Título original: Knijiga o Blamu
Año de publicación: 1972
Valoración: Muy
recomendable
En
febrero hizo diez años que, rondando ya los noventa, nos dejó este magnífico
escritor serbo-húngaro, en cuya biografía figura, entre méritos académicos y
literarios, que estuvo internado en un campo de trabajo durante la Segunda
Guerra Mundial. Supongo que eso marca una vida, que nadie se pude (ni debe)
sustraer a una experiencia así.
Los
escritores serbios –así como los de otros muchos países de Centroeuropa– nunca
han sido demasiado conocidos aquí, aunque esto ha mejorado algo desde la caída
del Muro y aún más como consecuencia de las guerras que asolaron los Balcanes
durante la década de los noventa.
Su
ciudad natal, Novi Sad, constituye el escenario donde se desarrollan gran parte
de sus obras. Un lugar que, como ocurre con otros muchos escritores, ha llegado a convertir en paradigmático dentro de su mundo intelectual. En El libro de Blam, concretamente, –y en
todo el ciclo titulado Ramas entrelazadas,
constituido por cinco títulos– se convierte en un personaje más dentro del
entramado, literariamente complejo aunque muy sencillo en la forma, en el que Tišma envuelve
a sus lectores, concienzuda y sibilinamente.
Esto
es así porque hablamos de una novela impresionista, construida a retazos, en
una prosa concisa y sencilla y con todo el oficio y lirismo posibles, donde
tanto pasado y presente como acontecimientos, emociones e ideas se entremezclan
en un desorden perfectamente organizado. En ella todo es relativo, por ejemplo,
no podemos considerarla realista aunque transmite fielmente la realidad. En
todas sus facetas, aunque solo la que el protagonista, Miroslav Blam, asimila o
expresa, pues lo que vemos, aun presentado en tercera persona, pasa siempre a
través de él.
El
panorama se reduce a un carácter melancólico, una existencia anodina y experiencias
terribles. Este pasado y su fracaso matrimonial le han convertido en lo que es,
el conductor de una vida sin alicientes que se va construyendo en nuestra
cabeza a medida que componemos los fragmentos. Aparte de este desencanto de
fondo, y en un contexto como es el de la arbitraria crueldad del exterminio, aparecen
temas como la vergüenza, el remordimiento o la venganza. Los personajes se presentan
algo desdibujados porque sobre todo es el grupo a lo que Blam dedica su atención.
Destacan del conjunto: Cantimplora, el que fue su compañero de clase, su mujer,
Janja, y su hermana Esther. Todos ellos representan la acción, la rebeldía ante
un destino que no les satisface. Incluso Funkstein, al que escucha casi
casualmente:
“… él había sobrevivido, había vuelto, el único de la familia de diecisiete miembros, pero anteriormente había soportado el riesgo, se había expuesto a la verdad, había visto, lo había experimentado” *
Esto
en oposición a la pasividad del propio Blam que si se salva es por puro azar,
no porque haya hecho nada por evitarlo. No obstante, en eso consiste su tragedia.
(*) Traducción de Luisa Fernanda Garrido Ramos y Thiomir
Pistelek
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