Idioma original: inglés
Título original: The Most Dangerous Book
Año de publicación: 2016
Traducción: Óscar Palmer
Valoración: obscenamente muy recomendable
Este es uno de esos libros que hace que quienes comentamos sobre literatura nos vengamos algo arriba. Una conjunción de factores demasiado tentadora. Un estudio literario sobre una obra cumbre de la literatura (un clásico contemporáneo) que combina elementos diferentes, todos ellos atractivos a priori. Buena escritura, temática con aromas épicos, sentido del suspense, ritmo adecuado en lo narrativo combinado con la oportuna puesta en contexto de todo el entorno que rodeó la publicación de la obra en cuestión. Que es Ulises de James Joyce. La clase de libro cuya reseña, gracias, Juan, uno espera que un blog como el nuestro (conocido en ciertos círculos como blogcillo barato) incluya orgulloso integrando algo parecido a un fondo de armario en lo que a contenidos concierne. La clase de libro a la que tanta y tanta gente ha intentado meterle mano, saliendo escaldada en muchos casos de su difícil lectura y comprensión.
Y en función de lo leído en esta inclasificable obra, más de uno puede preguntarse si el mito que rodea a Ulises, que no es la única obra difícil y extensa de la literatura universal ni mucho menos, hubiera sido tan enorme de no mediar todo lo que El libro más peligroso describe. O, que viene a ser lo mismo, si esta obra no fue una de esas demostraciones fehacientes de que "lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal".
Lo que se describe aquí queda en una atractiva confluencia que por momentos me ha recordado aquel magnífico ensayo/biografía sobre Salinger que reseñé aquí, guardando las debidas distancias, pues puede ser que Birmingham se centre algo más en el proceso de un libro en particular, sin ahondar tanto en detalles biográficos. Aunque todo lo que se escribe aquí sobre la vida de James Joyce viene a cuento. Su curiosa historia de amor con su esposa Nora Barnacle. Sus problemas de salud, concretamente los derivados de las enfermedades venéreas (frecuentaba prostíbulos) y los que afectaban a su visión, condicionando la escritura de la obra, un proyecto personal que todas las circunstancias convierten en obsesión.
Y, por supuesto, el centro del libro, la colosal lucha que supuso para él conseguir que Ulises fuera publicado tal como lo concibió, lucha que se hizo titánica a raíz de los sucesivos avances de sus capítulos en revistas cuyas publicaciones iban acompañadas de escándalos, de acusaciones por obscenidad de los respectivos capitostes atrincherados en las rancias y puritanas instituciones de la época, más pendientes de una descripción demasiado minuciosa del deseo sexual que de algo que hoy nos parece tan obvio como permitir que las mujeres votaran. Las maniobras, tanto para evitar su publicación como para conseguirla, convierten esta lectura en un cierto juego de suspense del cual, aunque conocemos el final; no deja de sorprendernos el encono de uno y otro bando. Joyce contó con la ayuda de importantes factores, aunque hubo de recurrir a ciertos entresijos que hoy nos dejan pasmados, apelar a editores, libreros, incluso tuvo que sufrir el veto de ciertos talleres de imprenta que no querían verse relacionados con lo que se consideraba una obra obscena y escandalosa. Cuesta creer que así estuvieran las cosas apenas hace un siglo y que hoy aún haya zonas de nuestro planeta en las que la moral inculcada por la religión y la pura religión coarten de tal manera la libertad de expresión, tanto a nivel personal como en lo que se refiere al proceso de creación artístico. Cuesta creer también que en ese momento algo como la literatura movilizara a la sociedad de la época, cuando a la de la nuestra parece que solo la movilicen pocas cosas, y prefiero no pararme a pensar cuáles.
Y en función de lo leído en esta inclasificable obra, más de uno puede preguntarse si el mito que rodea a Ulises, que no es la única obra difícil y extensa de la literatura universal ni mucho menos, hubiera sido tan enorme de no mediar todo lo que El libro más peligroso describe. O, que viene a ser lo mismo, si esta obra no fue una de esas demostraciones fehacientes de que "lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal".
Lo que se describe aquí queda en una atractiva confluencia que por momentos me ha recordado aquel magnífico ensayo/biografía sobre Salinger que reseñé aquí, guardando las debidas distancias, pues puede ser que Birmingham se centre algo más en el proceso de un libro en particular, sin ahondar tanto en detalles biográficos. Aunque todo lo que se escribe aquí sobre la vida de James Joyce viene a cuento. Su curiosa historia de amor con su esposa Nora Barnacle. Sus problemas de salud, concretamente los derivados de las enfermedades venéreas (frecuentaba prostíbulos) y los que afectaban a su visión, condicionando la escritura de la obra, un proyecto personal que todas las circunstancias convierten en obsesión.
Y, por supuesto, el centro del libro, la colosal lucha que supuso para él conseguir que Ulises fuera publicado tal como lo concibió, lucha que se hizo titánica a raíz de los sucesivos avances de sus capítulos en revistas cuyas publicaciones iban acompañadas de escándalos, de acusaciones por obscenidad de los respectivos capitostes atrincherados en las rancias y puritanas instituciones de la época, más pendientes de una descripción demasiado minuciosa del deseo sexual que de algo que hoy nos parece tan obvio como permitir que las mujeres votaran. Las maniobras, tanto para evitar su publicación como para conseguirla, convierten esta lectura en un cierto juego de suspense del cual, aunque conocemos el final; no deja de sorprendernos el encono de uno y otro bando. Joyce contó con la ayuda de importantes factores, aunque hubo de recurrir a ciertos entresijos que hoy nos dejan pasmados, apelar a editores, libreros, incluso tuvo que sufrir el veto de ciertos talleres de imprenta que no querían verse relacionados con lo que se consideraba una obra obscena y escandalosa. Cuesta creer que así estuvieran las cosas apenas hace un siglo y que hoy aún haya zonas de nuestro planeta en las que la moral inculcada por la religión y la pura religión coarten de tal manera la libertad de expresión, tanto a nivel personal como en lo que se refiere al proceso de creación artístico. Cuesta creer también que en ese momento algo como la literatura movilizara a la sociedad de la época, cuando a la de la nuestra parece que solo la movilicen pocas cosas, y prefiero no pararme a pensar cuáles.
Una reseña que me ha hecho entender que el libro de Joyce debe ser leido, no por la sociedad, sino en este caso, por mi mismo. Conocía la existencia de este libro, pero nunca me había puesto el reto de leerlo, por lo mismo que se dice en el artículo: su "excesiva" dificultad y profundidad.
ResponderEliminarLo buscaré en las bibliotecas que tenga alrededor, y por supuesto me apoyaré en la exégesis que Birmingham hace.
Está bien intentarlo, darle una oportunidad... Pero si no hay feeling, entonces... Un buen libro puede no ser bueno... para mí o para ti. Ahora que viene don Verano, ninngún libro debería amargarnos unas vacaciones.
ResponderEliminarGracias por sus gracias pero no hay por qué darlas ; )
ResponderEliminarBuen apunte Sandra, aunque reconozco que trató terminar los libros que empiezo (salvo que sean tochos de 500 páginas para arriba), y también trato de atacar las lecturas que se me han atragantado pasados unos años: tengo al "Napoleón de Notting Hill" de G.K. Chesterton pendiente de un tercer y último intento; reconozco como dijo alguien "Hay muchos libros, no te dará tiempo a leerlos todos, empieza por los buenos..."
ResponderEliminarSaludos.
Quizá solo tendríamos que leer diez libros en la vida. Pensad en cuáles. Es la única manera de leer. Leer y releer. Abrirlos por cualquier pagina y disfrutarlos sin interrupción. Una y mil veces. No se necesita más. Estoy seguro que un apartado sobre este tema tendría aceptación, y polémica. Y no hablo de tochos. Un poema contiene un mundo, o varios.
ResponderEliminarNo puedo estar más en desacuerdo contigo. Soy voluntaria en un plan de fomento de la lectura y el enfoque con el que siempre trabajo es el del placer. Leemos por mil razones, la principal, sin duda, es porque nos hace más felices, y también porque nos hace vivir más vidas, sobrepasar lo limitado de nuestra existencia. Habiendo millones de posibilidades, ¿limitarnos a 10? ¿Y con qué criterio? ¿Calidad literaria? ¿Estética? ¿Intelectualidad?
ResponderEliminarPor poner un poco de humor, una amiga decía que antes de casarse quería visitar muchas"posibilidades"
Me encanta coger un libro y leerlo de corrido, o dejarlo a medias, o subrayarlo, o enfadarme con él, o decidir que me enamoro del autor o el personaje. Hablamos de un placer que no hace daño a la salud, que multiplica la vida..Que cada uno encuentre su forma..
Bueno, parece que hemos generado un debate externo a lo que es el libro. Por lo que a mí concierne y aunque a veces preferiría ser selectivo, suelo asirme a la realidad de que uno no sabe si un libro es capital o necesario hasta que ha cerrado la última página o incluso ha dejado pasar cierto tiempo. O sea, para mí, ni 10, ni 100 ni 1.000. De momento, todos los que pueda.
ResponderEliminarGracias por los comentarios.