Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
He leído en algún sitio que este ensayo de Sergio del Molino es una especie de spin-off de su anterior y exitoso La España vacía. Como lo que no he leído este libro, me fío de esta observación y supongo que al menos en cierto modo así es, puesto que el anterior se refería a un movimiento centrípeto que ha dejado casi desiertas amplias zonas de la Península Ibérica, mientras que éste trata sobre aquellas fronteras que en su formación como estado ha ido trazando España, dejando en más de un caso "flecos" o, como dice el autor "dobleces del mapa", y en los cuales, con sus peculiaridades y contradicciones, el propio país-nación-Estado -el autor utiliza indistintamente estos términos, como es habitual en España- se explica mejor que en su centro (creo que le leí a Juan José Millás que los procesos más interesantes siempre ocurrían en los bordes de las cosas, o algo así). O quizás el centrípeto sea este movimiento y centrífugo el otro, según se mire...
Dobleces de los mapas cuya pertenencia a la patria española es, si no ya discutible, sí bastante aleatoria y, en algún caso, de pura chiripa; tras una introducción sobre la naturaleza de las fronteras y cómo han cambiado desde tiempos pretéritos -es decir pre-Zweig, que es a quien sigue- hasta los tiempos actuales, con el punto de inflexión en la época de entreguerras, el autor se dedica a analizar algunos lugares donde la Historia dejó sus grumitos, cual Cola-Cao old fashioned. en ambos lados del Estrecho, Gibraltar, Melilla y Ceuta. En la raya con Portugal, Olivenza y Rihonor de Castilla/Rio de Onor (el capítulo que me ha parecido más conmovedor, por cierto); en el Pirineo, Llívia y Andorra y como bonus-track, lo que él llama "fronteras fósiles", es decir, enclaves de una provincia dentro de otra, que sobrevivieron a la reforma de Javier de Burgos de 1833; los más significativos, por su tamaño o peculiaridades históricas son el condado de Treviño, Villaverde de Trucíos, el rincón de Ademuz y Petilla de Aragón.
En general, el autor del libro se muestra como un observador curioso, abierto y tolerante, de lo más dispuesto a corregir sus prejuicios cuando haga falta. Echando mano de una bibliografía escogida y de charlas -no muchas- con personajes interesantes y buenos conocedores de sus terruños, va urdiendo en cada caso un entramado de explicaciones históricas, sociológicas, periodísticas y literarias que, junto a su apreciación subjetiva, resulta cuando menos convincente y, desde luego, didáctica y entretenida. porque además hay que contar con la excelente prosa de este escritor, con su humanidad y bonhomía, que convierten la lectura de gran parte de este libro en una verdadera delicia; yo, al menos, me lo he pasado pipa, vaya...
Bueno, hasta aquí los parabienes, que no todo va a ser almíbar. La lectura de Lugares fuera de sitio . Viaje por las fronteras insólitas de España-(así reza el título completo, antes de que se me olvide mencionarlo- también me ha deparado algún momento más estupefaciente; por lo menos, la sensación de que uno comienza leyendo un libro y acaba leyendo otro, hasta cierto punto, diferente. Me permito reproducir un fragmento del comienzo y de la conclusión, para que se entienda (y perdón si alguien lo considera un spoiler... pero, vaya, esto es un ensayo, no una novela de Agatha Christie):
"Sorprende que quienes han dedicado tanto tiempo y esfuerzo a pensar sobre las singularidades de estos territorios-frontera ignoren un aspecto elemental: que en ellos vive gente. Las cuestiones jurídicas y jurisdiccionales, así como las sutilezas de la diplomacia y la política exterior no deberían imponerse nunca ni a la voluntad ni a las condiciones de vida de los ciudadanos afectados (...)".
Qué ecuménico, ¿verdad? Pero más bonico aún es el final del libro:
"Quienes creemos que a los nacionalismos disgregadores y etnicistas como el vasco y el catalán se puede oponer una idea de nación abierta y fuerte fundada en el principio liberal de igualdad, debemos esforzarnos por eliminar cualquier forma de marginalidad y cualquier sentimiento de exclusión. Sólo así lograremos convencer de que una España dentro de Europa es la mejor forma de reconciliarnos con una historia ingrata y cruel -como la de todas las naciones- y enfrentar un futuro libre y democrático".
¿Coño, dónde se han quedado "la voluntad y las condiciones de vida de los ciudadanos afectados"? Pues quizás en el capítulo dedicado a Llívia, enclave español en Francia (por más que el 96'12% de sus habitantes lo vean más bien como catalán en Cataluña. O, para ser precisos, de la Cerdanya... en la propia Cerdanya). Aquí la mirada comprensiva y casi cómplice hacia, por ejemplo, los llanitos gibraltareños que viven de montar sociedades-pantalla, los andorranos que se lucran gracias a la discreción de su sistema bancario o los musulmanes ceutíes que reivindican su españolidad por ser descendiente de los regulares marroquíes que lucharon en el bando faccioso durante la Guerra Civil (éstos, en cambio, son pobres, hay que señalar... bueno, menos los narcotraficantes); esta mirada amable que digo se torna en displicencia, cuando no abierto desdén, hacia esos arteros catalanes mimados por el franquismo y que ahora, sin embargo, han devenido ingratos indepes... Bueno, y ni tan mal, que el capítulo dedicado al condado de Treviño -perteneciente a Burgos, pero situado en el corazón de Álava- adquiere por momentos un tono tan dramático que el lector ya cree oír el ominoso y sempiterno golpeteo de la txalaparta, imprescindible fondo sonoro de cualquier reportaje sobre "La Cosa" vasca, que diría Iban Zaldua... (ya no sé si mencionar la asimilación que hace entre los mapas del tiempo de "la Gran Cataluña" y "la Gran Euskadi" con el anhelo de la Gran Alemania de Hitler. A punto he estado de gritar: "¡Chupito!").
Espero que se me entienda, antes de que petéis la reseña de comentarios indignados: ni soy ni lo pretendo un defensor de los "nacionalismos periféricos" (significativo este adjetivo, de todos modos), pero tampoco del "patriotismo constitucional" habermasiano del que hace gala el autor del ensayo. Es más, unos y otro me la traen al fresco, si se me permite tan simpática expresión. Pero además de percibir en el libro una curiosa, por selectiva, falta de empatía, no acabo de entender cómo se puede empezar éste contando cómo al pobre Goethe casi le empuran por dibujar unas ruinas que marcaban la frontera entre la República de Venecia y el Imperio Austríaco y acabar reivindicando el estado-nación y su integridad territorial como garante de los derechos y libertades de los ciudadanos (al margen de lo que opinen estos ciudadanos que viven en él y sobre todo en sus fronteras, además). Será que yo soy muy suspicaz o don Sergio muy confiado, no lo sé...
Otros títulos de este autor reseñados en Un Libro Al Día: La hora violeta, Lo que a nadie le importa, La España vacía
Dobleces de los mapas cuya pertenencia a la patria española es, si no ya discutible, sí bastante aleatoria y, en algún caso, de pura chiripa; tras una introducción sobre la naturaleza de las fronteras y cómo han cambiado desde tiempos pretéritos -es decir pre-Zweig, que es a quien sigue- hasta los tiempos actuales, con el punto de inflexión en la época de entreguerras, el autor se dedica a analizar algunos lugares donde la Historia dejó sus grumitos, cual Cola-Cao old fashioned. en ambos lados del Estrecho, Gibraltar, Melilla y Ceuta. En la raya con Portugal, Olivenza y Rihonor de Castilla/Rio de Onor (el capítulo que me ha parecido más conmovedor, por cierto); en el Pirineo, Llívia y Andorra y como bonus-track, lo que él llama "fronteras fósiles", es decir, enclaves de una provincia dentro de otra, que sobrevivieron a la reforma de Javier de Burgos de 1833; los más significativos, por su tamaño o peculiaridades históricas son el condado de Treviño, Villaverde de Trucíos, el rincón de Ademuz y Petilla de Aragón.
En general, el autor del libro se muestra como un observador curioso, abierto y tolerante, de lo más dispuesto a corregir sus prejuicios cuando haga falta. Echando mano de una bibliografía escogida y de charlas -no muchas- con personajes interesantes y buenos conocedores de sus terruños, va urdiendo en cada caso un entramado de explicaciones históricas, sociológicas, periodísticas y literarias que, junto a su apreciación subjetiva, resulta cuando menos convincente y, desde luego, didáctica y entretenida. porque además hay que contar con la excelente prosa de este escritor, con su humanidad y bonhomía, que convierten la lectura de gran parte de este libro en una verdadera delicia; yo, al menos, me lo he pasado pipa, vaya...
Bueno, hasta aquí los parabienes, que no todo va a ser almíbar. La lectura de Lugares fuera de sitio . Viaje por las fronteras insólitas de España-(así reza el título completo, antes de que se me olvide mencionarlo- también me ha deparado algún momento más estupefaciente; por lo menos, la sensación de que uno comienza leyendo un libro y acaba leyendo otro, hasta cierto punto, diferente. Me permito reproducir un fragmento del comienzo y de la conclusión, para que se entienda (y perdón si alguien lo considera un spoiler... pero, vaya, esto es un ensayo, no una novela de Agatha Christie):
"Sorprende que quienes han dedicado tanto tiempo y esfuerzo a pensar sobre las singularidades de estos territorios-frontera ignoren un aspecto elemental: que en ellos vive gente. Las cuestiones jurídicas y jurisdiccionales, así como las sutilezas de la diplomacia y la política exterior no deberían imponerse nunca ni a la voluntad ni a las condiciones de vida de los ciudadanos afectados (...)".
Qué ecuménico, ¿verdad? Pero más bonico aún es el final del libro:
"Quienes creemos que a los nacionalismos disgregadores y etnicistas como el vasco y el catalán se puede oponer una idea de nación abierta y fuerte fundada en el principio liberal de igualdad, debemos esforzarnos por eliminar cualquier forma de marginalidad y cualquier sentimiento de exclusión. Sólo así lograremos convencer de que una España dentro de Europa es la mejor forma de reconciliarnos con una historia ingrata y cruel -como la de todas las naciones- y enfrentar un futuro libre y democrático".
¿Coño, dónde se han quedado "la voluntad y las condiciones de vida de los ciudadanos afectados"? Pues quizás en el capítulo dedicado a Llívia, enclave español en Francia (por más que el 96'12% de sus habitantes lo vean más bien como catalán en Cataluña. O, para ser precisos, de la Cerdanya... en la propia Cerdanya). Aquí la mirada comprensiva y casi cómplice hacia, por ejemplo, los llanitos gibraltareños que viven de montar sociedades-pantalla, los andorranos que se lucran gracias a la discreción de su sistema bancario o los musulmanes ceutíes que reivindican su españolidad por ser descendiente de los regulares marroquíes que lucharon en el bando faccioso durante la Guerra Civil (éstos, en cambio, son pobres, hay que señalar... bueno, menos los narcotraficantes); esta mirada amable que digo se torna en displicencia, cuando no abierto desdén, hacia esos arteros catalanes mimados por el franquismo y que ahora, sin embargo, han devenido ingratos indepes... Bueno, y ni tan mal, que el capítulo dedicado al condado de Treviño -perteneciente a Burgos, pero situado en el corazón de Álava- adquiere por momentos un tono tan dramático que el lector ya cree oír el ominoso y sempiterno golpeteo de la txalaparta, imprescindible fondo sonoro de cualquier reportaje sobre "La Cosa" vasca, que diría Iban Zaldua... (ya no sé si mencionar la asimilación que hace entre los mapas del tiempo de "la Gran Cataluña" y "la Gran Euskadi" con el anhelo de la Gran Alemania de Hitler. A punto he estado de gritar: "¡Chupito!").
Espero que se me entienda, antes de que petéis la reseña de comentarios indignados: ni soy ni lo pretendo un defensor de los "nacionalismos periféricos" (significativo este adjetivo, de todos modos), pero tampoco del "patriotismo constitucional" habermasiano del que hace gala el autor del ensayo. Es más, unos y otro me la traen al fresco, si se me permite tan simpática expresión. Pero además de percibir en el libro una curiosa, por selectiva, falta de empatía, no acabo de entender cómo se puede empezar éste contando cómo al pobre Goethe casi le empuran por dibujar unas ruinas que marcaban la frontera entre la República de Venecia y el Imperio Austríaco y acabar reivindicando el estado-nación y su integridad territorial como garante de los derechos y libertades de los ciudadanos (al margen de lo que opinen estos ciudadanos que viven en él y sobre todo en sus fronteras, además). Será que yo soy muy suspicaz o don Sergio muy confiado, no lo sé...
Otros títulos de este autor reseñados en Un Libro Al Día: La hora violeta, Lo que a nadie le importa, La España vacía
Voy a procurar ser comedido (en extensión y expresión)
ResponderEliminar1. Creo que a este chico le falta profundidad en sus análisis. Ya en "La España vacía" ponía sobre la mesa un tema más que interesante, pero a la hora de analizar las causas de la despoblación y del surgimiento de los mitos sobre la España "rural" se quedaba en aspectos más bien folklóricos. Como se puede ver en la reseña, le di un recomendable quizá pelín generoso.
2. Lo que más me hincha las narices (y supongo que igual tiene que ver con no morder la mano que te da de comer o aspirar a ser el nuevo Maxim Huerta, yo que sé). ¿Nacionalismos disgregadores y etnicistas? ¿Pero de qué coño va este tío? No seré yo quien niegue que en sus orígenes el nacionalismo vasco tenía un componente "racial", pero en 2019... en fin. Vamos, que me imagino que el tío será de los que dicen "Yo no soy nacionalista, pero qué malos son los nacionalistas que quieren "disgregar" España... El nacionalismo español no existe..." Bueno, y eso de "sólo así lograremos convencer de que una España dentro de Europa es la mejor forma..." Igual habría que crear un nuevo término: "Españasplainning".
Bueno, y perdón por abrir la veda de los comentarios "políticos", pero tu tienes la culpa, compiyogui!
Amigo "homo",
ResponderEliminarmientras seas "tribalis"
no serás "sapiens".
Coincido con Koldo mucho más que con el autor del libro. «Nacionalismo disgregador y etnicista» para hablar de Cataluña (que es lo que más conozco), una tierra de acogida de muchos ciudadanos no únicamente de España, sino también de otros países, me parece tremendamente falso e injusto. Pero bueno, es algo habitual, quienes más rechazan los nacionalismos “periféricos” (sic) son precisamente otros nacionalistas, los españoles, pero ellos se creen en su derecho y lo ven algo natural, no como los nacionalistas “malos”.
ResponderEliminarSaludos, y buena reseña, compañero.
Marc
Hola a los tres. Gracias por vuestros comentarios y sobre todo , gracias por vuestra moderación en ellos. Un saludo a la Fiscalía General del Estado y a los magistrados de la audiencia Nacional, por si nos están leyendo (siempre a su servicio para lo que haga falta, ya saben ustedes...):
ResponderEliminarBueno, no quiero que se quede nadie con una impresión equivocada de este libro. En verdad, la parte en que don Sergio se explaya sobre los "nacionalismos periféricos excluyentes etnicistas comeniños" viene a ser los capítulos que ya he comentado en la reseña y también un poco el del Rincón de Ademuz, en el que le da un repasito al pobre Joan Fuster (también por etnicista excluyente, claro). En todo el resto del libro el autor se muestra simpático, tolerante y comprensivo con linstereses y reivindicaciones de todo tipo de comunidades (porque además tiene el acierto de hablar poco de los "sentimientos de pertenencia y todo eso"), desde judíos gibraltareños, militares melillenses o bereberes que tratan de preservar su lengua y cultura. pero cuando llega al tema catl´ñan y, en menor medida al vasco, ¡tate! parece que se le enciende una lucecita y cambia el tono e incluso el propósito de este libro. Eso es lo que yo he querido remarcar en la reseña, con un cierto tono satírico que no puedo evitar, por lo demás. Pero, en general, me lo he pasado muy bien leyendo este libro, que resulta ameno e incluso divertido.
Sobre lo del supuesto etnicismo etc...de los nacionalismos periféricos, disgregadores o yo qué sé, me parece una idea que suena ya demodé, como de Fernando Savater después de tomarse unos vinillos. Ahora bien, aún pensando yo que no responde a la realidad general actual de estos movimientos políticos, permitidme que siga una de las pocas enseñanzas aprovechables de don Mariano Rajoy Brey y no ponga la mano en el fuego por nadie.
La otra enseñanza que debemos aprender de él es la de escurrir el bulto siempre que sea posible, así que agur.
La autodeterminación es un derecho básico que debe predicarse para todo colectivo humano, sin restricciones ni odiosos límites, y por tanto no sólo para las comunidades autónomas, sino también para las provincias, las comarcas, los municipios y las barriadas.
ResponderEliminarSobre su extrapolación a las urbanizaciones y comunidades de propietarios del Estado español (o de las segregaciones en que éste pudiera subdividirse), podría hablarse también con fundamento.
Lo que no tiene sentido es poner puertas al campo.
Todos los años (o quizá semestralmente) debe haber un referéndum de autodeterminación en cada ámbito territorial, pues la gente puede cambiar de opinión y por ello es deseable y progresista que no se coarte con trabas espaciotemporales el ejercicio de tan fundamental derecho.
Empoderemos y pongamos en valor este derecho de los ciudadanos y ciudadanas, en este país.
Hola Dani:
ResponderEliminarPues es una propuesta interesante... Se me ocurre que ahora que estamos en período pre-electoral, quizás algún partido político esté interesado en recogerla en su programa. Prueba a ver... (En el caso de VOX te aconsejo que les vendas la idea asegurándokes que cada una de esas microentidades territoriales contaría con su propia batería de coheyes anticarro y un número suficiente de subfusiles y armas cortas para pertrechar a todos los varones españoles mayores de edad... Bueno, y menores, qué coño!).
Suerte y gracias por tu comentario.
Maxim Huerta, vox, nacionalismos... pffffff ... hasta luego ....
ResponderEliminarHasta luego, Lucas
EliminarMe ha parecido interesante el planteamiento del libro (al menos, el inicial, por lo que cuenta Juan), es decir, escudriñar en esas curiosidades que han marcado las fronteras, enclaves, dibujos caprichosos, países minúsculos y pueblos que quedan de repente al otro lado de la raya. Supongo que se podrían contar miles de cosas interesantes en todas las fronteras y demarcaciones administrativas.
ResponderEliminarOtra cosa es la deriva ideológica que por lo visto adopta el autor y, si me permitís, no habéis dudado en seguir en tropel. Pues qué queréis que os diga: ya me cansa y me aburre profundamente todo este debate, por llamarlo de alguna forma. Me parece todo tan cutre que no le dedico ni un minuto.
Saludos per tutti!
Hola, socio:
ResponderEliminarPues es cierto que , al margen de cuestiones políticas, el libro resulta de lo más interesante y yo, desde luego, me lo he pasado muy bien leyéndolo y conociendo las vicisitudes de los diferentes lugares de los que habla. Así, por ejemplo, el pueblo de Llívia permaneció dentro de la corona española porque cuando se firmó la Paz de los Pirineos en el siglo XVII, el negociador por parte española, que era un noble catalán, para implementar el acuerdo echo mano de un subterfugio (por no decir picardía ) lingüístico para no ceder este pueblo, porque tenía el título de "villa" (como Bilbao, sí) y no era un "village", en francés, como acordaba el tratado...
O, por ejemplo, que el condado de Treviño permaneció en la provincia de Burgos y no pasó a Álava porque éste tenía un régimen foral, como es bien sabido, mientras que Burgos pertenecía al Régimen común, por lo que Javier de Burgos (que era granadino, no pensemos en favoritismos), prefirió obviar estos berenjenales jurídico-fiscales para llevar a cabocuanto antes su reforma, que se se aprobó cuando acababa de comenzar la Primera Guerra carlista, por lo que cabía la posibilidad de una vuelta al absolutismo que la impidiese.
En fin, que el libro está lleno de curiosidades y observaciones esclarecedoras por parte del autor, además de sus opiniones sobre otros temas, como ya he señalado.
Un saludo y gracias por tu comentario.
El comentario de Dani Povedano lo encuentro muy acertado. Debería ocurrir así, continuos referéndums donde todo el mundo pudiera autodeterminarse sin medida. Incluso en la propia comunidad de vecinos. Ya es hora de que dejemos de ponernos de acuerdo y asumir conclusiones colectivas, cada cual debería de poder hacer lo que le pida su más íntimo sentimiento de pertenencia. ¿No era eso? Ah.
ResponderEliminarNegar que en España existen nacionalismos etnicistas y disgregadores es taparse los ojos a cuatro manos, pero allá cada cual.
ResponderEliminarRespecto a los argumentos demodés que menciona el reseñista en un comentario, tengo abierta una apuesta con un amigo a ver si alguna vez alguien es capaz de rebatir algo a Fernando Savater con algo parecido a un argumento, pero creo que no lo verán nuestros ojos.
Hola , anónimo:
EliminarCréeme si te digo que no quiero taparme los ojos a cuatro manos, (que además en mi caso serían ocho, porque tengo gafas), pero aún así, los inevitables adjetivos "etnicistas y disgregadores" añadidos al térmi o "nacionalismo" (se entiende que no los nacionalismos que ya cuentan con un estado para articularse), me recuerdan a una típica y tópica, claro, "idée reçue", que dirían Bouvard y Pécuchet. En todo caso, dentro del mismo rango categórico, podríamos variar un poco y hablar de "nacionalismos entrópicos y geneticounívocos", por ejemplo...
En cuanto a Savater, permíteme compartir a mí vez otra pequeña anécdota (que tal vez ya haya contado en este blog en alguna ocasión, no recuerdo): en mi pedantuela adolescencia, recuerdo haberle conentado a uno de mis profesores que iba a acudir a una redpyestcia de este famoso filósofo y la respuesta del buen hombre fue:"Cuidado, que Savater también puede decir tonterías..." No veas la de veces que he recordado sus palabras desde entonces... Y si bien es verdad que se pueden aplicar a muchos otros personajes (en realidad, a todo el mundo), no es menos cierto que a Savater, también.
Un saludo y gracias por visitarnos.
¡Vaya ideíta! Lo del referéndum permanente y por cualquier fruslería es de los Hermanos Marx o por lo menos me trae recuerdos de su "Sopa de ganso".
ResponderEliminarDesde luego que esos comentaros sensatos de Savater se pueden aplicar a muchos otros: Rosa Díez, Vargas Llosa, Carlos Herrera, Escohotado, Julian Marías Boadella, etc. Solo tienen una pega estos nombres y es que tienen todos una determinada edad y no se han podido beneficiar de un "brainwashing" desde hace treinta y tantos años de los que tienen instalados en alguno de esos "nacionalismos periféricos.
Hola, anónimo 2:
EliminarMuchas gracias por tu comentario y, sobre todo, por traer a este humilde blog el nombre de esa gran mujer que es dídolaosa, faro salvador e ídola no sólo mía, sino de tanta gente. ¡Viva siempre Doña Rosa, flor encartada, maravilla vascongada!
Gora Sodupeko arrosa!
"Cuidado que también Savater puede decir tonterías"...
ResponderEliminarEn esta página hay ejemplos de tonterías que no ha dicho Savater:
Referéndums de todo a cien.
Koldo CF no encuentra ningún elemento xenófobo...en el 2019; ni siquiera en EL LUGAR FUERA DE SITIO del Goyerri.
Lo del saludo a la Fiscalía etc. (se te ha olvidado el Tribunal Supremo, que son los que están de actualidad) me ha parecido tonto, tonto.
Sacar de procesión al Huerta y el original comentario sobre Vox me ha impactado; casi nadie recurre a eso.
Por cierto Juan G.B. ¿Qué significa dídolaosa y sodupeko arrosa?
Hola, angietwo:
EliminarDisculpa, por favor, al igual que todos los lectores de los comentarios, lo de "dídolaosa",; ha sido cosa del corrector del móvil, que me trae frito. No significa nada, claro.
Un saludo.
Etnicista y disgregador. Vaya tela. Que se pase una semana por Barcelona o por Girona y a ver si saca un poco de idea de lo transversal e integrador que es el movimiento independentista en Catalunya. Tan integrador y tan abierto a la diversidad de opiniones que hasta nos cuesta decidir cuál es el paso para llevarlo adelante, y de eso no debería quejarme sino vanagloriarme. Y desde Madrid se sigue señalando a los políticos. Es la gente, estúpido.
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