Idioma original: inglés
Título original: The Friends of Eddie Coyle
Año de publicación: 1970
Traducción: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté
Valoración: muy recomendable
Vaya por delante que no suelo leer mucho de esa novela que se declara abiertamente policiaca. Más bien suelo rehuir las lecturas que proclaman su adscripción a cierto género, pues creo que acaban predisponiendo al lector. Lo cierto es que en el caso de Los amigos de Eddie Coyle el caso no podría ser más paradigmático. Pues nada más y nada menos que un montón de pistolas en una portada rotundamente en blanco y negro, y la mención a su adaptación al cine. Más las notas en la contraportada aludiendo a Chandler, más el prólogo de ese valor actual del género que es Dennis Lehane.
Pues bien: todo justificado. Una novela dinámica, con una estructura escena tras escena, idónea para su puesta en imágenes, con la dosis justa de misterio, con aire canalla, con unos diálogos que acreditan el conocimiento de Higgins desde dentro. Fue fiscal y abogado y conoce la jerga habitual de los delincuentes. Novela trufada de diálogos con un sentido de lo real absoluto, a los que añadiría un criterio muy acertado en su traducción.
Ya sabemos que la cuestión tecnológica ha sacudido algo el género: Hoy todo es cibercrimen y armas sofisticadas y planes megalomaníacos. Pero esta novela es de los 70. Una generación intermedia entre gangsters y hackers. Hay que pasmarse ante el hecho de que esta novela tenga más de 40 años para valorarla en su conjunto, para complacerse más ante este torbellino, esa historia compuesta de matones y delincuentes de poca monta que se debaten entre míseras existencias y patentes realidades cotidianas. Que cuando uno retoza entre los cerdos, no puede esperar salir oliendo a rosas. Así Eddie el Dedos detalla el motivo de su apelativo. Suelta su verborrea para ganarse la confianza de todo el mundo para sus objetivos que son simples: estar el máximo de tiempo sin pasar por prisión, o, si no hay más remedio, que la estancia sea lo menos prolongada y lo más llevadera posible. Y mientras tanto, malvivir entre dos mares bravos: la autoridad que lo acecha y los delincuentes con los que colabora, sumidos en cábalas sobre si es de fiar
.
Los ingredientes están repartidos con sabiduría: tráfico de armas, bandas emergentes, disidencia, atracos con todo lujo de detalles y tempos magistrales. Encuentros en aparcamientos, capós de coches en que se efectúan transacciones, gatillos fáciles, cierto sentido socarrón de la ética criminal, emboscadas, traiciones, ajustes de cuentas, muertes absurdas, muertes lógicas.
Pues vaya: mis reticencias a la obviedad de los géneros saltando en mil pedazos. Como dice el tópico sobre ciertos partidos de fútbol, una novela policiaca de las que crea afición.
También de George V. Higgins en UnLibroAlDía: Mátalos suavemente
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