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viernes, 28 de agosto de 2020

Theodor Kallifatides: El asedio de Troya


Idioma original: sueco
Título original: Slaget om Troja
Año de publicación: 2018
Valoración: Está bien



No es fácil desarraigarse. Por muy importantes que sean los motivos que obligan a abandonar el lugar de origen, los testimonios indican que el trauma no se resuelve nunca, queda un poso de tristeza, tendencia a la soledad, inadaptación o cualquier otra clase de herida. Me dirán que algunos no sienten esa nostalgia, y es que la clave está en la palabra obligación. Hay quien necesita cambiar de aires, en ese caso lo doloroso sería no moverse del sitio.
Hace poco que supe de este escritor y fue gracias al volumen de memorias titulado Otra vida por vivir. Un texto singular una especie de testamento vital y literario donde el autor hace recuento ante sí mismo y sus lectores de su trayectoria e inquietudes presentes y pasadas. En el mismo sentido habría que entender El asedio de Troya, la novela –si es que puede llamarse así– de un escritor nacido en Grecia, que vive y escribe en Suecia desde hace muchos años, que adoptó el sueco como idioma literario y sigue usando ese vehículo para resucitar los mitos ancestrales de su país de origen. Dos países, idiomas y culturas tan lejanos como es posible, que el autor relaciona, opone y compara. Esa (amable) confrontación entre culturas, difícil de calibrar desde fuera, constituye una de sus señas de identidad, a través de ella, Kallifatides expresa las paradojas de su vida, el eterno rescoldo que mantiene durante las décadas que vivió inmerso en una realidad muy diferente. Ese es uno de los aspectos destacables de El asedio de Troya, que presenta/interpreta/enaltece a Grecia ante los suecos en sueco y desde Suecia. Yo lo veo como autoafirmación, incluso como confidencia en voz alta: “Sabed que yo todo el tiempo he sido este”. Algo así, no sé si me explico.
Queda el otro aspecto fundamental. El asunto (contenido, tópico) que elige el escritor para su particular epifanía es algo tan recurrente en la historia universal como la guerra. Y, a través de ella, la paz. Podríamos hablar entonces de un alegato antibélico, que –siento reconocerlo– resulta algo fallido, pues tanta violencia y dolor puede producir rechazo o todo lo contrario: afición por las escenas macabras. Mientras leía me planteé si un relato tan sencillo, directo y poco sutil podía servir de artefacto didáctico. Pero el mensaje es ambiguo para los muy jóvenes y su desarrollo excesivamente plano para mentes más adultas.
El argumento se desarrolla en dos planos muy alejados en el tiempo: la guerra de Troya, tal como la narró Homero en su Ilíada y un momento muy concreto de la Segunda Guerra Mundial cuyo escenario es un pueblo de Grecia. Estos episodios tienen una extensión mucho más reducida y constituyen la porción novelada del texto. Lo demás no es más que un resumen, más o menos detallado, de esa gran epopeya, donde se echa en falta el lenguaje, la grandeza, la épica, descripciones, momentos dramáticos del original. Pienso yo que, antes de que alguien nos cuente lo que dijo Homero, mejor leemos a Homero. De acuerdo que el autor necesitaba expresarse después de tantos años y que muchos que jamás se acercarían a La Ilíada estarán dispuestos a leer este libro, pero ¡cómo lo diría! En mi opinión sabe a poco, y no una sino dos veces.
Sabe a poco porque las incidencias y escaramuzas de la guerra de Troya nos quedan ya muy lejos, y la guerra sigue y sigue, y los episodios se suceden, y se nos muestran una y otra vez las decisiones de Hector, Paris, Ulises, Aquíles, Menelao y los sentimientos que los guían. Pero de forma paralela palpita el otro relato, el que nos interesa de verdad, y avanzamos en la historia remota con la esperanza de saber más de esa villa griega, de esos vecinos sometidos por un destacamento alemán, de una guerra europea que agoniza, de esa historia de amores cruzados, de las primeras experiencias juveniles.
Día tras día, la profesora va narrando lo que sucedió a griegos y troyanos. Pero las bombas caen, todos tienen que correr al refugio, los invasores maquinan detrás del telón, las miradas se cruzan, y de todo ello no vemos más que el desenlace: los últimos coletazos del terror. Todo sucede fuera de nuestra vista mientras estábamos distraídos escuchando a Homero, pero a quien oímos no es a él sino un eco de sus palabras. Por fin, se produce el vuelco que esperábamos –porque, a grandes rasgos, este otro argumento también nos lo sabíamos– la suerte cambia de manos pero no se nos explica cómo ni por qué, los amores prohibidos por la diferencia de bando o de edad se resuelven entre bambalinas y la vida real queda reducida a un puñado de escenas bastante tópicas, apenas esbozadas y aisladas entre sí que nos dejan bastante fríos. Entendemos las razones del autor, pero querríamos haber leído una auténtica novela, que Kallifatides hubiese conseguido salir de la Grecia clásica y nos hubiese contado una historia.

Del mismo autor: Otra vida por vivir

6 comentarios:

  1. Me ha encantado tu reseña, a pesar de que me gustó mucho este libro por tres razones: no leí el poema de Homero y lo escuché tan atentamente como los niños (ahí creo que Kallifatides a sobrestimado la capacidad de atención de unos chavalines, la verdad). La segunda, porque la historia “principal” me tuvo tan en vilo que me conformé con esas pinceladas. Y la tercera, nada objetiva, porque le tomé cariño al autor cuando leí “Otra vida””. Estoy muy de acuerdo con tu reflexión sobre su forma de “reivindicar” su cultura de origen. No había pensado en ello hasta que te he leído, aunque sí se me pasó por la cabeza la idea de que en Suecia este libro tan mediterráneo debe de sonar mucho más exótico que aquí.

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    1. Perdón, “ha sobreestimado”! 😎

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    2. Hola Irati. Agradezco que valores la reseña aunque estemos tan en desacuerdo esta vez. Yo también entiendo tus razones, y aclaro, por si no me he explicado bien antes, que el libro se puede disfrutar. Lo recomiendo a la gente joven de esa etapa intermedia entre adolescencia y madurez juvenil, también a quien quiera saber lo que cuenta la Ilíada sin leer la Ilíada. Y en general à todo el que se sienta tentado de leerla a pesar de (o gracias a) mi crítica.
      Y sigo con la intriga sobre el Kallifatides novelista, ya que aún no se ha traducido al castellano y no sé si llegará a hacerse. Hace poco he leído un artículo de un escritor o crítico sueco que no le tiene en mucha estima. Dice, con mucha condescendencia, que tuvo mucho mérito hacerse un nombre y ejecutar en sueco toda su obra,pero que ¡vamos! tampoco es que le merezca la pena leerle.

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  2. Gran reseña montuenga.. Mayor Thompson

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  3. ¿Soy una rara si os digo que al final me he quedado con las ganas de saber más de la historia de la maestra? Una delicia de libro.

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