Título original: Leica Format
Traducción: Juan Cristóbal Díaz
Año de publicación: 2003 (en castellano, 2021)
Valoración: Recomendable
Daša Drndić es una autora croata fallecida no hace mucho, y entiendo que mayoritariamente desconocida en nuestro país (totalmente desconocida para mí), cuyo libro con más repercusión parece ser Trieste, centrado en la presencia nazi en Italia. Quedémonos con esta ubicación, Trieste, y echemos un vistazo en las cercanías porque, aparte de la fantástica isla de Krk, muy cerquita está la ciudad de Rijeka, ahora croata, durante muchos años yugoslava, pero antes también italiana y húngara. Toda una encrucijada política y cultural que es la auténtica protagonista de Leica Format.
Pero sigamos un poco más la pista de la autora. Aunque nacida en Zagreb, vivió también en Belgrado, y por tanto parte de su vida se ha desarrollado en dos puntos diríamos contrapuestos de esa amalgama yugoslava que terminó estallando de mala manera. De forma que hay mucho de autobiográfico en este libro, en el que confluyen la historia personal o familiar, la remota del nazismo, cuya huella vuelve a examinar, y la más reciente del desgarro de las comunidades que convivieron durante décadas aparentemente en paz hasta que, como tantas veces, ambiciones e intereses de aquí y allá se conjuraron para despertar odios antiguos y sueños de grandeza enfermizos.
Sobre estos tres ámbitos se construye esta narración, fragmentaria, quizá algo caprichosa, levantada sobre la prosa potente y directa de la autora croata. No hay una cronología precisa ni desde luego una secuencia temporal lineal, sino un collage de imágenes, recuerdos y noticias que saltan de un campo al otro hasta formar un conjunto que solo puede apreciarse a una cierta distancia. El mundo de Drndić se centra en aquella Rijeka fronteriza, evoca sus antiguas calles, los hoteles clásicos reconvertidos en viviendas, el flujo de viajeros que confluyen con sus distintas lenguas. Y al mismo tiempo rememora el terror del nazismo bajo el gobierno ustacha (su versión croata, especialmente sanguinaria), y muestra las grietas, mucho más recientes, de los enfrentamientos entre comunidades, de los que la autora fue, como tantos otros, víctima involuntaria de uno y otro bando.
Con todo ello se muestra un dibujo de sociedad torturada, crispada y finalmente reducida a una especie de melancolía asumible, personificada en la ciudad misma, que ha pasado del aluvión bullicioso del imperio austrohúngaro a un lugar provinciano, aburrido y opaco, tal vez el precio que ha habido que pagar por la uniformidad nacional. Pero no hay en el libro nostalgia, sino simple constatación de una pérdida, una muestra de estupor algo desdeñoso ante los cambios.
Si queremos pensar en el libro como una novela apenas encontraremos algún que otro hilo conductor, siempre tenues, entre los que destaca por su mayor continuidad el protagonizado por un tal Ludwig Jakob Fritz, un médico de visita en la ciudad, cuya figura contribuye al dibujo de las calles, los mercados, sus gentes, para fundirse de forma brillante con los retazos de la historia familiar. Estas leves líneas argumentales, no está claro hasta dónde ficcionales, se encuentran como escondidas entre gran cantidad de material diverso, cartas, recuerdos o pasajes de libros (Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, sobre todo), o datos históricos que explora (a veces de forma muy pormenorizada) en torno por ejemplo a los atroces experimentos con niños y enfermos mentales, experiencias con cobayas humanos que tampoco se detuvieron en el III Reich, sino que continuaron en otros países, singularmente en los Estados Unidos, o sobre los síntomas de la sífilis, enfermedad netamente definitoria de amplios periodos históricos.
Quizá se echa de menos un mayor protagonismo de aquella parte novelada, porque da la sensación de que Drndić tiene capacidad suficiente para desarrollar un argumento más sólido. Pero parece que, o bien opta voluntariamente por reunir información para formar un mosaico, o simplemente el libro carece de un plan definido y va creciendo (y bastante, más allá de las cuatrocientas páginas) de forma silvestre y algo descompensada.
Pero quedémonos con lo positivo. La atmósfera que llega al lector es con toda probabilidad la que buscaba la autora, un retrato de la ciudad y su historia en las últimas décadas, convulsa, ligeramente decadente, con las sombras profundamente negras de dos época distintas, unas ya lejanas, cuyo eco sigue siendo estremecedor, otras recientes, de un tiempo sumergido en el absurdo y la locura. Una sensación de pesadumbre por la que la autora se mueve con más desprecio que lástima, pero siempre sin sucumbir, simplemente siguiendo adelante. Lo que diríamos una superviviente.
Joder, qué buena pinta tiene el libro y qué ciudad más literaria Trieste. Curiosamente hace poco leí un librito de Marisa Madieri (primera mujer de María, triestino insigne) en el que habla, desde la no ficción, de sus recuerdos de infancia en Fiume (Rijeka). El segundo párrafo de la reseña me ha hecho acordarme de ese librito. Y este que hoy traes va a la interminable lista de pendientes
ResponderEliminarDe Magris (puto corrector)
ResponderEliminarEse ramalazo balcánico... Sí, me da la impresión de que te puede gustar.
ResponderEliminarSaludos!