Idioma original: ruso
Título original: Живущий
Traducción: Raquel Marqués García
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien
Este es el segundo libro de Anna Starobinets que reseño en poco tiempo, los dos comprados con motivo de la campaña de apoyo al marido de Starobinets, del que hablé en la anterior reseña. Y la verdad, este libro me ha gustado menos que el otro, no sé si porque Anna Starobinets se mueve mejor en el relato que en la novela, o porque las ideas de El Vivo me han parecido menos originales que algunas de las que aparecían en La glándula de Ícaro (aunque también hay similitudes evidentes, de las que hablaré luego).
En El Vivo, Starobinets nos presenta un futuro distópico, en el que la población mundial se ha reducido prácticamente a la mitad (tres mil millones de seres), pero a cambio se ha logrado la inmortalidad a través de la reencarnación: cada vez que un ser humano muere -o mejor dicho, según el léxico de la novela, "entra en la Pausa"-, su conciencia y su identidad se reencarnan en un recién nacido, un proceso controlado y regido por la fuerzas que cuidan de que el Vivo se mantenga constante en su número. Además, todos los seres humanos están conectados con el Socio, que es al mismo tiempo un chat y una conciencia colectiva, y tienen acceso a diversas capas de conciencia en las que pueden sumergirse según su capacidad para controlarlas. A este universo perfectamente establecido llega Cero, un niño que aparentemente no es resultado de ninguna reencarnación y que por lo tanto altera, por primera vez, el número de seres que componen el Vivo.
Construir un futuro distópico como hace Starobinets aquí tiene sus riesgos. El primero es conseguir que se trate de una distopía con personalidad propia, y que no suene demasiado semejante a algunas de las distopías que configuran nuestra imaginación sobre el futuro. Por otro lado, si se crean demasiados elementos nuevos, se puede confundir al lector, y si se intenta explicar todos estos elementos nuevos, se corre el riesgo de aburrirlo...
Starobinets sortea algunos de estos peligros mejor que otros; por ejemplo, resulta difícil no pensar en 1984 cuando los habitantes del Vivo repiten consignas aprendidas de exaltación del sistema, o en Un mundo feliz cuando a los reencarnados se les asigna una función de la que no pueden escapar. Y para el personaje de Cero, el ser destinado a destruir el sistema establecido, uno se acuerda de Neo y su gabardina negra controlando Matrix desde dentro... En cambio, en la construcción de algunos de los componentes del nuevo mundo (el Socio, heredero directo de los chats actuales) o las series de televisión destinadas a transmitir la ideología dominante.
Pero mi principal problema con El Vivo es el desarrollo de la trama: Starobinets crea un mundo, establece los conflictos, los lleva hasta un primer clímax (el momento en el que Cero parece haber logrado sus objetivos), pero el desenlace, lo que los críticos cinematográficos suelen llamar "el tercer acto", es confuso, precipitado y contradictorio con el desarrollo anterior de la novela. Quizás la voluntad de transmitir un mensaje, o de apartarse precisamente de narrativas distópicas anteriores, haya llevado a Starobinets a escoger un final así; pero para mi gusto estropea el buen planteamiento anterior.
Esto no quiere decir que la novela no tenga ideas interesantes, algunas de las cuales también aparecen en los relatos de La glándula de Ícaro: la tecnología como medio de control social, la lucha entre cultura e instinto, la inmortalidad a través de la reencarnación... Pero en los cuentos su capacidad de sugerencia y resonancia era mayor, precisamente porque las ideas no se desarrollaban hasta agotarlas (o eso me parece a mí).
Y para terminar, un apunte a un aspecto que pocas veces comentamos en este blog: el precioso diseño de la portada, a cargo de Zuri Negrín. Simple, evocativa, minimalista, hace que den ganas de leer la novela que introduce, relacionándose con ella pero sin hacerlo de un modo obvio y reiterativo.
lo de que las personas no mueran del todo y renazcan una y otra vez a mí me ha recordado bastante al mundo de aeonflux
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