Título original : 31 songs
Idioma original : inglés
Año de publicación : 2003
Valoración : está bien
Un día, propongo, hagamos una lista sobre los diez libros que mejor retratan la angustia del hombre contemporáneo superada la cuarentena. La cuarentena de años, no de días, quiero decir, malpensados. En esa lista, seguro, caerá alguno de los vitriólicos ejercicios de estilo de Houellebecq y, no muy lejos en la estantería, yo también apostaría por algún libro de Nick Hornby. Lo cual será algo recurrente: Alta fidelidad, primer gran éxito del escritor británico, estaba lleno de listas. De novias, de discos, de canciones, de músicos. Ya para rematar, para llevar al extremo esa afición, en 2003 Hornby publicó este libro, que es, bajo el pretexto de una lista, una especie de amago biográfico, y, a la vez, el resultado de su propia condición de cobaya del experimento de la middle-age crisis.
Hay que reconocer a Hornby originalidad en el planteamiento del libro: dedicar un artículo a cada una de una serie de 31 canciones que, en el momento de escribir el libro, consideraba influyentes en el transcurso de su existencia. Por diferentes motivos: no necesariamente declara admiración en todos los casos. Editoriales más pendientes de agotar los bolsillos de sus lectores hubieran publicado el libro junto a un CD con sus canciones o, incluso, con la voz de Hornby introduciendo cada uno de sus capítulos. El tono es íntimo, tan íntima como es la relación que las personas establecemos con las canciones que marcan nuestra vida. Lo que pasa es que el Hornby de sus mejores novelas, el de Cómo ser buenos o la misma Alta fidelidad, es un escritor algo más aguerrido, más valiente: no sé si porque puede escudarse tras la máscara de los personajes más identificables con su autor. Pero cuando pasa al primer plano, cuando es el ser humano frágil que comenta su existencia y la situación, por ejemplo, con su hijo autista, en ese momento, misteriosamente, su prosa baja algunos quilates. Sigue siendo cercana, y sigue transmitiendo la emoción del oyente ante la música, con sus matices y sus explicaciones apelando a lo indefinible, pero algo se cae por el camino. Puede que ello obedezca también a que la madurez de Hornby le está llevando a un cierto ablandamiento. Veamos, Hornby nunca fue el gamberro que es Irvine Welsh, y su prosa siempre mantuvo unos parámetros de amabilidad, tras la cual se transparentaba un sentido ácido y ligeramente resabiado, y justo esa combinación era la que daba brillantez a sus primeras obras, en las cuales, además, sintonizaba particularmente con filias y fobias en las que muchos lectores se veían reflejados.
Pero es lógico que la vida de un escritor no sea tan interesante como los personajes que crea, y que su existencia y sus pensamientos, desnudos de los aderezos y las licencias propios de la creación, aparezcan lánguidos y faltos de punch. También es lógico que Hornby, escritor de impacto global, se sienta tentado por escribir con sinceridad sobre sí mismo, y el recurso de hacerlo a través de las circunstancias personales que relaciona con cada una de las canciones es original y honesto. Pero el tono confesional no contrapesa la falta de riesgo y de interés general de sus circunstancias. Preferimos a tus personajes, Nick.
También de Nick Hornby en Un libro al día : Érase una vez un padre, Alta fidelidad, Cómo ser buenos
A mí este libro me dejó la misma sensación que comentas de que algo se perdía por el camino. Está bien escrito y parece sincero, pero, no sé, no acabó de convencerme.
ResponderEliminarGracias, Izas. Parece que Hornby empezó a perder el "mojo" a partir de aquí. Un día leeré "En picado" y veré su es un título tan premonitorio como dicen algunos. Lástima, tuvo buenas novelas que ahora parecen algo blanditas. O puede ser que nos gusten los escritores cuando parecen más atormentados. Pues Hornby parece aquí lo que es: un cuarentón sin ganas de que complicarse la vida más de lo que se complica sola.
ResponderEliminarBueno bueno, eso de que "la vida de un escritor no sea tan interesante como los personajes que crea" dependerá del autor en particular, creo yo. Y que conste que lo digo con ánimo de polemizar.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Pues a polemizar. Porque creo que es este el impedimento de Hornby (sin considerar que parece que en sus obras de ficción tampoco parece andar muy inspirado). No es Welsh, como escribo, ni Hunter S. Thompson mucho menos. Ni Salinger o Pynchon. Creo que el Hornby persona es un tipo afable y tranquilo que observa los comportamientos de los que son ligeramente parecidos; clase media, profesión liberal, mediana edad. O sea, el puro espíritu del sexo, droga y rock'n'roll. The ball is in your court, Mr. Moving.
ResponderEliminarA ver, que en tu apreciación sobre Hornby estoy 100% de acuerdo contigo. Yo me leí un par de libros suyos hace años, "Alta Fidelidad" claro, y "About a boy" (que me lo leí en inglés, afición que he abandonado). Al siguiente intento, "Fever Pitch" (fue un 2x1 de una tienda de aeropuerto), lo tuve que dejar por el desinterés que me generaba y ni siquiera molesté en terminarlo.
ResponderEliminarVolviendo entonces a la cuestión de fondo, insisto en que hay escritores cuya vida personal supere al mejor personaje que hayan vida literaria, muy probablemente Hornby no estará entre ellos, pero haberlos haylos
Pues nos resultaría muy estimulante a los escribientes de estos lares hablar de escritores cuya vida ha superado a su obra. Aunque sería a costa de empaparnos biografías en vez de leer ficción. A mí me vienen a la cabeza los típicos del periodismo gonzo o los experimentadores con las drogas de los 70... o los atormentados franceses del siglo XIX.
ResponderEliminarPues ahí voy yo con la primera recomendación, totalmente ineludible pero que aconsejo tomar con calma: los "Relatos Autobiográficos" de Thomas Bernhard.
ResponderEliminarApunto en mi nutrida lista de la biblioteca.
ResponderEliminar¡Ay, ay, ay, Francesc, con lo violentamente listo que tú eres y que se te haya pasado Bukowski! La suciedad no está solo en la mente, hay quien se atreve con ella. ¡Toma, aquí mi vivencia, aquí te la espeto! Porque... los malditos también cuentan... ¿o no?
ResponderEliminarSólo leí "Alta fidelidad" de esta flema con pluma (perdón, con teclas que aporrear) y me quedo con... ¡la película!
Gracias por el comentario, y por lo de violentamente listo: un concepto realmente curioso. Pues se me pasó Bukowski porque no he leído a Bukowski pues me tiran un pelín para atrás sus títulos: superficial motivo pero me da la impresión de que tiene ganas de epatar y empieza por ahí: le llamo a un libro "La máquina de follar" y a ver qué pasa. No lo veo maldito: deberé leerlo para quitarme de la cabeza esa impresión forzada. Releeré alguno de los Hornby que me dejó mejor impresión. Y Alta fidelidad, la película, era dinamica y menos autocompasiva: tienes razón.
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