Título original: Slaget om Troja
Año de publicación: 2018
Valoración: Está bien
No es fácil desarraigarse. Por muy importantes que sean los
motivos que obligan a abandonar el lugar de origen, los testimonios indican que
el trauma no se resuelve nunca, queda un poso de tristeza, tendencia a la
soledad, inadaptación o cualquier otra clase de herida. Me dirán que algunos no
sienten esa nostalgia, y es que la clave está en la palabra obligación. Hay quien necesita cambiar
de aires, en ese caso lo doloroso sería no moverse del sitio.
Hace poco que supe de este escritor y fue gracias al volumen de
memorias titulado Otra vida por vivir. Un texto
singular una especie de testamento vital y literario donde el autor hace
recuento ante sí mismo y sus lectores de su trayectoria e inquietudes presentes
y pasadas. En el mismo sentido habría que entender El asedio de Troya, la novela –si es que puede llamarse así– de un
escritor nacido en Grecia, que vive y escribe en Suecia desde hace muchos años,
que adoptó el sueco como idioma literario y sigue usando ese vehículo para
resucitar los mitos ancestrales de su país de origen. Dos países, idiomas y
culturas tan lejanos como es posible, que el autor relaciona, opone y compara.
Esa (amable) confrontación entre culturas, difícil de calibrar desde fuera,
constituye una de sus señas de identidad, a través de ella, Kallifatides
expresa las paradojas de su vida, el eterno rescoldo que mantiene durante las
décadas que vivió inmerso en una realidad muy diferente. Ese es uno de los
aspectos destacables de El asedio de
Troya, que presenta/interpreta/enaltece a Grecia ante los suecos en sueco y
desde Suecia. Yo lo veo como autoafirmación, incluso como confidencia en voz
alta: “Sabed que yo todo el tiempo he sido este”. Algo así, no sé si me
explico.
Queda el otro aspecto fundamental. El asunto (contenido, tópico)
que elige el escritor para su particular epifanía es algo tan recurrente en la
historia universal como la guerra. Y, a través de ella, la paz. Podríamos
hablar entonces de un alegato antibélico, que –siento reconocerlo– resulta algo
fallido, pues tanta violencia y dolor puede producir rechazo o todo lo
contrario: afición por las escenas macabras. Mientras leía me planteé si un relato tan sencillo, directo
y poco sutil podía servir de artefacto didáctico. Pero el mensaje es ambiguo para
los muy jóvenes y su desarrollo excesivamente plano para mentes más adultas.
El argumento se desarrolla en dos planos muy alejados en el
tiempo: la guerra de Troya, tal como la narró Homero en su Ilíada y un momento muy concreto de la Segunda Guerra Mundial cuyo
escenario es un pueblo de Grecia. Estos episodios tienen una extensión mucho
más reducida y constituyen la porción novelada del texto. Lo demás no es más
que un resumen, más o menos detallado, de esa gran epopeya, donde se echa en
falta el lenguaje, la grandeza, la épica, descripciones, momentos dramáticos
del original. Pienso yo que, antes de que alguien nos cuente lo que dijo
Homero, mejor leemos a Homero. De acuerdo que el autor necesitaba expresarse
después de tantos años y que muchos que jamás se acercarían a La Ilíada estarán dispuestos a leer este
libro, pero ¡cómo lo diría! En mi opinión sabe a poco, y no una sino dos veces.
Sabe a poco porque las incidencias y escaramuzas de la guerra de
Troya nos quedan ya muy lejos, y la guerra sigue y sigue, y los episodios se suceden,
y se nos muestran una y otra vez las decisiones de Hector, Paris, Ulises, Aquíles,
Menelao y los sentimientos que los guían. Pero de forma paralela palpita el
otro relato, el que nos interesa de verdad, y avanzamos en la historia remota
con la esperanza de saber más de esa villa griega, de esos vecinos sometidos por
un destacamento alemán, de una guerra europea que agoniza, de esa historia de
amores cruzados, de las primeras experiencias juveniles.
Día tras día, la profesora va narrando lo que sucedió a griegos y
troyanos. Pero las bombas caen, todos tienen que correr al refugio, los
invasores maquinan detrás del telón, las miradas se cruzan, y de todo ello no
vemos más que el desenlace: los últimos coletazos del terror. Todo sucede fuera
de nuestra vista mientras estábamos distraídos escuchando a Homero, pero a
quien oímos no es a él sino un eco de sus palabras. Por fin, se produce el
vuelco que esperábamos –porque, a grandes rasgos, este otro argumento también
nos lo sabíamos– la suerte cambia de manos pero no se nos explica cómo ni por
qué, los amores prohibidos por la diferencia de bando o de edad se resuelven
entre bambalinas y la vida real queda reducida a un puñado de escenas bastante
tópicas, apenas esbozadas y aisladas entre sí que nos dejan bastante fríos. Entendemos
las razones del autor, pero querríamos haber leído una auténtica novela, que Kallifatides
hubiese conseguido salir de la Grecia clásica y nos hubiese contado una
historia.
Me ha encantado tu reseña, a pesar de que me gustó mucho este libro por tres razones: no leí el poema de Homero y lo escuché tan atentamente como los niños (ahí creo que Kallifatides a sobrestimado la capacidad de atención de unos chavalines, la verdad). La segunda, porque la historia “principal” me tuvo tan en vilo que me conformé con esas pinceladas. Y la tercera, nada objetiva, porque le tomé cariño al autor cuando leí “Otra vida””. Estoy muy de acuerdo con tu reflexión sobre su forma de “reivindicar” su cultura de origen. No había pensado en ello hasta que te he leído, aunque sí se me pasó por la cabeza la idea de que en Suecia este libro tan mediterráneo debe de sonar mucho más exótico que aquí.
ResponderEliminarPerdón, “ha sobreestimado”! 😎
EliminarHola Irati. Agradezco que valores la reseña aunque estemos tan en desacuerdo esta vez. Yo también entiendo tus razones, y aclaro, por si no me he explicado bien antes, que el libro se puede disfrutar. Lo recomiendo a la gente joven de esa etapa intermedia entre adolescencia y madurez juvenil, también a quien quiera saber lo que cuenta la Ilíada sin leer la Ilíada. Y en general à todo el que se sienta tentado de leerla a pesar de (o gracias a) mi crítica.
EliminarY sigo con la intriga sobre el Kallifatides novelista, ya que aún no se ha traducido al castellano y no sé si llegará a hacerse. Hace poco he leído un artículo de un escritor o crítico sueco que no le tiene en mucha estima. Dice, con mucha condescendencia, que tuvo mucho mérito hacerse un nombre y ejecutar en sueco toda su obra,pero que ¡vamos! tampoco es que le merezca la pena leerle.
Gran reseña montuenga.. Mayor Thompson
ResponderEliminarMuchas gracias Thompson!
ResponderEliminar¿Soy una rara si os digo que al final me he quedado con las ganas de saber más de la historia de la maestra? Una delicia de libro.
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