Idioma original: francés
Título original: Ciels
Traducción: Eladio de Pablo (edición en castellano), Cristina Genebat (edición en catalán)
Título original: Ciels
Traducción: Eladio de Pablo (edición en castellano), Cristina Genebat (edición en catalán)
Año de publicación: 2009
Valoración: recomendable
Bien es sabida, y ULAD es testigo de ello, la gran admiración que siento por Mouawad, pues sabe transmitir como pocos la belleza existente que se oculta tras la crueldad y maldad de muchas acciones humanas.
En esta cuarta obra, que cierra la tetralogía teatral de «La sangre de las promesas», el escritor de origen libanés pone el broche final a un conjunto de obras que, a pesar de su diversidad, sobrevuelan un punto común: la tragedia que arrastra la humanidad, de generación en generación.
Con este aspecto en mente, el autor da un salto importante hacia la moderna sociedad occidental actual y el resultado es una obra que afronta cierto riesgo estilístico, pues se desmarca en parte de aquello a lo que nos tenía acostumbrados. Así, en «Cielos», el autor nos sitúa en un lugar apartado de la sociedad, en medio de un bosque, donde un grupo de investigadores (traductores, expertos informáticos, criptógrafos, etc.) trabaja a contrarreloj para tratar de abortar un ataque terrorista. El ataque parece inminente, y el descifrador con el que cuentan se acaba de suicidar por motivos que nadie conoce. Por ello, esta célula antiterrorista francófona no está en su mejor momento pues, además de la presión por resolver el lugar y día del atentado, deben sobreponerse a la muerte de uno de sus principales investigadores. Eso les empuja a adaptarse a la nueva situación, y a la incorporación de un nuevo miembro en un equipo cerrado, poco amante de los cambios. Así, no únicamente deben descubrir el lugar del próximo atentado, sino que tendrán que librar una batalla interna y luchar contra sus propios egos, sus propias vidas en el interior del recinto y las que en paralelo transcurren lejos de ellos con sus correspondientes familias que quedan cada vez más lejanas. Con ello, asoman las dudas, aparecen los miedos, aumentan los temores de ser conscientes de su creciente soledad. Estamos en fechas cercanas a la Navidad, y la sensación de que va a producirse un atentado provoca que aumente la tensión entre los investigadores. La inminencia apremia a encontrar la solución al enigma, y los ánimos no son los mejores para combatir tamaño desafío.
Analizando esta obra dentro de la tetralogía, es posible que, tras la inmensa «Incendios» o incluso «Litoral», este texto haya quedado algo escondido o no se le haya dado la importancia que sí tiene. Podría ser debido a que, en «Cielos», el autor se aparta del habitual escenario de Oriente de las dos primeras obras para situarlo en pleno Occidente, cambiando también un paisaje pobre y desértico por un entorno plenamente tecnológico. Es cierto que en «Bosques» (tercera obra de la tetralogía) ya el autor se desmarcaba de esas tierras orientales para situar la historia en el centro de Europa, pero aquí el autor da un paso más y arriesga enormemente, pues hace chocar dos mensajes en apariencia plenamente desasociados: los orígenes y el peso del pasado con la moderna sociedad actual. Y también es posible que entre tanto mensaje cifrado que aparece en el texto, el lector pierda de vista en algún momento que la historia no trata sobre tecnología o criptografía, sino sobre el comportamiento humano; en este aspecto, también el lector debe descifrar el propio código bajo el que el autor envuelve la novela y encontrar en ella su motivación real, evitando que los enigmas tecnológicos nos aparten de los realmente importantes: los que componen el alma humana.
De esta manera, en esta obra, y a pesar de ser estilísticamente algo diferente a lo que nos tiene acostumbrados Mouawad, siguen planeando sobre ella los elementos nucleares característicos que conforman su obra: los orígenes de las personas y la tragedia que arrastran. Así queda plasmado en un par de fragmentos del texto cuando un personaje pregunta a otro: «¿Cómo quieres hacerte mayor, sino? ¿Cómo lo harás para saber quién eres y de dónde vienes si no te interesas por lo que existió antes de ti?». En este fragmento queda patente la preocupación constante del autor por la búsqueda y redención del pasado, aspecto común y central en todas sus obras teatrales. Es probable que su propia experiencia vital, emigrando a los nueve años de edad del Líbano a Canadá a causa de los conflictos civiles en su país de origen marcaran su manera de entender el mundo y la vida, y ese conflicto interior y la necesidad de encontrarse con su pasado se plasma en toda su obra.
Por todo ello, esta obra es recomendable ya que demuestra una vez más que el autor puede moverse en diferentes escenarios sin perder de vista aquello que quiere transmitir, aquello sobre lo que quiere que reflexionemos, aquello que le preocupa hasta el punto de escribir sobre ello en cada una de sus obras. Y es que Mouawad sabe emplear hábilmente el lenguaje para envolver la tragedia y el horror con un manto de belleza narrativa. La potencia de sus palabras asusta por el mensaje transmitido, pero es a través de esa belleza que consigue que nos llegue a nuestro ser más profundo, a nuestras raíces, como las raíces y orígenes que conforman cada uno de los personajes que protagonizan sus obras, sugiriendo que la maldad y el horror la arrastramos a través de la historia creada por nuestros antepasados, por tantas guerras sufridas, por tantas batallas libradas, y por todo el mal que entre todos hemos traído al mundo. Siempre habrá la esperanza que el arte, a través de su puesta en escena, nos recuerde que, al final, todo está en nuestras manos y que el destino de la humanidad no debería dejarse en manos de una tendencia cruel arrastrada durante tantos años, sino que debería recaer en la belleza y la esperanza de cambiar el rumbo de la historia y poder dejar un mundo en el que finalmente podamos sentirnos en paz, con el mundo, pero también con nosotros mismos.
En esta cuarta obra, que cierra la tetralogía teatral de «La sangre de las promesas», el escritor de origen libanés pone el broche final a un conjunto de obras que, a pesar de su diversidad, sobrevuelan un punto común: la tragedia que arrastra la humanidad, de generación en generación.
Con este aspecto en mente, el autor da un salto importante hacia la moderna sociedad occidental actual y el resultado es una obra que afronta cierto riesgo estilístico, pues se desmarca en parte de aquello a lo que nos tenía acostumbrados. Así, en «Cielos», el autor nos sitúa en un lugar apartado de la sociedad, en medio de un bosque, donde un grupo de investigadores (traductores, expertos informáticos, criptógrafos, etc.) trabaja a contrarreloj para tratar de abortar un ataque terrorista. El ataque parece inminente, y el descifrador con el que cuentan se acaba de suicidar por motivos que nadie conoce. Por ello, esta célula antiterrorista francófona no está en su mejor momento pues, además de la presión por resolver el lugar y día del atentado, deben sobreponerse a la muerte de uno de sus principales investigadores. Eso les empuja a adaptarse a la nueva situación, y a la incorporación de un nuevo miembro en un equipo cerrado, poco amante de los cambios. Así, no únicamente deben descubrir el lugar del próximo atentado, sino que tendrán que librar una batalla interna y luchar contra sus propios egos, sus propias vidas en el interior del recinto y las que en paralelo transcurren lejos de ellos con sus correspondientes familias que quedan cada vez más lejanas. Con ello, asoman las dudas, aparecen los miedos, aumentan los temores de ser conscientes de su creciente soledad. Estamos en fechas cercanas a la Navidad, y la sensación de que va a producirse un atentado provoca que aumente la tensión entre los investigadores. La inminencia apremia a encontrar la solución al enigma, y los ánimos no son los mejores para combatir tamaño desafío.
Analizando esta obra dentro de la tetralogía, es posible que, tras la inmensa «Incendios» o incluso «Litoral», este texto haya quedado algo escondido o no se le haya dado la importancia que sí tiene. Podría ser debido a que, en «Cielos», el autor se aparta del habitual escenario de Oriente de las dos primeras obras para situarlo en pleno Occidente, cambiando también un paisaje pobre y desértico por un entorno plenamente tecnológico. Es cierto que en «Bosques» (tercera obra de la tetralogía) ya el autor se desmarcaba de esas tierras orientales para situar la historia en el centro de Europa, pero aquí el autor da un paso más y arriesga enormemente, pues hace chocar dos mensajes en apariencia plenamente desasociados: los orígenes y el peso del pasado con la moderna sociedad actual. Y también es posible que entre tanto mensaje cifrado que aparece en el texto, el lector pierda de vista en algún momento que la historia no trata sobre tecnología o criptografía, sino sobre el comportamiento humano; en este aspecto, también el lector debe descifrar el propio código bajo el que el autor envuelve la novela y encontrar en ella su motivación real, evitando que los enigmas tecnológicos nos aparten de los realmente importantes: los que componen el alma humana.
De esta manera, en esta obra, y a pesar de ser estilísticamente algo diferente a lo que nos tiene acostumbrados Mouawad, siguen planeando sobre ella los elementos nucleares característicos que conforman su obra: los orígenes de las personas y la tragedia que arrastran. Así queda plasmado en un par de fragmentos del texto cuando un personaje pregunta a otro: «¿Cómo quieres hacerte mayor, sino? ¿Cómo lo harás para saber quién eres y de dónde vienes si no te interesas por lo que existió antes de ti?». En este fragmento queda patente la preocupación constante del autor por la búsqueda y redención del pasado, aspecto común y central en todas sus obras teatrales. Es probable que su propia experiencia vital, emigrando a los nueve años de edad del Líbano a Canadá a causa de los conflictos civiles en su país de origen marcaran su manera de entender el mundo y la vida, y ese conflicto interior y la necesidad de encontrarse con su pasado se plasma en toda su obra.
Por todo ello, esta obra es recomendable ya que demuestra una vez más que el autor puede moverse en diferentes escenarios sin perder de vista aquello que quiere transmitir, aquello sobre lo que quiere que reflexionemos, aquello que le preocupa hasta el punto de escribir sobre ello en cada una de sus obras. Y es que Mouawad sabe emplear hábilmente el lenguaje para envolver la tragedia y el horror con un manto de belleza narrativa. La potencia de sus palabras asusta por el mensaje transmitido, pero es a través de esa belleza que consigue que nos llegue a nuestro ser más profundo, a nuestras raíces, como las raíces y orígenes que conforman cada uno de los personajes que protagonizan sus obras, sugiriendo que la maldad y el horror la arrastramos a través de la historia creada por nuestros antepasados, por tantas guerras sufridas, por tantas batallas libradas, y por todo el mal que entre todos hemos traído al mundo. Siempre habrá la esperanza que el arte, a través de su puesta en escena, nos recuerde que, al final, todo está en nuestras manos y que el destino de la humanidad no debería dejarse en manos de una tendencia cruel arrastrada durante tantos años, sino que debería recaer en la belleza y la esperanza de cambiar el rumbo de la historia y poder dejar un mundo en el que finalmente podamos sentirnos en paz, con el mundo, pero también con nosotros mismos.
También de Wajdi Mouawad en ULAD: Litoral, Ánima, Bosques, Incendios, Todos pájaros, Assedegats, Un obús al cor, Madre
Hola, Marc, felicitaciones por la reseña.
ResponderEliminarNo he leído a este autor pero hace tiempo que le tengo apuntado.
Por lo que dices, parece que su obra se sostiene en darle una vuelta al mito del buen salvaje de Rousseau, al que en los últimos tiempos le han salido tantos detractores. Éstos, sus detractores, afirman que el humano no nace "bueno" y que la sociedad, por tanto, no es la que lo corrompe. Parece que Mouawad denuncia que si los humanos no nacen buenos no se debe a causas biológicas, sino, a que las circunstancias anteriores a su nacimiento marcan su vida.
Lo veo curioso, interesante, no se trata de que el mito del buen salvaje sea falso, como anuncian los defensores del progreso, más bien apunta a que al día de hoy es imposible, justamente, porque la sociedad se adelanta al individuo.
En fin. ¿Se puede leer Incendios sin leerse los anteriores?
Un saludo.
Hola, Diego. Muchas gracias por los elogios.
ResponderEliminarInteresante reflexión la que aportas, pues creo que aciertas en tu apreciación sohre el enfoque de Mouawad sobre la bondad o la maldad humana. Y sí, se podría decir que Mouawad cree que existe una bondad genuina e inherente al ser humano, pero normalmente, por una causa u otra, está se corrompe y acabamos arrastrando la maldad de generación en generación. Lo bueno del autor es que, por mucha tragedia que haya en sus obras, siempre acaba dando la sensación que cree que esta tendencia se romperá y que la bondad logrará imponerse.
Respecto a tu pregunta, sí, se puede leer Incendios en primer lugar, y es más, lo aconsejaría, pues es la mejor obra del autor (y creo que esta sensación es bastante generalizada, según he podido comprobar comentando las obras del autor con otros lectores). A pesar de que en la edición en catalán hayan publicado las cuatro obras en una única edición (bellísima, cabe decir), en castellano están publicadas por separado y también es lógico que así sea, ya que se trata de obras totalmente independientes en argumento y personajes.
Saludos, y gracias por el comentar la entrada. Si te decides a leer al autor, contamos con que nos digas qué te ha parecido. Espero que te guste.
Marc
Hola a los dos:
ResponderEliminarVaya nivel de debate. Deberíais recomendar libros de filosofía para torpes, porque me gusta mucho pero cuando llego a debates como "libre albedrío vs determinismo" parece que la cabeza me va a explotar.
Enhorabuena por la reseña y por la altura dialógica.
Saludos
Hola, Lupita. Aquí el mérito principal es de Diego, al introducir las ideas de Rousseau y el hombre salvaje, aunque cierto es que en mis años mozos la filosofía era una de mis materias favoritas en el instituto (aunque, lamentablemente, la he aparcado bastante interesándome últimamente e más hacia la vertiente sociológica). Ya sean aportaciones de alto nivel, como las de Diego, o más accesibles, cierto es que la sociedad actual y su deriva invita a la reflexión sobre cómo nos comportamos, ya sea de manera espontánea o natural o autoimpuesta/adquirida.
ResponderEliminarMuchas gracias por los elogios y por comentar la entrada.
Saludos
Marc
Gracias. Ustedes dos son muy generosos. Pero el mérito es de Marc, que sacó de la obra, o las obras, de este autor una idea por la que se debate desde hace cientos y aún sigue generando fascinación.
ResponderEliminarSobre lo que dicen de la filosofía, yo apostaría que a la gran mayoría nos pasa lo mismo: primero promete, después agota y al final se vuelve sin sentido.
Ahora estoy leyendo a Claude Lévi-Strauss y hay un capítulo de Tristes trópicos donde cuenta cómo le desilusionó la filosofía ya en estudios superiores y la llama: "teatralazo". En su opinión no puede ser más que una gimnástica de la mente que jamás llega a tocar lo práctico y tangible. De todas formas deja a la ciencia bien parada a pesar de que su excusa para abandonarla y decidirse por la etnología es muy elocuente.
No creo que estar de acuerdo con esto esté ligado a menospreciar la filosofía ni sacarla de las aulas como han propuesto algunos fabricantes de muñecos. Como toda gimnasia, es admirable por lo que requiere y por lo que desarrolla, pienso yo.
Hola, Diego. Interesante reflexión. Yo creo que la filosofía es útil en cuanto a herramienta para entender, no únicamente el mundo, sino a uno mismo. Tal y como se dice habitualmente, es una práctica que no da respuestas, sino que genera preguntas; esas preguntas y las reflexiones que a partir de ella realizamos son las que nos permiten tratar de entendernos mejor, o al menos intentarlo. Ahí radica, para mí, su principal valor. No sé si llegaremos a entender mejor el comportamiento del hombre (o mujer) como especie, pero si puede acercarnos a entender cómo somos cada uno de nosotros y conocernos mejor.
ResponderEliminarSaludos
Marc
Hola a todos!!!
ResponderEliminarMe ha encantado la reseña, no conocía nada de este autor pero se ha ido directo a "pendientes inmediatos", los cuatro libros!!! Por esto me encanta este blog ;)
Lo malo es que al ir a buscar este ultimo solo encuentro la traducción al catalán, que como bien dice Marc la edición es preciosa. Me gustaría saber si están publicadas en castellano (entiendo que decís que las demás si) pero en que editorial y donde se pueden conseguir? Por ejemplo en Kindle "Cielos" solo esta en catalán. Igual no he mirado del todo bien... Y el orden seria "Incendios" "Litoral" "Bosques" y "Cielos" ???
El debate filosófico lo dejo para otro día ;)
Muchas gracias!!!!
Hola, Francisco.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. La verdad es que es un gran autor, uno de los que más conmueven al leer sus obras (o verlas representadas en el teatro).
Respecto a la traducción al castellano, están publicados en este idioma por KRK ediciones (http://www.krkediciones.com), los cuatros libros por separado. El orden por lo que yo los leería sería Incendios, Litoral, Bosques y Cielos.
Espero que los encuentres y, si te animas, encantado de conocer tus impresiones.
Saludos y gracias por visitarnos y los elogios.
Marc
Muchas gracias!!
ResponderEliminarYa los estoy mirando... También me ha llamado mucho la atención "Anima" y puede que empiece por ahí... ya he leído vuestra reseña ;)
Una pena que no estén disponibles en E-book. Y por cierto, son mucho mas chulas las ediciones en catalán; portada, etc.
Saludos y gracias!!!!
Hola, Francisco. Ciertamente, «Ánima» también es un gran libro, duro, pero muy bueno. De lompublicados por Mouawad es el único que no es teatro, sino novela. Y sí, las cubiertas que hace la editorial catalana «Edicions del Periscopi» son preciosas.
ResponderEliminarSaludos, y celebro que los hayas encontrado.
Marc