Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable para interesados
No me gustaría ser malinterpretado. El "recomendable para interesados" es el mínimo que debería exigírsele a un ensayo (más cuando se etiqueta como Premio Anagrama) si de lo que se trata es de dirigirse, de forma general, a un público no especializado.
Uno lee ensayos porque los temas tratados suscitan interés o porque el autor es capaz, con su prosa y su estilo, de hacer que nos interese cualquier cosa de la que hable (me ha pasado con David Foster Wallace y las ferias de ganado). Pero hay que ser conscientes de que un texto ha de salvar el obstáculo de la especialización, del léxico propio de ciertos ámbitos profesionales, si quiere acceder a eso tan abyecto pero tan aplastantemente lógico del "todos los públicos". Y creo entender que ese título, ¡Divinas!, y esa temática (el mundo de las modelos) son tan del dominio público que no podemos excluir a casi nadie. Con lo cual se piensa que el morbo está servido y que nos enfrentaremos, como si de Naomi Klein se tratara (o lo que Michael Moore solía ser), a un texto con algún tono de denuncia, sea esta solemne o sarcástica, con alguna pretensión seria de exponer situaciones y lograr que estas nos impacten. Pero este libro está demasiado cerca de ser una tesis doctoral. O de ser una simple exposición, siguiendo los cánones del ensayo, en las que se nos convence de unas cuantas cosas. Bastantes de las cuales intuimos. Como que las modelos, en su mayoría, son soldados de reemplazo al servicio de industrias como la moda o la cosmética salvo en célebres pero aislados casos en que acceden al estado de iconos globales. Patrícia Soley-Beltran insiste constantemente en su fortuna de haber vivido a los dos lados; como modelo en su día (una de las imágenes más emblemáticas de su carrera ilustra la portada), ahora como socióloga formada en Edimburgo que analiza ese fenómeno.
Yo no le pido a la autora que muerda la mano que le dio de comer. Pero todos los amagos acaban quedando en nada. Las modelos sufren y son obligadas, incluso en edades muy tempranas, a tristes existencias entre la soledad de suites de hotel y su presencia "decorativa en eventos". Los estándares aceptados y promocionados por la industria se concentran en un tipo determinado y se confina los demás a una cuota compensatoria de exotismo. Se las entroniza como triunfadoras a costa de sufrimiento y sacrificio físico y no se cuida su formación intelectual y la proyección de su futuro personal una vez acabadas sus cortas carreras. Se incentiva una falsa competencia o enemistad entre ellas por el cotizado cetro. Repito: muchas de esas cosas ya las suponíamos. Solo que verlas concentradas en un ensayo de más de 200 páginas me hacía albergar alguna esperanza de apelar a alguna reacción. Lejos de eso, Patrícia Soley-Beltran, que es socióloga y no periodista de investigación, evita todo sensacionalismo y da constancia de esta situación. También, enlazando con alguna otra obra suya, dedica ciertas páginas a hablar de la ignorancia casi premeditada de los medios hacia lo transgénero.
Uno espera que, como ensayo (supongo, no el primero) de una situación social todavía muy presente (quien no ha oído historias de cazatalentos que han abordado a adolescentes a la salida del colegio o en la cola del cine, enamorados de rasgos y diseñando prometedoras carreras), la perspectiva sea incisiva y no pudorosa y respetuosa. Hay modelos que han muerto y hay adolescentes que han enfermado y se han trastocado en esa dura competencia consigo mismas de emular a las Crawford, McPherson, Turlington, Moss, Lima, Bündchen, et al). Un ensayo que no hace más que constatar la grandeza del enemigo y la dificultad de cambiarlo o abatirlo, sin plantear qué posibilidades hay de cambiar esa cruel situación, me parece, como mínimo, una oportunidad perdida.
Uno espera que, como ensayo (supongo, no el primero) de una situación social todavía muy presente (quien no ha oído historias de cazatalentos que han abordado a adolescentes a la salida del colegio o en la cola del cine, enamorados de rasgos y diseñando prometedoras carreras), la perspectiva sea incisiva y no pudorosa y respetuosa. Hay modelos que han muerto y hay adolescentes que han enfermado y se han trastocado en esa dura competencia consigo mismas de emular a las Crawford, McPherson, Turlington, Moss, Lima, Bündchen, et al). Un ensayo que no hace más que constatar la grandeza del enemigo y la dificultad de cambiarlo o abatirlo, sin plantear qué posibilidades hay de cambiar esa cruel situación, me parece, como mínimo, una oportunidad perdida.
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