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miércoles, 24 de agosto de 2022

Wajdi Mouawad: Assedegats y Un obús al cor

Idioma original: francés
Título original: Assoiffés / Un obus dans le coeur
Traducción: Ramon Vila al catalán para Comanegra. Sin traducción al castellano hasta la fecha.
Año de publicación: 2007
Valoración: recomendable


Se ha hablado en algunas ocasiones en ULAD sobre la dificultad de leer obras de teatro, pues a menudo estas se centran en los diálogos y dejan la escenografía o la descripción de ambientes en manos del dramaturgo que se encargue de su puesta en escena. Por ello, a veces es difícil ubicarse mentalmente en el escenario que se plantea cuando este está tan abierto que su recreación debemos llevarla a cabo mentalmente sin apenas elementos que nos ayuden. Afortunadamente, hay obras que no necesitan una gran escenografía, pues se mueven en pocos ambientes y estos son prácticamente irrelevantes, pues el peso de la obra recae en los diálogos y las reflexiones en voz alta. Este es el caso que nos ocupa y Mouawad consigue su propósito.
 
Este corto libro incluye dos pequeñas obras de teatro (de unas setenta páginas la primera y solo treinta la segunda) que son plenamente identificables con el estilo del autor. Un estilo que, como indica el dramaturgo Oriol Broggi en el prólogo, «desde la primera palabra consigue atraparte de tal manera que nos arranca con violencia de allí donde estamos y nos arrastra a un lugar diferente. ¿Qué es lo que nos seduce? ¿Qué nos revuelve nuestra vida y nos transporta hasta estrellarnos contra los arrecifes de nuestro propio dolor?». Porque así es el estilo de Mouawad, contundente y poético a la vez que descarnado porque indaga en nuestras emociones hasta llegar donde nos pueda infligir dolor y tormento.

En «Assedegats» («Sedientos», en castellano), la primera de las dos obras que componen el libro y la más extensa, el autor el relato arranca con un monólogo vivo y desatado en el que su protagonista Murdoch denuncia la sociedad a la que nos vemos sometidos y se rebela contra ello afirmando que «no me rebajaré a aplaudir vuestras debilidades globalistas. ¡Tengo mis opiniones! ¡Vivís como si fuerais de un club de devoradores en red!». Un sistema que «os esclaviza, os consumatiza, os ikeatiza, os caprabotomiza, os carrefouriza». Y, en paralelo, el relato nos presenta a Norvège, una joven encerrada desde hace tres días en su habitación y con quien sus padres no consiguen comunicarse, pues no quiere que sus padres entren en su habitación y se resiste a ello. Solo pide, a través de un papel que deja en el pasillo delante de la puerta, hablar con el señor Boltansky. 

Como es habitual en sus obras, Mouawad alterna dos líneas temporales para desarrollar la historia. Así, nos sitúa en un presente con Norvège y Boon, mientras que el pasado viene de la mano de el joven enigmático y desencadenadamente verborreico Murdoch, alguien que lo ve todo mal y que lo expone sin tapujos ni cortapisas a la vez que profesa su incomodidad y malestar en un mundo que apenas reconoce al preguntarse «¿qué puedo hacer para tener la sensación de que estoy vivo y no soy una máquina?». El nexo entre Norvège, Boon y Murdoch será el hilo conductor que, de manera circular y enigmática, utilizará el autor para desarrollar la historia porque, a partir de ahí, Mouawad introduce un elemento de misterio y desarrolla lo que domina completamente: la tensión emocional, las dudas, los enigmas del pasado, las conexiones no siempre evidentes entre las personas y sus sentimientos.

En su segunda obra, «Un obús al cor» («Un obús en el corazón», en castellano) el autor despierta nuevamente el misterio en sus primera líneas, afirmando ya en las primeras frases, a modo de confesión, que uno nunca sabe cuándo empieza una historia, porque «cuando empieza una historia y esta te pasa a ti, no sabes cuándo empieza, que comienza (…) y después, cuando finalmente te das cuenta que estás embarcado en una historia, no sabes cómo terminará todo». En esta obra, el autor nos presenta a Abdelwahab de diecinueve años y quien narra en primera persona una historia que empieza en el momento en que, mientras duerme, recibe una llamada diciéndole «ven enseguida». Es Navidad y sabemos que su madre está a punto de morir. En el viaje hacia el hospital para verla por última vez, mientras recuerda su pasado nos confiesa que él se ahoga «en al fondo del autobús, estrangulado por la obligación que tengo de amar a mi madre, porque se muere». En el trayecto nos recuerda episodios de su pasado y qué pasó entre ellos porque la cercanía de la muerte de su madre le lleva a recordar un pasado casi olvidado, recordando su soledad y la necesidad de buscar una huida a través de la pintura que coloree unos espacios por los que escapar de una realidad que se le antoja difícil, inexplicable y llena de miedos y recelos así como de antipatía hacia su familia: su padre, sus tíos y tías, sus hermanos, de quién afirma sin tapujos que «los odio a todos. No sé por qué, pero los ametrallaría sin remordimientos». 

Como es habitual en el autor libanés, Mouawad envuelve a sus personajes de tragedias personales, de miedos y pasados revisitados en los que encontrar el origen de sus propias historias, de sus propias vidas. En esta obra corta, el estado de su madre, en sus últimos días, le brinda la oportunidad de echar una última mirada atrás y buscar en ella los trazos maltrechos e incomprensibles de su propia experiencia.

Dice Mouawad en un fragmento del libro que «la belleza está al alcance de todos. Pero, si esta belleza no se alimenta, se transforma en una cosa horrible y esta cosa horrible nos roe por dentro. Entendí que, cuanto más intentamos vivir sin belleza, la belleza que está en nosotros se vuelve más fea». Busquemos por tanto la belleza, en las pequeñas cosas o en los grandes sucesos, pero busquémosla y alimentémosla porque, de lo contrario, acabaremos carcomidos en un mundo feo, hostil y sin esperanza.

También de Wajdi Mouawad en ULAD: LitoralIncendiosBosquesCielos

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