Título original: Mil cretins
Año de publicación: 2007
Valoración: recomendable
Quim Monzó es un ejemplo de esa generación de autores que empieza a publicar en catalán en la época de la transición, esa generación que, por el franquismo, no ha podido ser educada oficialmente en su idioma nativo, pero que, muerto el dictador, toma inmediatamente el relevo y la responsabilidad de reavivar una literatura tras décadas de persecución de su idioma.
Quizás, seguro, existan estudios que analicen la evolución de las temáticas a lo largo de la vida de los escritores. No sólo la cuestión de la inspiración o el modelado del estilo o la persistencia de algunos patrones. Porque se me ocurren pocos casos tan paradigmáticos como la obra de Quim Monzó. Que, desde los últimos años 70 en que empieza a adquirir cierta fama, con relatos algo surrealistas, dinámicos, físicos y carnales, hasta hoy, en que, con apenas 60 años, el otro día confesaba, en un brillante artículo estar "con un pie en el geriátrico", ha evolucionado de una manera tan patente.
El Quim Monzó sexual de 1994, el de El porqué de las cosas, se ha replegado. En Mil cretinos no queda nada de él, los vicios no es que se hayan abandonado, si es que ni se ha intentado: es que han quedado atrás, muchos ellos, por una cuestión casi física. Aquí el Monzó más airado, el de la ironía ácida, es el que toma el poder. Gruñón o, término intraducible del catalán, rondinaire; como cierto personaje en Cómo ser buenos de Nick Hornby. Monzó que, cuando se publica este libro, ha superado largamente la cincuentena, ya ha abandonado a los personajes jóvenes, modernos y ligeros de cascos que poblaban sus cuentos de los 80. Los relatos de este libro tienen que ver ya con residencias de ancianos, con madurez, con cercanía de la muerte y con cierta sensación amarga de vuelta de todo. Cosas que en ese momento ya forman parte del entorno vital del autor, Conceptos todos ellos que podríamos, por comodidad, rehuir, claro. Alguien recriminó hace un tiempo a Philip Roth que sólo escribía libros sobre ancianos. Monzó no llega a tanto. Pero sí está, en Mil cretinos, aposentado de lleno en circunstancias y escenarios crepusculares, agrios, escasamente complacientes con el lector y, en el fondo, malhumorados con todo en general. Vitalista a costa de quejarse de que lo bueno se acabe, esta colección de relatos demuestra que a Monzó ese terremoto que ha afectado a sus temáticas no le ha hecho abandonar su estilo directo y poco dado a las florituras. Me aventuro a esa conclusión tras una segunda lectura que me confirma su resentimiento, su enfado y una especie de pose encabronada ante los golpes de la vida y las consecuencias de la madurez. A Monzó se le nota aquí que le gusta mucho menos lo que ve por delante que lo que ha dejado atrás (Monzó tampoco es que haya sido Bukowsky, pero ha vivido lo suyo) y esa sensación, lo más alejado posible al color de rosa y al optimismo más insensato, puede que no nos resulte precisamente agradable. Pero es lo que hay: no culpemos a su autor por no poder haber evitado escribirlo.
También de Quim Monzó en Unlibroaldía: El porqué de las cosas, El mejor de los mundos
También de Quim Monzó en Unlibroaldía: El porqué de las cosas, El mejor de los mundos
¡¿Qué quieres que te diga?! Si el artículo sobre la ginecomastia es una muestra de lo que nos depara el conjunto, más nos vale ahorrarnos la guita.
ResponderEliminarSi un artículo brillante es aquel que, sin el menor atisbo de gracia, se mofa de una patología, me veo obligado a revisar mis calificativos.
Creí que la brillantez residía en que se había inventado semejante trama, pero resulta que es una historia real. Pienso lo de siempre: o voy muy por delante o soy un tonto del culo. Y si esta cutrez narrativa y creativa representa la normalidad, me alegro de no ser normal.
Para mi Monzó es un autor de culto. Lo he seguido a través de 86 cuentos, el porqué de las cosas, mil cretinos y Gasolina.
ResponderEliminarMe parece que es de los pocos que tiene una narrativa punzante sin llegar a la pulla ni al insulto. Es de aquellos cuya prosa dista mucho de ser completamente ligera, es, diría yo, directa y sencilla.
Larga vida a Quim Monzó!
JeanP: un artículo entre los miles que ha escrito Monzó. Aparte de algunas novelas, varios libros de relatos, participaciones en radio y televisión, y una actividad frenética en Twitter. Hay que conocerlo para saber que sus artículos no son burlas de enfermedades, sino puras observaciones de hechos pasados por el tamiz de su punto de vista. Yo le daría unas cuantas oportunidades.
ResponderEliminarGracias por el comentario, en todo caso.
Gracias, Gianfranco, Monzó es un escritor no demasiado divulgado fuera de Catalunya.
ResponderEliminarJeanP: creo más bien en que efectivamente eres tonto del culo. La brillantez significa también un rasgo admirable, y la capacidad de observación en el artículo de Monzó, sazonado con cierta jocosidad me parece digno de mención.
ResponderEliminarA menos que escribas un ensayo de medicina y tengas poco sentido del humor, veo difícil no hablar con cierta socarronería sobre una patología que básicamente trata de que a un hombre le salen tetas (teta en este caso). Sin duda puede ser humillante llegado a cierta a edad, pero ¿cuál es la alternativa?, ¿irnos a un rincón a gimotear?
No te recomendaría que leas libros del autor, no creo que sean para ti.
Y unos años después, Monzó sigue publicando punzantes artículos cada semana. Gracias por el comentario.
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