Año de publicación: 2007
Valoración: Se deja leer
He aquí un libro extraño. Personalmente, me lancé a leerlo al rebufo de Un mundo para Julius, que considero una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. El elemento humorístico de una chapuza realizada en la reforma de una vivienda prometía también lo suyo.
Un exitoso abogado peruano, recién superada la cincuentena, toma la decisión que a casi todo el mundo le gustaría: liarse la manta a la cabeza, romper con todo y largarse a Barcelona a empezar una nueva vida, con la cartera bien repleta y ninguna intención de hacer nada que no sea viajar, holgazanear y pasarlo bien. En su camino se cruza el contratista Pancho Marambio, y esto traerá algunas consecuencias.
Sin embargo, el relato pronto le deja a uno frío y la gracia de la situación se pierde casi de inmediato: por todas partes surgen chistes que, a fuerza de repetidos, aburren y, por qué no decirlo, nos acaban cabreando un poco. El entuerto de unas obras absurdamente mal hechas –un tema nada original pero con enjundia para que una pluma hábil se entregue al desenfreno- acaba resultando un tonto disparate, sin chispa ni hilazón, un ejercicio fallido de comicidad que no hace reir ni tiene ningún otro interés.
El efecto devastador de los trabajos de Pancho va a adquirir un alcance imprevisto, mucho mayor que la simple catástrofe inmobiliaria que tan mal nos acaban de contar. Y aquí empieza un nuevo relato.
Porque la narración se divide en tres partes perfectamente diferenciadas, de las cuales el asunto que le da título apenas es parte de la primera. En adelante, el tono se va volviendo más sombrío y el argumento abandona el humor casi por completo, aunque aún impregnado de la ironía melancólica propia del autor peruano.
Y así se nos abre también la tercera parte, donde recuperamos algo de luminosidad, terminamos descubriendo a un hombre que parece estupefacto ante una realidad que no termina de entender. Ni siquiera se explica por qué abandonó su equilibrada vida para buscar algo indeterminado, por qué quizá huyó de lo que único que realmente le importaba, para terminar llevandolo consigo allá donde vaya.
Reconocemos a Bryce Echenique en ese relato en que apenas pasan un par de cosas, pero se llena de pensamientos, de sensaciones; en lo benevolente que es el trato a sus personajes, que siempre parecen indefensos, sorprendidos por las cosas que les ocurren y, sobre todo, por su propia conducta.
Pero todo esto no basta. Sabemos que don Alfredo puede crear cosas maravillosas como aquel mundo de Julius, y por tanto no podemos conformarnos con esta deficiente historia de Bienvenido Salvador Buenaventura. Se deja leer, en efecto, pero poco más. Parece algo hecho de prisa y corriendo, una narración deslavazada, mal construida, rellenada a base de supuestas humoradas y elementos extraños. Es decir, algo impropio del que era uno de nuestros autores favoritos.
Quizá nunca debió firmar con Planeta.
Otras obras de Alfredo Bryce Echenique en ULAD: Un mundo para Julius
Firmado: Carlos Andia
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