Traducción: sin traducción a otras lenguas
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Destaqué, hace no muchas reseñas, el boom literario catalán femenino de 2018 con la irrupción de escritoras que, hasta la fecha, no habían publicado novela. Sorprendieron por la calidad de sus obras, bastante por encima de la media, y muy por encima si hay que juzgarlas por su primera novela. Así, ya hablamos en su día de Eva Baltasar y Marta Orriols, a las que se les une Anna Punsoda para completar una estupenda tríada gracias a esta novela, su ópera prima.
La novela arranca directamente con la introducción del personaje principal, Claustre, quien, en su retorno a su pueblo natal, se detiene en una fonda; ahí empieza un viaje introspectivo al pasado donde revive y recuerda su infancia con sus padres: un padre alcohólico y maltratador y una madre débil y sumisa. La parada que hace Claustre en la fonda es una parada también en su vida, una parada donde analiza su vida hasta ese momento, en pinceladas trazadas por fragmentos de memoria que evocan los recuerdos de cuando era niña, cuando no estaba preparada para entender el mundo difícil en el que se encontraba, cuando su inocencia moría a manos de una necesidad imperiosa e incesante en madurar, en entender que los abusos, el alcoholismo, y la enfermedad pueden ser los acompañantes más cercanos con quien avanzar en la vida, y que el ritmo que imprimen para aventurarse a ella es más rápido que el tuyo, demandando una madurez que golpea la inocencia a cada sentimiento de culpabilidad, a cada traspiés, a cada baño de realidad con la que uno se encuentra o hacen que la encuentre a ella.
Así, y a pesar de un inicio algo tibio, la narración en primera persona acerca al lector a la protagonista absoluta de la novela. Porque ella y su pasado son los únicos personajes de peso, y la autora se sirve de la difícil vida de la protagonista para tratar los diferentes problemas que acechan la vida de algunas personas. Así, en un camino vital narrado a modo de pinceladas, la autora habla de aquellas alegrías y escollos encontrados durante las diferentes etapas de la vida, y lo hace de manera lineal, para llevarnos trágicamente a aquellos momentos que marcaron intensamente su devenir: la soledad, la tristeza, la incomprensión, la duda, la decepción. La autora nos narra y transmite la incomprensión de quien no encuentra su lugar en el mundo, ni dentro de ella misma. Y lo ejemplariza a través de la protagonista, quien, físicamente, se vacía constantemente por dentro para intentar liberar una carga física, pero también emocional, para permitir con ello establecer una tabula rasa y, tal vez, empezar desde ahí a dibujar su personalidad y su vida.
Estilísticamente, el trazo de Anna Punsoda es ágil, de paso corto y huella larga, de una carga emocional y una visceralidad que transmite una indudable contundencia descriptiva. Sin excesivos adornos estilísticos o sin pretender demostrar un gran manejo de la narración descriptiva, esboza la historia de manera certera y suficiente para dejar que las frases apunten y despierten la imaginación para que, allí donde no llegue el texto, lo haga el propio lector con lo que evocan las palabras que lo componen. Rítmicamente, la lectura demanda y exige la autoimposición en imprimir cierta pausa, pues la narración de verbo rápido invita a agilizar su avance más rápido de lo que su prosa merece si se quiere disfrutar.
En los aspectos negativos encuentro un exceso de capítulos cortos no demasiado relacionados entre sí, dando la sensación de que la historia está fragmentada en exceso, sin una continuidad que permita entrar del todo en la personalidad y la vida de la protagonista. Tal vez, unas cuántas páginas más hubieran permitido dibujar mejor el escenario cambiante y caótico en el que se mueve la protagonista, y realizar un retrato más en profundidad de aquello que la separa del mundo, pues, centrándose en exceso en sus vicios o debilidades o manías u obsesiones físicas, la autora deja de lado, en cierta manera, aquello que la lleva a ir por ese camino tortuoso, y el lector que queda atrapado en sus páginas también se siente, como Claustre, algo perdido en ese mundo que se atisba pero no se termina de vislumbrar completamente, a pesar de la valentía de la autora en no autocensurarse al narrar ciertos (y excesivos) aspectos escatológicos o trágicos.
A pesar de ello, con un tramo final de muy alto nivel, la autora parece encontrar, justo cuando se está acabando el libro, el punto justo entre el dolor y la alegría, entre el sufrimiento y la tranquilidad, hallando ese momento vital tantas veces buscado. Y de esa forma, de manera análoga a la protagonista, parece como si al final, después de todo el recorrido, haya encontrado al fin la paz y el sosiego, el equilibrio necesario para poder finalmente descansar sabiendo que ha alcanzado aquello que buscaba.
La novela arranca directamente con la introducción del personaje principal, Claustre, quien, en su retorno a su pueblo natal, se detiene en una fonda; ahí empieza un viaje introspectivo al pasado donde revive y recuerda su infancia con sus padres: un padre alcohólico y maltratador y una madre débil y sumisa. La parada que hace Claustre en la fonda es una parada también en su vida, una parada donde analiza su vida hasta ese momento, en pinceladas trazadas por fragmentos de memoria que evocan los recuerdos de cuando era niña, cuando no estaba preparada para entender el mundo difícil en el que se encontraba, cuando su inocencia moría a manos de una necesidad imperiosa e incesante en madurar, en entender que los abusos, el alcoholismo, y la enfermedad pueden ser los acompañantes más cercanos con quien avanzar en la vida, y que el ritmo que imprimen para aventurarse a ella es más rápido que el tuyo, demandando una madurez que golpea la inocencia a cada sentimiento de culpabilidad, a cada traspiés, a cada baño de realidad con la que uno se encuentra o hacen que la encuentre a ella.
Así, y a pesar de un inicio algo tibio, la narración en primera persona acerca al lector a la protagonista absoluta de la novela. Porque ella y su pasado son los únicos personajes de peso, y la autora se sirve de la difícil vida de la protagonista para tratar los diferentes problemas que acechan la vida de algunas personas. Así, en un camino vital narrado a modo de pinceladas, la autora habla de aquellas alegrías y escollos encontrados durante las diferentes etapas de la vida, y lo hace de manera lineal, para llevarnos trágicamente a aquellos momentos que marcaron intensamente su devenir: la soledad, la tristeza, la incomprensión, la duda, la decepción. La autora nos narra y transmite la incomprensión de quien no encuentra su lugar en el mundo, ni dentro de ella misma. Y lo ejemplariza a través de la protagonista, quien, físicamente, se vacía constantemente por dentro para intentar liberar una carga física, pero también emocional, para permitir con ello establecer una tabula rasa y, tal vez, empezar desde ahí a dibujar su personalidad y su vida.
Estilísticamente, el trazo de Anna Punsoda es ágil, de paso corto y huella larga, de una carga emocional y una visceralidad que transmite una indudable contundencia descriptiva. Sin excesivos adornos estilísticos o sin pretender demostrar un gran manejo de la narración descriptiva, esboza la historia de manera certera y suficiente para dejar que las frases apunten y despierten la imaginación para que, allí donde no llegue el texto, lo haga el propio lector con lo que evocan las palabras que lo componen. Rítmicamente, la lectura demanda y exige la autoimposición en imprimir cierta pausa, pues la narración de verbo rápido invita a agilizar su avance más rápido de lo que su prosa merece si se quiere disfrutar.
En los aspectos negativos encuentro un exceso de capítulos cortos no demasiado relacionados entre sí, dando la sensación de que la historia está fragmentada en exceso, sin una continuidad que permita entrar del todo en la personalidad y la vida de la protagonista. Tal vez, unas cuántas páginas más hubieran permitido dibujar mejor el escenario cambiante y caótico en el que se mueve la protagonista, y realizar un retrato más en profundidad de aquello que la separa del mundo, pues, centrándose en exceso en sus vicios o debilidades o manías u obsesiones físicas, la autora deja de lado, en cierta manera, aquello que la lleva a ir por ese camino tortuoso, y el lector que queda atrapado en sus páginas también se siente, como Claustre, algo perdido en ese mundo que se atisba pero no se termina de vislumbrar completamente, a pesar de la valentía de la autora en no autocensurarse al narrar ciertos (y excesivos) aspectos escatológicos o trágicos.
A pesar de ello, con un tramo final de muy alto nivel, la autora parece encontrar, justo cuando se está acabando el libro, el punto justo entre el dolor y la alegría, entre el sufrimiento y la tranquilidad, hallando ese momento vital tantas veces buscado. Y de esa forma, de manera análoga a la protagonista, parece como si al final, después de todo el recorrido, haya encontrado al fin la paz y el sosiego, el equilibrio necesario para poder finalmente descansar sabiendo que ha alcanzado aquello que buscaba.
Hasta 'a día de hoy' he leído.
ResponderEliminarHola, Neocratia. Ya lo he corregido, por si quieres leer el resto de la reseña.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por el aviso.
Marc
Mmmm. No sabía que estábamos en examen de lengua. Neocratia, ¿qué te pareció la reseña hasta "a día de hoy"?
ResponderEliminarMarc, gracias por la reseña. Muy currada (¿será correcta esta expresión?). No conocía a esta escritora.
Del año pasado me gustó mucho "Els dics", de Irene Solà. Buena cosecha de novelas en catalán escritas por mujeres sí.
Hola, Òscar.
ResponderEliminarMuchas gracias por el elogio a la reseña. Respecto a la autora, había escrito únicamente relatos y artículos hasta la fecha, y para ser una primera novela la verdad es que está muy bien.
Respecto a Irene Solà, he oído hablar muy bien de su obra y tengo curiosidad por ella, más aún después del premio Anagrama recibido este año (aunque ya sabemos que, los premios, hay que tratarlos con cierto recelo).
Gracias por la recomendación y por comentar la entrada.
Saludos
Marc
Una reflexión. No sé si tiene mucho sentido reseñar libros escritos en una lengua que no conocemos la mayoría de los lectores del blog.
ResponderEliminarEste comentario no tiene nada que ver con catalanismos ni anticatalanismos. Sería lo mismo si se reseñara un libro en portugués.
El caso es que si no existe la traducción, no sé cuál es la opción.
Pues yo agradezco libros en otros idiomas, puedo leer catalán y me atrevería con alguna lengua románica si me atrajese mucho la reseña. Seguro que muchos ensayos solo en inglés tendrían su público en ULAD. Y no podemos presuponer los conocimientos lingüísticos de los lectores del blog.
ResponderEliminarDe hecho, hay reseñas de libros escritos en portugués pero aún sin traducción. Aunque creo que en aquel caso nadie llamó la atención por el idioma.
ResponderEliminarEspaña es un país muy curioso.
Hola, Anónimo, Eduideas y Diego. Como los comentarios están relacionados, contesto en general.
ResponderEliminarEntiendo el punto de vista del comentario Anónimo, pues puede parecer que un libro no escrito en el idioma del blog puede no ser del interés de todos (o puede no ser leído por todos). De todos modos, como apuntan eduideas y Diego, los lectores del blog están ubicados en muchos sitios y pueden hablar/entender diferentes idiomas. Por este motivo, aunque no es la tónica general (hablo personalmente de mis reseñas), en algún caso he querido dar a conocer alguna obra en catalán, por su interés literario o por el posible impacto que pueda tener.
Que yo recuerde, este hecho se ha producido en únicamente dos ocasiones en las aproximadamente cien reseñas que llevo en ULAD: la primera de ellas fue "Permagel" de Eva Baltasar que, tras su éxito en catalán, se ha traducido al castellano y ya se ha anunciado que será traducida al francés, al italiano y al inglés. La segunda es esta obra, que espero que tenga el mismo éxito. Siendo así, creo que merece, de vez en cuando, darlas a conocer porque quién sabe hasta donde llegará su éxito e interés ;-)
Saludos, y gracias a todos por comentar.
Marc
Yo decía curioso apelando a la cuarta acepción de la palabra, Marc. (Me gustaría creer que a España también le caben las tres primeras de este adjetivo pero la verdad es que no lo creo).
ResponderEliminarCurioso, de que es extraño u original, que despierta curiosidad. O sea, es curioso que alguien no anticatalanista iguale el portugués al catalán a la hora de tratarlos en un blog de España.
Siempre recuerdo una imagen del anticatalanismo en su máximo esplendor de inteligencia:
Un hincha "veía" entrenar a Piqué con la selección española. Primero le gritaba que Cataluña era una comunidad y le coreaba España una sola y unida, y después remataba con un: "¡Piqueeé vete a tu país!"
Jeje. Me río por no llorar.
Hola: perdón por intervenir donde no me llaman pero es que ahora mismo estoy de espera en una tediosa circunstancia y me aburro...; )
ResponderEliminarComo ya algo veterano en este blog, quiero señalar que, si se repasan entradas de los 10 años precedentes (10 años, repito, para darnos un pico de autobombo), podréis comprobar que hay bastantes lubros publicados originalmente y que yo recuerde, en catalán/valenciano, euskera, portugués,inglés y alemán...algunos de los cuales han sido publicados después en castellano y otros no. Quiero pensar, o imaginar, que incluso se pueden haber publicado en castellano gracias a nuestras reseñas, aunque no me hago ilusiones. En todo caso, yo no veo el problema y menos aún cuando el libro está escrito en una lengua tan próxima al castellano como es el catalán. Es más, me parece algo superchulo y para estar de lo más orgullosos (alguno que otro lo he reseñado yo, incluso).
Hola, Diego. Recuerdo perfectamente la anécdota que mencionas. Es curioso, sí.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, Juan.
Saludos
Marc
Hola, Marc:
ResponderEliminarMuchas gracias por dar a conocer a la escritora, y lo de que esté escrito en catalán pues me supone más el escollo de la compra que el del idioma. Quiero decir, que me duele más comprar por internet que el intento de leerlo. Si me leí los poemas de Ausias March, podría con esto, creo yo..
Respecto a la politización de las lenguas, qué hartita estoy con los posicionamientos y las divisiones. Qué cosa más absurda ser juzgado por la lengua/cultura de donde cada uno nace, que no es sino fruto del azar. Yo podría contar miles de anécdotas; sin ir más lejos, en un acto de presentación de un libro hace poco, me tenía que ir urgentemente y el tema se alargaba, sobre todo porque la exposición se hacía en castellano y euskera. Me levanté y mi amigo me dijo :"ahora, que hablan en euskera, antes no, claro.." Ay, qué pereza, con la de problemas que hay en el mundo.
Saludos
Hola de nuevo:
ResponderEliminarAntes de que alguien me fulmine, digo que ya sé que Ausiàs March era valenciano, pero entonces, en el siglo XV, pertenecía a la corona de Aragón junto a Cataluña y Mallorca, por lo que yo lo estudié dentro de la literatura catalana.
Hasta pronto
Hola Diego.
ResponderEliminarSoy el primer anónimo que intervino.
¿Me puedes explicar qué significa esta frase?
"..es curioso que alguien no anticatalanista iguale el portugués al catalán a la hora de tratarlos en un blog de España."
No lo pregunto con acritud, es que no entiendo la intención de la frase.
Yo igualo uno y otro idioma porque no los entiendo. Y eso no lo puede cambiar nadie. En el resto de ámbitos ni los igualo ni nada parecido.
No sé si es que no se entendió mi reflexión pero puse todo el empeño en dejar claro que mi comentario estaba exento de cualquier tinte político.
Por si sirve de ayuda, me animo a reforzar esta asepsia con la siguiente afirmación que me sirve de guía muy a menudo (diculpen si suena demasiado academicista): tanto me la suda el catalanismo, como el anticatalanismo, como el españolismo, como el antiespañolismo.
Espero humildemente haber arrojado luz sobre el asunto del igualamiento de lenguas por mi parte. Asunto de lo más chorra por otra parte.
Hola. A ver si me explico.
ResponderEliminarPienso que para cualquier español, el idioma catalán, euskera, gallego, deberían ser idiomas que él identifique como lenguas de su país, marcando una pequeña diferencia con otras lenguas pertenecientes a naciones extranjeras, más allá de que lo hable o no.
En principio, a mí también me la suda el independentismo catalán, pero indirectamente me preocupa que este conflicto decida si mi país tiene o no presupuestos, tiene o no gobierno, afloren en él partidos ultras, decida las elecciones generales y todo ese abanico de consecuencias que estamos viendo.
Así, veo que algo tiene que pasar para que no sigamos otro siglo con el monotema. Ese algo está claro: O bien fundan la República Catalana, o bien se sienten cómodos y parte de España.
Entiendo que la primera opción es imposible, y entiendo que los tribunales no van a colaborar a que la segunda ocurra. (A los políticos mejor ni mencionarlos). Entonces nos toca a los españoles que queremos a Cataluña dentro de España hacerles sentir que donde están, están bien, y que reconocemos su cultura como parte nuestra. Más nuestra que lo que hay al otro lado de la frontera con Portugal.
Pero bueno, no dudo de que tengas razón al final y que ese pequeño gesto sea solo una chorrada. Si es así, si no nos sucede que somos anticatalanistas sin darnos cuenta, te pido disculpas por leer entre renglones algo que no estaba en tu comentario. Supongo que la mala suerte fue que lo hiciste ante un libro escrito en catalán y no ante uno en portugués. Y no dudo de lo retorcido de mi interpretación.
P.D: Lupita, cuando digo "de centro" no me refiero a lo mismo que dice Rivera cuando se autoproclama de centro. Me refería a centro de centrada, con la capacidad de entender los pros y contras de ideologías opuestas.
Viva la cultura.
ResponderEliminarDiego, soy el anónimo chinche de nuevo.
ResponderEliminarDe verdad que lo que dije del catalán y el portugués sólo es porque no los entiendo. No porque los sienta más cerca o más lejos.
Una vez dicho esto, me ha encantado todo lo demás que has comentado sobre Cataluña. No puedo estar más de acuerdo en todo.
Ahora la mitad quiere separarse. Y hay lío. El día que en vez de la mitad sean tres cuartas partes no se podrá parar.
La única solución es que esa mitad que quiere irse pase a ser un porcentaje pequeño. Y es obvio que eso a la fuerza no va a ocurrir. Al revés.
Hola de nuevo, Diego, Òscar, Anónimo.
ResponderEliminarCoincido con el Anónimo que la fuerza nunca es una herramienta para conseguir nada, ni una separación ni una unión. Y respecto a lo dicho por Diego, las soluciones que propones son las únicas que tienen sentido: o Catalunya se constituye un estado independiente o se hace algo para que se sientan a gusto dentro de España aunque creo que cada vez esto último queda más lejos. Y se agradece el comentario, siempre es bueno sentirse querido, independientemente de si la decisión de separarse ya está tomada o no.
En cualquier caso, eso ya es desviarse de la reseña y del contenido del libro, aunque eso también ocurre a veces en ulad, que nos vamos por otros derroteros, aunque todo debate es bueno si se hace con respeto como es el caso.
Dicho esto, enlazó con el comentario de Òscar: viva la cultura, en el idioma que sea, porque todas las lenguas enriquecen y son un patrimonio a conservar.
Saludos
Marc
Bueno, esa decisión ya está tomada por la mitad de la gente. La otra mitad tiene decidido lo contrario.
ResponderEliminarGran problema éste.