Título original: Brave New World
Traducción: Ramón Hernández
Año de publicación: 1.932
Valoración: Muy recomendable
Tengo que admitir que acudía a la cita con este clásico de Aldous Huxley cargado con algunos prejuicios. De un lado, un poco condicionado por cierta versión cinematográfica muy vieja (no sé si habrá más de una) que transmitía una imagen bastante infantil sobre esta historia, o al menos esa sensación me queda. Por otra parte, también temía que lo que durante décadas fue el paradigma de la distopía, el anuncio de un mundo deshumanizado por la tecnología, leído ahora, bien entrado el siglo XXI, hubiese quedado obsoleto, como la reliquia de algo que en su momento fue rompedor y visionario pero hace mucho que quedó superado por la realidad. O sea, que hubiera envejecido mal. Pero no son necesarias muchas páginas para despejar estos temores.
En las primeras décadas del siglo XX el mundo alucinó con algunos importantes cambios en el mundo empresarial, en especial con la introducción de la famosa cadena de montaje ideada por Henry Ford. Ya se sabe: costes reducidos al máximo, tareas repetitivas para optimizar la producción, tecnología que sustituye a la mano de obra… todo en busca de acercar el producto a un público numeroso y favorecer por tanto el consumo. Más o menos por esa época (años 30), Aldous Huxley debió darle unas vueltas a la cuestión y, en un ejercicio de imaginación, se propuso indagar a dónde conduciría esa idea mecanicista llevada al extremo, la producción, el consumo y el beneficio como estructuras fundamentales de la sociedad, la cadena de montaje aplicada al propio ser humano. El resultado de la elucubración no fue otro que un mundo feliz, un mundo ideal en el que las personas son gestadas de forma artificial, organizadas en castas y programadas para un rol determinado desde el primer segundo, la gente carece de preocupaciones, la sociedad queda óptimamente segmentada y los individuos, a salvo de enfermedades y siempre jóvenes, desempeñan la función asignada y tienen a cambio sexo a discreción, una droga que garantiza la felicidad y diversiones sofisticadas. Todo bien definido y organizado sin fisuras. Seguridad y felicidad sólo a cambio de no pensar.
“Adultos intelectualmente y en el trabajo, y niños en lo que se refiere a los sentimientos y los deseos”, dice Bernard Marx, uno de los personajes. Ufff, no me dirán que esta música no les suena. Jóvenes tan intensamente preparados para elevados desempeños laborales, como caprichosos e inmaduros, superficiales y deslumbrados por la tecnología. Sí, hacemos muchas risas con ‘Big Bang Theory’, pero cabe plantearse si ese es el tipo de individuo que definirá la sociedad del futuro. Otra píldora: “Supongo que todos ustedes recuerdan –dijo el interventor con su voz fuerte y grave- aquella hermosa e inspirada frase de nuestro Ford: ‘La historia es una patraña’”. La cita parece ser verídica, atribuida a Henry Ford, que en la novela se convierte en la única deidad admitida. El citado interventor gesticula con la mano, y Huxley ve los movimientos de un plumero que retira el polvo: allá van Caldea y Babilonia, Buda y Jesús, Atenas, Roma o Jerusalén. La Historia no existe, no interesa, como tampoco el arte o cualquier forma elaborada de pensamiento, sólo el presente y el futuro, el bienestar, la producción y el consumo.
Quizá lo que más impresiona de la novela es la naturaleza atrozmente actual de los mecanismos para adormecer la voluntad del individuo y programar las voluntades. Tirando en este caso de una exposición más metafórica, no sólo se ‘fabrican’ distintos tipos de individuos a demanda del mercado, sino que una vez ‘decantados’ (o sea, cuando salen del frasco) se ven sometidos durante su infancia a un bombardeo de imágenes y mensajes que recibe el nombre de hipnopedia, una especie de credo subliminal gracias al cual interiorizan los principios básicos de ese nuevo mundo. También esto nos resulta familiar. Realmente es estremecedora la nitidez profética con que lo expone Huxley hace casi un siglo.
Otra cosa es la vertiente estrictamente literaria. Huxley propone un elenco de personajes entre en el que, como era de esperar, empieza a despuntar cierta divergencia con las ideas dominantes en el mundo feliz. El Bernard Marx antes citado parece tomar la bandera de la disidencia, es un personaje contradictorio e interesante, pero va perdiendo protagonismo a favor de un contraste mucho más radical, a partir del descubrimiento de una reserva de ‘salvajes’, es decir, gente sin 'civilizar', ajena a la nueva sociedad, que puede conocerse como en un zoo. El foco pasa entonces a un joven de origen 'salvaje' inicialmente fascinado por ese mundo que aún no conoce, que pronto asumirá la figura de la rebeldía contra el sistema. Huxley incorpora en esa última parte algunos largos diálogos en los que expone la dialéctica entre los dos modelos, y a partir de ahí el hilo se desliza, en mi opinión, hacia una solución tal vez demasiado aparatosa y lineal, teñida de misticismo, con la que el nivel narrativo decae de forma patente.
Como lectores, nos encontramos por tanto ante una disyuntiva muy visible. Desde mi punto de vista, como novela, el libro es más bien endeble. Parte de buenos materiales pero no fraguan en un argumento sólido ni profundiza en las posibilidades que ofrece la historia. Si por el contrario nos centramos en la visión de ese escenario futuro y deshumanizado, la capacidad del autor resulta abrumadora: el dibujo es brutal pero aplastantemente lógico, incorpora con minuciosidad elementos filosóficos, económicos, religiosos o éticos, y demuestra una capacidad prospectiva deslumbrante teniendo en cuenta la época en que se escribe el libro.
A mi modo de entender, este segundo aspecto se presenta de forma tan brillante, es tan coherente y poderoso, que deja como irrelevantes las carencias que pueda presentar el libro como construcción literaria.
El título Brave New World está sacado de la Tempestad de Shakespeare y ya indica la importancia que la obra del bardo tiene en la historia. Shakespeare simboliza la belleza, la libertad, la individualidad, la pasión... todo lo que, en ese nuevo mundo, se ha perdido en pro de la perfección, la homogeneidad y la estabilidad de la comunidad. Me costó meterme en el libro, el proceso de creación de los humanos del principio me resultó algo pesado, sin embargo es una novela que mejora según avanza, que hace pensar, cuya trama es siempre congruente y que tiene un gran trasfondo, filosófico, religioso y sociológico, y aunque el desarrollo no podía ser otro, eso no la hace menos dura.
ResponderEliminarBesos
Absolutamente necesaria y pertinente esta reseña en nuestro blog. Clasicazo y reseñaza. Clasicazo al que discutirle forma sin problemas, pero para eso estamos.
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos.
ResponderEliminarRealmente el comentario de Sol es prácticamente una re-reseña, y por cierto cien por cien acertada. O casi, porque para mí el interés del libro decrece según se avanza, justo al revés. Para mí hay demasiado Shakespeare y contrastes demasiado diáfanos, pero insisto en que la crítica a la forma no quita valor a la visión de ese mundo futuro estremecedor.
Uno de los libros que el jovencito que fui leyó como parte ineludible del preceptivo aprendizaje cultural, pero que también me decepcionó un poco, tal vez deslumbrado aún por la fuerza de otra novela distópica, "1984". Pero segumomento hoy sería el momento de volver volver a leerlo, con más mili hecha, como se decía antes...
ResponderEliminarGran reseña. Gracias, compañero.
Creo que debería volver a leer este libro, porque no recuerdo los personajes ni casi la trama. Como dices en la reseña (muy buena, por cierto), la idea que recorre el libro es tan potente que hace que ignoremos las carencias literarias de las que adolece.
ResponderEliminarPor otro lado, me parece una lectura imprescindible dentro del género (subgénero o cómo quiera llamársele) distópico, junto a Fahrenheit 451, 1984, La pianola y Blade runner. De todas ellas, para mí la más lograda literariamente es Fahrenheit 451, la más imaginativa y potente Blade runner, 1984 y La pianola las más políticas, y Un mundo feliz la de mayor calado social.
Todo esto escrito en el móvil y a la hora de la siesta, pero creo que se entiende..
Como le pasó a Juan, yo también llegué a Un Mundo Feliz tras 1984. También me pareció bastante más floja. De todas formas, es un libro que había que reseñar.
ResponderEliminarGracias por traer este pedazo de reseña, Mr. Andia!!
Desde luego es el típico libro que se suele leer de joven porque el mensaje es muy nítido y llega muy fácil, y en estos casos como decís vosotros es conveniente darle una vuelta y leerlo con otra perspectiva. El problema es que no nos da el tiempo para todo!
ResponderEliminarMuchas gracias a los tres por vuestra amabilidad y por los elogios inmerecidos
Lectura obligatoria en mi colegio secundario, junto con Fahrenheit 451, hace cuarenta años. Que me generó un tremendo impacto y me condujo luego a 1984, superior a mi juicio.
ResponderEliminarProbablemente si lo leyese hoy también sentiría cierta desilusión con su calidad literaria, pero el mensaje es tan potente que pasa a ser un detalle menor.
Excelente iniciativa reseñarlo en ULAD, Carlos. Felicitaciones!
PD: por la misma época daban en la TV argentina (en blanco y negro aún) una serie llamada "Fuga en el siglo XXIII (Logan's run)", con temática muy similar y un personaje simpatiquísimo, el androide REM
Hola Puma. Veo que más o menos coincidimos en la opinión sobre el libro. Es todo un clásico, algo que hay que conocer al margen de cómo lo apreciemos en el plano literario.
ResponderEliminarEsa serie yo creo que se estrenó en España como "Ls fuga de Logan", me suena mucho ese título. A ver si alguien recuerda alguna versión cinematográfica de Huxley, que también tengo curiosidad.
Una vez más, encantados de contar con tu opinión.
"La fuga de Logan", serie que amenizó muchas sobremesas de mi infancia... Y que también tiene película.
ResponderEliminar"Un mundo feliz" me suena que también la tuvo, pero no lo recuerdo con claridad.
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ResponderEliminarPor cierto, que yo estoy leyendo precisamente ahora una novela de Philup K. Dick que, si no me equicoco, tiene cierta influencia de "Un mundo feliz", aunque ni de lejos su profundidad (no es de las grandes obras de Dick). Próximamemte en Un Libro Al Día.
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EliminarSin argumento que lo justifique, para mí Brave New World muy superior a 1984 y Fahrenheit 451, si se trata de preferir entre las tres novelas distópicas más famosas. De hecho, en mi opinión, prefiero a Orwell en Rebelión en la granja. Como se dice es más valorable la idea, y la época en que se escribe, a la escritura. Añado como novela distópica, quizás algo menos conocida, Nosotros de Yevgueni Zamiatin.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues veo que tenemos un buen repertorio de novelas sobre futuros siniestros.
ResponderEliminarGracias a los dos por las aportaciones.
Buen apunte, Sal. "Nosotros", de Zamiatin, es un libro más que interesante sobre un futuro distópico. De hecho, la obra estuvo prohibida en su país durante décadas por su crítica a los regímenes totalitarios. Es interesante ver cómo, prácticamente cien años después de su publicación sus ideas siguen asustándonos, quizá por el riesgo a que algún día la realidad se acerque demasiado a lo expuesto en su libro. Novela altamente recomendable.
ResponderEliminarSaludos y felicidades por la reseña, compañero.
Marc
Gracias por tu aportación Marc. Saludos!
ResponderEliminarRetomando el hilo, para mí entre las grandes distopías debería estar La pianola, de Kurt Vonnegut, al que habéis reseñado varias veces. En dicha obra nos presenta un tema que será crucial en nuestro futuro más próximo, y que ya nos afecta: qué espera a una sociedad en la que el trabajo está tan tecnificado y recae en las máquinas que los hombres se sienten inútiles y perdidos. Es una obra heredera directa de Un mundo feliz, puesto que los ciudadanos son clasificados según unos parámetros y así han de vivir hasta el fin de sus días.
ResponderEliminarComo siempre, un placer contar con tus opiniones, Lupita.
ResponderEliminarUn cordial saludo.