Título original: Carpenter’s Gothic
Fecha de publicación: 1985
Valoración: Bufff...
Hacía tiempo que no me sucedía algo así: que un libro de un autor extranjero (estadounidense) y de hace ya algunos años (1985) idolatrado por buena parte de la crítica y un nutrido grupo de lectores (lectores de esos que leen y disfrutan con obras de autores como Camus, Faulkner, Henry Miller, Pynchon, etc, etc…, you know what I mean), no me haya gustado nada. Nada. Es más: que me haya dejado confuso y mareado, y me haya costado acabarlo, a pesar de no llegar a las 300 páginas (y bueno, confesaré que estuve a punto de llevarlo de vuelta a la biblioteca tras leer las 50 primeras).
Como ya sabrán si han leído el título de la reseña de hoy, me refiero a Gótico carpintero, una obra de William Gaddis, del que ya hablamos por estos lares no hace demasiado, cuando reseñé ¡Despidan a esos desgraciados!.
Si no tuvieron ocasión de leer la reseña de este curioso ensayo, diré que su autor, un misterioso hombre llamado Jack Green (en el que muchos vieron a Pynchon o al propio Gaddis camuflados) ponía a bajar de un burro a un buen puñado de críticos literarios que, según él, hicieron muy mal su trabajo con Los reconocimientos, un libro de Gaddis que por lo que dicen por ahí, bebe de las mismas fuentes que el Ulises de Joyce.
Pues bien, si Jack Green siguiera vivo y leyera esta reseña mía, estoy seguro de que me pondría en el mismo saco que a esos desgraciados que debían ser despedidos por no saber apreciar ni criticar buenamente a Gaddis. Pero ya les digo que quizás sea yo, que soy cortito, sobre todo en estos días de verano en Malta, en los que ni las deliciosas aguas de la Blue Lagoon me refrescan las ideas.
¿Y de qué va Gótico carpintero? Pues buena pregunta…
La verdad es que me vino de perlas leer algunas críticas y su contraportada antes de llevármelo a mi casa, porque si no, creo que no me habría enterado apenas de lo que les pasa (y de lo que hablan, porque mira que hablan sin parar…) a unos cuantos personajes que viven o se mueven por una casa de estilo gótico carpintero, un nombre insinuante que no significa nada más que lo que dice: una construcción que aúna toda la ostentosidad y belleza del estilo victoriano, pero en madera (en un momento dado de la trama, explican por qué a los estadounidenses les dio por hacer estas casas así, en madera).
Los enérgicos y airados protagonistas de esta novela parecen enfadados todo el tiempo, y la historia está tejida, como ya he dicho, a base de diálogos y más diálogos, largos, llenos de ideas y datos, recuerdos y acusaciones, muchas acusaciones, desde las primeras páginas.
Están el matrimonio Paul y Liz, los actuales ocupantes de la dichosa casita gótica carpintera, el primero, un cantamañanas con gran verborrea que promociona los productos de un reverendo iluminado llamado Ude (tan iluminado que ahogó a un crío en un bautizo), y la segunda, una belleza pelirroja (Gaddis deja bien claro, en bastantes ocasiones, que es explosiva y pelirroja), que pese a ser pintada como una mujer muy lista, me ha recordado a esas tías de estética Mad men, todo el santo día en su morada de madera discutiendo y llamando por teléfono (los resúmenes del libro dicen que se pasa el día intentando reunir pruebas médicas para defraudar a su aseguradora: eso dicen…).
Y está Edie, una amiga de Liz que nunca aparece y que llegas a odiar de lo (mucho) que hablan de ella. Y también anda por ahí el petardo y jetilla hermano de Liz (otro con un don de palabra brutal), y el dueño de la casa, McCandless, al que la contraportada del libro llama “misterioso”, pero que a mí me parece tan “misterioso” como el resto de los personajes,
porque lo cierto es que no me entero muy bien de quién carajo son y por qué están tan ansiosos y con ganas de enredarse en interminables diálogos que no se me hacen creíbles por su densidad y longitud. Por no hablar de que Gaddis se salta a la torera, cuando se le pone entre ceja y ceja, los signos de puntuación (ah, pero es que a algunos se les perdona justificando que es para dar “agilidad” o “intensidad” o no sé qué gaitas).
No sé, en fin, en resumen: gente muy americana hablando muy enfadada de cifras, negocios fallidos, curas corruptos, y situaciones espinosas en África (¿que por qué África? Bufff, leánlo, es largo de explicar) y, por extensión, en el mundo, y qué sé yo. Un totum revolutum born in the USA de cuya lectura no he disfrutado nada.
Pero eso, lo que suelo decir: que seré yo…
Y que la esforzada traducción corre a cargo de Mariano Peyrou.
También de William Gaddis en ULAD: Ágape se paga, Los reconocimientos
También de William Gaddis en ULAD: Ágape se paga, Los reconocimientos
You know what i mean. Qué puta chorrada de crítica. Sólo hay algo más patético que creerse mejor lector por gustarte Gaddis, y es pensar que alguien al que le gusta Gaddis (o Faulkner, o Foster Wallace, o Barth) se lo cree y te metes con él.
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