Título original: The Blade Artist
Traductor: Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas Rodríguez
Año de publicación: 2016
Valoración: Está bien como novela negra al uso. Recomendable en tanto que ejercicio de género capaz de suscitar preguntas incómodas
El artista de la cuchilla recupera a Frank Begbie, el psicópata de la pandilla de inadaptados de Trainspotting, y lo sumerge en una trama propia de la novela negra más violenta y ácida. Abundan en estas páginas el alcohol, el sexo, la acción, la crueldad e incluso el humor negro, pero también reflexiones en torno a la moralidad o la incapacidad de cambiar sustancialmente (y menos todavía para bien).
Entre las muchas virtudes que le he visto a este texto de Irvine Welsh, destacaría las siguientes:
- Funciona de manera autónoma. En otras palabras: se puede comprender perfectamente aunque no hayas experimentado Trainspotting (o, como es mi caso, apenas recuerdes nada).
- Se lee en un santiamén. No sólo porque su argumento es sumamente adictivo, sus capítulos breves y su prosa dinámica, sino porque uno quiere saber cómo culminará todo.
- Nos interesa Begbie. Es un cabronazo de mucho cuidado que comete actos aberrantes y cuyo egoísmo puede llegar a atragantársenos, pero Welsh logra que comprendamos por qué es así.
- Sus contrastes entre EEUU y Escocia, California y Edimburgo, el pasado y presente de Bedge, la personalidad real de éste y su nueva apariencia (encarnada bajo el nombre de Jim Francis).
- Sus desalentadoras reflexiones. Por ejemplo, aquellas que evidencian la relación que existe entre la pobreza, la marginalidad y el crimen, o las que señalan la vertiente superficial y cínica del arte moderno.
Quizás le veo un par de defectos a la obra:
- En determinadas momentos, uno tiene que suspender la incredulidad en demasía: cuando se nos obliga a aceptar que la estela de destrucción que va dejando Begbie a su paso no lo llega a incriminar, cuando se nos pretende hacer creer que dos gángsters importantes se reunirían con él sin escolta, o cuando se nos ofrecen ciertas motivaciones.
- Algún personaje no encaja del todo en la historia, pues su relevancia nunca acaba de cuajar. Sería el caso, por ejemplo, de Martin Crosby, el agente de Begbie, de Harry Pallister, un policía obsesionado con la mujer de éste último, o de John Dick, el que fuera mentor del protagonista.
En cualquier caso, recomiendo El artista de la cuchilla. Aunque debo advertiros de que el hecho de que un auténtico hijo de puta como Bedge se salga con la suya inquietará a los moralistas, y de que la descarnada violencia de la novela puede llegar a conmocionar a los que tengan un estómago delicado. Pero bueno, conociendo a Welsh, estoy seguro de que esa era su intención.
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