Idioma original: francés
Título original: Les ignorants
Año de publicación: 2011
Traducción: Raúl Martínez
Valoración: sin duda, recomendable
Los ignorantes parte de una idea curiosa pero de lo más eficaz y original en su sencillez: un dibujante de cómics -el propio Étienne Davodeau- le propone a su amigo Richard, viticultor en Anjou, trabajar con él durante una temporada y que le enseñe los secretos del cultivo de la vid y la elaboración del vino; a cambio, él le introducirá en el mundo de la historieta, no sólo dándole a leer cómics y respondiendo a sus preguntas, sino mostrándole cómo funciona el proceso de creación y edición hasta obtener el resultado final: un libro en su caso, una botella de vino en el de su amigo.
He de reconocer que en un principio no estaba demasiado convencido de que me fuera a gustar este libro porque, por una parte, soy bastante refractario a eso que llaman "la cultura del vino" (no al vino en sí, claro) y, por otra, me causa más bien repelús la tendencia, habitualmente masculina, aunque no siempre, a la obsesión por ciertos temas, aunque sean, como en este caso, el vino o los cómics (o los libros, en general... ejem); más aún si quien la sufre es, no sólo vinatero, sino seguidor de la agricultura "biodinámica", como el señor Richard de este libro, desarrollada por los teosofistas Rudolf Steiner y compañía... Además, y aunque me reconozco bastante francófilo (de Francia, no de Franco), no pude evitar una sonrisilla escéptica al ver que el autor había elegido como temas dos de los emblemas de la cultura de su país: el vino y les Bandes Dessinées... sólo faltaban los quesos y las canciones de Patrick Bruel.
Ahora bien, también he de admitir que, una vez que me puse a leerlo, se me olvidaron todas mis reticencias hacia este libro: en él, Davodeau nos cuenta de forma sencilla, amena y entrañable no sólo el proceso de mutuo aprendizaje de Richard y él mismo -el subtítulo de Los ignorantes es Retrato de una iniciación cruzada-, sino, sobre todo, la amistad entre ellos y con otras personas con las que van compartiendo su "aventura"; porque, además de la lectura de cómics y las labores propias del campo -podar, arar, vendimiar, etc.- , los dos amigos hacen visitas a otros viticultores, a toneleros, ferias de vino... Y por otra parte, también se entrevistan con famosos autores de cómics -Jean-Pierre Gibrat, Marc -Antoine Matthieu, Emmanuel Guibert-, visitan una imprenta, la editorial Futuropolis, los festivales de Saint-Malo y Bastia... Sin embargo, creo que el mayor peso del libro se lo lleva la parte vinícola, quizás porque también sea la que más llama la atención al autor, profano en la materia -aunque Davodeau ya ha demostrado su interés y sensibilidad por el mundo agrícola también en otros libros, como El perro bizco y Rural. Crónica de un conflicto-; está claro que el del vino es un mundo que seduce por su complejidad , pero también por cierto carácter aleatorio que le otorga su encanto y que marca la diferencia entre un vino normalito o incluso bueno y otro extraordinario (igual que ocurre en el cómic o la literatura en general, supongo). Además, por supuesto, de sus cualidades organolépticas y... ejem, etílicobolingas.
Al final, y ayudados también, sin duda, por el amable trazo de las ilustraciones de Étienne Davodeau, nos encontramos ante un libro sumamente grato de leer, con unos personajes a los que tomamos cariño y que consigue avivar el interés que se pueda tener antes tanto por el vino como por los cómics o B.-D. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de disfrutar, o aprender a hacerlo mejor, de las cosas buenas que hay en la vida, como el vino, los libros, los blogs de libros (guiño-guiño-codazo), la conversación con los amigos... lo que a cada cual le haga más feliz, que, total, son dos días, y uno está todo cerrado.
También de Étienne Davodeau y reseñados en Un Libro Al Día: El perro bizco
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