Título original: Ӡоңа
Año de publicación: 1982
Traducción: Ana Alcorta y Moisés Ramírez
Valoración: Muy recomendable
Entre otras muchas cosas que fue en su vida -sobre todo, periodista y escritor, pero también, por ejemplo, boxeador o guía de un parque temático sobre Pushkin... y, por supuesto, exiliado-, Serguey Dovlátov cumplió su servicio en el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos como guarda de campos reformatorios (léase cárceles) en la parece que no muy acogedora República de Komi, por ahí al Norte... Es decir, en una parte del conocido "archipiélago Gulag", aunque no en un campo de trabajo destinado a los disidentes políticos, sino a los delincuentes comunes. Da lo mismo, no creo que a Dovlátov le importara mucho esta diferenciación, visto que para él tampoco había demasiada diferencia entre los zeks o presos y sus guardianes, como él mismo:
"Descubrí una asombrosa semejanza entre el campo de trabajo y el libre albedrío, entre los prisioneros y los guardias (...). Un solo mundo desalmado se extendía a ambos lados de las áreas restringidas (...). Éramos muy similares unos a otros, incluso permutables. Casi cualquier preso habría encajado en el papel de guardia. casi todos los guardias merecían una condena.
Insisto: esto es lo principal de la vida en la prisión. Todo lo demás es periférico."
Como se ve, para Dovlátov el campo, la prisión o como quiera llamarse lo que él denomina "la zona", en realidad no ocupaba sólo las instalaciones del campo en sí, o el territorio adyacente -junto con Chebyu, el peligroso asentamiento donde se establecían muchos presos tras cumplir la condena-, sino que se diría todo el país, el estado soviético y aún el mundo entero. El infierno está dentro de cada uno de nosotros.
Al igual que ocurre en otros libros de este autor, en esta suerte de "crónica carcelaria" también nos regala un despliegue variopinto de personajes más o menos peculiares, desde tercos "ladrones en la ley" a melancólicos, embrutecidos o flemáticos guardianes; encanalladas trabajadores libres y entusiastas instructores políticos; tipos humanos procedentes de medio Imperio Soviético, que se emborrachan con alcoholes de los más diverso, procedentes del otro medio imperio... empezando, como no podía ser menos, por el propio narrador, quien, pese a ser considerado como un "intelectual" por sus compañeros y superiores -o quizás por eso mismo-, no le pone reparos a un zapoy, esa forma extrema y trágica que tienen los rusos de empinar el codo.
Porque todos los personajes del libro y todas las historias que nos cuenta Dovlátov tienen un poso trágico o, cuando menos, taciturno, pese a algún episodio tan chanante como el montaje de una obra teatral aleccionadora con y para los prisioneros. O los interludios epistolares del autor para su editor en Estados Unidos, que no dejan de tener su punto humorístico-; dada la visión desengañada que tiene Dovlátov de todos los que se encuentran, por una causa u otra, en "la zona". Ahora bien, haciendo una elección literaria y personal, aunque también a causa de su estilo algo seco e irónico -esto no lo dice él-, el escritor renuncia a mostrarnos todas las truculencias que podría:
"Decidí rechazar los episodios más salvajes, más sangrientos, más monstruosos de la vida en el campo. me pareció que habrían quedado muy sensacionalistas, especulativos. Su efecto se habría surtido por la naturaleza del material narrativo mismo, más que por su textura literaria"".
Pero lo cierto es que resulta aún más estremecedora esta omisión, saber que el bueno de Serguey prefiere ahorrarnos ciertas cosas que él no pudo ahorrarse. Incluso cuando la violencia es ejercida contra su persona, nos lo cuenta Dovlátov de una manera algo distante, sobria, huyendo de cualquier énfasis dramático. Eso no significa que la experiencia no le dejara huella. Con permiso, reproduzco de nuevo las propias palabras del autor (la reseña en sí ya ha terminado, pero no me puedo resistir, con lo bien que escribía, el tío):
"Nací con los instintos de un boxeador profesional: para convertirme en un joven capaz de reflexión, fueron necesarios esfuerzos literalmente sobrehumanos. Hubo de formarse una cadena de acontecimientos inverosímiles... y por tanto lógicos y convincentes. Uno de ellos fue la prisión. Obviamente, alguien deseaba fervientemente hacer de mí un escritor.
No fui yo quien escogió esta profesión agotadora, estentórea, dolorosa, pesada. Ella me escogió a mí; ya ahora la cosa tiene mal arreglo."
Al igual que ocurre en otros libros de este autor, en esta suerte de "crónica carcelaria" también nos regala un despliegue variopinto de personajes más o menos peculiares, desde tercos "ladrones en la ley" a melancólicos, embrutecidos o flemáticos guardianes; encanalladas trabajadores libres y entusiastas instructores políticos; tipos humanos procedentes de medio Imperio Soviético, que se emborrachan con alcoholes de los más diverso, procedentes del otro medio imperio... empezando, como no podía ser menos, por el propio narrador, quien, pese a ser considerado como un "intelectual" por sus compañeros y superiores -o quizás por eso mismo-, no le pone reparos a un zapoy, esa forma extrema y trágica que tienen los rusos de empinar el codo.
Porque todos los personajes del libro y todas las historias que nos cuenta Dovlátov tienen un poso trágico o, cuando menos, taciturno, pese a algún episodio tan chanante como el montaje de una obra teatral aleccionadora con y para los prisioneros. O los interludios epistolares del autor para su editor en Estados Unidos, que no dejan de tener su punto humorístico-; dada la visión desengañada que tiene Dovlátov de todos los que se encuentran, por una causa u otra, en "la zona". Ahora bien, haciendo una elección literaria y personal, aunque también a causa de su estilo algo seco e irónico -esto no lo dice él-, el escritor renuncia a mostrarnos todas las truculencias que podría:
"Decidí rechazar los episodios más salvajes, más sangrientos, más monstruosos de la vida en el campo. me pareció que habrían quedado muy sensacionalistas, especulativos. Su efecto se habría surtido por la naturaleza del material narrativo mismo, más que por su textura literaria"".
Pero lo cierto es que resulta aún más estremecedora esta omisión, saber que el bueno de Serguey prefiere ahorrarnos ciertas cosas que él no pudo ahorrarse. Incluso cuando la violencia es ejercida contra su persona, nos lo cuenta Dovlátov de una manera algo distante, sobria, huyendo de cualquier énfasis dramático. Eso no significa que la experiencia no le dejara huella. Con permiso, reproduzco de nuevo las propias palabras del autor (la reseña en sí ya ha terminado, pero no me puedo resistir, con lo bien que escribía, el tío):
"Nací con los instintos de un boxeador profesional: para convertirme en un joven capaz de reflexión, fueron necesarios esfuerzos literalmente sobrehumanos. Hubo de formarse una cadena de acontecimientos inverosímiles... y por tanto lógicos y convincentes. Uno de ellos fue la prisión. Obviamente, alguien deseaba fervientemente hacer de mí un escritor.
No fui yo quien escogió esta profesión agotadora, estentórea, dolorosa, pesada. Ella me escogió a mí; ya ahora la cosa tiene mal arreglo."
Otros títulos de Serguey Dovlátov reseñados en Un Libro AL Día: La maleta, El compromiso, Retiro, La extranjera
Vascos, Catalanes y Dovlátovs. Me alegra que vayáis ampliando horizontes. Juas!
ResponderEliminarFuera de broma, reconozco que aún no he leído a este autor. Hace años me interesé por él a raíz de un artículo que no recuerdo. Me hice con una copia de "La extranjera" en un Re-read y ahí está: esperando.
Tanto tu reseña de "El compromiso" como esta de hoy, aumentan mi interés. Gracias por eso. Aunque sospecho, dado tu entusiasmo, que es posible lea tu reseña antes que la novela.
Un saludo.
¿Eh? ¿Pero cómo, Serguey Dovlátov no era de Tolosa? Déjame que mire, que algún lío me he hecho con la wikipedia...
ResponderEliminarEn serio, tras descubrirlo, para mi vergüenza y oprobio (o que me lo descubrieran) el pasado año, espero que este 2018, sea mi "año Dovlátov"... De momento, ya hay otro en capilla, aviso.
Así que, Interlunio, yo ni me lo pensaría: HAY QUE LEER A DOVLATOV, SÍ O SÍ. y que conste que "la extranjera" es uno de los que tengo pendiente... ; )
Gracias por el comentario y la visita, en cualquier caso.
Hace poco y gracias a tu reseña me leí "La maleta" y precisamente el relato que más me hizo reír era uno que versaba sobre su periodo como guardián en una prisión, en el que un compañero y él tenían que trasladar a un recluso campo a través y la cosa termina regulera, con juicio militar a su compañero incluido. Los relatos eran bastante graciosos, pero quizás precisamente por eso me decepcionó un poco el libro. Me dio la impresión de que Dovlátov era un tipo jovial y sociable que prefería quedarse sólo con la parte jocosa y absurda de sus vivencias en la URSS, y que prefería no profundizar o analizar (quizás como mecanismo de defensa) las partes más tristes y deprimentes de esas vivencias. Veo por lo que cuentas aquí que él mismo lo reconoce en este libro, si no te he entendido mal.
ResponderEliminarEn cualquier caso y como siempre, muchas gracias por vuestras reseñas y por descubrirnos nuevos libros y autores. Saludos!
Hola, Pepe:
ResponderEliminarTambién fue "la maleta" el primer libro que leí de este escritor y coincido en que, de los que llevo leídos desde que empecé mi "idilio" con él, , éste es tal vez el más "accesible", entiéndase que no porque el nivel literario sea menor, sino porque en ese estilo agridulce que caracteriza a Dovlátov, quizás tenga ma´s presencia lo "dulce" o al menos cierto tipo de sentimentalismo que puede ser del agrado de más público lector. Ahora bien, "la zona " es , sin lugar a dudas más oscuro y pesimista, lo que no significa que no tenga presencia el humor y la ironía (lo que , desde luego, yo no definiría a Dovlátov como un tipo "jovial y sociable"... en todo caso, sociable sí, pero a la fuerza ahorcan...). pero incluso esas borracheras homéricas que nos cuenta tienen mucho más de desesperadas y hasta nihilistas que de festivas.
Por acabar: si este autor renuncia a contarnos los aspectos más truculentos de lo que vio en el campo de trabajo no es para hacernos el trago más fácil o para huir de esos recuerdos, sino para que el énfasis en ese tipo de historias no oculte el hecho más desasosegante de que para él, todos vivimos en "la zona", de manera más o menos evidente.
Bueno, perdón por el rollo... Un saludo ya gracias por el comentario, por supuesto.