Año de publicación: 2018
Valoración: muy recomendable
De un tiempo a esta parte, estamos asistiendo a un importante auge de nuevas figuras literarias en nuestro país que irrumpen con fuerza, pidiendo paso de manera firme, segura y atrevida. Ocurrió hace poco con Eva Baltasar y su «Permafrost» («Permagel» en su versión original en catalán), ocurre también con Anna Punsoda y su «Els llits dels altres» y ocurre ahora con Marta Orriols. Todas ellas mujeres catalanas, todas escribiendo su primera novela, y haciéndolo en obras de temática claramente introspectiva. Sorprende y alegra el atrevimiento de estas nuevas voces que entran en el mundo de la novela, un mundo nuevo para ellas, pero en el que saben moverse como si fueran ya veteranas en el arte de narrar. Y Marta Orriols es un claro ejemplo de ello; destacadísimo, diría.
La historia empieza de manera directa, presentándonos a Paula, narradora en primera persona y protagonista absoluta, que ha perdido recientemente su pareja; y lo ha hecho por partida doble, pues primero decide cortar con ella, y luego la pierde definitivamente, pues, justo después de que él le comunique su decisión, muere atropellado. Así, repentinamente la muerte, pero especialmente el duelo, inunda la vida de Paula. Un duelo sostenido en una dicotomía constante por la añoranza, pero también por cierta incomodidad o incluso enfado, pues el duelo modifica percepciones, cambia los recuerdos, y parece dibujar, a medida que avanza y madura, una realidad diferente a la que era, empujándola a olvidar recuerdos indeseados. Y con el duelo, aparece la solidaridad de los allegados, y su empecinamiento en ofrecer un consuelo que solo llega hasta la frontera anímica de quien realmente lo sufre, una puerta de entrada que solo el afectado puede abrir y dejar entrar, para encontrar en esas palabras de ánimo un refugio donde instalarse y aligerar la carga que supone cargar con la tristeza por el difunto.
Marta Orriols ha escrito una novela donde la muerte está siempre presente; presente por el recuerdo de los momentos vividos, pero también por el recuerdo de los momentos que, aun estando juntos, todavía no se habían materializado. De esta manera, el relato que nos narra ocupa un espacio dentro del lector, un espacio puede que compartido por aquellos que hayan pasado por situaciones similares, o un espacio libre, libre por desocupado, pero que vamos llenando de manera diaria con las preocupaciones que albergamos en nuestro interior, conocedores de que ese futuro existe y vendrá a por nosotros. Y los miedos, la soledad, la tristeza, y el desamparo en el que nos encontramos a veces en los abrazos de nuestros seres queridos, que nos rodean de buenas intenciones, pero nulos resultados, pues el vacío que se experimenta cuando alguien se va, no es únicamente el que deja esa persona en el mundo, en tu mundo, sino que también deja vacío el espacio que tú y esa persona formabais. Y la novela refleja esa sensación, pues parte de uno mismo desaparece con la persona que muere, creando un abismo inmenso que va más allá de la persona fallecida. Y la dualidad siempre existente, en una balanza en desequilibrio constante entre los recuerdos positivos y los negativos, entre lo que añoramos y lo que detestamos, entre lo que fue y lo que hubiera podido ser, entre lo que aceptamos y lo que rechazamos, entre una felicidad en momentos aparente, y una realidad que nos empeñamos en imaginar factible.
Y en ese proceso de superación, aparece el inevitable pacto con uno mismo, y en la acción de querer saldar cuentas irrumpe la extrema necesidad de la recomposición de uno mismo, en una clara pero desigual lucha entre superar un vínculo al pasado y la posibilidad de un futuro donde ese pasado encaje sin dañar demasiado. Y la autora hábilmente elige una profesión para Paula que se ajusta perfectamente en la historia, pues, siendo médica de una UCI neonatal, conoce perfectamente lo que implica la muerte, pero también la necesidad de luchar para evitarla, y construir y salir adelante en la vida, evitando una muerte siempre flotando en el ambiente, que asusta y espanta. Y Paula se encuentra en la misma posición, intentando sacar adelante una vida cuando la muerte está presente.
Estilísticamente, además de una narración delicada, rica, y perfectamente estructurada, y a pesar del duelo y la aflicción existentes, la novela no es triste pues permanece de manera latente un punto de inconformismo ante la situación, una voluntad de salir adelante ni que sea a trompicones, de manera espontánea y sin saber si es la adecuada, pero existe, está ahí, y la protagonista contagia esa actitud de manera evidente. No hay un desgarro emocional definitivo e irreversible a pesar de la muerte y la pérdida, sino una vitalidad que se sostiene a través de las pequeñas cosas cotidianas que conforman esas migas de pan necesarias para encontrar el camino perdido hacia una alegría que está ahí esperando para ser redescubierta. Así, el estilo de Marta Orriols, directo, franco, claro y nítido, genera una empatía con la protagonista de manera inmediata, y la introducción de escenas cotidianas de Paula permite conectar con ella desde el inicio; y su voz ayuda, pues la narración en primera persona nos acerca a ese personaje afectado, afligido, casi hundido, pero a la vez tremendamente vital. Cierto es que hay, en momentos puntuales (y especialmente superada la primera mitad del libro) una cierta ligereza narrativa al incluir conversaciones o pequeñas anécdotas que descargan la novela de la tensión emocional que la historia plantea en un inicio, pero quiero creer que el motivo es buscar la complicidad del lector añadiendo pinceladas de vida cotidiana con las que todos podríamos identificarnos. En cualquier caso, es algo puntual, y permite tomar cierto aire para encarar un final de novela donde la autora retoma el pulso y sitúa la historia en un punto final de alto nivel.
Estructuralmente, la novela también destaca en positivo por la narración alternada entre la propia historia y pequeños fragmentos que Paula escribe en conversaciones imaginarias hacia su difunta pareja. Esos fragmentos son aquello que aún les une y que le permite a Paula saldar las cuentas y desahogarse. Esas pequeñas partes necesarias de reconstrucción de un pasado para poder empezar un futuro sin cuentas pendientes, habiendo hecho las paces, no con el difunto, sino hacia uno mismo y su pasado, son para mí probablemente las mejores partes del libro, pues es en ellas donde la protagonista se expone y se desnuda frente a su propia imagen.
Por todo ello, la novela que ha escrito Marta Orriols es de las que dejan un gran recuerdo, agradable y positivo a pesar de la tristeza de la historia narrada. La autora sabe perfectamente cómo manejar el ritmo, equilibrar los momentos tristes y los alegres, y encontrar el equilibrio perfecto entre narración y reflexión, entre lo que sucede en la historia, pero también dentro de la protagonista, consiguiendo llenar el espacio narrativo entre obra y lector, y hacérsela sentir tan cerca hasta hacerla suya. Os la recomiendo encarecidamente.
La historia empieza de manera directa, presentándonos a Paula, narradora en primera persona y protagonista absoluta, que ha perdido recientemente su pareja; y lo ha hecho por partida doble, pues primero decide cortar con ella, y luego la pierde definitivamente, pues, justo después de que él le comunique su decisión, muere atropellado. Así, repentinamente la muerte, pero especialmente el duelo, inunda la vida de Paula. Un duelo sostenido en una dicotomía constante por la añoranza, pero también por cierta incomodidad o incluso enfado, pues el duelo modifica percepciones, cambia los recuerdos, y parece dibujar, a medida que avanza y madura, una realidad diferente a la que era, empujándola a olvidar recuerdos indeseados. Y con el duelo, aparece la solidaridad de los allegados, y su empecinamiento en ofrecer un consuelo que solo llega hasta la frontera anímica de quien realmente lo sufre, una puerta de entrada que solo el afectado puede abrir y dejar entrar, para encontrar en esas palabras de ánimo un refugio donde instalarse y aligerar la carga que supone cargar con la tristeza por el difunto.
Marta Orriols ha escrito una novela donde la muerte está siempre presente; presente por el recuerdo de los momentos vividos, pero también por el recuerdo de los momentos que, aun estando juntos, todavía no se habían materializado. De esta manera, el relato que nos narra ocupa un espacio dentro del lector, un espacio puede que compartido por aquellos que hayan pasado por situaciones similares, o un espacio libre, libre por desocupado, pero que vamos llenando de manera diaria con las preocupaciones que albergamos en nuestro interior, conocedores de que ese futuro existe y vendrá a por nosotros. Y los miedos, la soledad, la tristeza, y el desamparo en el que nos encontramos a veces en los abrazos de nuestros seres queridos, que nos rodean de buenas intenciones, pero nulos resultados, pues el vacío que se experimenta cuando alguien se va, no es únicamente el que deja esa persona en el mundo, en tu mundo, sino que también deja vacío el espacio que tú y esa persona formabais. Y la novela refleja esa sensación, pues parte de uno mismo desaparece con la persona que muere, creando un abismo inmenso que va más allá de la persona fallecida. Y la dualidad siempre existente, en una balanza en desequilibrio constante entre los recuerdos positivos y los negativos, entre lo que añoramos y lo que detestamos, entre lo que fue y lo que hubiera podido ser, entre lo que aceptamos y lo que rechazamos, entre una felicidad en momentos aparente, y una realidad que nos empeñamos en imaginar factible.
Y en ese proceso de superación, aparece el inevitable pacto con uno mismo, y en la acción de querer saldar cuentas irrumpe la extrema necesidad de la recomposición de uno mismo, en una clara pero desigual lucha entre superar un vínculo al pasado y la posibilidad de un futuro donde ese pasado encaje sin dañar demasiado. Y la autora hábilmente elige una profesión para Paula que se ajusta perfectamente en la historia, pues, siendo médica de una UCI neonatal, conoce perfectamente lo que implica la muerte, pero también la necesidad de luchar para evitarla, y construir y salir adelante en la vida, evitando una muerte siempre flotando en el ambiente, que asusta y espanta. Y Paula se encuentra en la misma posición, intentando sacar adelante una vida cuando la muerte está presente.
Estilísticamente, además de una narración delicada, rica, y perfectamente estructurada, y a pesar del duelo y la aflicción existentes, la novela no es triste pues permanece de manera latente un punto de inconformismo ante la situación, una voluntad de salir adelante ni que sea a trompicones, de manera espontánea y sin saber si es la adecuada, pero existe, está ahí, y la protagonista contagia esa actitud de manera evidente. No hay un desgarro emocional definitivo e irreversible a pesar de la muerte y la pérdida, sino una vitalidad que se sostiene a través de las pequeñas cosas cotidianas que conforman esas migas de pan necesarias para encontrar el camino perdido hacia una alegría que está ahí esperando para ser redescubierta. Así, el estilo de Marta Orriols, directo, franco, claro y nítido, genera una empatía con la protagonista de manera inmediata, y la introducción de escenas cotidianas de Paula permite conectar con ella desde el inicio; y su voz ayuda, pues la narración en primera persona nos acerca a ese personaje afectado, afligido, casi hundido, pero a la vez tremendamente vital. Cierto es que hay, en momentos puntuales (y especialmente superada la primera mitad del libro) una cierta ligereza narrativa al incluir conversaciones o pequeñas anécdotas que descargan la novela de la tensión emocional que la historia plantea en un inicio, pero quiero creer que el motivo es buscar la complicidad del lector añadiendo pinceladas de vida cotidiana con las que todos podríamos identificarnos. En cualquier caso, es algo puntual, y permite tomar cierto aire para encarar un final de novela donde la autora retoma el pulso y sitúa la historia en un punto final de alto nivel.
Por todo ello, la novela que ha escrito Marta Orriols es de las que dejan un gran recuerdo, agradable y positivo a pesar de la tristeza de la historia narrada. La autora sabe perfectamente cómo manejar el ritmo, equilibrar los momentos tristes y los alegres, y encontrar el equilibrio perfecto entre narración y reflexión, entre lo que sucede en la historia, pero también dentro de la protagonista, consiguiendo llenar el espacio narrativo entre obra y lector, y hacérsela sentir tan cerca hasta hacerla suya. Os la recomiendo encarecidamente.
También de Marta Orriols en ULAD: Dulce introducción al caos
Lo de "lo recomiendo encarecidamente" ha sido el broche final. Me ha llamado la atención el título, después la autora, luego lo que cuentas tan bien en la reseña... La manera en que cada uno enfrenta el duelo es un tema que me atrae muchísimo, y si además se cuenta desde la literatura no soy capaz de resistirme. Hay un libro de relatos de esta misma autora que tiene muy buena pinta. Lo has leído? Gracias!
ResponderEliminarHola, Irati. Muchas gracias por los elogios y por leernos.
ResponderEliminarEl tema del duelo es un tema que a mí también me interesa, puoes trata uno de los sentimientos más profundos del ser humano. Aprovecho para recomendarte, en este aspecto, "A través de la noche", de Stig Saeterbakken, el mejor libro que leí el año pasado. También reeseñado en el blog.
Respecto al libro de relatos que mencionas, tengo entendido que está bien pero no tanto como este, pues es menos "redondo". Pero no lo he leído, me baso en terceras opiniones.
Saludos, y si te decides a leer el libro ya nos contarás. Estaremos encantados de saber tu opinión.
Gracias por comentar la reseña.
Saludos
Marc
Os contaré, y voy a echarle un ojo a "A través de la noche". El caso es que estoy terminando ahora mismo Todo cuanto amé, de Siri Husdvedt, que también va sobre pérdidas y duelos varios y pensaba cambiar de aires, pero no sé si lo conseguiré : . En cualquier caso, hay tantas formas diferentes de tratarlo, de escribir, que ningún libro se parece a otro. Mil gracias por vuestras recomendaciones, una vez más.
ResponderEliminarHola, Irati, de nuevo. Acabas de mencionar el mejor libro de mi autora favorita, así que, además de felicitarte por el buen gusto literario, solo puedo añadir que gracias por leernos.
ResponderEliminarSaludos
Marc
Es hondo y precioso... me tiene sobrecogida. Deberías reseñarlo, si es el mejor libro de tu autora favorita harías una gran reseña! Un placer pasar cada día por aquí!
ResponderEliminarEs cierto que debería, pero implicaría una relectura y hay tantos libros apetecibles pendientes de leer... ¡Pero sí, es posible que algún día me decida a ello!
ResponderEliminarSaludos
Marc