Título original: Killers of the Flower Moon
Traducción: Luis Murillo Fort
Año de publicación: 2017
Valoración: bastante recomendable
A lo largo de la historia, se han escrito grandes novelas ubicadas en el género del true crime. Novelas que van más allá de la frecuente y temida etiqueta de basada en hechos reales (que uno nunca sabe hasta qué punto se asemejan a los hechos en cuestión), pues estas describen con exactitud y meticulosidad historias de crímenes sucedidos y dejan totalmente de lado cualquier tentación de ficcionarlos. En este género nos podemos encontrar con grandes clásicos como «A sangre fría», de Truman Capote, también «El adversario», de Emmanuel Carrère, o más recientemente la novela que nos ocupa.
Pongámonos en situación: Oklahoma, 1921, territorio poblado por la tribu de los Osage, un pueblo expulsado, por parte del gobierno, de su antiguo asentamiento en Kansas y al que ubicaron en Oklahoma, territorio árido, estéril y, aparentemente, sin ninguna posibilidad de ser explotado económicamente. Pero las cosas fueron algo diferentes a las previstas y resultó que la zona donde los Osage fueron emplazados y, en consecuencia, proclamados dueños de esas tierras, era un territorio que ocultaba uno de los mayores yacimientos petrolíferos de los EUA. De esta manera, la tribu de los Osage, anteriormente pobre y maltratada, pasó a ser en poco tiempo el pueblo más rico en renta per cápita del país, gracias al dinero que cobraban de manos de las empresas prospectoras a través de acordar con ellas licencias de explotación. Y claro, ¿qué ocurre cuando una tribu menospreciada por la sociedad pasa a ser más rica que sus vecinos blancos, dominantes y supremacistas? Que surgen las envidias, los recelos, los intereses y, en este caso, también los crímenes.
Porque la novela empieza fuerte y vemos cómo, en medio de tan comprometida situación racial y económica, aparecen los cadáveres de dos acaudalados indios de treinta y pico años de edad (no hago spoilers, este hecho ocurre justo al principio). Tenemos por tanto fallecidos, con claros indicios de asesinato, tenemos conflicto racial, una patrulla ciudadana que augura de todo menos profesionalidad e imparcialidad, un sheriff que simpatiza con delincuentes, corruptos y maleantes (estamos no plena ley seca, y la elaboración y comercio de alcohol en clandestinidad era habitual y lucrativa) y un autor que sabe cómo gestionar el tempo, exponer los hechos, y mantenernos en vilo. Los ingredientes perfectos para una novela de la que no despegar la vista hasta haberla devorado.
Con este punto de partida, vemos como la sucesión de muertes de miembros de la tribu Osage empieza a ser motivo de preocupación entre sus gentes, cada vez más conscientes de las envidias que causan por su situación económica y porque, en el fondo, molestan en una zona habitada en su mayoría y gobernada por gente blanca que esgrime una pretendida superioridad racial hasta el punto en que los miembros de la tribu necesitan un tutor blanco para gestionar sus gastos. Y las autoridades tampoco parecen muy interesadas en esclarecer lo sucedido, contando además con la connivencia periodística que ayuda a aumentar un rencor y recelo hacia los Osage. Y, en todo este caso judicial y policial, aparece e interviene en la investigación de los sucesos un recién formado FBI, una organización con grandes claroscuros bajo la sombra de su creador John Edgar Hoover.
Como en todo true crime, hay que equilibrar perfectamente la aportación de información real con el ritmo de la narración y, a pesar de que en el inicio uno teme que esta sea una lectura inundada de datos, y más aun viendo la gran cantidad de anotaciones (que, con sabia decisión, se encuentran al final del libro), el autor sabe calibrar perfectamente este aporte y encontrar el equilibrio, pues parece que la principal función de proporcionar esas referencias es dar credibilidad a su relato. Porque estamos delante de un caso real y claro, hay que aportar datos e información contrastada, pero el autor es hábil en este aspecto y no abusa de ello, sino que teje una historia muy interesante, que más allá de la investigación del caso nos hace partícipes de las dificultades y vicisitudes de una pudiente tribu ubicada en medio de un territorio con mayoría blanca, con los pertinentes recelos y tiranteces entre los miembros de ambas comunidades. Además, intercalando la propia investigación de las muertes acontecidas, el autor introduce pinceladas de la historia de los Osage y las diferentes circunstancias que les llevaron a realizar numerosos éxodos (circunstancias donde el hombre blanco les expulsaba de sus tierras, básicamente). Estos fragmentos de narración son también interesantes pues nos acercan a una mirada más realista sobre lo sucedido con los nativos (algo parecido a lo que ya hizo Philipp Meyer en «El hijo») y nos alejan del habitual relato de blancos buenos e indios malos (expuesto también el «El origen de los otros», de Toni Morrison).
David Grann conduce con maestría la narración, e introduce, en paralelo al propio caso, interesantes pinceladas sobre la creación y formación del FBI, con sus evidentes luces, sombras y corruptelas. El ritmo narrativo de la novela es alto, y a medida que uno entra en la historia se ve totalmente atrapado por ese entramado de medias verdades, pistas poco fiables e información que lleva tiempo escondida bajo un manto de ocultos intereses. La información es proporcionada con destreza, de manera progresiva y sin contener demasiado un avance que uno agradecería más rápido, no por falta de ritmo sino porque la historia, en la segunda mitad del libro, te mantiene totalmente absorto y con deseos de llegar a su desenlace.
Por todo ello, este libro es un claro ejemplo de cómo mantener la tensión en una novela de true crime, nutrido de muchas referencias para evidenciar la veracidad del relato, pero sin entorpecer para nada la lectura. La historia descrita sirve, no únicamente para conocer una historia de asesinatos en plena formación del FBI de Hoover, sino para ver cómo los intereses económicos, el racismo, la parcialidad jurídica, el poder social y económico y la corrupción pueden irrumpir y dificultar la resolución de un caso de resultado muy evidente a ojos del lector.
Si mi valoración del libro no es aún más positiva, no es porque lo narrado no sean interesante, al contrario, sino porque creo que la complejidad de la trama con sus diferentes frentes abiertos demandaba un libro más extenso, que hubiera permitido, además de tratar el caso, profundizar en la corrupción y zonas turbias de los inicios del FBI que el libro apunta e insinúa, pero sin llegar a detallar de manera suficiente. Ese deseado mayor volumen de páginas hubiera contribuido a dar mayor contundencia y redondez a un libro ya de por sí interesante por lo que relata, pero también por lo que sugiere: un país donde los intereses económicos y políticos chocan directamente con la libertad y los derechos de sus habitantes.
Pongámonos en situación: Oklahoma, 1921, territorio poblado por la tribu de los Osage, un pueblo expulsado, por parte del gobierno, de su antiguo asentamiento en Kansas y al que ubicaron en Oklahoma, territorio árido, estéril y, aparentemente, sin ninguna posibilidad de ser explotado económicamente. Pero las cosas fueron algo diferentes a las previstas y resultó que la zona donde los Osage fueron emplazados y, en consecuencia, proclamados dueños de esas tierras, era un territorio que ocultaba uno de los mayores yacimientos petrolíferos de los EUA. De esta manera, la tribu de los Osage, anteriormente pobre y maltratada, pasó a ser en poco tiempo el pueblo más rico en renta per cápita del país, gracias al dinero que cobraban de manos de las empresas prospectoras a través de acordar con ellas licencias de explotación. Y claro, ¿qué ocurre cuando una tribu menospreciada por la sociedad pasa a ser más rica que sus vecinos blancos, dominantes y supremacistas? Que surgen las envidias, los recelos, los intereses y, en este caso, también los crímenes.
Porque la novela empieza fuerte y vemos cómo, en medio de tan comprometida situación racial y económica, aparecen los cadáveres de dos acaudalados indios de treinta y pico años de edad (no hago spoilers, este hecho ocurre justo al principio). Tenemos por tanto fallecidos, con claros indicios de asesinato, tenemos conflicto racial, una patrulla ciudadana que augura de todo menos profesionalidad e imparcialidad, un sheriff que simpatiza con delincuentes, corruptos y maleantes (estamos no plena ley seca, y la elaboración y comercio de alcohol en clandestinidad era habitual y lucrativa) y un autor que sabe cómo gestionar el tempo, exponer los hechos, y mantenernos en vilo. Los ingredientes perfectos para una novela de la que no despegar la vista hasta haberla devorado.
Con este punto de partida, vemos como la sucesión de muertes de miembros de la tribu Osage empieza a ser motivo de preocupación entre sus gentes, cada vez más conscientes de las envidias que causan por su situación económica y porque, en el fondo, molestan en una zona habitada en su mayoría y gobernada por gente blanca que esgrime una pretendida superioridad racial hasta el punto en que los miembros de la tribu necesitan un tutor blanco para gestionar sus gastos. Y las autoridades tampoco parecen muy interesadas en esclarecer lo sucedido, contando además con la connivencia periodística que ayuda a aumentar un rencor y recelo hacia los Osage. Y, en todo este caso judicial y policial, aparece e interviene en la investigación de los sucesos un recién formado FBI, una organización con grandes claroscuros bajo la sombra de su creador John Edgar Hoover.
Como en todo true crime, hay que equilibrar perfectamente la aportación de información real con el ritmo de la narración y, a pesar de que en el inicio uno teme que esta sea una lectura inundada de datos, y más aun viendo la gran cantidad de anotaciones (que, con sabia decisión, se encuentran al final del libro), el autor sabe calibrar perfectamente este aporte y encontrar el equilibrio, pues parece que la principal función de proporcionar esas referencias es dar credibilidad a su relato. Porque estamos delante de un caso real y claro, hay que aportar datos e información contrastada, pero el autor es hábil en este aspecto y no abusa de ello, sino que teje una historia muy interesante, que más allá de la investigación del caso nos hace partícipes de las dificultades y vicisitudes de una pudiente tribu ubicada en medio de un territorio con mayoría blanca, con los pertinentes recelos y tiranteces entre los miembros de ambas comunidades. Además, intercalando la propia investigación de las muertes acontecidas, el autor introduce pinceladas de la historia de los Osage y las diferentes circunstancias que les llevaron a realizar numerosos éxodos (circunstancias donde el hombre blanco les expulsaba de sus tierras, básicamente). Estos fragmentos de narración son también interesantes pues nos acercan a una mirada más realista sobre lo sucedido con los nativos (algo parecido a lo que ya hizo Philipp Meyer en «El hijo») y nos alejan del habitual relato de blancos buenos e indios malos (expuesto también el «El origen de los otros», de Toni Morrison).
David Grann conduce con maestría la narración, e introduce, en paralelo al propio caso, interesantes pinceladas sobre la creación y formación del FBI, con sus evidentes luces, sombras y corruptelas. El ritmo narrativo de la novela es alto, y a medida que uno entra en la historia se ve totalmente atrapado por ese entramado de medias verdades, pistas poco fiables e información que lleva tiempo escondida bajo un manto de ocultos intereses. La información es proporcionada con destreza, de manera progresiva y sin contener demasiado un avance que uno agradecería más rápido, no por falta de ritmo sino porque la historia, en la segunda mitad del libro, te mantiene totalmente absorto y con deseos de llegar a su desenlace.
Por todo ello, este libro es un claro ejemplo de cómo mantener la tensión en una novela de true crime, nutrido de muchas referencias para evidenciar la veracidad del relato, pero sin entorpecer para nada la lectura. La historia descrita sirve, no únicamente para conocer una historia de asesinatos en plena formación del FBI de Hoover, sino para ver cómo los intereses económicos, el racismo, la parcialidad jurídica, el poder social y económico y la corrupción pueden irrumpir y dificultar la resolución de un caso de resultado muy evidente a ojos del lector.
Si mi valoración del libro no es aún más positiva, no es porque lo narrado no sean interesante, al contrario, sino porque creo que la complejidad de la trama con sus diferentes frentes abiertos demandaba un libro más extenso, que hubiera permitido, además de tratar el caso, profundizar en la corrupción y zonas turbias de los inicios del FBI que el libro apunta e insinúa, pero sin llegar a detallar de manera suficiente. Ese deseado mayor volumen de páginas hubiera contribuido a dar mayor contundencia y redondez a un libro ya de por sí interesante por lo que relata, pero también por lo que sugiere: un país donde los intereses económicos y políticos chocan directamente con la libertad y los derechos de sus habitantes.
Hola Marc:
ResponderEliminarBuena reseña de un libro interesante. Respecto de la creación del FBI y su fundador hay una película dirigida por Clint Eastwood que está bastante bien.
Saludos
Gracias, Gabriel.
ResponderEliminar¡Cierto, con Di Caprio! Me quedó pendiente ver la película que mencionas. Tendré que ponerme a ello, más aún si la recomiendas.
Saludos, y gracias por comentar la reseña.
Marc
¡Pintaza que tiene esto!
ResponderEliminarHola, Juan, ¡así es! Es un libro muy interesante.
ResponderEliminarSaludos, compañero.
Marc
A mi me gustó creo que más. Una mayor extensión no tengo claro que sirviera ya que hay tantas aristas que desarrollar que ralentizaría la trama. Personalmente, la parte económica y social me parecía interesantísima y totalmente desconocida.
ResponderEliminarGran reseña
Hola, Mienstrasleo. Respecto a lo que comentas, es posible que una mayor extensión diluya o ralentice la trama, pero me hubiera gustado verlo ;-) Y cierto, la parte económica y social es otro de los puntos fuertes de la obra, y dice mucho (o muy poco) de la mentalidad, derechos y costumbres de la sociedad estadounidense de hace un siglo.
ResponderEliminarAprovecho desde aquí para recomendar a los lectores tu blog, para mí es de visita obligada.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc
Encontré la reseña interesante y me lo estoy leyendo. Me encanta.
ResponderEliminarGracias
Hola, Montse. Me alegro que la reseña te animara a leer el libro y que lo estés disfrutando.
ResponderEliminarGracias a ti por comentar.
Saludos
Marc