Título original: Canto jo i la muntanya balla
Traducción: Concha Cardeñoso
Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable
De un tiempo a esta parte, ha ido aumentando el recelo sobre los premios literarios, pues en ocasiones la calidad de la obra premiada no parece merecedora de tal reconocimiento. No sería el caso del libro que nos ocupa, pues «Canto yo y la montaña baila» atesora la calidad suficiente para haber ganado el “Premi Llibres Anagrama 2019” y es un reconocimiento justo a una autora que, pese a su juventud, tiene un talento narrativo innegable. Y sí, sorprende la juventud de esta autora si nos fijamos en la calidad literaria y la manera en enfocar la obra, pues su alta complejidad narrativa y variedad de estilos son propias de alguien que sabe perfectamente en qué consiste el arte de narrar e Irene Solà, a sus veintiocho años, lo demuestra en cada párrafo.
En esta novela coral, que trata sobre la vida, la naturaleza y el pasado, testigo de historias y fábulas, cuentos y leyendas, la voz que trasciende no es la voz únicamente de una persona, de una sola narradora, es la voz de la tierra, de los elementos, de los animales y de las personas, también; una voz terrenal y por ello, auténtica, genuina, pues repartiendo la narración entre los distintos elementos que conforman un mundo rural, térreo, la autora describe las sensaciones de una manera pura, natural y con una espontaneidad que no la aleja ni un instante de una calidad estilística excepcional. Se nota su experiencia literaria tras su paso por la poesía, se percibe en cada palabra elegida de manera precisa, pero sin forzar el lenguaje, sin tensar demasiado el vocabulario, encontrando el punto justo para dotar la narración de una alta calidad sin mostrar impostura o exceso.
Para cubrir toda esta amalgama de temas, y hacerlo sorteando un riesgo evidente de caer por el precipicio de la desmesura, la autora vuela por la narración con un ritmo narrativo alegre y atrevido, evidenciando que se divierte con las palabras y con los personajes, disfrutando con un juego literario que transmite de manera coherente y perfectamente hilvanada, desplegando un diorama de elementos que conforman una escritura muy completa. Así, la narración salta de un personaje a otro, y asistimos a un baile de voces que relatan una historia plural con la montaña como elemento nuclear. Arriesgando en cada párrafo, Irene Solà no da un paso en falso, en cada salto de personaje para cambiar la voz, siempre acierta y pisa tierra firme, una tierra que rezuma la historia de un pasado aún latente y abarca toda la narración, dotándola de una coherencia perfectamente armonizada. Bien es cierto que existe algún capítulo algo irregular en interés por la propia la historia narrada, pero no afecta al conjunto de una obra que tiene una primera mitad del libro realmente excepcional, de una calidad y exquisitez remarcables, y también un tramo final bellísimo, con esa mirada sensible y delicada, que acerca nuestros pensamientos a la tierra, al paisaje, donde pertenecen, donde serán recordados.
De esta manera, la autora utiliza cada una de esas voces, ya tenga forma de persona, de animal, de elemento meteorológico o de la propia naturaleza, para narrar una historia que nos habla de las personas en un entorno rural, en esos limitados espacios de los pequeños pueblos que, con sus historias, reales o ficticias, sus cuentos y fábulas, sus mitos y leyendas, conviven con la propia montaña y sus elementos. Y con todo ello, teje una historia redonda, perfectamente estructurada, entrelazando un conjunto de relatos relacionados entre sí, sobre historias de personas vinculadas al entorno, relatos con alta dosis de realidad, pero también envueltos de fantasía, mitológicos, de un pasado que la tierra recuerda y arrastra a través del tiempo a través de sus animales y sus paisajes, que todo lo ven y todo lo recuerdan. Recuerdos como el de la Guerra Civil, y el paso de los republicanos hacia Francia buscando el exilio, con sus muertos desaparecidos en las tierras que los acogen, como acogen también las armas y metralla que quedan repartidas por esas montañas, como esperando a ser descubiertas para recordar las personas que ya no están; y los animales que lo observan, y el cielo omnipresente con los truenos que apuntan y marcan el destino de algunas familias que siguen ahí, y ahí seguirán. Porque hay dolor en la historia, el dolor por la muerte que irrumpe de golpe, de imprevisto, y cambia la vida de sus allegados, unas vidas pequeñas en apariencia, sin grandes aspiraciones; una muerte que llega y fuerza a mantener la vida, o a sobrevivir y luchar por los que siguen, por los vivos. Y está también el dolor de la añoranza, al recordar los sueños de juventud, que el amor ciega y oculta al paso del tiempo, cambiando la cara por una más tierna, más dulce, pero menos radiante, en tiempos difíciles y matrimonios jóvenes que no han visto el mundo con los ojos de la experiencia, y maduran de manera inexorable mirando a lo lejos qué fueron de esos deseos que quedaron atrás en la mente de los jóvenes.
A pesar de ese dolor que existe y se recuerda, la novela no es triste, sino al contrario. El tono que la autora transmite en la narración es alegre, jovial en algún caso y totalmente desenfadado, libre de ataduras, ambicioso y de trasfondo dulce y vivo. De estilo delicado, preciso y bello, la prosa de la autora fluye perfectamente entre escenas rurales que tratan de la vida y del entorno, un entorno que observa las peculiaridades de sus habitantes e influye imponiéndose a veces en sus humildes vidas. Un relato donde la fantasía también está presente, en los recuerdos, en la naturaleza, en los paisajes. De esta manera, mezclando historias y leyendas, nos habla de la tierra, de la tierra que recuerda, de las historias que han ido sucediendo en ella, porque la tierra nunca olvida, nunca muere, siempre estará, porque no tiene principio ni final.
La novela que ha escrito Irene Solà es el retrato de un paisaje donde los elementos naturales abrazan y acogen las vidas de sus habitantes, vidas dispares y en ocasiones desafortunadas, pero que la narración de la autora las protege y envuelve de una belleza que hace que no podamos evitar contemplarlas con detalle y aplaudirla por este homenaje que ha hecho a los cuentos, a las rondallas, a la magia que envuelve a las historias que se transmiten de generación en generación, a la mitología y a la fantasía. En definitiva, a la literatura en sus diferentes vertientes que, de una forma u otra, se transmite con el paso del tiempo. Un auténtico regalo a quienes creemos en la pervivencia de las historias, un regalo a todos nosotros.
En esta novela coral, que trata sobre la vida, la naturaleza y el pasado, testigo de historias y fábulas, cuentos y leyendas, la voz que trasciende no es la voz únicamente de una persona, de una sola narradora, es la voz de la tierra, de los elementos, de los animales y de las personas, también; una voz terrenal y por ello, auténtica, genuina, pues repartiendo la narración entre los distintos elementos que conforman un mundo rural, térreo, la autora describe las sensaciones de una manera pura, natural y con una espontaneidad que no la aleja ni un instante de una calidad estilística excepcional. Se nota su experiencia literaria tras su paso por la poesía, se percibe en cada palabra elegida de manera precisa, pero sin forzar el lenguaje, sin tensar demasiado el vocabulario, encontrando el punto justo para dotar la narración de una alta calidad sin mostrar impostura o exceso.
Para cubrir toda esta amalgama de temas, y hacerlo sorteando un riesgo evidente de caer por el precipicio de la desmesura, la autora vuela por la narración con un ritmo narrativo alegre y atrevido, evidenciando que se divierte con las palabras y con los personajes, disfrutando con un juego literario que transmite de manera coherente y perfectamente hilvanada, desplegando un diorama de elementos que conforman una escritura muy completa. Así, la narración salta de un personaje a otro, y asistimos a un baile de voces que relatan una historia plural con la montaña como elemento nuclear. Arriesgando en cada párrafo, Irene Solà no da un paso en falso, en cada salto de personaje para cambiar la voz, siempre acierta y pisa tierra firme, una tierra que rezuma la historia de un pasado aún latente y abarca toda la narración, dotándola de una coherencia perfectamente armonizada. Bien es cierto que existe algún capítulo algo irregular en interés por la propia la historia narrada, pero no afecta al conjunto de una obra que tiene una primera mitad del libro realmente excepcional, de una calidad y exquisitez remarcables, y también un tramo final bellísimo, con esa mirada sensible y delicada, que acerca nuestros pensamientos a la tierra, al paisaje, donde pertenecen, donde serán recordados.
De esta manera, la autora utiliza cada una de esas voces, ya tenga forma de persona, de animal, de elemento meteorológico o de la propia naturaleza, para narrar una historia que nos habla de las personas en un entorno rural, en esos limitados espacios de los pequeños pueblos que, con sus historias, reales o ficticias, sus cuentos y fábulas, sus mitos y leyendas, conviven con la propia montaña y sus elementos. Y con todo ello, teje una historia redonda, perfectamente estructurada, entrelazando un conjunto de relatos relacionados entre sí, sobre historias de personas vinculadas al entorno, relatos con alta dosis de realidad, pero también envueltos de fantasía, mitológicos, de un pasado que la tierra recuerda y arrastra a través del tiempo a través de sus animales y sus paisajes, que todo lo ven y todo lo recuerdan. Recuerdos como el de la Guerra Civil, y el paso de los republicanos hacia Francia buscando el exilio, con sus muertos desaparecidos en las tierras que los acogen, como acogen también las armas y metralla que quedan repartidas por esas montañas, como esperando a ser descubiertas para recordar las personas que ya no están; y los animales que lo observan, y el cielo omnipresente con los truenos que apuntan y marcan el destino de algunas familias que siguen ahí, y ahí seguirán. Porque hay dolor en la historia, el dolor por la muerte que irrumpe de golpe, de imprevisto, y cambia la vida de sus allegados, unas vidas pequeñas en apariencia, sin grandes aspiraciones; una muerte que llega y fuerza a mantener la vida, o a sobrevivir y luchar por los que siguen, por los vivos. Y está también el dolor de la añoranza, al recordar los sueños de juventud, que el amor ciega y oculta al paso del tiempo, cambiando la cara por una más tierna, más dulce, pero menos radiante, en tiempos difíciles y matrimonios jóvenes que no han visto el mundo con los ojos de la experiencia, y maduran de manera inexorable mirando a lo lejos qué fueron de esos deseos que quedaron atrás en la mente de los jóvenes.
A pesar de ese dolor que existe y se recuerda, la novela no es triste, sino al contrario. El tono que la autora transmite en la narración es alegre, jovial en algún caso y totalmente desenfadado, libre de ataduras, ambicioso y de trasfondo dulce y vivo. De estilo delicado, preciso y bello, la prosa de la autora fluye perfectamente entre escenas rurales que tratan de la vida y del entorno, un entorno que observa las peculiaridades de sus habitantes e influye imponiéndose a veces en sus humildes vidas. Un relato donde la fantasía también está presente, en los recuerdos, en la naturaleza, en los paisajes. De esta manera, mezclando historias y leyendas, nos habla de la tierra, de la tierra que recuerda, de las historias que han ido sucediendo en ella, porque la tierra nunca olvida, nunca muere, siempre estará, porque no tiene principio ni final.
La novela que ha escrito Irene Solà es el retrato de un paisaje donde los elementos naturales abrazan y acogen las vidas de sus habitantes, vidas dispares y en ocasiones desafortunadas, pero que la narración de la autora las protege y envuelve de una belleza que hace que no podamos evitar contemplarlas con detalle y aplaudirla por este homenaje que ha hecho a los cuentos, a las rondallas, a la magia que envuelve a las historias que se transmiten de generación en generación, a la mitología y a la fantasía. En definitiva, a la literatura en sus diferentes vertientes que, de una forma u otra, se transmite con el paso del tiempo. Un auténtico regalo a quienes creemos en la pervivencia de las historias, un regalo a todos nosotros.
Vaya portada, Marc. En la línea de las portadas históricas de Anagrama.
ResponderEliminarY ya en serio, y ya que parece que lleváis buena racha de autoras jóvenes catalanas, ¿por dónde empezar: Permagel, Hermano de hielo, este...?
Hola, Koldo. Sí, la portada tiene cierto riesgo viendo lo que se lleva hoy en día.
ResponderEliminarY sí, parece que es un buen momento para las autoras jóvenes catalanas (y que dure) y, puesto que las temáticas son bastante variadas entre lo que he reseñado recientemente, me cuesta decidirme a la hora de recomendarte uno u otro. Si me fío de lo que creo que son tus gustos, apuntaría a recomendarte este libro antes que Permagel/Permafrost. Respecto a “Hermano de hielo”, no lo he leído, pero Francesc le puso un recomendable y en su reseña habla de Shackelton y expediciones a casquetes polares así que puede que te guste...
Ya nos contarás por cuál te decides ;-)
Saludos
Marc
Con muchas ganas de leerla ya que me gustó mucho "Els dics", su anterior novela, y que también ganó otro galardón literario importante (Premi Documenta); por cierto, me llama poderosamente la atención que esta "Canto yo y la montaña baila" no se la haya traducido ella misma al castellano, misterios internos del funcionamiento editorial; espero que, en todo caso, no se haya perdido nada por el camino... especialmente en los 'localismos', que seguro que son parte importante de la novela, como también lo son en "Els dics", intuyo que es un rasgo literario marca de la casa Solà. Madera de escritora importante se le supone, veremos como evoluciona su obra...
ResponderEliminar* Muy buena reseña, Marc. Salut!
** Peccata minuta: Hay un error en el título original. Hala, editando en 5 segundos...
Hola, Krust.
ResponderEliminarSí, "Els dics" también tiene muy buena pinta y si encima la recomiendas tú, va directamente a la lista de futuras lecturas.
Acerca de la traduccióon al castellano de esta obra, el tema de la autotraducción es algo complejo. Ignoro el motivo de que, en esta obra, no se haya traducido a sí misma, podría ser para evitar una reescritura (debe ser difícil traducirse a uno mismo sin caer en la tentación de introducir algun cambio, aunque sea mínimo), podría ser debido a que, como dijo Marta Orriols en una presentación a la que asistí hace poco, que "cuando escribes, escribes desde el alma" y, aunque conozcas muy bien ambos idiomas, no sale igual, la "voz" es distinta a cómo sale de manera natural. También podría ser debido a otras razones, que se me escapan, aunque, en este caso, puede ser positivo que no haya traducido ella misma la obra porque, tal y como indicas, es una novela muy ligada a localismos, al territorio, y puede que una autora menos ligada a esa tierra pueda hacer una mejor traducción. En cualquier caso, espero que la traducción esté a la altura y los lectores castellanohablantes disfruten igual que yo con su lectura.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
PD: corregido el gazapo en el título original, gracias por el aviso, era imperdonable. Salut!
Recomendaria mucho el libro "Amores Silenciados, Secretos Guardados".
ResponderEliminarEs una muy biena historia, me encanto.
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Hola, Anónimo.
ResponderEliminarGracias por la recomendación, le echaré una ojeada.
Saludos
Marc
Leo poco, pero he oido a la autora en la Cadena Ser y por supuesto que lo compraré,leeré y después, lo regalaré
ResponderEliminarHola, anónimo. Me alegra saber que la entrevista de la autora te haya motivado a comprar el libro, pese a que indicas que lees poco.
ResponderEliminarEspero que te guste al menos tanto como a mí, y si te apetece darnos tu opinión una vez leído, nos encantará conocerla.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
La trama es un poco difícil de seguir, pero no quieres parar de leer por el lenguaje tan hermoso de Solà. Me ha encantado.
ResponderEliminarHola, Lucho.
ResponderEliminarEfectivamente, la narración es muy fragmentada y vamos recomponiendo el puzzle a medida que leemos, enganchados a la lectura por la bellísima prosa de Solà.
Me alegro de que el libro también te haya encantado.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
Hola,
ResponderEliminarMe ha parecido una maravilla de libro. En siete páginas te coge de la mano y te lleva al centro de la Garrotxa, con sus pueblos sus gentes, y especialmente su bosque. Hay que escribir muy bien para conseguir esto.
Cuando acabé el libro pensé, como se puede reseñar un libro así?, como se puede explicar?
Pues Marc, lo has conseguido con mucha gracia.
Estoy muy de acuerdo en dos temas:
-No pierde el control en ningún momento. Tiene su mérito en un libro donde el narrador son las setas, la nubes, los osos....
-Es un historia tristísima y el libro la explica con ternura y alegría.
También pensaba en lo difícil que debe ser traducir un libro así. Cuando leo un libro p.e. de Mankell, que la traducción sea buena es un acto de fe. Más o menos ves si fluye el texto, pero no puedes saber si es gracias al autor o al traductor.
Soy bilingüe catalán/castellano, leí la V.O. y pensaba como traducir lo que llamaría "gramática de montaña" y palabras como "ullferidor" o "mulsudet" (vale, "regordete", pero nunca es lo mismo)
Y en un momento dado el libro dice algo como "Tomàs Molina dice que nevará, yo digo que no"
Tomàs Molina es un mítico hombre del tiempo de TV3, si no miras TV3 no pillas el chiste. Debe el traductor poner una nota de página?
Por cierto Marc, te has leído la versión en castellano? no te precoupa haberte perdido parte del encanto del libro?
Y lo último, la portada en catalán es igual de "retro" que la castellana, con la diferencia que la foto está desplazada y no sale el oso. Con lo cual no han adivinado ni uno de los animales que salen en el libro. En fin...
Un saludo
Gerónimo
Hola, Gerónimo, buenos días.
ResponderEliminarGracias por tus elogios a la reseña y coincido en lo difícil que debe haber sido la traducción pues las palabras y expresiones utilizadas por la autora no son fácilmente extrapolables a otras lenguas o territorios.
Y, respecto al idioma de la edición que he leido, es la versión original en catalán. De hecho, siempre que puedo, leo en catalán a menos que no esté traducido al catalán o que el original sea en castellano.
Saludos, y gracias por el comentario.
Marc