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miércoles, 15 de abril de 2020

António Lobo Antunes: De la naturaleza de los dioses

Idioma original: portugués
Título original: Da natureza dos deuses
Traductor: Antonio Sáez Delgado
Año de publicación: 2015
Valoración: está bien / recomendable para fans

No soy precisamente sospechoso de tenerle manía a Lobo Antunes: he reseñado ya media docena de obras suyas en este blog, incluida mi favorita, El esplendor de Portugal, llegué a entrevistarle para El Correo de Bilbao en su propia casa, y cada año cuando hacemos apuestas al Premio Nobel su nombre figura en mi terna de favoritos (en el sentido de que quiero que gane, y de que creo que puede ganar). Así que desde el respeto y la admiración profunda creo que puedo permitirme decir esto: António, deberías escribir menos. Y con "escribir menos" me refiero a dos cosas: en primer lugar, escribir menos libros, y en segundo lugar, escribir libros más cortos.

Escribir menos libros: si buscamos la lista de publicaciones de Lobo Antunes en los últimos años, vemos que va casi a novela por año (ha fallado el 2019, curiosamente). Entiendo que por una parte hay que vivir de algo, y por otra la máquina creativa que este señor tiene en la cabeza no parece pararse nunca. Pero esa sobreabundancia de novelas, me parece, hace que escriba ya con el piloto automático puesto, o dicho en otras palabras, que siempre escriba la misma novela cambiándole algunos personajes y escenarios.

En el caso de De la naturaleza de los dioses se trata de reconstruir (o "deconstruir", según cómo se mire) la historia de una familia de la alta burguesía lisboeta, encerrada en su mansión de Cascais y dominada por la omnipresente figura del patriarca (autoritario, machista, impotente, cruel, decadente) a través de las memorias de varios personajes interrelacionados; en Para aquela que está sentada no escuro à minha espera, quien reflexionaba sobre su vida era una anciana actriz en decadencia; en Sobre los ríos que van era el propio Lobo Antunes quien, de forma más autobiográfica, se sumergía en el torbellino de sus propias memorias,fundamentalmente de su infancia y de su relación con su padre. A estos temas comunes (el retorno a la infancia vista desde la vejez, la memoria como narración, la decadencia física y mental) se une, en otras obras, el trauma aún aparentemente vivo de la guerra de Angola y la descolonización, que en De la naturaleza de los dioses solo aparece de forma más implítica y secundaria.

Escribir libros más cortos: porque estas obras están escritas con el ya inconfundible estilo loboantunesiano (¿loboantunesino?), que mezcla el stream of consciousness de uno o varios personajes (con sus asociaciones aparentemente arbitrarias, sus saltos en el tiempo y en el espacio, sus dislocaciones sintácticas y semánticas), con diálogos fragmentarios, que en realidad son también más recuerdos de diálogos pasados que diálogos en sí mismos (y que muchas veces se repiten, como leti motiv traumáticos para los personajes). También porque el mundo creativo de Lobo Antunes es un mundo terriblemente árido y cruel, particularmente con las mujeres; es desasosegante leer centenares y centenares de páginas donde solo hay desprecio y humillación y violencia y frialdad, sin ningún espacio para la ternura, el afecto, la solidaridad, el humor o la esperanza.

Y aunque esta técnica narrativa produce efectos estéticos deslumbrantes, verdaderamente únicos, es también tremendamente exigente para el lector, que recibe un bombardeo de anécdotas, detalles, frases, imágenes y escenas que debe intentar asociar, en la medida de lo posible, a los personajes, tiempos y espacios ciertos. O quizás lo que se pretende es lo contrario, que el lector se pierda en la maraña de voces, y acabe por asumir que está leyendo la memoria de una mente-colmena, que abarca todos los momentos y lugares de la historia con una sola mirada. Sea una u otra cosa lo que se espera del lector (reconstruir o deconstruir la narración), el esfuerzo es muy grande y, seamos sinceros, muchas veces improductivo, porque no todas las páginas son geniales ni todas son necesarias para dar sentido a la obra.

Ya sé que habrá quien lea esto y se lleve las manos a la cabeza: ¡leer no tiene que ser fácil! ¡Una buena novela requiere un esfuerzo del lector! Y estoy de acuerdo, en general, en que no se debe ser facilitista y recomendar solo a los Dan Browns y Pérez Revertes de la vida; pero también creo que la literatura debe existir para ser leída y disfrutada, no sufrida, y los seres humanos tenemos nuestros límites (de atención, de concentración, de memoria). El mismo efecto estético, el mismo resultado narrativo, creo, concentrando la prosa y reduciendo el número de micro-historias incluidas en el texto. Una dosis más concentrada de la misma medicina (amarga, por otra parte) se consumiría mejor, y quizás hasta fuera más efectiva.

No se trata, naturalmente, de que De la naturaleza de los dioses sea una mala novela: Lobo Antunes, diría yo, es incapaz de escribir una mala novela. Pero creo que disfrutarla de verdad, solo la disfrutarán sus fans ya incondicionales, los que estén habituados a su estilo y a su universo y no se cansen nunca de él. Para los demás, incluso para admiradores como yo, acaba siendo un ejercicio algo repetitivo de maestría estilística, brillante pero agotador.

Otras obras de Antonio Lobo Antunes en ULAD.

11 comentarios:

  1. Hace años y durante bastante tiempo Babelia/El País estuvo publicando, como cierre del suplemento cultural, unos relatos de Lobo Antunes que se encabezaban bajo el título de "Crónicas". Eran cuentos cortos, de tono intimista y escritos con un estilo muy singular. Se publicaban también en un periódico portugués (y quizá en otros medios). Me aficioné a estas lecturas, de modo que no dejé de leer ni una sola de sus "crónicas".

    Más tarde intenté leer sus novelas, y aquí sin embargo no hallé lo que buscaba. Empecé por "Qué haré cuando todo arde" y se me hizo ininteligible. O sea, la novela estaba escrita con el estilo original, genuino y único de Lobo Antunes, pero la historia se me hizo indescifrable. Finalmente abandoné su lectura, que es quizá lo peor que puede pasarle una obra literaria (o sea, no que no sea leída; sino que, empezada a leer, se abandone a medias).

    Le he dado alguna oportunidad más (como "Yo he de amar una piedra"), pero al final me parece que todas las novelas de Lobo Antunes adolecen del mismo defecto. Algo que yo llamaría "el estilo por el estilo".

    Creo que el estilo literario es muy importante para un escritor (encontrar su lenguaje singular: su propia voz), pero quien escribe una novela debe aspirar (y procurar) que lo narrado sea entendido por el lector.

    No me gusta leer textos que no comprendo. Es verdad que en poesía es posible (piénsese en el surrealismo de Lorca) dejar de lado el pensamiento y entregarse a (o "dejarse llevar por") lo que las palabras y las imágenes (su encadenamiento, su sucesión, su música...) evocan y sugieren. Pero en narrativa no creo que esto sea posible, ni acertado, ni aconsejable.

    Sandra Suárez

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  2. "lo peor que puede pasarle A una obra literaria" (quise escribir)

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  3. Sandra Suarez, yo te invitaría a que leyeras primero "El orden natural de las cosas" o "la muerte de Carlos Gardel". Lo demás viene rodado...
    Saludos.

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  4. Juan Carlos Calderón15 de abril de 2020, 16:13

    Yo me declaro totalmente fanático de la obra de Lobo Antunes, pero estoy de acuerdo en que, a mi parecer, alguna de sus novelas ganaría si fuera más corta.
    Llega un punto en el que se multiplican de tal manera las voces presentes en la novela que uno sufre por tal de recomponer el puzzle narrativo. Aunque con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que esas novelas se deben leer (al menos en mi caso) sin tener muy presente la trama, pues, en el caso de haberla, ésta es tan hermética y se narra de forma tan -intencionalmente- deslavazada que es inútil preocuparse por seguir atando cabos.

    A las recomendaciones anteriores yo añadiría:
    En el culo del mundo (su segunda novela) y Buenas tardes a las cosas de aquí abajo.

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  5. Para quien no tenga el gusto de conocerlo, aquí va una "crónica" de Lobo Antunes, de ésas a las que Sandra se refería:

    EL RELOJ (António Lobo Antunes)

    En la mesa en la que escribo, el reloj de mi bisabuelo. Es una herradura vertical, de metal dorado, sobre un rectángulo de mármol. En el extremo de la herradura una cabeza de caballo. El freno del caballo forma un ángulo, a modo de anzuelo, que sujeta el reloj esférico, de metal dorado también, con un cristal convexo. Mi bisabuelo era médico y le habrá regalado el reloj algún paciente agradecido. Hasta su muerte mi abuelo, su yerno, lo tuvo siempre en su escritorio. Ahora está aquí conmigo, frente a mí, dando la hora con más de un siglo. De mi bisabuelo conozco fotos, unos cuantos episodios, algunos artículos científicos. Enfermo de cáncer, se suicidó de un tiro en la cabeza en mil novecientos dieciocho. Andaba por los cincuenta y cinco años, se llamaba Alfredo dos Santos Figueiredo, y mi padre cuenta que se acuerda de cuando lo alzaron en brazos para que besase el cadáver en el ataúd. Las agujas del reloj no se pararon nunca. Ha de llegar el momento en que yo pare. Las agujas del reloj seguirán moviéndose. En el freno en forma de anzuelo una doble llave: la punta más gruesa da cuerda al mecanismo, la más fina ajusta las agujas. Las once y seis en este momento. ¿De un día mío? ¿De un día de mi bisabuelo? ¿Qué marcarían las agujas cuando se acercó las pistolas a las sienes, ya que se mató con un arma en cada mano? Parece que fue a última hora de la tarde. ¿O a última hora de la mañana? Soy nieto de su única hija y dicen que me parezco físicamente a él. ¿Cuál de nosotros escribe esto? Iba en coche a visitar a los pacientes, atendía consultas en la farmacia que en aquella época se escribía Pharmacia. Cincuenta y cinco años: prácticamente mi edad ahora. ¿Cómo lo llamaría si viniese aquí? ¿Doctor? ¿Bisabuelo? ¿Nada? Si, por ejemplo, con su palma en mi hombro me preguntase

    -¿Tú quién eres?

    ¿le respondería

    -Su nieto?

    ¿respondería

    -El nieto de su hija Eva?

    (SIGUE)

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  6. (CONTINUACIÓN)

    ¿me quedaría callado mirando su cara seria, triste, la cara de las fotos en las que nunca sonreí? Miro el reloj que debe de haber mirado muchas veces, pienso en sus facciones atribuladas y graves. Ni sus brazos conozco: por debajo del comienzo del pecho, la fotografía se acaba y él no existe. Tal vez ninguno de nosotros existe, pero existe el reloj. Once y dieciocho de la noche y mis dedos en la herradura, en el caballo. ¿Dónde están los suyos? Preguntas y preguntas, la ventana abierta y los árboles iluminados por las farolas de la calle. El sosiego de las ramas, el misterio de las ramas, hojas que brillan. Estoy solo aquí, en esta mesa muy alta, con un banco muy alto, en la que puedo escribir de pie. Me gusta escribir de pie. El nieto al que obligaron a besarlo y conserva de ese episodio una impresión horrenda es un hombre viejo ahora, a quien se le está acabando la salud. Parece que se fuera quedando desierto por dentro, en el interior de sus facciones devastadas. El reloj once y veintiséis, intacto. La esfera de metal dorado se balancea a una leve presión del meñique. Flota una especie de angustia en esta crónica, algo que oprime en el corazón del corazón. ¿Por cuál de nosotros? Las hojas brillan más en este momento. La estilográfica vacila y luego continúa. Las frases se juntan solas, no les hago falta. Tantas cosas que no sé. Me gustaría haberlo conocido, me gustaría haber compartido su afecto. Me llamo António como su yerno, hago libros, hay ocasiones en las que me siento muy abatido. Estoy aprendiendo a disimular. ¿Soy capaz? ¿No soy capaz? Hoy tenemos la misma edad, señor. Quien se quede un día con el reloj, ¿pensará en nosotros? ¿De qué nos servirá en el caso de que piense en nosotros? A falta de algo mejor, espero que el reloj sea eterno. Es gracioso que me sienta tan conmovido. ¿En nombre de qué? Dos pistolas. Sólo disparó la del lado izquierdo. La carta en la que pedía disculpas por haberse matado estaba manchada con su sangre, la letra se iba volviendo incomprensible, al final puros borrones. ¿Suyos? ¿Míos? Estoy en Benfica, donde usted se suicidó. Otra Benfica. Me duele lo que me resta de la suya en la memoria. Entonces me viene a la cabeza la sonrisa de mi tía Bia y sonrío yo también. Por amor a ella. Y un poco, por extraño que parezca, por amor a usted. Once y cuarenta y cuatro. Por amor a nosotros. Como la sangre que no quedó en la carta sigue en mis venas, seguramente por amor a nosotros.

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  7. Para mí el mejor Antunes es el de En el culo del mundo. Un libro que me fascina, ese estilo de Antunes es magistral. En cambio sus novelas, en las que le da voz a otros personajes, me pierden como lector. El Antunes de sus primeros libros tiene un techo al que no se si alguien le pueda llegar en cuanto a estilo. El Antunes de las novelas recientes apenas logra tener lapsos de ese estilo.

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  8. ¡Muchas gracias a todos por los comentarios!

    Obviamente Lobo Antunes es un escritor que crea seguidors, porque es realmente único, pero también pierde lectores por el camino con ese estilo tan hermético que mencionabais. Yo también recomiendo sobre todo sus primeras novelas, en las que creo que todavía tenía clara la intención de contar una historia, más allá de la construcción de voces y de los alardes de estilo. Las crónicas, mucho más accesibles, también son una buena forma de aficionarse al autor (gracias, Rafael, por dar un ejemplo tan bonito).

    Es probable que siga leyendo a este autor en el futuro, pero para ir rellenando los huecos que me quedan de sus novelas iniciales más que para leer las que siga publicando, que me temo que me decepcionarían...

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  9. Yo también he leído solamente "Os Cus de Judas" y me impresionó. Lo intenté con "Memória de elefante" y no conseguí avanzar. Es evidente que su narración hipnotiza, pero, al menos yo, tendría que leerlo por el placer de disfrutar con su estilo. Intuyo que si no eres portugués y de cierta edad para conocer de qué habla, te debes de perder muchas cosas.

    La crónica que ha copiado Rafael... Magistral.

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  10. Gran reseña Santi. Me quedo con el primer comentario he leído artículos pero libros no pero el personaje de lobo me interesó médico militar.. Angola Portugal.. Relación con padre. Mayor Thompson

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  11. Lobo Antunes no es un escritor fácil, no hace concesiones. Ni falta que hace, ¿las hacen K. Oé, G. Grass, Kafka, Hrabal? No señores. Las hacen escritores de segunda, preocupados por agradar a su público y por ganarse la vida con las ventas (aspiraciones nobles y legítimas también).

    Antunes es fiel a sí mismo hasta el extremo, transluce una brillante inteligencia en cada frase y, pese a las opiniones despistadas que bogan en contra, construye libros coherentes (cuando quiere, y si no lo desea, construye ejercicios de estilo y reflexión).

    "En el culo del mundo" es uno de los más lúcidos e implacables testimonios de guerra que jamás haya leído. Y he leído unos cuantos. "Las naves" da cuenta de los retornados a Portugal tras la independencia de Angola. "Manual de inquisidores" narra el auge y caída de un cacique portugués en el S. XX. "Acerca de los pájaros" nos sume en el extravío de una familia desorientada. Y suma y sigue. No es cierto que sus libros sean escribir (¡con qué maestría!) por escribir. Quien opine lo contrario, tenga la bondad de explicarme las virtudes ajenas al estilo de "El otoño del patriarca" de García Márquez (grandísimo libro), o de "Rayuela" de Cortázar (éste, sin embargo, nunca me atrapó, justamente porque es un ejercicio estilístico sin rumbo que yo atinase a vislumbrar).

    Quien no quiera, que no lo lea, pero me parece absurdo postular que un escritor debería escribir menos: ¿cuánto exactamente debería escribir? Pese a esto, me ha gustado la crítica de la que esta nota mía trae causa.

    Cualquier libro de Lobo Antunes está cómodamente muy por encima de la media literaria de cualquier momento y lugar.

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