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domingo, 2 de noviembre de 2025

Sally Rooney: Intermezzo

Idioma original: inglés

Título original: Intermezzo

Año de publicación: 2024

Traducción: Inga Pellisa

Valoración: recomendable


Para los que, sin llegar al término refractarios, somos algo ajenos a los vaivenes, hipérboles y desajustes promocionales de las novedades editoriales, como últimamente estoy siendo, nos resulta, me ha resultado, algo chocante y sorprendente la frecuencia con que se menciona, en determinados contextos, a Sally Rooney como escritora de cierto calado, de cierta, glups, influencia, con apenas cuatro novelas (Santi nos obsequió con una doble reseña de otras dos, que suscribo en su práctica integridad) y, supongo que también por su condición de mujer joven, veo que se la menciona en ámbitos bastante dispares y hay cierta tendencia a describirla ya no como the next sino como the big thing. 

Entiendo que Intermezzo representa una lógica evolución en su universo narrativo y no acabo de decidirme si abordaré la lectura de la restante, puesto que, evitaré escrupulosamente el término repanocha, la lectura de esta novela, pudiendo considerarla como una experiencia satisfactoria, no ha justificado ese entusiasmo algo generalizado, no ha acabado de activar esos resortes que ponen a uno alerta.

Intermezzo, cuesta algo afrontar una sinopsis sin estropear aspectos de su eventual lectura, debo advertir, muestra la situación de Peter e Ivan Koundek, dos hermanos con una notable diferencia de edad (22 y 34 años) que afrontan, desde sus distintas situaciones vitales, la muerte de su padre, que ha sufrido una prolongada agonía y ha muerto joven, 65 años. Ese duelo es compartido con su ex-esposa, Christine, una de las protagonistas secundarias de la novela, en su función de madre que vela para que la armonía se mantenga entre sus hijos. Cuyas vidas no pueden ser más diferentes: Peter es un abogado de éxito e Ivan subsiste con trabajos ocasionales y batalla por hacerse un nombre en el mundo del ajedrez profesional. Sus mundos son bastante divergentes, pero Rooney los sitúa en una situación casi especular: Ivan conoce a una mujer de 36 años, organizadora de un torneo de ajedrez al que acude, y surge una relación casi clandestina, avergonzada. Peter, tras ser abandonado por Christine, colega de profesión, con graves secuelas de un accidente de tráfico, acoge en su  casa y se acuesta con Naomi, estudiante de la edad de su hermano, que ha sido deshauciada y cuya precariedad la obliga a los más distintos desempeños, sin cortarse ni un pelo en pedir dinero a Peter cuando lo necesita.

Aquí empezaron a surgirme algunas dudas sobre la intención de la novela. Los capítulos alternan la vida de uno y otro hermano. El primero, dedicado a Peter, casi precipita mi abandono. Un estilo disperso, de frases cortas, a veces hasta incompletas, algo desconcertante por cuanto se trata de una secuencia de pequeños disparos verbales, sin apenas pausa ni diálogo, alternando cortas descripciones con reflexiones algo forzadas. Cuando Ivan entra en juego disponemos de una narración más situacional, estamos en sitios y pasan cosas. He llegado a interpretar que Rooney opta por dar un estilo diferenciado cuando narra sobre uno u otro protagonista. Y donde los veinteañeros son directos, francos y resueltos, los treintañeros duda, reflexionan, valoran pros y contras. Puede que sea ése el recurso. Pero me ha parecido que cuatrocientas dieciséis son muchas páginas para una novela tan fácil de resumir en apenas diez líneas. Y no sé si Rooney quería mostrar la diferencia de apreciación social ante las relaciones con diferencias de edad, si quería usar los personajes más jóvenes como ejemplos de la precariedad y las malas perspectivas de los millenial o quería esbozar una semblanza de cómo la diferencia de status puede incluso penetrar y abrir brecha en una familia. Me da esa impresión: que Rooney ha abierto varios frentes sin acabar de decidirse por ahondar en ellos, de forma trágica o aunque sea ambigua. Que incluso amaga con un desenlace trágico, con un golpe de efecto argumental. Todo lo contrario, el final, emocional y acomodaticio, aunque haya logrado mostrarlo de forma contenida y brillante, resulta dejar un regusto agradable, pero levemente edulcorado. Y replicaré un poco al jefe de todo esto: el malismo puede ser malo, pero el buenismo es peor.

La mencionada reseña de las otras dos novelas de Rooney podéis encontrarla aquí

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