Título original: Els dics
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Hay autores que tienen un estilo inconfundible, que con pocas frases imprimen su sello y dan una muestra evidente de ello. Es el caso de Irene Solà, que con tan solo un par de libros de narrativa publicados uno puede ver clarísimamente en ellos su autoría.
La manera de escribir de Irene Solà es inconfundible. Solo cuatro frases bastan para encontrar nuevamente ese tacto literario que tanto entusiasmó en su última novela publicada «Canto yo y la montaña baila». Porque la historia que cuenta es también coral, con una voz narradora que nos va introduciendo los personajes, uno a uno, presentándolos de una manera constante y específica, indicando «este es...», «este es ...», señalándolos como si sobrevolase la acción. Y esta actitud contemplativa, esta mirada hacia la historia, es acorde al inicio del libro, en el que la autora sitúa la escena inicial en un tejado, contemplando la acción desde una ubicación elevada, pero no superior, no juzgando a sus personajes, sino por encima de todos ellos, viendo las escenas como personajes dispuestos de manera perfectamente delimitada en un escenario que la autora teje a la perfección y donde todos tienen su sitio, su lugar y un encaje en la historia que se mueve en sincronía bajo la batuta que imprime la mano firme, precisa y delicada de Solà.
Tal y como repetiría posteriormente en «Canto yo y la montaña baila», Solà parte de pequeñas historias, algunas entrelazadas y otras no, para hablarnos de la vida cotidiana, de las vidas en los pueblos pequeños, de sus gentes, sus animales, sus costumbres y sus vidas. Del tiempo, de su paso y de su impacto, de la meteorología. Porque aquí también habla la lluvia, aunque no en primera persona, sino que la autora nos la presenta, como un personaje más, como algo que incide también en nuestra vida, o también la presencia de una vaca de nombre Samantha; todos ellos componen la amalgama de pequeños detalles que conforman nuestra existencia e Irene Solà los reúne a todos para mostrarnos lo pequeñas que son nuestras vidas, pero también la importancia de cada uno de los elementos que la constituyen. Porque también hay animales, y plantas y árboles, y naturaleza. Porque en todo el libro hay algo que los engloba a todos: hay vida.
Más allá del estilo, la historia que nos narra en este libro Irene Solà es la historia de Ada, de su vida y sus relaciones, con la familia, con el entorno, con las vidas que suceden también más allá de su realidad tangible, en una ficción en forma de cuentos que escribe e idea, que piensa e imagina, intercalada en la narración conformando, otra vez y a otro nivel, un engranaje narrativo que bordea e imbrica diferentes historias entremezcladas y vinculadas en su realidad, en un paisaje que se mueve entre la ruralidad tan característica de la autora como en grandes ciudades como Florencia o Londres, ubicadas mentalmente como contrapunto al entorno rural al que pertenece. Libro de contrastes, de idas y venidas entre ciudades y entre relaciones, de ficción dentro de la ficción, de realidades e ilusiones. Y los diques, como elemento de contención real o imaginario que controlan y evitan desbordamientos, de los ríos, o de los sentimientos.
Debo decir que es sumamente difícil no comparar este libro con la magnífica obra que es «Canto yo y la montaña baila», y no lo digo únicamente por tratarse de la misma autora, sino porque también estilísticamente son muy parecidos, beben de la misma fuente y se estructuran de manera igualmente fragmentada, aunque enlazadas de manera parecida: Solà juega con las pequeñas historias para construir una novela coral en la que habla de las pequeñas cosas pero que con su lenguaje y enfoque se hacen grandes. En eso se asemeja mucho a su otro libro, pero con diferencias evidentes, no en cuanto a estilo, sino en profundidad argumental e incluso literaria y es que uno podría pensar que este libro fue como un ejercicio de preparación (sin desmerecer su calidad) de su más reciente libro, como si preparara el tapiz, mental, prosístico y estilístico sobre el cual desplegar todo el talento que saldría finalmente en su siguiente novela.
Es probable que este libre guste más al lector si es el primero de la autora que lee que si el orden es el contrario, aunque también leerlos en orden inverso al que fueron publicados sirve, con precisa exactitud, para ver cómo se evoluciona y se autoconstruye la carrera literaria de una inmensa autora. Así, si uno lee primero este libro, puede que le parezca inferior, menos redondo y completo, pero no hay que olvidar que este es el inicio de una carrera literaria de una autora que promete ser brillante. Y como inicio, es más que destacable.
Como peculiaridad, hay algo en este libro que me parece curioso y es observar un cierto paralelismo con el autor Xavier Mas Craviotto en su «La mort lenta»: no únicamente comparten que ambos ganaron recientemente el Premi Documenta (Solà un año antes que Mas Craviotto), sino también la manera en situar la novela en el imaginario del lector, en la presentación de las situaciones, en describir las acciones presentando a los personajes. Craviotto las empezaba con un «imagina a…», y Solà con un «este es...» estableciendo un paralelismo curioso entre dos voces de autores jóvenes y con un estilo prosístico cuidado y preciso nacido de su paso por la poesía. Parece que este estilo gustó al jurado del premio. Claro está, que también a este reseñista.
También de Irene Solà en ULAD: Canto yo y la montaña baila, Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres
La manera de escribir de Irene Solà es inconfundible. Solo cuatro frases bastan para encontrar nuevamente ese tacto literario que tanto entusiasmó en su última novela publicada «Canto yo y la montaña baila». Porque la historia que cuenta es también coral, con una voz narradora que nos va introduciendo los personajes, uno a uno, presentándolos de una manera constante y específica, indicando «este es...», «este es ...», señalándolos como si sobrevolase la acción. Y esta actitud contemplativa, esta mirada hacia la historia, es acorde al inicio del libro, en el que la autora sitúa la escena inicial en un tejado, contemplando la acción desde una ubicación elevada, pero no superior, no juzgando a sus personajes, sino por encima de todos ellos, viendo las escenas como personajes dispuestos de manera perfectamente delimitada en un escenario que la autora teje a la perfección y donde todos tienen su sitio, su lugar y un encaje en la historia que se mueve en sincronía bajo la batuta que imprime la mano firme, precisa y delicada de Solà.
Tal y como repetiría posteriormente en «Canto yo y la montaña baila», Solà parte de pequeñas historias, algunas entrelazadas y otras no, para hablarnos de la vida cotidiana, de las vidas en los pueblos pequeños, de sus gentes, sus animales, sus costumbres y sus vidas. Del tiempo, de su paso y de su impacto, de la meteorología. Porque aquí también habla la lluvia, aunque no en primera persona, sino que la autora nos la presenta, como un personaje más, como algo que incide también en nuestra vida, o también la presencia de una vaca de nombre Samantha; todos ellos componen la amalgama de pequeños detalles que conforman nuestra existencia e Irene Solà los reúne a todos para mostrarnos lo pequeñas que son nuestras vidas, pero también la importancia de cada uno de los elementos que la constituyen. Porque también hay animales, y plantas y árboles, y naturaleza. Porque en todo el libro hay algo que los engloba a todos: hay vida.
Más allá del estilo, la historia que nos narra en este libro Irene Solà es la historia de Ada, de su vida y sus relaciones, con la familia, con el entorno, con las vidas que suceden también más allá de su realidad tangible, en una ficción en forma de cuentos que escribe e idea, que piensa e imagina, intercalada en la narración conformando, otra vez y a otro nivel, un engranaje narrativo que bordea e imbrica diferentes historias entremezcladas y vinculadas en su realidad, en un paisaje que se mueve entre la ruralidad tan característica de la autora como en grandes ciudades como Florencia o Londres, ubicadas mentalmente como contrapunto al entorno rural al que pertenece. Libro de contrastes, de idas y venidas entre ciudades y entre relaciones, de ficción dentro de la ficción, de realidades e ilusiones. Y los diques, como elemento de contención real o imaginario que controlan y evitan desbordamientos, de los ríos, o de los sentimientos.
Debo decir que es sumamente difícil no comparar este libro con la magnífica obra que es «Canto yo y la montaña baila», y no lo digo únicamente por tratarse de la misma autora, sino porque también estilísticamente son muy parecidos, beben de la misma fuente y se estructuran de manera igualmente fragmentada, aunque enlazadas de manera parecida: Solà juega con las pequeñas historias para construir una novela coral en la que habla de las pequeñas cosas pero que con su lenguaje y enfoque se hacen grandes. En eso se asemeja mucho a su otro libro, pero con diferencias evidentes, no en cuanto a estilo, sino en profundidad argumental e incluso literaria y es que uno podría pensar que este libro fue como un ejercicio de preparación (sin desmerecer su calidad) de su más reciente libro, como si preparara el tapiz, mental, prosístico y estilístico sobre el cual desplegar todo el talento que saldría finalmente en su siguiente novela.
Es probable que este libre guste más al lector si es el primero de la autora que lee que si el orden es el contrario, aunque también leerlos en orden inverso al que fueron publicados sirve, con precisa exactitud, para ver cómo se evoluciona y se autoconstruye la carrera literaria de una inmensa autora. Así, si uno lee primero este libro, puede que le parezca inferior, menos redondo y completo, pero no hay que olvidar que este es el inicio de una carrera literaria de una autora que promete ser brillante. Y como inicio, es más que destacable.
Como peculiaridad, hay algo en este libro que me parece curioso y es observar un cierto paralelismo con el autor Xavier Mas Craviotto en su «La mort lenta»: no únicamente comparten que ambos ganaron recientemente el Premi Documenta (Solà un año antes que Mas Craviotto), sino también la manera en situar la novela en el imaginario del lector, en la presentación de las situaciones, en describir las acciones presentando a los personajes. Craviotto las empezaba con un «imagina a…», y Solà con un «este es...» estableciendo un paralelismo curioso entre dos voces de autores jóvenes y con un estilo prosístico cuidado y preciso nacido de su paso por la poesía. Parece que este estilo gustó al jurado del premio. Claro está, que también a este reseñista.
También de Irene Solà en ULAD: Canto yo y la montaña baila, Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres
Aprovecho el espacio que proporcionan los comentarios para añadir que esta novela se traducirá en breve al castellano, primero por parte de una editorial Sudamericana y posteriormente por parte de una editorial española.
ResponderEliminarSaludos
Marc
Hola, Marc:
ResponderEliminarApuntado queda, y a ver si sale pronto la traducción y va a una lista de libros "deseados" que voy a dejar por casa, a ver si me libro este año de Premios Planeta.
Ah, me he leído una mini-reseña de este libro..¡en catalán! Me he enterado de la mitad, pero me ha hecho hasta ilusión, jaja. En euskera, ni eso.
Saludos
Hola, Lupita.
ResponderEliminarCreo que estaba previsto para este otoño, a ver si se mantiene a pesar del COVID.
Acerca de leer en catalán, creo que con calma y una buena actitud (eso último creo que no falta en ti nunca), se puede entender bastante bien. Yo con el euskera tampoco me atrevería, la verdad ;-)
Saludos, y gracias por tu fiel y frecuente participación.
Marc
Las dos novelas de Irene Solà son extraordinarias. No sé si seguirá escribiendo en el futuro, pero yo ya soy devoto suyo. Gracias por reseña, Marc!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Òscar.
ResponderEliminarYo también y, por lo que tengo entendido, sí seguirá escribiendo y creo que hace cierto tiempo que trabaja en un nuevo libro. Por lo que oí en una entrevista, parece que no toma decansos, a la que termina uno ya empieza a pensar en otro sin dejar que la avalancha de entrevistas, promociones etc la “despisten”.
Seguirá, y allí estaremos ;-)
Saludos, y gracias por el elogio a la reseña y por comentar.
Marc
Interesante !!
ResponderEliminarhola a todos.
ResponderEliminarAprovecho este espacio en los comentarios para informaros, a los interesados, que Anagrama lo publicará en castellano este mes de marzo.
Saludos
Marc