Título original: The Man Who Was Nobody
Año de publicación: 1927
Traducción: E. A. (para más datos, preguntar en la editorial Santillana)
Valoración: está bien
Reseñamos por fin aquí un libro de Edgar Wallace, escritor miembro de una célebre estirpe, al ser descendiente directo del héroe escocés William Wallace y tío-abuelo del no menos eximio -o incluso más afamado aún... en según qué ámbitos- David Foster Wal... Vale, no, de acuerdo: todo este rollo es más falso que un euro de madera. Para empezar, ni estirpe célebre, tío-abuelo, ni chufas fritas... Para continuar, el bueno de Edgar Wallace ni siquiera se llamaba así, al menos de nacimiento, pues era el hijo ilegítimo de dos actores de la época victoriana. Y por último, no le hace falta ninguna pertenecer a una familia de renombre para tener su lugar en la historia de la literatura: hablamos de un señor que escribió 170 novelas, nada menos y 18 obras de teatro, amén de infinidad de relatos breves (más de 900) y artículos periodísticos, al que se le considera inventor del thriller literario y que fue guionista de la película King Kong... ¡ahí es nada; sólo con eso cualquiera dejaría esta vida feliz! Cierto es que hoy en día no es demasiado recordado, ni siquiera en su Inglaterra natal, aunque, sin duda, injustamente. ¡Pero una vez, aquí esta ULAD para desfacer el entuerto, en la medida de lo posible.
De acuerdo, también es verdad que, al menos la novela de la que hablamos hoy, no es que sea para tirar cohetes. Siguiendo la estructura al parecer típica de estos thrillers, se plantean, al principio de la novela, unas circunstancias misteriosas, vinculadas a un posible crimen, y luego el lector va asistiendo al desarrollo y posterior resolución de esos misterios, sin que ni él ni los personajes desde cuyo punto de vista se presenta la narración -en este cado, Marjorie Stedman, la joven y hermosa secretaria de un abogado- tengan del conjunto sino datos fragmentados y una visión del conjunto forzosamente parcial. No es, pues, una novela-problema o una narración de misterio al estilo clásico, por más que en ella aparezcan los mismos elementos que en las de Agatha Christie, sin ir más lejos: un pequeñopueblo de la campiña inglesa, nobles desaparecidos, fortunas forjadas en minas de oro del Kalahari, petimetres locales, damas que juegan al bridge y actrices de la escena teatral londinense. Además, claro, del "hombre que no era nadie", que responde al improbable nombre de Pretoria Smith (igual que, para el caso, podía haber sido Johannesburg Jones...).
Huelga decir que la novela no satisfará, pienso yo, ni a los amantes del policíaco más duro ni a los de los rompecabezas criminales, pero como baza cuenta con el encanto de los años veinte... y además, con apenas 170 páginas, capítulos cortos y abundante diálogo (precursor Wallace, por tanto, de las técnicas del best-seller), así que se lee en una tarde y aún sobra tiempo para merendar y salir a dar una vuelta. Veranito perfecto...
De acuerdo, también es verdad que, al menos la novela de la que hablamos hoy, no es que sea para tirar cohetes. Siguiendo la estructura al parecer típica de estos thrillers, se plantean, al principio de la novela, unas circunstancias misteriosas, vinculadas a un posible crimen, y luego el lector va asistiendo al desarrollo y posterior resolución de esos misterios, sin que ni él ni los personajes desde cuyo punto de vista se presenta la narración -en este cado, Marjorie Stedman, la joven y hermosa secretaria de un abogado- tengan del conjunto sino datos fragmentados y una visión del conjunto forzosamente parcial. No es, pues, una novela-problema o una narración de misterio al estilo clásico, por más que en ella aparezcan los mismos elementos que en las de Agatha Christie, sin ir más lejos: un pequeñopueblo de la campiña inglesa, nobles desaparecidos, fortunas forjadas en minas de oro del Kalahari, petimetres locales, damas que juegan al bridge y actrices de la escena teatral londinense. Además, claro, del "hombre que no era nadie", que responde al improbable nombre de Pretoria Smith (igual que, para el caso, podía haber sido Johannesburg Jones...).
Huelga decir que la novela no satisfará, pienso yo, ni a los amantes del policíaco más duro ni a los de los rompecabezas criminales, pero como baza cuenta con el encanto de los años veinte... y además, con apenas 170 páginas, capítulos cortos y abundante diálogo (precursor Wallace, por tanto, de las técnicas del best-seller), así que se lee en una tarde y aún sobra tiempo para merendar y salir a dar una vuelta. Veranito perfecto...
Vos estas chalado Juannn jajaja
ResponderEliminarLos chalados heredarán la Tierra, dijo el Señor...
EliminarPues menos mal que me ha dado por buscar, ya iba a escribir otra reseña de esta novela que acabo de leer y no se me ocurría qué escribir.
ResponderEliminarJuan de hace 7 años, lo has dicho ya tú todo, no hay mucho más; está bien y va que chuta.