Título original: May We Be Forgiven
Año de publicación: 2012 (En España, septiembre de 2014)
Valoración: Recomendable
Una vez más, se presenta ante el público la supuesta gran novela americana. Sería interesante comprobar cuántas veces se utiliza anualmente este recurso, por mi parte, suelo ser escéptica, dejo que los ánimos se calmen y, solo cuando el tiempo lo avala, me permito abalanzarme sobre el libro. Con excepciones como esta, en que la curiosidad ha vencido a la cautela, no tengo ni idea de por qué.
Lo abro y me parece estar viajando en el
túnel del tiempo. El lector que, en 1987, tuviese entre manos un ejemplar de La hoguera de las vanidades, en su primera edición y recién salido
del horno, se sentiría como yo, más o menos. Las similitudes son muchas,
empezando por las portadas, idénticas. Exagero. Esta vez el tono de amarillo es
más suave y la ilustración muchísimo más naíf.
En un principio, el estilo de ambos, a
pesar del filtro traductor, parecen bastante similares, descubrimos que el
ambiente social, y hasta las personalidades que retrata, recuerdan bastante a
la otra novela, en la que, utilizando como excusa (y técnica de marketing) un
comienzo impactante, se produce una hecatombe que arroja al protagonista por un
pronunciado precipicio, una bajada a los infiernos que constituye una
pormenorizada crítica de todo lo que enfoca con su lente.
Pero las diferencias con Wolfe se acentúan
a medida que vamos leyendo. Si los hechos desencadenantes produjeron en su
momento esa sucesión de cascadas, en la historia de Homes generan una explosión
que conmociona, en forma de ondas concéntricas, un extenso radio, afectando a personas,
costumbres, vínculos, creencias, paisajes, posesiones, de forma que, allá por
donde pasa, no volverá a crecer la misma hierba de antes.
Tomando como punto de partida un núcleo
familiar (en realidad, varios), la autora construye un mosaico de tipos curiosos,
tan poco convencionales como puede serlo cualquiera El puritanismo americano
aparece aquí como una manta muy fina, cuyo desgaste deja al descubierto todas
las incongruencias posibles. El adulterio –hecho reprobable, estigma social con
repercusiones mucho más allá de la pareja– se muestra como la bomba de
relojería creada por el inconsciente colectivo del americano medio. Que en este
caso existe. Se llama Harold Silver y, además de protagonista absoluto de la
trama, es el canal a través del que vemos cuanto pasa dentro y fuera de su
mente.
Puede que ni siquiera sea el momento de
realizar un análisis completo del significado de esta novela dentro del
panorama actual. Lo que se juzga aquí es algo tan volátil como lo contemporáneo, que,
por cierto, implica una responsabilidad enorme por parte de la novelista. Aparece
aquí la actualidad más candente, conflictos éticos que leemos en la prensa como
el abandono en que sigue sumido el Tercer Mundo, la creciente violencia cotidiana
o la arbitrariedad de la justicia institucional. Pero también cuestiones que
pasan desapercibidas: el papel de los héroes anónimos –desprovistos de toda
épica– a la hora de suplir las lagunas del estado, el drama de tanta víctima ignorada
o la ineficacia de muchas costumbres consideradas inalterables.
La consideraría, incluso, más compleja y
menos sectaria que La hoguera. Pero a
su autora le pierde la ambición. No se conforma con investigar consecuencias de
actos, lo quiere abarcar todo, rebuscar en la trastienda de instituciones tan reputadas
como los psiquiátricos, las residencias de ancianos o los internados de élite.
Se atreve, incluso, a reinterpretar hechos ocurridos en la segunda mitad del
siglo XX que hace tiempo pasaron a formar parte consolidada de la Historia. Cuando
entra en terrenos –como Sudáfrica o el mundo adolescente– que quizá no domine
demasiado, la narración hace (discretamente) aguas. Añade, además, subtramas artificiales,
complicando innecesariamente la acción en un intento de mantener la intriga que
solo produce incongruencias. También aparecen algunos cabos sueltos, como el
episodio de la chica desaparecida, las idas y venidas de Amanda –cuya misteriosa
implicación en el caso nunca acaba de aclararse– o ese inexplicable (e
inexplicado) arreglo conyugal a tres.
Seiscientas cincuenta páginas en las que no
se abandona el tiempo presente, tan difícil de mantener en novela pero que lo
vuelve todo más inmediato y verosímil. Páginas que se liquidan en dos o tres
tardes de lluvia, que atrapan por lo que cuentan, pero también porque Homes no
se mete en florituras estilísticas. La prosa que utiliza es sencilla,
eficiente, pero esto, que puede funcionar bien en la mera narración, resulta
una técnica bastante burda cuando se trata de producir diálogos. La mayor parte
de las conversaciones son planas, sin matices, casi automáticas, como si en
lugar de personajes de carne hueso asistiésemos a la interacción de (dos o más)
contestadores telefónicos.
No he leído otras obras de la autora,
espero que no se dedique a escribir lo mismo una y otra vez. La opinión que me
merecería esta novela sería distinta –muy inferior a la de ahora– por la
sencilla razón de que no es igual explorar que repetirse.
También de A.M. Homes en ULAD: Música para corazones incendiados, La hija de la amante
También de A.M. Homes en ULAD: Música para corazones incendiados, La hija de la amante
Jajajaja, me ha encantado lo de la interacción de contestadores, genial! Sin haber leído la novela, me ha parecido muy fino el análisis de la trama, sus capas y la estructura que componen, todo ello sin espoilear lo más mínimo.
ResponderEliminarEnhorabuena por la reseña.
Un saludo. Carlos.
Muchas gracias, Carlos. Si te decides a leerla, sería interesante conocer tu opinión.
ResponderEliminarBuenas lecturas
Una novela muy interesante sin duda alguna. Bien escrita, te atrapa con el ritmo de los acontecimientos, enlazándolos sin dejar apenas respirar. Y dicho esto, una pegas: La inverisimilitud de las vivencias de esta curiosa familia, véase la hiperactividad que acompaña al protagonista después incluso de superar un ictus. O el uso de ciertas muletillas en exceso como pueden ser las descripciones gastronómicas que abundan en el libro.
ResponderEliminarBuen libro, pero muy lejos de ese mito que se podría venir a llamar la gran novela americana, mito que gira últimamente en torno a la familia disfuncional como único argumento. Lejos porque quizá le falta alguna trama vertebradora con algún desenlace (el asunto Nixon lo podría haber sido) haciéndola inferior a otros libros como por ejemplo Karoo de Steve Tesich, otro ejemplo de familias americanas.
Un saludo
Efectivamente. Yo hablo de querer abarcarlo todo, de complicar artificialmente la trama para mantener la intriga generando así incongruencias, lo que viene a ser lo mismo dicho con otras palabras. Aparte de otros "problemillas" que también menciono. Coincidimos también en que, a pesar de todo ello, resulta interesante.
ResponderEliminarSí, probablemente le falte vertebración. Todo ese trajín, sin llegar a convertirlo en una sucesión de anécdotas, lo deja a medio camino entre eso y la novela fundamentada y compacta. (Que ¡ojo! puede ser híbrida o experimental sin perder esas cualidades, no estoy hablando de nada convencional sino de trabajar bien las costuras para que no se deshaga el traje).
Un saludo y gracias
No se puede negar que Homes tiene una pluma versátil, estudiada y eficaz; se desempeña ampliamente en un lenguaje moderno, rápido, directo e intenso. El problema con escritores como ella u otros yanquis (cof cof Palahniuk cof cof ) es que lo que escriben es tan pragmático y eficiente, que se vuelve ligero, y de tan ligero termina siendo más bien frívolo e insustancial.
ResponderEliminarEs algo que deben cuidar los escritores ''modernos'' que quieran ser el proximo Bukowski.
Está bien llevársela suave, divagar y creerse el guapo actuando con cínica banalidad, pero si tus obras no tienen suficiente hueso, la carne no tendrá sabor. Esta novela me la he leído de a poquito en poquito en un mes, intercalándola con otras cosas, me ha parecido placentera, pero no memorable. 640 paginas es demasiado para un estilo que no da para más de 300; afortunadamente son muchos diálogos y hay muchos espacios, da un poco la impresión de que Anagrama la quiso extender lo más posible para calzar las 600 paginas y hacerla ''épica''.
A autores como Homes no les pido que tengan la solemnidad de un nobel, pero sería interesante ver que pueden hacer actuando con mayor seriedad y menos jiji jaja.