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sábado, 9 de marzo de 2019

Andrés G. Leiva; Uno de esos días


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2018
Valoración: Está muy bien

La vida en el extrarradio urbano nunca ha sido un camino de rosas. Ni ahora ni hace cuarenta años. Para quien encaró la década de los 80 con el rostro lleno de espinillas y la cabeza repleta de dudas -integrando por tanto aquella generosa hornada de españolitos que irrumpió en el planeta Tierra como parte del baby boom- criarse en uno de esos barrios de bloques de viviendas clonadas (ladrillo rojo, toldos verdes, grúas, descampados y polvorientos barrizales)  la experiencia del tránsito de la infancia hacía… lo que fuese… era adolecer –o sea, carecer- de casi todo Esencialmente de experiencia y sentido común. La constatación está en el prólogo, y en las más de cien páginas que le prosiguen, de Uno de esos días, la más reciente historieta publicada de Andrés G. Leiva (Córdoba, Andalucía, 1969).

Uno de esos días nos retrotrae a un sábado cualquiera de un mes de octubre cualquier como el de 1982. Nada en especial puesto que el televisivo y apocalíptico doctor Jiménez del Oso tenía vaticinado una más de las acongojantes e irreversibles debacles planetarias, coincidiendo con la retransmisión de un Atlético de Madrid vs FC Barcelona del campeonato nacional de Liga. Y lo hace, por cierto, al recuperar el autor una pequeña caja de cartón de casa de sus padres con una serie de objetos personales que desatan la narración; la taza de Naranjito, el tubo de pegamento Imedio, el casete de Leño en directo…, en una ingeniosa puesta en escena donde al presente le corresponde el blanco y negro y al pasado el color. Una paleta cromática que es, quizás, uno de los grandes atractivos de esta novela gráfica, pues el tratamiento de acuarela presta calidez y textura al relato, con algunas viñetas especialmente memorables, como esos oscuros cielos violetas sobre el barrio, punteados por el tenue amarillo de las farolas o de alguna habitación insomne.
En aquel tiempo en que las dos superpotencias andaban empeñadas en exhibir el tamaño de sus arsenales atómicos y en el que la presencia de ovnis era de una cotidianeidad normalizada, adolecer y crecer en el extrarradio podía no ser apenas un ejercicio de coctelería hormonal  sino también una experiencia vital dominada por la indigencia emocional y sentimental, en la que el trato con los demás se reducía apenas a una mezcla de desprecio y collejas, de sentido del ridículo y de percepción absoluta del ninguneo. De esa aridez con la que se tratan hermanos, compañeros, vecinos, da buena cuenta esa viñeta de la madre, absorta en su ventana acariciando el deseo de abandonar, de huir. O la sempiterna amenaza de los del barrio de al lado; siempre hay alguien más lumpen, más rudo, más mayor, incordiando, amenazando. Uno de esos días traza el recuerdo de esos adolescentes, esas personitas frágiles y vulnerables, aisladas en su incapacidad para sobreponerse a las carencias, temores, prejuicios e ignorancias, armadas apenas con la imaginación, la curiosidad o la cabezonería. Y con el deseo, materializado aunque sea en el fugaz roce de la mano de quien te atrae. Uno de esos días.

2 comentarios:

  1. Hola, Carlos:

    Muchas gracias por dar a conocer este libro. Tiene una pinta estupenda, y seguro que caerá, ya que tengo el vicio enfermizo del cómic.
    Saludos

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  2. Hola Lupita,

    Lo mejor de los vicios enfermizos es... compartirlos.
    ¡Ya nos dirás!
    Salud y lecturas sorprendentes.

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