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jueves, 26 de febrero de 2015

Santiago Lorenzo: Las ganas

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable

Tanto va el cántaro a la fuente. Tanto. Dice la contratapa de Las ganas que esta es la novela más tierna de Lorenzo. El miedo que me da la palabra tierna no lo sabe nadie. Me suena a bebé y a esos perversos anuncios que hacen en invierno las compañías energéticas para crujirnos con la siguiente factura. Me suena a ñoño y a sensible y a muchas cosas de esas por las que plantas un libro en el estante y te olvidas dónde. Pero ay Lorenzo. Santiago Lorenzo ya apuntaba muchas maneras en sus dos novelas anteriores, sobre todo en Los millones. Escritor de esos que parecen francotiradores, empeñado en generar hasta sus propias palabras (aquí hay unas cuantas) con tal de comunicar ¿Por qué puede hacerlo Cortázar y no este vasco peludo? Y con Las ganas no es que rice el rizo. Eso sonaría a hastío, casi a empeño grotesco, y va a ser que no, o va a ser que para nada. Porque a costa de hacerse el extemporáneo, Lorenzo me está pareciendo más moderno que muchos. No se obsesiona para que se le lean entre líneas todas las lecturas de novelas y visionados de películas y de series. No intenta imponer un lenguaje castizo a base de recaídas en lo chabacano o en el graciosismo. Sus personajes son entrañables hasta en su justa medida de patetismo. Pero no son entrañables de lloriquera. Son retratos de todos esos tipos que algunos podemos ver colgados de la barra del metro o esperando el autobús con la mirada perdida.

Benito Bernal lleva tres años sin echar un polvo. Sin retozar. Sin cópula. A pan y agua. Y encarna al perdedor anónimo en el que ninguno de los millones que retrata gustan de verse reflejados. Pero como lectores, cómo nos gusta pensar que esa semblanza no es la nuestra. Cómo nos gusta pensar que vemos por el ojo de la cerradura del vecino y nos reímos de sus miserias. Su impresentable entorno se empeña en poner remedio a esa situación. Porque lo aprecian y porque creen que es injusto. Así que sus empleados ponen su empeño en que Benito encuentre ya no una media naranja sino una especie de desahogo. Que no sea pagando, claro. Porque, encima, no tiene dinero. Pendiente de que una empresa en Bristol concrete en cifras el interés mostrado por el mocordo, producto químico capaz de obrar milagros en la madera, Benito arrastra por el barro a Terre, S.L., empresa de su propiedad, donde cuenta con tres empleados, que parecen ser los únicos tres seres más necesitados que él. La expectativa de  que el mocordo actúe de espoleta de un eventual renacimiento de su existencia es otra baza que se adivina perdedora. Pero lo de sus tres años de sequía sexual, complicado de por sí, va a complicarse más. De una forma que ya no hay que desvelar aquí.

Habrá quién se enerve con el juego léxico de Lorenzo, que escribe de una forma florida y desinhibida pero a la vez cercana y asequible. Puede que ese costumbrismo actualizado, que bebe de Arniches  o Jardiel Poncela pero también del deprimente panorama social de la actualidad, no parezca, con ese efecto tragicómico, lo más adecuado para seguidores de literatura intelectualizada como Pynchon o Franzen. Lorenzo tiene la suerte de no tomarse a sí mismo todo lo en serio que, con su chispeante talento, debería. No me hubieran importado treinta o cuarenta páginas más de resolución de la novela, que acaba de forma algo brusca y precipitada. Curioso: me hubiera gustado un final más reposado y elaborado, menos pendiente de cuadrarlo todo y más entregado a lo lírico, que es la gran fortaleza de su autor.
Puede que Las ganas cierre una trilogía dedicada a las bromas agridulces del azar o del destino o puede que lo siguiente de Lorenzo sea una novela de terror ambientada en un suburbio de Bielorrusia. Puede que quepa exigirle a su autor un cambio de registro o quedemos ávidos y hasta hipnotizados por ese estilo característico pero, cosa bastante difícil hoy en día, personal y original. De momento, Santiago Lorenzo ofrece en sus tres novelas bastante más de lo que muchos escritores son capaces de ofrecer.


También de Santiago Lorenzo en UnLibroAlDía: Los millones, Los huerfanitos

2 comentarios:

  1. Llegué a los millones lleno de prejuicios debido al supuesto costumbrismo ochentero que destilaba el libro. Pero bendito costumbrismo el de Lorenzo; sabe de lo que habla, y ahí es donde reside el secreto, se nota que ha mamado quintos de mahou en esos bares acompañado de los parroquianos habituales, que ha visitado y jugado en esos billlares, ha paseado por esos barrios periféricos de la almendra centraI madrileña (también podrían ser de Portugalete) y conoce su fauna urbana... Lo dicho; bendito costumbrismo. Leeremos las ganas.
    Saludos

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  2. Creo, con franqueza, que si una de esas editoriales que publican a cascoporro descubrieran a Lorenzo y su mundo de barrio, no tardaríamos en ver esos personajes en alguna película o serie. Espero ahorrarme el sonrojo. Creo que vale la pena que sea uno de esos secretos compartidos. Gracias por el comentario.

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