Título original: Le képi
Traducción: Núria Petit Fontserè
Año de publicación: 1943
Valoración: Recomendable alto
Reconozco que me provoca cierto recelo asomarme a un autor al que conozco poco a través de algo que tiene todo el aspecto de una obra menor, en este caso un pequeño puñado de relatos, cuatro para ser exactos. Existe el riesgo de desenfocar la valoración partiendo de un prejuicio, tanto en una dirección como en la contraria: sobrevalorar la obrita en base a la celebridad del autor, o bien denostarla sabiendo que ocupa un lugar secundario en su bibliografía. Soy consciente del problema e intento por encima de todo ser objetivo y, cómo no, disfrutar de la lectura, eso siempre.
El carácter libre y rompedor de Colette y su vida escandalosa, al menos para la época, no me interesan más que, a lo sumo, como marco de referencia donde situar el apreciable aire autobiográfico que asoma en algunos momentos. Más interesante me parece que en estos textos, bastante tardíos (al menos cuando se publican, 1943, ella tiene cerca de setenta años), siguen en primer plano algunas de las constantes que se muestran en sus obras más significativas: la relación de pareja, o más bien sus inicios, la atracción mutua o las circunstancias que concurren cuando el azar reúne a dos personas de edades muy diferentes.
Los dos primeros relatos (El quepis y La mocita) exploran estas situaciones. En el primer caso, se trata de una mujer madura con un pasado complicado, que contacta de forma inesperada con un joven militar. En el segundo, es un cincuentón aficionado a las jovencitas que se encuentra con una de ellas. Como se ve, son parejas que se salen de lo usual y que se observan más que se examinan. A la autora no parecen interesarle demasiado los problemas que pueden plantear esas relaciones, de hecho más bien se diría que no ve en ellas ningún inconveniente especial. Colette se limita a mirar y describir (y describe con elegancia y con soltura), evitando intervenir y mucho menos juzgar. De hecho se aparta de la figura del narrador y se coloca como un personaje más, completamente secundario, cuya finalidad es solo sostener el hilo narrativo. En El quepis la voz la lleva una amiga de la protagonista que se interesa por su aventura amorosa, y en La mocita, la autora, o narradora, es la simple destinataria del relato que del escarceo hace el hombre que lo protagonizó.
No son solo pequeñas historias galantes. Aunque en ningún momento se entra en el terreno de los sentimientos, la narración tiene el mérito de hacer que el lector se los plantee: se nos cuentan hechos, lo que la amiga ve y oye, lo que el hombre cuenta que vio y que hizo, pero no nos queda más remedio que intentar escudriñar qué sienten aquella mujer madura y esa rústica adolescente, todo en base a lo que cuentan los respectivos narradores. Este manejo de la información y la sutilísima invitación al lector me parecen un juego muy sugestivo, signo de buena literatura y también una velada insinuación para respetar cualquier tipo de relación, aunque pueda parecernos inconveniente, problemática o directamente reprobable. El subtexto de estas historias lo tiene que poner el lector, si quiere.
Hay también algún otro rasgo común, como la tendencia a resolver la narración con un final más bien abrupto, sorprendente y de mayor profundidad en el primer relato, más humorístico en el segundo, y decididamente absurdo en el último, Armande, tal vez el más flojo aunque tampoco carente de interés. El tono es también cambiante, destacando el aire más clásico e irónico de La mocita, en tanto que en El quepis parece mantenerse a propósito una distancia respetuosa con la protagonista.
Tampoco hay que olvidar El lacre verde, cuyo argumento se aparta de las relaciones que centran los demás relatos, aunque también se remite a pasajes de la adolescencia que parecen habituales en la autora. Excelentemente escrito, es un muy bonito híbrido donde se mezclan recuerdos de la casa familiar con secretos y viejas historias de pueblo pequeño, todo ello con un trasfondo, siempre más bien sugerido que explícito, de novela negra.
Un pequeño repertorio que resulta sugerente, gotas de buena literatura que inducen a buscar más cosas de esta autora, un personaje singular, libre, que parece flotar entre escuelas, corrientes y etiquetas, para presentarnos una visión de la vida que merece mucho nuestra atención. Porque lo hace muy bien.
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