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martes, 20 de junio de 2017

Fernando Arrabal: La torre herida por el rayo

Idioma original: castellano
Año de publicación: 1.982
Valoración: Se deja leer

Pues sí, aunque parezca mentira, en ULAD todavía quedan huecos, algunos vacíos inexplicables, como no haber reseñado nada de Fernando Arrabal en más de ocho años. Puede que sea simple casualidad, o que el autor genere algún tipo de aversión que nos quite las ganas de leerle (a mí me ocurre a veces, no diré con quién o quiénes). Porque, bueno, Arrabal es un autor sumamente prolífico y relativamente aclamado –más fuera que dentro de España, es cierto-, quizá más conocido por su obra dramática, y ha tocado prácticamente todos los palos en materia literaria, incluso algunos en otras artes. Pero también es cierto que se ha creado un personaje (o caricatura) que desde luego es claramente reconocible, pero que también puede suscitar rechazo. La nómina de artistas-histriones es muy amplia y variada, pero las performances de don Fernando en los medios de comunicación, aunque poco frecuentes, son de las realmente sonoras e inolvidables.

‘La torre herida por el rayo’ es quizá una de las más conocidas obras de Arrabal en el campo de la narrativa, quizá por haber coincidido con su etapa de mayor exposición pública, o tal vez por haber ganado el premio Nadal. La verdad es que la novela tiene inicialmente muy buena pinta, pivotando en torno a una partida de ajedrez entre dos grandes maestros, en los que se centrará la totalidad del relato. Elías Tarsis es un andorrano intelectualmente superdotado con una trayectoria vital del todo errática, que discurre por los ambientes de prostíbulos en Barcelona, el noviciado en los jesuitas de Valencia, o trabajos de fresador (tornero, o algo así) en diversos lugares de España y Francia. Su única continuidad son las partidas de ajedrez por correspondencia, y una peculiar espiritualidad que a veces le conduce hacia la mística religiosa y otras hacia el desenfreno sexual, ese binomio que tanto le gusta a Arrabal. Frente al tablero, Tarsis es el talento innato y la intuición, por encima de todo.

Al otro lado está Marc Amary, un científico suizo que en poco tiempo realiza una asombrosa inmersión en el mundo de los grupúsculos marxistas más marginales. Si Tarsis parece dar continuos tumbos en todas direcciones, Amary se diría programado para orientar su inmensa inteligencia hacia el activismo izquierdista más extremo y radical. En la partida decisiva, el suizo es objetividad, análisis y precisión, un ‘robot’, como inmediatamente queda definido. De esta forma se va desarrollando el relato, desgranando cada una de las jugadas de la partida decisiva –ilustradas en plan pasatiempo de periódico-, que nos sirven de pie para ir escudriñando en la peculiar vida de los jugadores.

El planteamiento resulta sugerente, pero más pronto que tarde el interés empieza a decaer, porque las historias resultan más bien endebles. Los dos personajes se comen por completo el relato, y el puntito original empieza a diluirse en una sucesión de situaciones extravagantes, por donde emerge el particular universo del autor, con los restos del surrealismo y el Grupo Pánico al fondo. La disidencia política (también marca de la casa), la religiosidad y el sexo, todo ello llevado a extremos delirantes, forma una especie de terremoto de búsqueda/desorientación que va marcando la trayectoria de los dos personajes, una absolutamente lineal, la otra por completo azarosa.

La cuestión es que, claro está, esto es una novela, y como tal se sostiene muy difícilmente sólo con estos ingredientes. Para colmo, Arrabal parece incapaz de mantenerse dentro de un tono uniforme, y se desliza a intervalos pero con mucha frecuencia hacia una especie de lenguaje coloquial que no se justifica, algo entre una jerga gamberra y los latiguillos arcaizantes de las ‘Acacias’, pero todo seguidito y sin pausa. No me resisto a dejar el ejemplo:

‘Al cabo de dos años, con más dinero que un indiano, de sopetón, paró el carro, colocó su potosí para que le luciera el pelo… y ¡a vivir de las rentas! Aquel tesoro escupía doblones por todas partes; Amary sólo tenía que dejar correr la moneda como si fuera tesoro de duende’.

Inconsistencia de las historias y esa prosa a ratos muy cuestionable forman un conjunto que nos deja una sensación un tanto enojosa, bordeando la decepción. No obstante, sería injusto quedarnos sólo con estas carencias. Hay también algunos momentos memorables, como el rapto de locura mística que ataca a la antigua novia de Tarsis, y una parte final muy bien resuelta, en la que Arrabal consigue tejer el argumento de forma convincente, con sorpresa final incluida. Gracias a ello se salva en mi opinión el libro. El resultado final dista mucho de ser redondo, parece una buena idea poco desarrollada, que se ha quedado en sólo unos pequeños brotes de buena literatura pero que, con todo, abandonamos con un aroma no del todo desagradable.

12 comentarios:

  1. Hola Carlos. Me ha interesado mucho esta reseña porque leí la novela un verano de hace unos dos mil años, en un camping por más señas, y recuerdo que me encantó. No recuerdo casi nada, pero estoy segura de que ahora sería muchísimo más crítica.

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  2. Que conste que los miembros más viejos de ULAD no odiamos a Arrabal ni mucho menos :P De hecho, me sorprende que no reseñásemos nada. Personalmente lo mejor me parece su teatro, en particular su teatro corto y surrealista.

    Lo que sí es verdad es que a Arrabal le pasa un poco como a Umbral o Cela en sus últimos tiempos: que su imagen pública de bufón ("el mileniarismo va a llegaaaaaaar") ha eclipsado a su obra, que es de las más interesantes y personales del siglo XX español.

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  3. Hola, compañero:
    Hoy es el día de los comentarios endógámicos, por lo que parece, je, je... Bueno, lo que yo quiero decir es que, dada tu valoración, de la que me fío a pies juntillas, no creo que lea la novela, pero si lo hiciera, sería porque me ha interesado el dato de las profesiones de sus protagonistas, científico uno y tornero-fresador (se trata del manejo de dos máquinas diferentes, aunque su aprendizaje se suele realizar de manera conjunta) el otro, justamente el ejemplo que yo suelo pone siempre cunado me quejo de que tantos protagonistas de las novelas sean, en un alarde imaginativo por parte de los autores de las mismas, escritores o aspirantes a serlo...¡ ¿Tan.to les cuesta otorgar a sus personajes otras profesiones, ya sea la de tornero, farmacéutico, ingeniero, panadero o electricista. O parado, qué narices, pero no la de juntaletras, que de ésos ya hay bastantes...
    un saludo a todos.

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  4. Arrabal no me seduce mucho, pero quizás debería darle otra oportunidad (debo reconocer que no me gusta leer teatro)Por cierto, Juan G. B., te gustan las oraciones largas, ¿no? Lo digo sin acritud ninguna..

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  5. Hola Lupe:
    Normalmente cada tres subordinadas pongo un paréntesis, para darle ritmillo a la cosa... ; )

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  6. Yo también creo. Montuenga, que una segunda lectura te entusiasmaría bastante menos. Como s un libro cortito, harías bien en darle otra vuelta y darnos tu opinión. Seguro que aportarías algo interesante.

    Cojo al vuelo la sugerencia de Santi, así que igual le doy otra oportunidad por la vía dramática, aunque no sé, tampoco es lo que más me apetece.

    Lo de las profesiones no lo había pensado, pero estadísticamente sí va a ser cierto eso de los escritores-protagonistas.

    Ya ves, Lupe, me he cuidado de la extensión de mis oraciones, que aquí la gente hila muy fino, jeje.

    Gracias a todos por los comentarios.

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  7. Sobre lo de las profesiones, al menos en la literatura estadounidense más o menos actual, el 86% de los protagonistas son catedráticos universitarios.
    El porcentaje es inventado, pero no debe andar muy lejos.

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  8. Lo mas interesante de Arrabal es el teatro y desde aqui animo a la gente a que lo lea. Es un excelente dramaturgo muy valorado fuera de España.

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  9. Pues a base de insistir vais a conseguir que acabe leyendo algo de teatro de Arrabal. Eso sí, será dentro de algún tiempo.

    Por mi parte, en relación con los protagonistas, sigo encontrando muchos escritores, al menos en lo leído más recientemente. Lo de los catedráticos me recuerda a David Lodge, que ponía en escena todo un elenco de carcamales.

    Muchas gracias a los dos por los comentarios.

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  10. ...y Robertson Davies, Wallace Stegner, Philip Roth.
    Y muchos que ahora no consigo recordar.

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  11. Hola a todos. Enhorabuena a Carlos por la reseña, no he leído la novela pero la descripción que hace de ella es francamente útil para decidirse o no a su lectura.

    Lo de Arrabal es muy extraño. Casi nadie conoce su obra dramática (está escrita en francés) y en cambio todos identifican al personaje. Es uno de los dramaturgos vivos más estudiados y representados en el ámbito académico en todo el mundo, de hecho está entre los tres o cuatro primeros. Estuvieron a punto de darle el Nobel el año de Harold Pinter, se filtró que quedó segundo en la votación final (¿Alguien imagina la sorpresa en España?). Habría que ver si todo esto está justificado.

    No he leído ninguna de sus novelas, sólo sus obras de teatro y he visto algunas de sus películas. Me parece recomendable en general, aunque me desconcierta con frecuencia y me molesta su ansia de provocar. Decididamente ULAD debe reseñar una obra de teatro de Arrabal.

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  12. Gracias Talibán.

    Yo tengo bastante claro que si a un tipo como Arrabal, diríamos expatriado, le diesen un premio importante (mejor dicho, un premio de relevancia pública), de inmediato correrían algunos a envolverle en la bandera, cuando hasta ahora nadie se ha acordado de él. De hecho, creo que hace poco hubo una polémica en Madrid porque le habían retirado el nombre de no sé qué institución pública, creo que a Arrabal y a Max Aub.

    Tampoco soy quién para valorar si merece premios, pero sí creo que se ha construido un personaje que igual en otros ámbitos (Francia, por ejemplo) funciona mejor , pero en España no resulta nada simpático.

    Pues nada, veo que no hay escapatoria, que tendremos que ir a por la obra teatral.

    Muchas gracias por tu opinión.

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