Idioma original: inglés
Título original: Black Mischief
Año de publicación: 1932
Traducción: Juan García Puente
Valoración: muy recomendable
Famoso por Brideshead Revisited, Evelyn Waugh es uno de esos escritores de época que aparece con posado serio en fotografías en blanco y negro. Con una pluma en la mano y un enorme cigarro puro en la otra. Cuestión estética, claro, pero resulta que Merienda de negros acaba siendo algo de lo que la pose de su autor sugiere. Una especie de mezcla entre farsa colonial, novela de dictador y comedia decididamente macabra. Inspirada, dicen, por la situación de Etiopía y la figura de Haile Selassie (igual que la esplendorosa El Emperador, de Ryszard Kapuscisnki), la novela rápidamente nos coloca en situaciones de la picaresca a las que inducen la miseria y el miedo. Un funcionario intenta colocar, a elevado precio, plazas en una lancha para huir de una ciudad que cede al asedio de los rebeldes. El más alto mandatario es engañado por todo el mundo que le rodea, a la par que por sí mismo. Los acólitos empiezan a moverse entre la confusión para salvar el pellejo, o incluso, en un salto mortal sin red, resituarse en el mando rival. Comedia macabra, dije: poca broma cuando interviene situación confusa y gatillo fácil (o soga, o machete), aunque al principio se apodere cierta sensación de que el autor está optando por cierta pre-concepción con algo de superioridad: como un observador colonial que presencia las tropelías de los bárbaros. Pero el tercer capítulo se encarga de acabar con eso. No suelo destacar pasajes, pero ese tercer capítulo es un auténtico hito narrativo. Todo un paseo por la alta sociedad londinense, todo un prodigio en el que se esboza, con trazo tenue pero claro, el mapa social del que Basil, pomposo Ministro de Modernización de Azania, surge, y el momento justo en que el lector repara en que la novela va muy en serio. Bueno, todo lo en serio que puede ir una obra así.
De ahí en adelante asistimos al previsible devenir de los hechos: los europeos que transitan escandalizados por un país que consideran ora una oportunidad de negocio ora un lugar de vacaciones, la estupefacción de los nativos, la enorme distancia entre las civilizaciones y sus puntos de roce. No es un libro para partirse de risa, es simplemente una gran sátira que hace pensar, un espléndido retrato y, aunque tenga trazos estilísticos de su época, Merienda de negros resulta ser una novela muy moderna. No es que sea más moderna que los libros de su época: es que es más moderna que muchos libros que se publicarán de aquí a veinte años. Waugh, qué envidia, tenía 29 años cuando publicó esta novela, en 1932, período entre guerras. Que más de 80 años aún seamos capaces de situar personajes muy parecidos en escenarios casi idénticos solo es un síntoma más de la contemporaneidad de su premisa. También lo es, tristemente, de que ciertas partes del mundo no hayan cambiado. Colonización política, militar o económica aún existe. Que la crítica hacia las situaciones que genera surja en un Tweet, en un documental (como el excelente La pesadilla de Darwin) o en magníficas novelas como ésta, eso es solo consecuencia de los tiempos.
Otros libros de Evelyn Waugh reseñados en Un Libro Al Día: ¡Noticia bomba!, Retorno a Brideshead
Título original: Black Mischief
Año de publicación: 1932
Traducción: Juan García Puente
Valoración: muy recomendable
Famoso por Brideshead Revisited, Evelyn Waugh es uno de esos escritores de época que aparece con posado serio en fotografías en blanco y negro. Con una pluma en la mano y un enorme cigarro puro en la otra. Cuestión estética, claro, pero resulta que Merienda de negros acaba siendo algo de lo que la pose de su autor sugiere. Una especie de mezcla entre farsa colonial, novela de dictador y comedia decididamente macabra. Inspirada, dicen, por la situación de Etiopía y la figura de Haile Selassie (igual que la esplendorosa El Emperador, de Ryszard Kapuscisnki), la novela rápidamente nos coloca en situaciones de la picaresca a las que inducen la miseria y el miedo. Un funcionario intenta colocar, a elevado precio, plazas en una lancha para huir de una ciudad que cede al asedio de los rebeldes. El más alto mandatario es engañado por todo el mundo que le rodea, a la par que por sí mismo. Los acólitos empiezan a moverse entre la confusión para salvar el pellejo, o incluso, en un salto mortal sin red, resituarse en el mando rival. Comedia macabra, dije: poca broma cuando interviene situación confusa y gatillo fácil (o soga, o machete), aunque al principio se apodere cierta sensación de que el autor está optando por cierta pre-concepción con algo de superioridad: como un observador colonial que presencia las tropelías de los bárbaros. Pero el tercer capítulo se encarga de acabar con eso. No suelo destacar pasajes, pero ese tercer capítulo es un auténtico hito narrativo. Todo un paseo por la alta sociedad londinense, todo un prodigio en el que se esboza, con trazo tenue pero claro, el mapa social del que Basil, pomposo Ministro de Modernización de Azania, surge, y el momento justo en que el lector repara en que la novela va muy en serio. Bueno, todo lo en serio que puede ir una obra así.
De ahí en adelante asistimos al previsible devenir de los hechos: los europeos que transitan escandalizados por un país que consideran ora una oportunidad de negocio ora un lugar de vacaciones, la estupefacción de los nativos, la enorme distancia entre las civilizaciones y sus puntos de roce. No es un libro para partirse de risa, es simplemente una gran sátira que hace pensar, un espléndido retrato y, aunque tenga trazos estilísticos de su época, Merienda de negros resulta ser una novela muy moderna. No es que sea más moderna que los libros de su época: es que es más moderna que muchos libros que se publicarán de aquí a veinte años. Waugh, qué envidia, tenía 29 años cuando publicó esta novela, en 1932, período entre guerras. Que más de 80 años aún seamos capaces de situar personajes muy parecidos en escenarios casi idénticos solo es un síntoma más de la contemporaneidad de su premisa. También lo es, tristemente, de que ciertas partes del mundo no hayan cambiado. Colonización política, militar o económica aún existe. Que la crítica hacia las situaciones que genera surja en un Tweet, en un documental (como el excelente La pesadilla de Darwin) o en magníficas novelas como ésta, eso es solo consecuencia de los tiempos.
Otros libros de Evelyn Waugh reseñados en Un Libro Al Día: ¡Noticia bomba!, Retorno a Brideshead
La verdad es que según iba leyendo tu reseña iba pensando lo que al final comentas: qué triste que haya cosas que han cambiado tan poco. Las buenas mejoran, pero las malas empeoran :(
ResponderEliminarTomo nota, gracias. Un saludo
Gracias Ana: la sensación esta es muy occidental, tanto que no nos damos cuenta. Con el libro en la comodidad de un sofá y con la tripa llena (o vacía, pero porque queramos): todas esas cosas injustas y grotescas pasan muy lejos. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarAlgo similar me ha pasado al leer a Naipaul. Me preguntaba si el Congo de Mobutu y Lumumba había sido superado hoy en día, y leyendo los periódicos me encuentro con situaciones simiares... Parece interesante el libro de Waugh, Francesc. Lo apunto, aunque va a ser difícil de encontrar. Saludos.
ResponderEliminarTengo un Naipaul muy cerca en la pila de lecturas. Prefiero mantener el secreto. El libro de Waugh es de Anagrama, que tiene una relativa buena distribución. Gracias por el comentario, saludos.
ResponderEliminarEvelyn Waugh fue un grande. Todos los capítulos de esta novela rezuman veneno. También me gustó mucho "Noticia Bomba".
ResponderEliminarGracias por el comentario, Álvaro. En algún sitio se le recriminaba una cierta ingenuidad en el tratamiento del tema periodístico en Noticia bomba, pero visto el nivel, tengo ganas de leerla.
ResponderEliminarLos negros de la merienda de negros salieron saciados. Eso es lo que cuenta.
ResponderEliminarNo es Bukowsky pero está bien.