Título original: La spiaggia
Traducción: Juan Antonio Masoliver
Año de publicación: 1942
Valoración: Entre recomendable y Está bien
Yo creo que tengo algún problema con la narrativa en italiano, porque son ya bastantes las ocasiones en que me ha costado mucho cogerle el punto a algunos libros importantes. Debe ser algún tipo de traba que no tengo idea de a qué se debe, porque también es cierto que algunos autores más recientes (Eco, Sciascia, Bajani, puede que alguno más) han conseguido escapar de ella. Pero otros, algunos ilustres, demasiado numerosos, han quedado atrapados en algo indefinible que me impide apreciar lo que la opinión más generalizada pondera como es debido. Con todo y mi rémora agarro a Pavese, creo que por primera vez, y pasa lo siguiente.
Pues sí, me cuesta. El volumen que tengo entre manos consiste en una media docena de relatos independientes, tal vez unidos por un hilo muy tenue, casi invisible, más ambiental que argumental. De inicio nos encontramos con La playa, una reunión de un grupo de amigos en un lugar de veraneo, en torno a un tal Doro y su esposa Clelia. Son treintañeros venidos de la ciudad, con sus vidas más o menos enfiladas pero todavía sin definir del todo. Charlan, toman el sol, hacen cenas y se aburren bastante, quizá porque han dejado atrás la edad en que todo atrae y asombra (cito de memoria, pero la frase literal es realmente bonita). Surgen pequeños flirteos, casi siempre amagos muy sutiles, un movimiento, un gesto, sugieren que algo puede ocurrir. Pero lo que domina es una especie de monotonía, la molicie veraniega que recuerda a aquellos chavales de Ferlosio que mataban las horas en El Jarama. Me resulta difícil apreciar lo que pueda tener de atrayente ese grupetto por lo que intentaré explicar más adelante.
El foco de los siguientes relatos se traslada hacia pequeños pueblos interiores donde vivimos distintos episodios protagonizados por chavales, algo que por la nomenclatura y las descripciones parece tener cierto sello autobiográfico, o al menos inspirado en la infancia del propio autor piamontés. Aquí sí que estamos todavía en la edad de los descubrimientos, algunos vinculados al sexo, ya sea propio de la edad temprana o de los ámbitos prohibidos de los adultos, pero también una clásica fuga para intentar conocer ese gran misterio que es el mar, la experiencia en la ciudad del estudiante de pueblo, las amistades y los amores de principiantes… Pequeñas historias contadas sin la mínima condescendencia, vacías de emotividad, como hechos objetivos que simplemente son narrados tal cual fueron. Se diría que el autor no pone nada de su parte para empatizar con sus personajes o para que lo haga el lector. Es la mera descripción de lo ocurrido, que por extensión hay que entender como retrato de una época y un mundo rural olvidados o ignorados, que a su vez están probablemente en las raíces de la abulia que pesa sobre los protagonistas del primero de los cuentos.
Se mueve Pavese (y a esto me refería al hablar de las dificultades para disfrutar de la lectura) en un registro claramente neorrealista, dominando la frase muy breve, que da como resultado un estilo sobrio, ligeramente áspero, que no resulta muy grato. Es como si el autor no estuviera dispuesto a hacer ninguna concesión, cuenta lo justo, sin adorno de ningún tipo, sin más explicaciones que las imprescindibles, lo que requiere el esfuerzo de completar las elipsis, entender los vacíos y sacar conclusiones. Así, entre los matices del dibujo de normalidad que se nos presenta, hay que deducir las pequeñas miserias de los personajes aburguesados de La playa, la inocencia de los jovencitos de la aldea, la dependencia que puede nacer de las amistades o la inmensa distancia, más cultural que física, que separa el mar de los campos o las colinas donde abrasa el sol del verano.
La verdad es que al final, aunque no es fácil, se acostumbra uno a la cadencia tan peculiar de Pavese. Sin ser una lectura demasiado gratificante, parece un autor honesto, que deja claro lo que está dispuesto a ofrecer y, sobre todo, lo que no. Si se lo compramos quizá no vamos a disfrutar mucho (habrá quien sí) pero, visto ahora con algo más de perspectiva, seguramente sí que merece la pena al menos conocerlo.
Hola Carlos.. luego de leer tu reseña, leí la de Koldo de "Un bello verano"... en ella habla del uso de simbología cómo atractivo del texto.. cito: "la forma de la narración influye decisivamente en el fondo y en la percepción que de aquella puede tener el lector, hasta el punto de que puede traslucir cierta impresión de frialdad, pero simplemente el uso de la simbología por parte de Pavese, la sensación de melancolía y el retrato de la nostalgia por un tiempo perdido que no volverá hacen de la lectura de "El bello verano" una delicia.
ResponderEliminarA lo que voy y pregunto: Hay algún tipo de carga simbólica en estos relatos o son simplemente anécdotas contadas sin un fin claro? Quizás por ahí viene el atractivo. Saludos!!!
Pues a mi si me gusto, se que las comparaciones son odiosas, pero lo comparo con Stoner de John Williams, aparentemente no pasa nada pero el tono llega a enganchar. Por cierto, tengo la misma edición y como curiosidad decir que no te informa de los otros relatos, incluso piensas que es otro capítulo de La playa.
ResponderEliminarPues a mi si me gusto, las comparaciones son odiosas, pero me recordó al tono de la novela Stoner de John Williams. Por cierto, como curiosidad tengo la misma edición y no te informa de los otros relatos, incluso en principio uno piensa que son otros capítulos de La playa los otros relatos.
ResponderEliminarYo creo que tanto Guillermo como mi colega Koldo aciertan bastante con la clave de este autor. Efectivamente funciona la simbología del paisaje y el entorno como imágenes que ilustran la pérdida de tiempos pasados y formas de vida quizá desaparecidas. Eso está claro que fluye en los relatos, ya estén enfocados desde la infancia o desde la edad adulta. El problema será en este caso del lector, es decir, de mí mismo, que no ha sabido apreciar como se debe ese subtexto. A mí en particular, aunque puedo reconocer que está bien montado, no me ha seducido demasiado ese mecanismo y me ha dejado algo frío. Supongo que un libro funciona no solo en base a lo que el autor es capaz de transmitir, sino también según lo que el lector esté dispuesto a aceptar. Es lo bueno de la literatura.
ResponderEliminarBartomeu también apunta a algo muy real: yo también pensé que se trataba de sucesivos capítulos de una novela y no de relatos independientes, aunque tengan una cierta conexión. Estas cosas ocurren en estas colecciones, que a veces no se cuidan los detalles como se debieran.
Muchas gracias a los dos por los comentarios.
Qué buena reseña, leyéndolo he sentido exactamente lo mismo, me alegra comprobar que es una sensación generalizada.
ResponderEliminarMe han dado ganas de leer Un bello verano, pero más por saciar la curiosidad de a saber qué reacciones me provocará que por que esta primera novela me haya dado ganas de leer más de Pavese.
Aunque le reconozco los méritos, las correspondientes atmósferas de inocencia, descubrimiento, etc. están muy bien construidas; no me parece lo mismo con los personajes.
PD: Yo también tengo esa misma edición, lo que me ha dado una pista de ser relatos independientes es el índice, si no, en esta colección, generalmente lo no habrían incluido.
Pues aunque las sensaciones sean parecidas, tengo que reconocer que a mí no me ha despertado demasiadas ganas de repetir, por lo menos de momento.
ResponderEliminarGracias por visitarnos y comentar.