se resiente cuando el protagonista convalece.
Asimismo, el final de la historia no me parece muy logrado: explica cosas que, a mi juicio, era preferible dejar en la ambigüedad, simplifica excesivamente las motivaciones de Ikuko y dinamita, vistas en retrospectiva, muchas de las ideas barajadas previamente.
Son numerosos los debates que genera La llave. Numerosos e incómodos. Y entiendo que mucha gente querría censurar la novela, pues las conclusiones que expone (sobre todo las que expone antes de su final, insisto que frustrantemente simplista) son problemáticas para ciertos sectores de la sociedad. Pero ofenderse por un trabajo de ficción, y en especial uno como este, que en ningún momento pretende romantizar sus temas espinosos, es una pataleta infantil, así que dejémonos de milongas y examinemos qué intenta enseñarnos Tanizaki:
1. Desgraciadamente, la comunicación perfectamente transparente jamás existirá entre seres humanos; ni siquiera entre dos cónyuges que lleven varias décadas juntos. Algo parecido sucederá con las relaciones de poder entre personas, que nunca serán simétricas o harmoniosas.
2. La frontera que delimita el deseo, el placer, el adulterio y el consentimiento es, cuanto menos, difusa y fluctuante.
3. El amor y la lujuria pueden ser autodestructivos y acarrear celos, problemas de salud, corrupción moral, etc...
En fin: podríamos usar La llave, junto a La casa de las bellas durmientes, como representante quintaesencial del erotismo japonés. Aunque a mi juicio aquella es una obra artísticamente superior, ésta, sin ser todavía un referente igualitario (lo cual es lógico, teniendo en cuenta el año y lugar de publicación), tiene un sesgo masculino menos acentuado.
La novela disgustará, e incluso ofenderá, a más de uno, pero a mí me parece tan bella, delicada, fascinante y sugerente como perversa y retorcida. Esperemos que ni los progresistas neopuritanos ni los conservadores rancios nos impidan seguir disfrutándola en todo su oblicuo esplendor.
Otras obras de Junichirō Tanizaki en ULAD: El elogio de la sombra, La madre del capitán Shigemoto, El demonio y otros cuentos
Muy bien eso de "progresistas neopuritanos".
ResponderEliminarEspero que lo de "conservadores rancios" también te haya gustado, Anónimo.
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